19 de enero de 2024

Reliquias N. Colina

Narciso de la Colina
Reliquias del Coronel Narciso de la Colina

Recibe el Museo de Historia Nacional las reliquias de un héroe del 79.

Cabe, dentro de nuestro programa orientado hacia el nacionalismo, la mención de un hecho que entraña honda trascendencia cívica y que acaba de verificarse en el curso de la semana pasada. Nos referimos a la ofrenda que han hecho al Museo de Historia Nacional los descendientes del Coronel Narciso de la Colina, de las prendas que llevara puestas al sacrificar su vida, en holocausto de la Patria, durante la jornada de Miraflores.

En los documentos que, reproducimos, así como por los rasgos biográficos que han sido tomados del archivo de "La Prensa", se comprende el valor de esa página de la historia nacional que protagoniza el Coronel de la Colina en quien se acusan, con vigorosos perfiles, los rasgos inmortales del héroe.
El episodio final, cuando empecinado por su amor a la Patria, se niega, inutilizado ya para el combate, a retirarse del sangriento escenario, retrata su varonil carácter y su entereza moral. Al ceder, su señor hijo don José de la Colina, y las señoritas hermanas de éste, las reliquias que conservaban del padre venerable y grande, dan motivo a la gratitud de todos los que reverenciamos a quienes, con un ejemplo másculo, escribieron los más nobles y perdurables capítulos del heroísmo nacional. Por eso, en las frases con que agradece la ofrenda, el ilustre Director de nuestro Museo, señor don Emilio Gutiérrez de Quintanilla, se interpreta, brillantemente el sentido que, para todo peruano, tiene la entrega de esas prendas.

Figuran ya en ese recinto, sagrado por el soplo de tradición y los méritos invalorables que encierra cada objeto evocador, un retrato al óleo del prócer citado. La guerrera, el kepís y el pantalón aparece en ese lienzo, son los mismos con que se le ha entregado al Museo de Historia Nacional.
 
A continuación van las cartas que se han cambiado en esta oportunidad y la breve sinopsis biográfica a que hemos aludido arriba:
Casa de Ud., 5 de abril de 1929. 
Estudios 439. 
Señor don Emilio Gutiérrez de Quintanilla, 
Director del Museo de Historia del Perú. 
Ciudad. 

Muy distinguido señor: 
En nombre de mis señoritas hermanas Y en el mío propio, tengo el agrado de dirigirme Ud. para expresarle nuestros deseos de ofrendar a ese Museo de su digna dirección algunas de las reliquias que conservamos de nuestro malogrado padre Narciso de la Colina, Coronel del heroico batallón No. 6 del ejército de Reserva, encargado de la defensa del 3er. reducto en los campos de Miraflores, y que rindió su vida en la memorable acción de armas del 15 de enero de 1881. 

Si, como espero, el Museo de Historia Nacional está en condiciones de recibir nuestra ofrenda, me será particularmente grato hacer la entrega de los siguientes efectos: Retrato al óleo del Coronel de la Colina y su uniforme, puesto de kepis, guerrera y pantalón. 

Aprovecho gustoso esta ocasión para reiterarme de Ud.. Sr. Director. como su muy Atto. y S. S. 
José de la COLINA. 
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Lima, 8 de abril de 1929. 
Sr. D. José de la Colina. 

Muy distinguido señor: 
Contestando a su atenta del día 5, grato me es decir que el Museo de Historia Nacional recibirá con beneplácito las prendas históricas que usted enumera y le ofrece para su conservación y exhibición en él; las cuales pertenecieron a su señor padre, el Coronel D. Narciso de la Colina, valeroso Comandante del reducto No. 3 de la Reserva en la batalla de Miraflores, cuya muerte a la cabeza de su batallón No. 6, combatiendo contra el ejército chileno invasor, no solo fué patriótico sacrificio, sino lección que enseña al futuro como verdadero armamento de la defensa nacional, no son los pertrechos de guerra, sino las fuerzas espirituales que la cultura crea en cada ciudadano, educando los sentimientos, formando conciencia de derecho, amor patrio de sacrificio, convicción de deberes.
 
Anticipa su gratitud este Museo por la ofrenda que usted puntualiza, y cuya entrega se hará a cambio de la respectiva constancia.

El infrascrito expresa a usted consideraciones y respetos de su particular estima, al suscribirse como su más Atto. y Obs. S.S. 
Emilio GUTIERREZ de QUINTANILLA. 

______


NARCISO DE LA COLINA 
Nació en Lima el año de 1839 siendo sus padres el señor José Manuel Feliciano de la Colina y la señora Florentina del Rubí. 

Hizo sus primeros estudios en el antiguo colegio que dirigía don Clemente Noel y luego en el Convictorio de San Carlos, siguiendo los cursos de Derecho y obteniendo el grado de bachiller en Jurisprudencia. Hizo su práctica forense en el estudio del doctor Luis Eulogio Albertini Decano del Ilustre Colegio de Abogados.

Marchó a Europa a perfeccionar sus estudios, y durante los años de 1860 desempeñó, sucesivamente los puestos de adjunto y secretario de la Legación del Perú en Francia, Bélgica, Italia y Ecuador.

Concurrió al combate del 2 de mayo del 66, mereciendo que el gobierno le acordara una condecoración.

Cuando estalló la guerra se hallaba en Iquique como Director General de los ferrocarriles de Tarapacá, y fue nombrado Coronel de Guardia Nacional. Perdida de triunfo se trasladó a Arica y después a Lima.

Ya en la Capital, después de reiteradas solicitaciones del Jefe Supremo se hizo cargo del comando del heroico batallón No. 6 de la Reserva.

Al principiar el combate un proyectil le arrebata el kepís. El coronel de la Colina lo recoge y sube al pretil del reducto. Un segundo proyectil le hiere en el brazo, y sus ayudantes y soldados creían que iba a abandonar el lugar de mayor peligro del reducto, le ven erguirse y pronunciar estas palabras: 
—¡Viva el Perú! ... ¡No hay temor!
¡Sus proyectiles no ofenden! ¡Triunfaremos!

Momentos después, cuando el bravo coronel alentaba a sus tropas con la palabra y con el ejemplo un proyectil le cae en el pecho y cae sobre los cadáveres de sus soldados. Sus ayudantes intentan trasladarlo a las ambulancias; pero el héroe se opone enérgicamente. Quiere permanecer en el reducto hasta el último momento. Y se queda allí, viendo caer a sus soldados extinguiéndose lentamente por la gran hemorragia... 

De pronto ve que se ha quedado sólo; que han muerto todos los suyos y que el enemigo penetra en el reducto. Es la última visión de su vida. Un soldado chileno le ultimó cobardemente. 

El año 1894, con los honores que le correspondían, fueron trasladados los restos del heroico jefe de Miraflores al Cementerio de Lima. 

(Tomado de "La Prensa" de 8 de setiembre de 1908).


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Revista "Mundial" Año IX n° 461, Lima 19 de Abril de 1929.

Saludos
Jonatan Saona

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