4 de enero de 2025

Mujeres en el Ejército

Uniforme de cantinera chilena (MHN)
La mujer chilena en los conflictos bélicos del siglo XIX

... A pocos años de afianzada la independencia, Chile se vio envuelto en un conflicto internacional con sus vecinos, conocido como la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana. En este conflicto también se encuentra presencia femenina acompañando al Ejército chileno en las campañas militares. A estas mujeres se les conoce como cantineras, las que actuaban como lavanderas, cocineras y compañeras de los soldados y si la ocasión lo exigía, empuñaban valerosamente el fusil.

En la Compañía del Regimiento Carampangue iba una mujer, que es conocida por la historiografía chilena como la cantinera Candelaria Pérez8 y los relatos cuentan que: “Residía en Lima y que al llegar la Escuadra Nacional al Callao tomó contacto en forma secreta con su jefe, realizando actividades de correo y de mensajera, utilizando técnicas de caracterización y disfraces para realizar su trabajo clandestino, actividad por la que fue detenida y dejada en libertad, luego de lo cual se incorporó oficialmente a las filas del Ejército como cantinera-enfermera.9
 
“Tuvo una destacada participación en el combate del Pan de Azúcar, subiendo las laderas del cerro entre una lluvia de balas, tuvo que clavar bayonetas y llegó a la cumbre celebrando la victoria”.10

En el año 1866 Chile se ve involucrado en la guerra contra España y en esta ocasión la mujer chilena participa desde los medios de comunicación. A través de un diario femenino donde expresaban lo siguiente: “Mientras algunos hombres se ocupan en preparar fusiles y cañones, nosotros coseremos la ropa de nuestros soldados. Y si la guerra arrecia y sus males se extienden en gran escala, no titubearemos un momento en volar al socorro de nuestros paisanos; curaremos a los heridos, prepararemos la comida de nuestros combatientes y los cartuchos de sus fusiles”.11 Estas palabras demuestran su espíritu combativo y ante todo su patriotismo.

 Más adelante, en la Guerra del Pacífico las mujeres participaron desde distintos ángulos, por un lado estaban las cantineras que acompañaban a los hombres en el combate, para ayudarlos en la cocina y en otros quehaceres; mientras que por otro estaba la que se quedó en la casa. Ellas no se quedaron de brazos cruzados, sino que se dedicaron a confeccionar vendas para los heridos, cooperaron en los hospitales, en los talleres de costura se preocuparon de los uniformes, otras ayudaron a escribir cartas a los analfabetos, también realizaron viajes a la zona del conflicto para dar un apoyo moral a los hombres, lo que fue ampliamente publicitado por la prensa, cooperaron con donaciones en dinero, realizaron rifas y conciertos para recolectar dinero para la guerra. Incluso hubo un grupo de mujeres chilenas residentes en Roma que pidieron al Papa que bendijera al Ejército de Chile, lo cual obviamente provoca un disgusto muy grande en Perú y Bolivia.12

Otra función importante que realizó la mujer en la Guerra del Pacífico fue su ayuda en el Servicio Sanitario, se creó la Cruz Roja y se formaron comités de ayuda para acoger a los heridos. Se destacaron en esta labor mujeres como Juana Ross de Edwards, asistiendo personalmente a los heridos y la señora Isidora Goyenechea de Cousiño, que donó el vapor “Matías Cousiño”, entre muchas otras.13

Otra función que desempeñaron las mujeres en la guerra fue como cantineras tal como lo hemos señalado. Sobresale en esta contienda Irene Morales,14 que participó en el desembarco de Pisagua como cantinera del Tercero de Línea y peleó con gran eficacia en el Combate de Dolores. Después de las batallas debía atender a los enfermos, tanto chilenos como enemigos. Se desempeñaba también como lavandera en la cuarta división, donde la sorprendió la sangrienta Batalla de Tacna, que obligó a retirarse a las tropas bolivianas.15 Más adelante fue incorporada, con la paga de Sargento, al primer escuadrón de Carabineros de Yungay.

