En reciente artículo ha insinuado “El Comercio” la conveniencia de elevar en el Perú un monumento a nuestro soldado desconocido. “El Perú, dice, ha tenido miles de héroes ignorados, miles de soldados desconocidos, miles de hombres que se entregaron voluntariamente al noble de los sacrificios: al sacrificio de la propia vida, hecho tan solo por el honor y sin la esperanza de victoria para la causa por la que morían”. Y sin embargo de que en tal inmenso dolor de la derrota se cubrieron nuestras falanges de gloria, sin embargo de que se escribieron páginas admirables de heroísmo y de amor patrio todavía no se yergue el mármol que inmortalice sus hazañas y engrandezca sus virtudes.
Tiene, pues, razón “El Comercio” en pedir ese tributo para los “soldados desconocidos” de nuestra guerra de 1879. La tiene por que con ello persigue la cancelación de una suprema deuda de agradecimiento y por que demanda la exaltación del heroísmo que por haber sido asombro del Universo debe ser religioso ejemplo para los peruanos de hoy y de mañana.