16 de agosto de 2017

Viaje a la Magallanes

Punta Arenas, siglo XIX

El viaje de la "Unión" a Magallanes

Arica, setiembre 14 de 1879.

SS. EE.
En mi última correspondencia comuniqué a Uds. estábamos haciendo carbón, para emprender un viaje muy largo; así ha sucedido en efecto.

Antes de nuestra salida de este puerto corrían en tierra distintos rumores; unos aseguraban que íbamos a Panamá, otros que el viaje era al estrecho de Magallanes; y no faltó quienes creyéndose bien informados, presagiaban que íbamos a expedicionar a la costa del sur de Valparaíso.

La versión más autorizada parecía ser la segunda de las que anteriormente enumeradas y los que así lo creían, agregaban que el director de la guerra, general Prado, tenía conocimiento por comunicaciones tomadas a bordo del ''Rímac", que si no eran oficiales, estaban afirmadas por personas notables de Chile y dirigidas a los jefes del ejército de Antofagasta, que el gobierno de aquella república sólo esperaba para emprender sus operaciones por tierra sobre nuestro litoral, la llegada de un vapor fletado por sus agentes en el extranjero y que había salido de Liverpool a fines de junio último, cargado con 10,000 rifles, varios cañones Krupp con sus respectivas municiones y gran cantidad de otros pertrechos de
guerra.

Inciertos sobre la dirección que iríamos a tomar, zarpamos del puerto de Arica con rumbo al O., en la madrugada del 31 de julio último, y los que no estábamos en el secreto, sólo supimos en alta mar, que efectivamente nuestro viaje era al estrecho de Magallanes, en solicitud del buque cuya llegada, esperaba el gobierno de Chile.

Al aclarar el día, todos los arreglos y preparativos marineros y militares de a bordo, revelaban la naturaleza del viaje que íbamos a emprender y lo borrascoso de los mares que teníamos que surcar.

Durante los primeros días de navegación, en que la mar estaba tranquila, ocupábase la tripulación en sus faenas ordinarias y al medio día, hacía ejercicio de cañón y de rifle.

Por la tarde del lunes 4, distinguimos la costa de Chile como a 40 o 50 millas.

Los siguientes días no ofrecieron ninguna novedad; navegamos como los anteriores a máquina y vela, haciendo uso de ésta, sólo cuando la mar y el viento nos eran favorables.

Sin ningún contratiempo, salvo uno que otro temporal, cosa frecuente en las costas del sur de Chile, llegamos frente a la embocadura del estrecho de Magallanes, a las 12 de la noche del día miércoles 13, teniendo el cabo Pilar por la amura de estribor, tiempo atemporalado del N. mar gruesa y lluvia constante.

A las 4 y 35 de la mañana embocamos el estrecho, teniendo el cabo Pilar al SE. del Estandard. Se arrojó al agua la corredera de patente y con rumbo O. 5° N., se navegó medio estrecho.

Al rayar el alba, navegábamos entre dos panoramas espléndidos. 

El estrecho se abría entre dos moles graníticas de imponente efecto; inmensos bosques ocultaban las faldas de las montañas cubiertas de nieve, que se levantaban hasta las nubes; y los pasos angostos estaban cercados de bosques de bayas, fresnos y otros árboles.

A la vista de tan hermoso panorama, navegamos todo el día.

Amaneció el jueves, con el cielo claro y estrellado; pero el tiempo cerrado en derredor. Siguió entonces a esas playas cercadas de árboles, que habíamos admirado la víspera, la costa prolongada y desnuda, de salvaje aspecto y sobre la cual se elevan inmensas montañas cubiertas de nieve.

La lobreguez de la noche nos obligó a aguantarnos sobre la máquina, para continuar nuestra derrota tan pronto como amaneciera el día; y en efecto, a las 8 de la mañana nos pusimos en movimiento, demorándonos al norte del cabo Tamar, teniendo a nuestra amura de estribor, el puerto de Churruca.