Hay otros casos menos conocidos de cantineras que demostraron gran valor, como Leonor González y Juana Soto, quienes prefirieron ser quemadas vivas antes de abandonar a su jefe herido en el caserío de San Lorenzo de Tarapacá. Hubo otra chilena llamada Dolores Rodríguez de sólo 20 años que al morir su esposo, se cuenta que: “se colocó la fornitura con municiones y tomando el rifle de su marido, se batió con valor. Herida en una pierna, rompió una de sus enaguas para vendarse por sus propias manos y fue una de las más resistentes en la marcha hasta llegar a Agua Santa. El General, en premio de su valor, le dio el grado de Sargento”.16

Como se puede observar a través de los relatos, hubo un fuerte interés de parte de la mujer chilena por participar en las contiendas y acompañar a los soldados al norte. Debido a ello se originaron algunos problemas producto del hacinamiento y el Ejército debió ordenar que las mujeres volvieran a Chile. Hubo excepciones en que se solicitó que algunas se quedaran formando parte de ciertas Unidades, esta situación queda en evidencia en la siguiente nota que le escribe el General Erasmo Escala al Ministro de Guerra y Marina:

“Antofagasta, julio 7 de 1879. Señor Ministro: En oficio fecha de hoy, número 319, el comandante del Rejimiento 2º de Línea, me dice lo que sigue: “Con motivo de la órden que se nos ha comunicado a los jefes de cuerpo para procurar, por todos los medios que convenga, hacer que las mujeres de la tropa regresen a Valparaíso, algunas de éstas, de reconocida juiciosidad i buenas costumbres, han solicitado se les permita seguir al ejército en clase de cantineras o vivanderas, prestando al mismo tiempo sus servicios en la enfermería particular del rejimiento.
Como hasta el presente no ha sido costumbre en nuestro ejército el uso de la cantinera ni menos el servicio de las mujeres en las enfermerías, porque siempre hemos carecido de estos importantes recursos para el ejército, i teniendo en vista que el cuidado diario de los enfermos está encomendado a los mismos soldados, con perjuicio del servicio, me permito indicar a V.S. lo conveniente que sería acordar el permiso de llevar en cada cuerpo un número limitado de mujeres vivanderas que contrajeran el compromiso de asistir i cuidar los enfermos de su rejimiento, acordándoles a éstas alguna remuneración por sus servicios, el sueldo i rancho que corresponda a una de las plazas de soldado de la dotación de cada cuerpo.
A este respecto, debo agregar a V.S. que en el rejimiento de mi mando se ha dado de alta al soldado Narciso Morgado, voluntario de La Serena, que ha venido con su mujer bajo la condición de que ésta siga al ejército en clase de vivandera i que en ese carácter pasó una revista de Comisario en dicha ciudad, recibiendo tres pesos a cuenta de sus haberes.
Lo transcribo a V.S. para su conocimiento, i a fin de que, en vista de lo espuesto en la nota inserta, se sirva resolver lo que estime por conveniente, o recabar del Supremo Gobierno lo que V.S. encuentre mas arreglado a justicia. (sic)
Dios guarde a V.S. Firmado: Erasmo Escala”.17

Estas excepciones que quedaron plasmadas en este documento dieron cabida a que ciertas mujeres pudieran participar en la guerra contra Perú y Bolivia, ya no sólo como compañía de los soldados, sino que formando parte de ciertas Unidades, vistiendo un uniforme y recibiendo un sueldo. 

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8 Nació en el barrio de la Chimba y emigró al Perú como empleada doméstica. Con esfuerzo reunió dinero y abrió en Callao “la fonda de la Chilena”, apenas declarada la guerra su fonda fue saqueada y Candelaria hecha prisionera.
9 La Inteligencia Militar en Chile. Cien años de la Dirección de Inteligencia del Ejército de Chile 1901-2001. Santiago: Instituto Geográfico Militar, 2001, p. 103.
10 Santa Cruz, Op. cit., p. 173.
11 “El Eco de las Señoras de Santiago”, Nº 12, 7 de octubre de 1865.
12 Larraín Mira, Paz. Presencia de la Mujer Chilena en la Guerra del Pacífico. Universidad Gabriela Mistral, Santiago, 2002, p. 147.
13 Ibídem.
14 Nació en la Chimba, barrio del Mapocho. Muy joven perdió a su padre; se estableció con su madre en Valparaíso y aprendió el oficio de costurera. Al morir su madre y viuda reciente partió a Antofagasta. Se casó nuevamente y su marido, al dar muerte en una riña a un soldado, fue condenado a muerte y fusilado.
15 Santa Cruz, Op. cit., p. 176.
16 Uribe Echeverría, Juan. Canciones y poesías de la Guerra del Pacífico. Santiago, Editorial Renacimiento, 1979, pp. 213- 218.
17 Ahumada Moreno, Pascual. Recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencia i demás publicaciones referentes a la Guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú i Bolivia. Tomo VI, Santiago, Editorial Andrés Bello, reimpresión 1982, pp. 25-26.


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Párrafos del artículo "La trascendente presencia femenina en el mundo militar" publicado en "Revista de Historia Militar", n° 3, noviembre 2004.

Saludos
Jonatan Saona

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