20 de junio de 2023

Relato del corresponsal

El "Huáscar"

Relato del corresponsal Julio Octavio Reyes

"Encuentro del Huáscar con el Blanco Encalada.
(De la Opinión Nacional de Lima)

Martes 3.—A las 5.50 A. M., entre Huanillos i Punta de Lobos, se avistó a 10 millas de distancia un buque a vapor por la amura de babor, i otro poco después.

El Huáscar, creyendo que fuesen dos de las corbetas enemigas, la O Higgins i la Chacabuco, navegó en demanda de ellas, pero por lo brumoso de la mañana no se les pudo reconocer sino a cinco millas i se vio entonces que eran el blindado Blanco Encalada i la corbeta Magallanes.

A las 6 A.M. se gobernó al N.O. i los buques enemigos dirijieron sus proas hacia el Huáscar.
Se tocó zafarrancho a las 5.50 A. M. i cada cual ocupó su puesto.

La dotación del Huáscar, con una serenidad digna de los instantes de prueba, se preparó para el combate.
Las condiciones de los buques chilenos para perseguir al Huáscar no podían ser mas favorables.

La distancia que los separaba era corta, la mar tranquila, el horizonte despejado, i recién comenzaba el día.

A esto debe agregarse, que el carbón que el Huáscar recibió en Pacocha i Pisagua era de tan pésima calidad, que daba solo una presión de. 17 a 19 libras, esto es, una velocidad de 8 3/4 millas, 9 i hasta 9 1/2 por instantes. El andar del Huáscar era pues completamente tardío i anormal.

Debe advertirse también, que a consecuencia de ir cargado de este combustible casi hasta los invernales, el buque encabuzaba i disminuía su marcha de un modo notable.

El máximo andar de los blindados chilenos, como hemos dicho en otra ocasión, no pasa de 91- millas, i merced a esto pudo conservarse por algunas horas la primitiva distancia entre los buques, sin que el Huáscar tratase de rehuir el combate.

Por el anterior motivo, los buques chilenos, a pesar de forzar sus máquinas, no podían dar caza al Huáscar i solo seis horas mas tarde, esto es, a las 11.30 A. M., estrechando la distancia a tres millas escasas, el blindado hizo dos disparos, que a pesar de su elevación, cayeron mui distante de popa del Huáscar.

En este momento el comandante Grau dispuso el buque para, combate.

Hizo formar en cubierta a la dotación, i con enerjía le dirijió las siguientes palabras, poco mas o menos:
«¡Valientes del Huáscar!
La suerte nos coloca por tercera vez al frente de los enemigos i dentro de breves minutos nos empeñaremos en la lucha.
No excito vuestro arrojo i serenidad, porque ya habéis probado elocuentemente que os sobran para combatir i confundirá los enemigos.
No importa que sus fuerzas sean superiores, porque tenéis un corazón aun mucho mas fuerte, pues se halla blindado por el ardiente fuego del patriotismo; i venceréis porque nuestra causa es santa, i porque defendemos no solo la honra de nuestra querida patria, sino también la de una república hermana i aliada, injusta i alevosamente ofendida por los mismos enemigos.
Tripulantes del Huáscar, ¡viva el Perú!»

—¡Viva! contestaron todas las voces llenas de patriótico entusiasmo, i al toque de zafarrancho cada cual pasó a ocupar su respectivo puesto.

El buque seguía su rumbo, que era Noreste, i a 60 millas poco mas o menos de la costa.
No se pensaba en forzar la máquina sino en aceptar la lucha.

Era la 1.40 P. M. cuando e, Huáscar, a 4,000 yardas de los enemigos, afianzó el pabellón con un cañonazo, i tres hermosos bicolores, uno en el pico mayor, otro en el tope de idem i el tercero en el asta de popa, principiaron a flamear entre entusiastas vivas i hurras al Perú.

Los cañones de la torre sacáronse en batería i disparóse un tiro hacia la aleta de estribor, dándole la mayor elevación posible.

El proyectil levantó en la misma proa del blindado una columna de agua que hizo creer se lo babia dado en su línea de agua, o por lo menos mui cerca pasó con el segundo. Cada tiro era saludado con un viva al Perú.

El Blanco Encalada rompió entonces sus fuegos, haciendo uso de los cuatro primeros cañones de proa, pero sus tiros, a pesar de la buena dirección que traían, quedábanse a dos o uno i medio cumplidos de la popa del Huáscar, escepto el último que pasó a algunos pies de altura de la torre de combate.

La corbeta no pudo entrar en combate por haberse quedado mui atrás, hacia la aleta de estribor del Blanco Encalada.