A las 11 como refrescara el viento y estuviera la mar tranquila, como lo está generalmente en todo el estrecho, se sacaron los cañones en batería y se limpiaron, quedando la corbeta expedita para cualquiera emergencia, que pudiera sobrevenir.

En el resto del día, que fué corto, porque éstos en el estrecho sólo tienen ocho horas claras, atravesamos los canales Long Reach y Crookel Reach y se siguió navegando en demanda de la bahía Borja.

A la caída de la tarde, estábamos dentro de la bahía Borja, donde fondeamos para pasar la noche. Esta fué bastante lluviosa.

Al amanecer el viernes nos franqueamos de la bahía y entramos en los canales del estrecho. La ''Unión'' seguía aquella vueltas y revueltas de los canales con la mayor felicidad, debido a la buena dirección de  su comandante.

Habíamos caminado una hora, cuando se mandó parar la máquina, para que atracaran al costado de la corbeta, dos canoas tripuladas por salvajes de la Tierra del Fuego, a los que se dió ropa, galletas, tabaco y otros artículos.

Estos salvajes son de rostro horripilante, algo parecidos a los chinos; hacen sus excursiones en pequeñas canoa y llevan en el fondo de ellas una fogata que les sirve de cocina y de estufa.

Las mujeres casi desnudas son las que bogan y llevan consigo a sus hijos, en la misma desnudez que cuando los dan a luz, pues no los cubren siquiera con un harapo que los preserve de la intemperie y los abrigue del frío, que es tan intenso en esas regiones. En cambio, los hombres están vestidos regularmente.

Para preservarse del frío, estos salvajes se untan el cuerpo con grasa de lobo, que les da un hedor nauseabundo.

No se si es compasión o repugnancia lo que inspira esa raza, más parecida a los animales que a los seres humanos. Sus gesticulaciones, sus aullidos, todo revela en ellos, la especie a que pertenecen.

Media hora después, seguimos avante y a las 11 el cabo Gallant, nos demoraba al norte y el cabo Froward a la vista, en cuya demanda nos pusimos.

El cabo Froward es la extremidad sur del continente americano. Se levanta bruscamente del mar y en su base hay una pequeña roca, en la cual desembarcó un célebre navegante, con el objeto de tomar ángulos y marcaciones.

En este cabo, generalmente, el viento cambia con tanta rapidez, como el espectáculo que representa y es riesgoso atravesarlo con mal tiempo. 

A las 12 del día nos encontrábamos frente al cabo Holanda, cuando a la distancia distinguimos por nuestra popa una piragua de foguinos con bandera chilena. Se paró la máquina y una vez a nuestro costado, se le quitó la bandera chilena, dándosele otra peruana en cambio y se le socorrió con víveres y ropa.

Continuamos nuestra derrota y' a las 3 y 30 m., fondeamos en el puerto de San Nicolás.
 
La bahía de San Nicolás es bastante abrigada y proporciona un buen fondeadero, por su entrada y fácil salida, y por la profundidad de sus aguas. En esta bahía pasamos la noche, que fué fría y lluviosa.


Amaneció el sábado con un hermoso sol pero es de advertir, que el sol de estos parajes no calienta. Convenía, pues, seguir el viaje; así es que, a la 7 de la mañana se puso la corbeta en movimiento, costeando las tierras del norte del Estrecho.

A las 11, encontrándonos ya frente a la bahía Fresh Water, se puso proa a Punta Arenas.

Habíamos navegado pocas millas, cuando se divisó un vapor por la proa. Nos pusimos en demanda de él y ya a corta distancia, izó el pabellón alemán. Comprendimos entonces que era uno de los vapores
de la compañía Kosmos; pero a pesar de ello el comandante general mandó a su ayudante, teniente La Torre Bueno, para que reconociera dicho vapor; a su regreso, dijo era el "Sakkarah", vapor alemán que había salido de Hamburgo el 10 de julio próximo pasado. En toda su travesía no había
encontrado ningún buque.

