19 de junio de 2019

Manuel Thomson

Manuel Thomson
El Capitán de Fragata Don Manuel Thomson

I.
El capitán de fragata don Manuel Thomson, primer jefe de guerra del monitor Huáscar, cuando este barco pasó, mediante trance glorioso de nuestras armas, al servicio de la república, i que por sus calidades de marino mereció entre sus compañeros de armas el nombre de "tritón del mar," era hijo de Valparaíso, es decir, era hijo del mar.

Nacido en esa ciudad, en 1839, año de señaladas glorias militares para la nación, el orijen de su cuna fluctuaba entre la selva escandinava i la pampa arjentina, porque su padre, don Juan Joaquín Thomson, fué un capitán sueco, i su madre, la señora Manuela Porto Mariño, era hija de uno de los capitanes de Granaderos a caballo que en Mendoza se incorporaron al ejército de San Martín en 1817.

II.
Con estos antecedentes de raza, el oficial de mar que debía levantar su nombre a la altura de temprana fama, fué puesto, en 1851, en la Academia militar de Santiago, i era entonces un niño hermosísimo en que los delineamientos puros i severos de los tipos setentrionales de Europa habíanse modelado en la gracia apacible del seno de una mujer criolla. Conforme a su filiación de cadete, tenía entonces "cinco piés de estatura, el rostro redondo i los ojos de un azul profundo," el azul del cielo escandinavo reflejado en nuestro cielo.

III.
El primer servicio del aprendiz de la guerra tuvo lugar durante la guerra civil. Porque en el memorable 20 de abril de 1851, sacaron imprudentemente de su claustro a los jóvenes cadetes para custodiar el palacio de la Moneda, mientras las tropas aguerridas se batían en las calles; i con este motivo vióse en aquella luctuosa mañana a dos niños de corta edad montar alternativamente la guardia en el zaguán de los presidentes. Esos niños serían más tarde el coronel Velázquez i el capitán Thomson.

IV.
Extraído después de las calles polvorosas de la capital más anti-marítima de la América española, con la excepción de Quito i Bogotá, entró Thomson como guardia marina a la escuadra, e hizo en -ella tan rápida carrera, que en 1865, a la edad de 26 años, era teniente 1.° i segundo capitán de la Esmeralda. En esta capacidad cupo a Thomson la gloria de hacer presa a la Covadonga en las aguas del Papudo, el 26 de noviembre de 1865, i de mandarla.

Promovido por aquella justamente recordada hazaña a capitán de corbeta, batióse el joven marino con denuedo en Abtao donde virtualmente mandó en jefe, en ausencia del capitán Williams Rebolledo, que se hallaba con su buque en Ancud.—El viejo comandante peruano Villar, no fue en aquel combate naval un jefe, sinó una cariátide de proa.

V.
Terminada la guerra, pasó el capitán Thomson a desempeñar varias comisiones i reconocimientos importantes, ora en los puertos del norte, que custodiaba de continuo hasta Mejillones, ora en la rejión del sur, donde practicó exploraciones de importancia. Al capitán Thomson débese hasta aquí la mejor carta hidrográfica del Bíobío, de sus afluentes i de su hoya jeolójica.

VI.

Ostentaba sin embargo el joven marino demasiada altivez de carácter para granjearse fácil camino por entre las asperezas de los ascensos que solo la adulación o la gloria suavizan, i hubo de dejar el servicio por disgustos que su voluntad imperiosa o su arrogancia de bravo le acarrearon.

Era el comandante Thomson hombre que no conocía el egoísmo ni la cobardía de los "compromisos," i de esto ha quedado un testimonio desconocido todavía, i que por la primera vez vamos a relatar porque es característico.

Cuando en marzo de 1859 un grupo de chilenos era cruelmente embarcado en la fragata Olga, alquilada a un mercenario para conducirlos al presidio de Magallanes, sin más víveres que unos cuantos sacos de papas i dos barriles de patas podridas, indignado el noble marino por aquel lujo de crueldad contra hombres inofensivos i muchos de ellos ancianos, llevó él mismo a Roberto Souper, que pertenecía a la colonia de los proscritos, un par de revólveres; i gracias a este recurso, cuya divulgación habría costado a su autor su carrera i la penitenciaria en época de tantas violencias, pudieron aquellos libertarse en alta mar i dirijirse al Callao donde encontraron más blando asilo que aquél a que la venganza política los destinaba.

VII.
Por los días a que hemos llegado en esta apresurada compajinación de una vida tan corta como brillante, semejante en todo a súbita tempestad del mar, el capitán Thomson había unido su suerte en Valparaíso a una señorita limeña, i como le nacieran aprisa numerosos hijos, buscó en su talento el pan que su carrera le negaba. H izóse agrimensor, i así pasó varios años tasando potreros i casas viejas quien había nacido para vivir en lo más alto de los mástiles de las naves de combate de su patria.

VIII.
Mas, una vez estallada la guerra que todavía dura, el capitán Thomson no podía ser olvidado, i con la graduación de capitán de fragata confiósele el equipo i el mando de la vieja Esmeralda, en marzo de 1879.

Incorporado en breve con el glorioso pero ya casi inerte casco al convoi que bloqueaba estérilmente a Iquique, cuando el contra-almirante Williams Rebolledo formó tardíamente, a mediados

de mayo de 1879, el plan de ir a atacar la escuadra peruana en el Callao, le llevó consigo. El jefe de nuestra armada le conocía bien desde Papudo i desde Abtao, i por esto confióle el mando del buque que llevaba este último nombre i que, convertido en brulote, debía desempeñar el papel más arriesgado en el fantástico ataque.

