2 de septiembre de 2023

Juan G. More

Juan Guillermo More
Capitán de Navío Juan Guillermo More Ruiz (1836-1880)
Por el Teniente Primero Juan Carlos Llosa Pazos

".. y finalmente, señor Condell, la guerra a la que ha sido injustificablemente provocado mi país y su noble aliada, la República de Bolivia, quizá se prolongue por un tiempo indeterminado, en cuyo caso no es dudoso que el desgraciado comandante de la Independencia tenga oportunidad, cualquiera que sea su condición, de demostrar a usted y a todo Chile de cuánto es capaz el que nunca faltó a sus deberes ni como caballero ni como patriota".
(Carta de Juan Guillermo More a Carlos Condell, comandante de la goleta chilena Covadonga. Arica, 14 de julio de 1880).

El lejano amanecer del lunes 7 de junio de 1880 sorprendió a Juan Guillermo More Ruíz, capitán de navío de la Armada Peruana, último comandante de la fragata blindada Independencia, sobre la explanada del Morro de Arica, al mando de las baterías de la plaza militar de ese puerto, en medio de la sangrienta batalla que se libraba por su defensa. Vestido de civil, con oscuro albornoz y con sombrero de fieltro sobre la cabeza, el comandante More desafía a una incontenible turba que, atropelladamente, se abre paso entre muertos y los defensores que, en combate desigual, protagoniza tenaz y porfiada la resistencia. Próximo al capitán de navío peruano, el jefe de una avanzada enemiga le exige la entrega de su espada y la rendición del pabellón de su reducto, que More protege con su propio cuerpo. La respuesta de este jefe no pudo ser menos digna que la de Bolognesi: extiende el brazo de la mano que empuña su revólver, en el que está grabado el nombre de su fatídica nave, y dispara hasta su último cartucho.

Antes del mediodía las tropas nacionales son aniquiladas y el puerto de Arica es tomado por el invasor. En toda la extensión del campo de batalla, cientos de cuerpos yacen sin vida, o moribundos, en torno al cuerpo desfalleciente del coronel Francisco Bolognesi, lo que constituye un macabro panorama, que confirma la fatal y heroica resolución del comandante militar del puerto de Arica. Tendido sobre el terreno, Francisco Bolognesi agoniza bajo el cielo infinito que se alza sobre él, testigo silente de su inconmensurable sacrificio y el de sus tropas. A pocos pasos del cadáver del coronel, el hombre del albornoz negro yace sin vida; varios disparos le habían alcanzado la cabeza y el pecho.

El capitán de navío don Juan Guillermo More fue, sin duda, uno de los oficiales de Marina más distinguidos del siglo XIX. Había nacido en Lima, el 27 de febrero de 1836, del matrimonio formado por un caballero escocés y una dama ayacuchana. Inicia su vida en la mar ingresando a la orgullosa Armada Británica en tiempos en que aún estaban frescas las glorias de Abukir y Trafalgar, adquiriendo en sus filas la solidez de sus conocimientos sobre náutica y pilotaje. Posteriormente, en 1845, pasa a formar parte de la Armada Nacional como guardiamarina. En 1863 es ya segundo comandante del vapor de guerra Tumbes; dos años más tarde ocupa el mismo cargo en el vapor Apurímac y en la corbeta América. Como secretario de la comandancia general de operaciones participa en el combate naval de Abtao, el 7 de febrero de 1866. 

Después integró la comisión enviada a los EE. UU. de América para traer los monitores Manco Cápac y Atahualpa, nombrándosele comandante de este último. Fue comandante del transporte Chalaco, de la corbeta Unión; capitán de puerto del Callao, y, desde 1874, comanda la fragata Independencia. Tras la sublevación del monitor Huáscar, tomado por marinos adictos a Nicolás de Piérola en mayo de 1877, More es designado Comandante General de la División Naval de Operaciones cuya misión era someter al orden constitucional al buque rebelde. A través de comunicaciones entre More y Piérola, el primero consiguió que el caudillo depusiera su actitud y finalmente entregara el Huáscar a las autoridades correspondientes, lo cual se efectuó en Iquique, mediante acuerdo entre More y Piérola; las condiciones del acuerdo posteriormente no fueron aceptadas por el gobierno del general Prado, lo que motivó la renuncia de More al mando conferido por no haberse respetado la palabra de caballero que éste había empeñado respecto al trato que recibiría el caudillo.