E1 "Sakkarah" saludó el pabellón peruano, cuyo saludo fué inmediatamente contestado.
Al pasar el ''Sakkarah'' por nuestra popa, recibimos una grata sorpresa. Los pasajeros agrupados en la toldilla, prorrumpieron en estruendosos, entusiastas vivas al Perú, agitando al aire las señoras sus  pañuelos y haciendo los hombre la misma demostración, con los sombreros.

Esta muestra de regocijo de numerosos extranjeros, tan inesperada como expontánea, al ver un buque de guerra peruano en territorio chileno, hará comprender a esa República que no sólo en la América toda, sino en Europa, se simpatiza con la justicia de nuestra causa, y que no está lejos el día en que, junto con la derrota material, sufra ese pueblo el estigma universal a que se ha hecho acreedor por su desmedida ambición y su felonía para hacer la guerra.

El ''Sakkarah'' continuó su derrota y la "Unión" se encaminó al puerto de Punta Arenas, a donde fondeamos a la 1 y media del día.

Por ser de oportunidad, trascribo algunos párrafos referentes a Punta Arenas, territorio actualmente disputado por Chile y la república Argentina, que encuentro en los Apuntes para la navegación del Estrecho de Magallanes y los cuales conducen al golfo de Peñas, por el capitán R. G. May­ne, de la marina real inglesa, traducidos y anotados para la escuadra del Perú, por el capitán de corbeta Elías Aguirre. 

Hélos aquí:
''El paradero de Punta Arenas, es una proyección baja cubierta de yerba y con unos pocos árboles en su parte interior; se extiende más de una milla afuera de la dirección general de la costa. Al N. NE. el
agua es profunda hasta cerca de tierra; pero al E. y SE. se encuentran menos de 3 brazas a una y cuarta millas del extremo de restinga''.

''A 2 millas y medía al S. de la punta, está el establecimiento chileno, originariamente llamado Punta Arenas y hoy la Colonia de Magallanes. El establecimiento está sobre la cima de un banco como de 35 pies de altura, enfrente del cual hay un ancho bajo, formado por los depósitos del río que corre pasado el establecimiento, al lado del N  y cargado con la arena de los cerros del O. desciende con gran fuerza en estaciones de muchas lluvia, derramándose en todo el llano, entre el establecimiento y el agua. Un camino levantado, ha sido construido sobre este nivel, hasta la línea de agua, donde se han armado dos casas para botes; también se hizo un muelle de madera y piedra en 1868; pero siendo mal construido, fué arrancado por los temporales del invierno de 1867".

''Hasta hace poco, Punta Arenas era un mero establecimiento penal; pero a consecuencia del tráfico creciente en los últimos años por el estrecho y de haber adoptado este camino los vapores de la Mala, entre Valparaíso y Europa, el gobierno chileno se fijó en la importancia de la estación como sitio de recalada y de auxilio. Siguiendo esta idea, al principio de 1868, hizo concesiones de tierras y prometió otras ventajas a los emigrantes; y en enero llegó un nuevo gobernador en un buque de guerra con unos 300 colonos. También se trajeron auxilios y tablones, y los recién llegados fueron puestos a ración hasta que pudieron aclarar y cultivar sus propios lotes".

"Punta Arenas no se distingue fácilmente desde un buque, lejos, en el canal, porque las casas no se muestran con claridad, proyectadas en el fondo obscuro del terreno. La mancha blanca mencionada al N. de la bahía Catalina, se verá, sin embargo, bien clara generalmente, y si los cerros al sur de la colonia están visibles, hay un notable pedazo blanco en el lado de uno de ellos que es un buen guía. El fondeadero es bueno y bien abrigado de los vientos reinantes del O. y SO. y de los temporales del E. y SE. rara vez soplan de modo que hagan desconfiada la permanencia aquí. Desde el momento, sin embargo, de que el viento esté algo al E., se establece la resaca en la playa y a menos que se construya un muelle conveniente o se hagan botes apropiados, el desembarque se encontrará a menudo difícil e imposible en los meses de invierno, mientras hace excelente tiempo en el canal".

