28 de febrero de 2024

C.N. Arica por Uribe

Luis Uribe Orrego
El Combate Naval de Arica por Luis Uribe Orrego

"Combate del Huáscar y la Magallanes con el monitor Manco Cápac y las fortalezas de Arica.

El 25 de Febrero de 1880, el Huáscar refaccionado completa y radicalmente de las averías que recibiera en el combate de Punta Angamos, y ostentando ahora en su mástil el pabellón tricolor, se presentaba delante del bien artillado puerto de Arica.

Iba el monitor al mando del comandante don Manuel Thompson y llévabalo ahí la misión de relevar al blindado Almirante Cochrane en el duro y penoso bloqueo de Arica que, en unión de la Magallanes, venia sosteniendo desde meses atrás.

La Magallanes comandada por el siempre afortunado y valiente capitán Condell, debía continuar desempeñando cerca del Huáscar su rol de aviso.

Dos días después, es decir el 27, habiéndose aproximado el Huáscar a tiro de cañón de la plaza con el objeto de hacer un reconocimiento de las fortalezas del Morro y demás baterías que defendían el puerto por el norte, fué provocado a combate por aquellas y por el monitor Manco Cápac, este último desde su fondeadero.

El Huáscar, quiso que no quiso, pronto vióse comprometido en una lucha en la que no tenia materialmente nada que ganar y sí mucho que perder. La cañonera Magallanes que a los primeros disparos habíase acercado al puerto, unió sus fuegos a los del Huáscar. Al cabo de cincuenta minutos de tiroteo, las naves bloqueadoras después de realizar su propósito se retiraron del fuego, habiendo recibido el Huáscar en todo este tiempo cuatro balazos; tres en el costado, los que únicamente removieron las planchas del blindaje y pernos, y uno que pasó por sobre el puente de proa destruyendo el compas de bitácora.

No habían trascurrido muchos minutos desde que los buques chilenos largaron el ancla, cuando se notó desde a bordo que un tren del ferro-carril procedente de Tacna conducía gran número de soldados. Volvieron, pues, los bloqueadores a levar el ancla y acercándose al puerto por el norte abrieron sus disparos sobre el tren, obligándolo al cabo de poco, a regresar a Tacna. Mas, como mientras tanto estuvieran nuestros buques expuestos al vivo fuego que desde que se encontraron a tiro de cañón se hizo sobre ellos por las fortalezas y por el Manco Cápac, recibió el Huáscar sobre cubierta junto a uno de los cañones del alcázar a babor, un balazo que mató a seis individuos e irió a catorce, contándose entre los primeros al aspirante Eulojio Goicolea.

No obstante de que los buques chilenos, una vez conseguido su objeto, habíanse retirado fuera del alcance de las fortalezas enemigas, continuaron éstas el fuego, evidentemente con el objeto bien manifiesto de sublevar en los marinos chilenos la altivez y el pundonor militar, que acallaba y mantenía refrenados el bien entendido interés de la guerra, y las órdenes perentorias que recibieran del jefe de la Escuadra de no comprometer las fuerzas bloqueadoras en una lucha con las fortalezas de Arica, que necesariamente tenia que ser de nuestra parte estéril a la par que inútil al fin que se perseguía.

Se dejó, pues, a los peruanos que hicieran por sí solos el gasto de pólvora y de proyectiles, hasta que convencidos de que esa provocación no era bastante a sacar de sus casillas al sufrido y resignado contrario, y deseosos por otra parte, como han debido estarlo, de atraer al Huáscar a tiro de cañón de sus formidables baterías, tanto mas cuanto que poco o nada tenia que temer el enemigo en tierra, del débil y, por su naturaleza, incierto fuego de nuestras naves, dispusieron que el Manco Cápac levase anclas y se dirijiese en son de combate fuera de la bahía, pero sin salvar la zona dominada por los cañones del Morro.

A tan directo y descarado reto, los buques chilenos dieron al diablo con la consigna y levando por tercera vez el ancla se dirijieron a todo vapor sobre el audaz provocador, resuelto el Huáscar a embestirlo con el espolón, como que era éste el único medio que tenia para herir de muerte a un adversario como el Manco Cápac que no presentaba mas blanco sobre el agua que una torre blindada impenetrable a los cañones del Huáscar.

Cuando al Huáscar faltábale que salvar solamente una distancia como de 200 metros para llegar a hincar su espolón en los fondos del monitor peruano, subió el agua en las calderas por efecto de la ebullición, y pasando a los cilindros entorpeció el funcionamiento de la máquina al extremo de quedar el buque casi sin gobierno y, por consiguiente, inhábil de todo para llevar a cabo su atrevido propósito.

Aprovechando el Manco Cápac la situación precaria de su adversario, a la vez que disparaba sobre él los poderosos cañones de su torre, pudo alejarse sin ser molestado por lo pronto. Uno de los proyectiles de a 500 libras del monitor peruano, pasando por sobre la toldilla, arrebató el palo mesana del buque y tomando a su paso al comandante Thompson por la medianía del cuerpo, lo destrozó completamente. Lo único que de sus restos se recojió a bordo fué una parte del busto, y el corazón, que fué encontrado en uno de los botes colgados al pescante.

La hoja de la espada que en ese momento ceñía al cinto el malogrado comandante, fué a clavarse en la cubierta de la toldilla donde aun se conserva bajo una urna que la mano cariñosa de sus subalternos colocara relijiosamente sobre ella.

Con la muerte del capitán Thompson el mando del buque, que por este tiempo había recuperado su andar, recaía en el segundo comandante, capitán de corbeta don Emilio Valverde, quién haciendo caso omiso del vivísimo y peligroso fuego que sobre él se hacia desde el Morro y demás baterías enemigas, continuó batiendo al monitor peruano hasta mui adentro del puerto. En esta segunda faz del combate el Huáscar recibió tres balazos mas, disparados desde la batería del Morro; uno en el blindaje del costado a estribor que removió la plancha e hizo saltar los pernos; otro que atravesó el palo trinquete por su medianía, y el tercero que perforó la cocina y destruyó parte de la brazoleta de la escotilla de la máquina.

Por su parte la Magallanes que durante el combate había secundado valientemente a su consorte, recibió tres balazos, los que, si bien penetraron en el interior del casco, no causaron, afortunadamente, daños de consideración."


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Uribe Orrego, Luis. "Los combates navales en la guerra del Pacífico, 1879-1881". Valparaíso, 1886.

Saludos
Jonatan Saona

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