Cuando estalló la Guerra del Pacífico, su buque, la fragata blindada Independencia, fue destinado a conformar la primera división naval, a órdenes del capitán de navío don Miguel Grau. Su carrera se vio truncada el 21 de mayo de 1879, durante el combate naval de Iquique, al naufragar sorpresivamente la Independencia frente a Punta Gruesa, punto recóndito del otrora litoral peruano, cuando -persiguiendo a la goleta chilena Covadonga, hábilmente piloteada por un práctico inglés de apellido Stanley que asesoraba al comandante del buque, capitán de fragata Carlos Condell de la Haza- una roca no registrada en las cartas de navegación le abrió un forado en la obra viva. Inevitablemente el buque se fue a pique y con él se precipitaron al fondo inverosímiles sueños de victorias inmediatas en el mar, así como el prestigio del valeroso comandante de la nave peruana. Al llegar a Arica poco después del naufragio el comandante More fue encarcelado y enjuiciado. Durante los meses que antecedieron a su heroica muerte en el morro, el pundonoroso marino tuvo que soportar innumerables vejámenes fomentados por el gobierno de Manuel Ignacio Prado, quien lo hizo blanco de sus ataques para lo que se prestó parte importante de la prensa capitalina, así como gente ignorante e inconsecuente de toda clase, quienes llegaron al extremo de acusarlo de inepto y de traidor. Desde Lima, su fiel esposa, Carmen Medina de More, dirigía cartas aclaratorias a los diarios de la época que injustamente calumniaban a su esposo. No pasaría mucho tiempo para que More, con su glorioso fin, silenciase a todas aquellas voces inclementes que se hicieron oír intentando mancillar su honor.

Al ser nombrado jefe de las baterías del Morro, el 3 de abril de 1880, el capitán de navío don Juan Guillermo More Ruíz pasó a desempeñar un papel importantísimo en la organización de la defensa de aquel puerto. Junto a veteranos y valerosos jefes como los coroneles José Joaquín Inclán, Máximo Valera, Justo Arias y Aragüez, y unidos a su vez a entusiastas y denodados jóvenes pertenecientes a la civilidad uniformada por la guerra, tales como Alfonso Ugarte, Ramón Zavala y el argentino Roque Sáenz Peña, el comandante More resuelve secundar a Bolognesi en su firme decisión de no rendir la plaza ante cualquier amenaza. Son estos, y algunos jefes más, los que reunidos en torno al héroe de Arica responden al emisario del jefe del ejército chileno, general de brigada Manuel Baquedano, que no están dispuestos a rendirse, que su nación requería entonces más que nunca del ejemplo que van a dar, que hay mucho que defender todavía. ¡Arica no se rinde!, resolvieron unánimes. Con los ojos vendados y conducido por el teniente coronel Ramón Zavala, el mayor Juan de la Cruz Salvo volvió donde su general con la digna respuesta de los defensores del puerto peruano.

En el momento final de su vida, el capitán de navío More se encontraba al lado del coronel Bolognesi, muy cerca al comedor de madera que utilizaban los oficiales de Marina en el Morro; juntos enfrentaron a tiros al enemigo, con el mismo valor y coraje con que habían decidido no rendir la plaza. Sus cadáveres salvaron de ser incinerados, como ocurrió con los de muchos oficiales y casi toda la tropa, gracias a la oportuna intervención del mayor chileno Luis Solo de Saldívar, oficial que tomó las baterías del morro y permitió se les diese honrosa sepultura.