Hasta aquí lo de la cosecha ajena. Actualmente, Punta Arenas o la Colonia de Magallanes, como quiera llamársele, está casi desolada, porque ya no se manda de Chile a los presidiarios, desde la última revolución y sólo hay allí unos cuanto a quienes falta poco tiempo para cumplir su condena.

La Punta de la Colonia no está, como se creía, fortificada. Los pocos cañones de a 32, de ánima lisa, con que estaba artillada en illo tempore, se encuentran abandonados e inservibles en la plaza pública.

Una guarnición de 45 hombres, es toda la fuerza de la colonia.

A la vista de la "Unión", los pocos habitantes de la Colonia huyeron despavoridos a los cerros, según nos dijeron los extranjeros del lugar, temerosos sin duda, de que los buques peruanos pudieran atacar pueblos indefensos.

Una hora después de haber fondeado, vinieron de tierra en un bote, algunos extranjeros, a suplicar al comandante general que no hiciera daño a la población, que estaba sumamente alarmada con nuestra presencia. El comandante general les manifestó, que los buques peruanos no disparaban sus cañones sobre puertos indefensos, siempre que contra ellos no se ejercieran actos de hostilidad, en cuyo caso, se yería precisado a hacer uso de la fuerza, en represalia. En esta confianza y sumamente complacidos, se retiraron los parlamentarios, proporcionándonos antes, cuantos datos se les pidió.

Supimos por ellos, que a fines de julio, había llegado a ese puerto el trasporte chileno "Loa", mandado por Condell, a esperar la llegada del vapor con armas, que aguardaba el gobierno chileno; que dos días después llegó el vapor inglés "Glenelg'', completamente cargado de armas y pertrechos de guerra y que al día siguiente, partió convoyado por el ''Loa''. Este trasporte, llevó también los cañones de grueso calibre (150) que se había mandado de Chile para fortificar la boca del puerto, cuando temieron que viniera la escuadra argentina.

Por el mismo conducto conseguimos comprar, bien caro por cierto, algunos víveres frescos.

Dentro del puerto se hallaba fondeado el pailebot "Luisita", de propiedad neutral, pocas embarcaciones menores y un pontón del gobierno de Chile. De éste tomamos 104 toneladas de carbón que nos sirvieron para la salida del Estrecho, pues nuestras carboneras ya se encontraban exhaustas.

Fondeados a corta distancia del puerto, pasamos en él, toda la noche, guardando las debidas precauciones.

A la mañana siguiente, vino a bordo el cónsul inglés, para manifestar al comandante general, a nombre de la colonia e:xtranjera, su gratitud por no haber ejercido ningún acto de hostilidad contra las vidas e intereses de los moradores de la Colonia. 

El comandante general por toda contestación dijo al cónsul inglés, que cualquier otro buque peruano habría hecho lo mismo.

Conseguimos, también, algunos periódicos chilenos, de fecha reciente, y nos impusimos por ellos, aunque vagamente, de los desórdenes que tuvieron lugar en Chile, cuando se confirmó la noticia de que el "Rímac" había sido capturado por la "Unión" en la mañana del 23 de julio próximo pasado. 

Igualmente leemos en uno de los periódicos, que la escuadra chilena había leYantado el bloqueo de !quique y que de de el 4 de agosto se encontraba en Antofagasta.

No tenía, pues, ya objeto nuestra estadía en Punta Arenas y comprendiendo que nuestra ausencia por tantos días del teatro de la guerra era perjudicial a los intereses del país, resolvieron los jefes regresar al Pacífico.

En efecto, a las 12 h. 15 m. del día 18, zarpamos a las 4 de la tarde y fondeamos en el puerto de San Nicolás, para pasar la noche.

El siguiente día, tan pronto como aclaró abandonamos el fondeadero en demanda de la había de Freswater, a donde pasamos la noche.