Burladas las expectativas del capitán Thomson en esta ocasión, no tuvo tampoco mayor fortuna en un crucero que hizo hasta Panamá al mando del Amazonas, en cuya ocasión apresó una lancha porta-torpedos, pero fracasó en la rada del Callao al intentar la aplicación de un torpedo a la corbeta Unión fondeada en esa bahía.

No alcanzó tampoco mejor éxito en una excursión a Magallanes que poco antes emprendiera en su buque de veloz andar.

IX.
Tenía todo esto lugar en los principios del segundo año de la guerra, i el bravo jefe que por todas partes andaba a caza de hazañas i de fortuna, logró ser nombrado al regreso de su expedición al norte, comandante del monitor Huáscar recientemente adaptado para la guerra después de su destrozo i captura en punta Angamos. Confióle este puesto el contra almirante Riveros, jefe de la armada, i su antiguo amigo i compañero, i esto, según en aquella época díjose, contra la oposición del ministro de la guerra en campaña, don Rafael Sotomayor, que conocía la temeridad del comandante Thomson i se inquietaba por el arrojo de su alma, no siempre bien gobernado ni por el hierro de la disciplina ni por el hielo de la razón.

X.
Sea de ello lo que fuere, logrado aquel puesto, el comandante Thomson dirijióse a Arica el 24 de febrero de 1880 a reemplazar en el bloqueo al comandante Latorre, que en el Cochrane hacía aquel penoso servicio desde hacía tres meses i que ahora necesitaba con urjencia limpiar sus fondos.

I apenas hubo el impaciente tritón llegado, en el lomo de su monstruo de hierro, frente a las baterías de granito del histórico Morro, sintiendo revolverse en su pecho todas las ardientes pasiones i deseos que le traían desde el principio de la guerra ajitado i encendido como las hornillas de su nave, resolvió ejecutar alguna hazaña temeraria i de renombre, o sucumbir.

Todos los que entonces estuvieron cerca de él, sospecharon con justicia esta resolución inquebrantable de su espíritu, i acaso fué uno de ellos el ministro de la guerra al denegarle su | aquiescencia. Se le veía irritado, descontento, sombrío, como un hombre que vacila entre una cosa inmortal i el suicidio. "Nadie puede dudarlo hoi día,—escribía en efecto i casi contemporáneamente con su fin uno de los historiadores de la guerra,—Thomson quería engrandecerse, o morir. Desde su noble hazaña de Papudo (con Williams) i de Abtao (sin él), habían trascurrido quince años de vida vulgar, oscura, brega penosa por el pan i por la dicha, éra pasada que en la existencia breve es toda una vida, dentro de la cual otros, más afortunados i más jóvenes, habían pasado la meta de su propia gloria envejecida. Prat, que para él había sido un aprendiz, era ya una inmortalidad. Latorre que delante de su talla era un niño, le había aventajado en fama i en grados. I así los demás.

"De suerte que hirviendo en su ígnea máquina de carne i de acero todo aquel pábulo de iras, de reproches i de desengaños, junto con el reinante amor a los combates, iba a producir en el alma del comandante Thomson imponderable hazaña, o la muerte.

"I a la verdad, era una u otra cosa lo que él buscaba después de sus fracasos del Estrecho, de Panamá, de Pisagua, de la isla de Lobos, de la Unión en el Callao, i así habíalo comprendido su joven compañero de campaña i de responsabilidad, el comandante Condell, el heroico niño que en Papudo le acompañara con Prat a abordar la Covadonga."

XI.
Por lo demás, el memorable combate naval del 27 de febrero de 1880 en las aguas de Arica, tan digno de ser recordado por su bravura como por su imprudencia, es conocido de todos i no encuentra larga cabida en esta relación sucintamente biográfica de su caudillo. Será suficiente por ahora recordar que, por tres veces sucesivas en siete horas, Thomson acometió a los fuertes de tierra de Arica, que montaban veinte cañones, i al monitor Manco Capac que salió a retarle una milla afuera de su andadura. I cuando con una maniobra tan hábil como atrevida iba de seguro el comandante chileno a cortar a su adversario en su retirada o a echarlo a pique, una bala esférica de cinco quintales de peso (500 libras) disparada a doscientos metros de distancia, por el último, cortó en dos mitades el cuerpo del héroe arrebatándole de la diestra la espada que fué a enclavarse en el puente de la nave victoriosa.

Fué así tan súbito i tan tremendo el golpe mortal, que ni siquiera el lampo de la agonía llegó a imprimirse en el rostro ileso i hermoso del capitán inmolado a su bravura i a su índole, "El semblante del heroico muerto,—decía a este propósito, inspirándose en la relación de los testigos de vista, uno de sus biógrafos de la primera hora,—rostro blanco, ovalado, hermoso i altivo, tipo acabado del norte, había quedado plácido, risueño i entero. Según el marinero Alfredo González, hijo de Santiago, que echó sus restos dentro de un barril, ataúd improvisado del mar, el comandante Thomson solo había recibido una leve lesión en la oreja derecha, i esto talvez explica su dulce sonrisa i sus ojos blandamente entoldados sobre el profundo lapizlázuli de su órbita. El héroe había muerto sin dolor humano."

XII.
Cuando el capitán Thomson, bravo entre los bravos del océano, cayó sobre la cubierta de hierro del acorazado de mayor guerrera fama hasta aquí conocido en los mares, i en pos de Prat i de Grau, contaba apenas cuarenta años i era una de las nobles esperanzas de nuestra marina, porque la naturaleza, las pasiones i las razas habían forjado en su estructura el ímpetu i el rayo de que nacieron en el norte los Nelson i los Cochrane i en el sur los Gravina i los Churruca.

Paz i gloria sea por esto tributada a su ínclita memoria!


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo I, por Benjamín Vicuña Mackenna.

Saludos
Jonatan Saona

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