19 de noviembre de 2016

Testimonio de D. Vásquez

Donato Vásquez
Relación del Doctor Vásquez sobre la batalla de San Francisco.

Oruro, Diciembre 12 de 1879.

Señor:
El día de ayer se me ha notificado la orden espedida por el señor jeneral Ministro en comisión, la que previene se presenten en Tacna, dentro de doce días, los jefes i oficiales derrotados en San Francisco, con objeto de sincerar su conducta.

Consta a todos los jefes, oficiales i vecinos de Oruro que me encuentro físicamente imposibilitado de montar a caballo, al menos hasta dentro de cuarenta días i tanto que, aun sano, no podría hacer un viaje a Tacna, porque el abandono de mi profesión durante ocho meses i las remisiones de dinero que se me han hecho han dejado exhaustos los recursos de mi casa.

Por ello ruego a Ud. se sirva elevar la esposición al consejo establecido en Tacna para que se sirva considerarlo, sí, como dice la orden, se nos juzga en rebeldía.

Tres o cuatro días antes del combate de San Francisco, dejé felizmente, i con mucho gozo de mi parte, la jefatura de la brigada de orden del mui ilustre jeneral señor Villegas; i digo felizmente, porque mi responsabilidad se reducía a cero, concentrando mis deberes a la obediencia pasiva del soldado.

El 17 de Noviembre no pudo ya hacer rancho la tropa, i, gracias al señor jefe de brigada, encontró agua buena i abundante.

El 18 ésta fué escasa, i marchando toda la noche ocupamos al amanecer, el día 19 de Noviembre, una hermosa posición, tanto ofensiva como defensiva, pues que podíamos apoderarnos sin resistencia posible del enemigo, de las altas crestas de San Francisco i enfilar con inmensa ventaja la posición enemiga; entre tanto que el ejército chileno no podía atacarnos en nuestra posición, porque apenas habría alcanzado a ver las bocas de nuestros rifles.

Este estaba situado en la cumbre del cerro de San Francisco i ocupaba una posición netamente defensiva, sin nada de ofensiva; i mala aun como posición defensiva, puesto que, si bien era de casi imposible ataque por la pampa, porque a su fuerza natural unía la de los fosos i parapetos defendidos por sesenta cañones enfilables, era por las altas crestas del San Francisco, como lo hice observar al jefe de la brigada.

No es mi ánimo ni debo juzgar las altas disposiciones de mis jenerales; i fué, sin duda, la naturaleza del terreno la que arrojó al ejército sobre los pozos de agua abiertos en la pampa; sea lo que fuere, i pues ellos lo ordenaron, bien ordenado seria.

Obedeciendo, pues, órdenes superiores, descendimos de la hermosa posición que habíamos tomado i acampamos en la pampa, a medio tiro de cañón del enemigo.

Permanecimos en tal situación todo el día sin poder recibir sino pequeñas cantidades de agua, hasta eso de las 2.30 P. M., en que dejamos el lugar de nuestros pabellones i nos aproximamos al pié de las posiciones enemigas, cerrando el batallón Dalence, en columna, la izquierda de la segunda línea.

A poco se comunicó a toda la línea la orden de retirarnos al lugar de nuestros pabellones, asegurándose que el combate se daría al día siguiente, i previniéndose enviar inmediatamente los soldados, los unos a recojer mochilas, que quedaron a mas de media legua, i los otros a recibir agua, operación morosísima, que verificaba a una milla, mas o menos, de distancia.

El suscrito, después de haber conducido una cuadra al batallón, encomendó su descanso al segundo jefe i regresó a observar de mas cerca las posiciones enemigas, descubriendo con el anteojo, que el enemigo acomodaba cañones i los blindaba en una pequeña planicie que existía a su derecha sobre el San Francisco, i cerciorándose que la orden de retirarse había sido ejecutada por toda la línea.

Cinco minutos después se escuchó un cañonazo i luego otros dos. I como todo el ejército aliado se hallaba bajo sus pabellones, creyó el suscrito que el chileno se daba salvas por nuestra retirada, como lo espresó a uno de los señores jefes peruanos que se retiraba con su batallón.

Pocos momentos después se escuchó, empero, un nutridísimo fuego de infantería, ametralladoras i cañones.
¿Quién dio, pues, la orden de atacar cuando todo el ejército habia abandonado la línea de batalla? Es un hecho que no he podido averiguar.

Felizmente, ni el batallón Dalence ni el Paucarpata, habian todavía marchado por agua o mochilas; i por orden del señor brigadier, ocupó la brigada el mismo puesto que se le había señalado en la línea de combate.

Ocupado él, marchó el jefe de brigada a pedir órdenes, regresando con la de permanecer firmes en sus puestos, en virtud de cuya orden persistió el batallón Dalence, descansando sobre sus armas i recibiendo estoicamente las bombas que le dirijía el enemigo.

Después de cerca de media día, hora de tan comprometida situación (puesto que no es fácil recibir a pié
firme los fuegos enemigos, sin la esperanza siquiera de poder contestarlos), volvió el jefe de la brigada a pedir órdenes.

Entre tanto, la tropa del Dalence mostraba al suscrito todo el campo de su derecha cubierto de derrotados, contestándoseles que era un arma falsa, que los batallones se organizaban i que su deber era la obediencia. A esta obediencia de la línea de reserva hará, sin duda, justicia el señor coronel Suarez al pasar el parte respectivo.