A la mañana siguiente salimos de este puerto, aclarándonos del Estrecho. Pasamos sucesivamente el cabo e isla Tamar, puerto Churruca, la boca de los canales de Smith y el cabo Parker.

Durante la travesía del estrecho, no nos cansábamos de admirar aquel panorama incesantemente variado.

Como el tiempo era hermoso, se largó el aparejo y navegamos a máquina y a la vela. Continuamos así hasta el 25, que hubo necesidad de parar la máquina y navegar sólo a la vela, porque ya no teníamos
carbón.

Desde este día, comenzó lo pesado de la navegación.
Fuertes temporales del norte, mar borrascoso, vientos de proa y lluvias constantes, eran los elementos con que teníamos que luchar.

La corbeta avanzaba muy poco en el día, para perder al siguiente, lo que había logrado hacer la víspera.

Parecía que todo se había conjurado para hacer más morosa nuestra llegada a algún puerto peruano.
Cinco días de fuertes temporales, seguidos de pasmosas calmas nos tuvieron detenidos, capeando los primeros y sufriendo con resignación las segundas, entre los grados 35 y 36 Lat.

Esperábamos el buen tiempo y éste llegó precedido de un fuerte chubasco, acompañado de rayos y relámpagos el viernes 5 del actual. Desde ese día, la navegación ha sido menos monótona, aunque a veces calmaba el viento.

A medida que ganábamos en latitud, íbamos acercándonos a tierra, de la que estábamos separados como 200 millas.

A las doce del día martes 9, avistamos un buque a la vela. Por el paraje en que navegaba creímos que fuera enemigo, por lo que cuando estuvimos a tiro de cañón, se le hizo un disparo con pólvora y se afianzó el pabellón. El barco avistado izó la bandera inglesa y se aguantó en facha.

Inmediatamente el comandante general mandó a su ayudante, Teniente La Torre Bueno, para que reconociera al buque, que resultó ser la fragata inglesa "Lupata ", cargada de salitre, que había salido de Antofagasta el sábado 6, con destino a Liverpool.

Su capitán, inglés, obsequió algunos diarios de Chile de las últimas fechas y supimos por ellos, que era una realidad que los chilenos habían abandonado el bloqueo de Iquique. Supimos, también, el cambio de Ministerio en Chile, ocasionado por la captura del "Rímac" y el combate del "Huáscar'' en Antofagasta el 28 del pasado.

Algunas otras noticias de poco interés, y mejor sabidas en Lima, fueron el contingente que nos proporcionó el "Lupata", al que se dejó continuar su derrota, en vista de que sus papeles estaban en forma.

Nosotros seguimos también nuestro viaje, esperando encontrarnos de un momento a otro con la "O'Higgins", que según supimos por el capitán del "Lupata", había sido mandado en nuestra persecución.

A las 12 del día siguiente, nos hallábamos frente a Antofagasta, pero a tan gran distancia, que no veíamos la costa.

El viento variable y las calmas que reinaban, nos impedían avanzar, por lo que el comandante general resolvió el sábado 13 encender la máquina para llegar cuanto antes. Efectivamente, a la 1 del día comenzamos a navegar con la máquina a media fuerza y un andar de 8 millas, calculando llegar a este puerto en la mañana del domingo.

Por la tarde, se cargó la artillería y quedó el buque en son de combate, tomándose estas precauciones, para el caso de que encontráramos al enemigo a la entrada.

Por fin, hemos fondeado en este puerto a la 10 y media de la mañana, de regreso de un viaje de 45 días, tan infructuoso como pesado y que nos ha tenido distantes del teatro de la guerra, en la que la "Unión", tiene que prestar importantes servicios.

J.R.C.
("El Comercio", 19 de setiembre de 1879).


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Del Campo, José Rodolfo. "Campaña Naval. Correspondencias a El Comercio". Lima, 1920.

Saludos
Jonatan Saona

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