Como el blindado al descargar sus cuatro cañones de proa tenia que maniobrar guiñando a una i otra banda, circunstancia que le permitía avanzar poco, aprovechó el Huáscar esta oportunidad para alargar la distancia que lo separaba hasta quedar fuera del alcance de sus tiros.

El número de tiros hechos por el blindado fué de 14, sin cansar averías de ningún jénero, porque como lo hemos manifestado, a pesar de su buena dirección, eran mui bajos o tan elevados, que pasaban por alto.

El Huáscar hizo cuatro con los de su torre i tres por los de popa.

A pesar de esto, los buques chilenos, logrando la claridad de la luna, continuaron, aunque desde mui lejos, tras del Huáscar hasta las doce de la noche, en que después de 18 horas i viendo lo inútil de su intento, hicieron rumbo contrario, disparando cuatro cañonazos que no fueron contestados, porque era perder inútilmente los proyectiles.

Así terminó el encuentro del Huáscar con los buques enemigos, i hubiese sido motivo de satisfacción al no haber ocurrido al principio del combate un incidente desgraciado.

Nos referimos a la sentida pérdida del joven Antonio Cucalón, cuyas prendas i buenas cualidades eran conocidas indudablemente por muchos de los lectores de la Opinión Nacional que, como nosotros, derramarán una lágrima a su memoria, enviando a la vez un sentido pésame a su desolada familia.

Recién principió el cómbate se oyó decir que un guardián babia caido al mar i que un marinero habíale tirado una tabla, a la que se tomó inmediatamente i se alejaba por la popa arrastrado por la corriente.
Como durante el combate la cubierta del Huáscar queda completamente vacía i nadie debe subir, solo después de hora i media o dos, que terminó aquel, se abrieron la escotillas i dieron paso a la dotación. 

Lo primero que hicimos, pues nos ligaba una amistad íntima i sincera a Cucalón, fué buscarlo, e hicieron lo mismo los jefes i oficiales del buque, de quienes, merced a su noble i caballeresco
trato, se había granjeado singular aprecio.

No quedó un solo rincón del buque que no se buscara i pudimos convencernos que el que había caído al mar era el infortunado Cucalón, copartícipe de los azares de la campaña i con quien minutos antes habíamos estado juntos.

El marinero lo confundió con uno de los guardianes, por usar como ellos, una gorra sencilla i sin placa.
Como el buque llevaba en esos instantes grandes balances, i el agua corría de un lado a otro en abundancia, al pasar del castillo de proa por el lado de babor, resbaló probablemente i fué arrebatado por las olas.

La desgracia quiso que no hubiese pasado en esos momentos por la cubierta ninguno de los oficiales, ni otro que el marinero que le arrojó la tabla, pues en caso contrario se hubiese parado el buque o a lo menos se habrían mandado embarcaciones pequeñas a salvarlo.

Animado Cucalón de un espíritu eminentemente patriótico, vino a bordo del Huáscar abandonando las comodidades de la familia a pedir un puesto por humilde que fuese i sin remuneración de ningún jénero, para combatir en defensa de la patria.

Cuando el Huáscar nos dejó en Iquique i tuvimos que hacer una campaña por tierra hasta Pisagua para alcanzarlo allí, fué el mas entusiasta para llevarla a cabo cuanto antes. Aun no había descansado de las fatigas del viaje, pues siete horas antes habíamos llegado a Pisagua después de haber recorrido en menos de diez i seis horas, cincuenta i cuatro millas a caballo, veinticinco en ferrocarril i veintisiete en un carro de mano.

Su pérdida es mui sensible i al recordarla tiemblan nuestras manos, i el dolor mas intenso contrista nuestra alma..."


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Ahumada Moreno, Pascual. "Guerra del Pacífico, Recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias i demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú i Bolivia" Tomo I, Valparaíso, 1884.

Saludos
Jonatan Saona

1 comentario:

  1. Es muy extraña la afirmación de Luis Octavio Reyes, en el sentido de que, en el instante de caer Cucalón al agua, no hubiese pasado por la cubierta ninguno de los oficiales "pues de lo contrario se hubiera parado el buque, o a lo menos se habrían mandado embarcaciones pequeñas a salvarlo".
    ¿Se hubiera parado el buque, enfrentando al Banco Encalada que venía en persecución? No eran esas, hasta donde sabemos, las instrucciones de Grau, sino por el contrario, abstenerse de arriesgar su nave ante cualquiera de los dos blindados chilenos.
    ¿Mandado embarcaciones pequeñas a salvarlo? Poner botes en el agua implicaría detener la marcha del monitor para así hacerlo, como premisa. Pero aun suponiendo que hubiera podido hacerlo en forma rápida y retomar su fuga de inmediato, sin ser alcanzado, con certeza habría perdido a los tripulantes de tales embarcaciones menores, sin esperanzas de volver por ellos.

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