En tales momentos llegó el señor brigadier i ordenó que el batallón marchase a su derecha a apoyar a los dispersos, i el suscrito mandó ganar terreno por el flanco derecho.

Marchó el Dalence ganando terreno hasta encontrar las calicheras situadas cerca del pozo de... Dolores (según recuerdo), en cuyo lugar el señor brigadier dijo en voz alta:
—Vámonos todos juntos, pues esto está perdido. 

Desde tal momento, rotas las filas por el terreno mismo, mientras el suscrito formaba a la 2.° compañía, avanzaba la.6.° rápidamente, apresurada por las bombas enemigas, i mientras se reorganizaba a ésta, se descomponían las otras compañías, haciéndose a poco imposible formar el batallón, tanto por lo accidentado del terreno, como por el regreso de las dispersas caballerías, que hacia creer a los soldados que era la caballería enemiga que nos cortaba.

Tal es la verdad de los hechos, de que son testigos presenciales mas de 500 hombres; i si el suscrito no marchó sobre Tacna con los dispersos que pudo reunir en las pampas, es: 1.°, porque no había nadie que conociese el camino; 2.°, porque el espresado camino debía estar i estaba completamente desprovisto; 3.°, porque la sed arrojaba invenciblemente los soldados sobre Tarapacá, i 4.°, porque todos oponían una inercia invencible a marchar sobre Negreiros u otro pozo, balbuceando:
—Nos moriremos de hambre i ya las caballerías habrán tomado esos pozos.

Si los soldados peruanos quedaron en las pampas, es solo porque las conocían i contaban con sus propios recursos, recursos propios que solo brindaba Bolivia a los bolivianos... N o es, pues, fácil la lucha con la naturaleza!

Quizá, siguiendo los consejos acalorados de los que no conocen el traquido de una pistola, se haga cargo a los dispersos de traición o cobardía.

Traición!... Ella no puede existir, según el sentido común i la carta boliviana, sin previa connivencia con el enemigo esterior; i el suscrito es uno de los que lanzó la voz de alerta desde el año 74 contra la política absorbente i hostil del Gobierno chileno.

Cobardía!... Si se rejistra el Código Militar, son mui, conocidos los casos de ella; i no ha sido jamás imputable a dispersos en campo de batalla, mucho mas cuando el batallón Dalence ha sido uno de los últimos que lo ha abandonado; i mucho mas todavía cuando el suscrito ha cumplido i mandado cumplir estrictamente las órdenes superiores, sin que haya llegado el caso de usar de su propia iniciativa, que solo surje para un primer jefe el de no poder recibir inmediatas órdenes superiores.

Si al batallón Dalence se le hubiese puesto en combate útil i oportunamente, respondo de que se habría portado con todo el valor con que se ha conducido su 1.a compañía, que bajo el comando del coronel José María Labasdens i el mando inmediato de sus oficiales, el sarjento mayor Domingo Vargas, capitán supernumerario Nicanor Romano (herido), capitán graduado Toribio Quintanilla, teniente 2.° Nicolás Martínez i subteniente Secuudino Sempértigue, ocupó las cumbres del Francisco, perdiendo 4 individuos a 30 varas de los parapetos enemigos, i al corneta Mariano Mamani, muerto cuando tocaba al pié mismo del cañón.

Honor a esos valientes, cpie felizmente encontraron la ocasión de manifestar su denuedo, pues, si fueron arrojados de la cumbre, es porque no es humano que 200 hombres resistan la carga de un ejército. "Debían haber muerto todos," se me ha dicho; pero eso es bueno para repetirlo en un salón confortable, i sobre todo después de haber apurado dos copas de cerveza en un muelle sillón.

Voi a concluir:
En una guerra se ganan, pues, i se pierden batallas, sin que esto sea estraño en manera alguna; nuestros padres perdieron cien batallas en 15 años, i, sin embargo, nos han legado la república.

La virtud del patriotismo consistirá, pues, en no dudar jamás del buen derecho de la patria, ni del triunfo definitivo de su buen derecho, i en propender constantemente a este santo objeto, a través de todos los reveces, sin abatirse jamás ni abandonar nunca la guerra.

Puede Chile hoi por hoi recorrer una vía triunfal, apoyada en la superioridad prestada que le dan sus numerosas máquinas de guerra. Pero, mas tarde o mas temprano, esa vía tiene que desembocar en una sima, en que se sepulten para siempre su ambición i su justicia. Marengo i Austerlitz fueron los primeros peldaños de Waterloo; i las rotas de Huaqui i Pocana i los incendios de Quircavi i Sacaca los primeros escándalos de Ayacucho. Chile tiene que sucumbir, o hai que negar de la moralidad humana, i romper con la historia.

El suscrito protesta hallarse pronto a continuar la guerra, sea cual fuere el puesto que se le señale; prefiriendo siempre el de último soldado, único que talvez olviden la infame calumnia i la cobarde envidia.

Con tal motivo, soi del señor prefecto i comandante jeneral, atento i seguro servidor.

DONATO VASQUEZ

Al Señor Prefecto i Comandante Jeneral del Departamento


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Ahumada Moreno, Pascual. "Guerra del Pacífico, Recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias i demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú i Bolivia" Tomo II, Valparaíso, 1885.

Saludos
Jonatan Saona

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