11 de junio de 2019

Roberto Wood

Roberto Wood Arellano
Roberto Wood

Era el sarjento mayor Roberto Wood hijo de un bravo soldado i hábil paisajista inglés, el teniente coronel don Carlos Wood, que fué en su tanto un verdadero jenio, i tuvo por hijos al coronel de artillería don Carlos Wood, al de todas armas don Jorje Wood i al noble artillero cuyo perfil trazamos.

III.
Venido al mundo por los años de 1849-50 entró Roberto Wood a los 15 de su edad a la Academia Militar para salir en 1865 de porta-estandarte de su rejimiento.

Arrostró siempre el joven artillero una salud en extremo frájil i puede decirse, sin metáfora, que vivió moribundo. En San Francisco mandaba una batería i tuvo, con motivo de la tisis que le devoraba, una palabra heroica en ese hecho de armas. Aludiendo a los cortos días que la naturaleza le tenía a esas horas visiblemente reservados, exclamó alegremente delante de su tropa:—"¡Buen chasco se llevan los peruanos si me matan!... " i continuó batiéndose.

El "chasco" habría consistido en este caso en anticiparse algunas horas a la disolución de su propia naturaleza.

"La batería de campaña del capitán Villarreal i la de montaña del capitán Wood,—dice el coronel Velázquez en su parte oficial de la batalla de San Francisco (que para el ejército de Chile fué sólo un duelo de artillería i una carga a la bayoneta del batallón Atacama),—situado a la derecha de nuestra línea, impidieron la aproximación del enemigo al portezuelo que conduce a las aguadas de Dolores, sin duda alguna objetivo de aquél por ese costado".

Más adelante agrega:
"Me parece un deber de justicia prevenir a U. S. que el estado de salud del capitán Wood en los momentos del combate era alarmante. Sólo su entereza de espíritu, su valor i su dignidad de militar, le mantuvieron en su puesto, marchándose al día siguiente a Santiago, desahuciado de los médicos i con el permiso correspondiente".

IV.
Sobrepúsose todavía el ánimo entero del joven capitán a las exijencias de su lenta pero inevitable extinción i volvió a hallarse presente en Tacna, casi un año más tarde.

"Después de esta batalla—dice una relación póstuma de su vida, publicada al día siguiente de su fallecimiento, verificado en Santiago el 6 de julio de 1880,—fué comisionado el mayor Wood (ascendido a este grado el 2 de febrero de ese año), para recojer el cuantioso parque abandonado por el enemigo i disperso en una grande extensión.

"Ocho días consecutivos estuvo Wood acampado en el sitio mismo de sus trabajos, es decir, en el campo de batalla, en el cual se respiraban aún los miasmas mortíferos de centenares de cadáveres insepultos. A caballo o a pie recorría durante el día aquel campo de desolación i de muerte, i cobijado bajo una pobre tienda de campaña pasaba la noche, aguardando la llegada del alba para renovar su tarea. En una de esas últimas noches fué despertado para atender al llamado de un joven oficial herido que acababan de traer i pedía auxilio. Al instante Wood se levantó, tal como se hallaba, de su lecho, lo cedió i durante toda la noche se dedicó al cuidado de su inesperado huésped".

V.
No correspondieron a esos rasgos de una alma profundamente jenenerosa los que cubriéndose el rostro con las manos heladas de la ingratitud enviaron su cadáver al cementerio sin más tributos que los simples honores de su rango. "Nosotros al menos, — decía uno de sus compañeros de armas en un diario de la época, (El Nuevo Ferrocarril del 21 de julio de 1880),— nosotros que hacía pocos meses habíamos estrechando la mano de Roberto Wood en la misma falda de San Francisco; que habíamos sido testigos de su comportamiento en esa ocasión... nosotros que le vimos tendido i casi sin poder alimentar sus deshechos pulmones, en la noche, algunas horas después del combate; nosotros, en fin, que habíamos seguido la relación de su conducta en el resto de la campaña, hasta que, hecho un verdadero cadáver, vino a exhalar el postrer aliento en los brazos de su buena i querida madre, nos retiramos del cementerio con el alma ennegrecida por aquel acto de abandono póstumo."


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo II, por Benjamín Vicuña Mackenna.

Saludos
Jonatan Saona

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