Desde Punta Gruesa hasta su muerte en el Morro habrían de transcurrir días desolados para el comandante More, marcados por la sombra del naufragio. Resulta difícil juzgar a More por lo que ocurrió; no puede ser sencillo situarse en la posición del comandante de buque que cumpliendo con su deber entra en combate y debe, en la soledad de su conciencia, decidir el ataque que habrá de comprometer la vida de sus subordinados y aun la de sus adversarios. El comandante More actuó enérgico y resuelto, tal como se lo exigían las ordenanzas y la firme convicción de sus inquebrantables principios. Había que hundir al enemigo y a ello orientó sus esfuerzos. La situación de guerra recientemente iniciada no le podía permitir lugar a contemplaciones; por lo que con acierto intentó asegurar la que debía ser la primera victoria de la Independencia, victoria con la cual iba a fortalecer la moral de los hombres que habrían de combatir en los días subsiguientes. La mala preparación de sus artilleros impedía diesen en blanco mientras perseguía a la escurridiza Covadonga que huía pegada a la costa. El comandante Condell aprovechaba el poco calado de su buque y así va dejando atrás a la fragata peruana. More intentó, una, dos, tres veces, embestir con el espolón, pero sin resultados positivos. Muy próxima la costa, el comandante de la Independencia advierte el peligro que corre su nave; resuelve entonces modificar la línea de desplazamiento de su buque. En tanto, los proyectiles enemigos sacuden la cubierta de la fragata... Nada en la carta..., hay profundidad suficiente, se le informa... Sin embargo, ordena variar el rumbo. "¡Marcha atrás!...", ruge desde el puente. La orden no se ejecuta a tiempo... Y de pronto, el golpe que decidirá el futuro de la contienda en el mar. El último comandante de la fragata Independencia corrió el riesgo y finalmente el destino le fue adverso...

More, invulnerable a odios insensatos, no se dejó abatir y supo encarar la desgracia y el desastre con ese aplomo y entereza moral de los que se halla dotado el espíritu de los hombres émulos del Gran Almirante del Perú, virtudes con las cuales el marino de guerra peruano se ha distinguido, en nuestra sociedad, por generaciones.

Juan Guillermo More Ruíz comparte la gloria y la honra de nuestros grandes Héroes Navales, y es también ejemplo en los marinos que hoy y siempre defienden y defenderán la Nación en los ámbitos que la ley les asigna, tal como lo hicieran, hace más de cien años, los marinos peruanos en Iquique, Angamos, Arica, Miraflores. El invalorable legado de su intachable conducta, expresada por él -conservando inalterables su dignidad y honor- en las circunstancias adversas en las que hizo suya toda responsabilidad, es ejemplo perdurable que debemos seguir y honrar. Tengo la firme convicción de que recordar a nuestros gloriosos guerreros de épocas tan lejanas como la contienda del Pacífico o las tan recientes como la guerra antisubversiva enriquecen la tradición naval y acentúan el orgullo del marino de nuestros días.

Durante la madrugada del 7 de junio de ese tiempo, tan distante al nuestro, cada minuto debió haber sido crucial para los defensores. Sabían muy bien que el enemigo venía por ellos, aliado a la oscuridad de la noche y en número muy superior al suyo. Qué ideas debieron asaltar sus mentes, a medida que se acercaba la hora del combate, hasta oír los primeros disparos.

Pronto no habría vuelta atrás, y entonces qué fácil es ser cobarde, qué fácil renunciar al deber y doblegarse ante la amenaza y capitular, y así volver a la familia y a la vida; empero, cuán difícil ser valiente y vencer el miedo, cuán difícil enfrentar en abrumadora desventaja al enemigo, y cuánto más aun morir como murió Juan Guillermo More Ruíz.

A quienes pasaron cerca de las demolidas baterías peruanas del Morro de Arica, horas después de la batalla, debió extrañarles toparse con el cadáver de un hombre vestido con oscuro traje civil, como si llevase luto por su propia muerte. Al observarlo, debieron reparar, más que en el cuerpo inmóvil, en el sereno rostro de aquel muerto, ausente ya de él su espíritu, libre al fin de una culpa que lo atormentaba y que ya no habría de perseguirle jamás.

Su epitafio debió ser tal como la inscripción que grabara en el retrato que de él mandó pintar su viuda, doña Carmen Medina de More, poco después de su muerte: "Punta Gruesa fue mi infierno; Arica fue mi gloria".

Bibliografía:
INSTITUTO DE ESTUDIOS HISTÓRICO-MARÍTIMO DEL PERÚ. “Historia Marítima del Perú".
INSTITUTO DE ESTUDIOS HISTÓRICO-MARÍTIMO DEL PERÚ. ELÍAS, Julio J. Marinos peruanos en Arica. Serie: Monografías. Lima, 1976.
HINOSTROZA, Jorge. Adiós al Séptimo de Línea.
COMISIÓN NACIONAL DEL CENTENARIO DE LA GUERRA DEL PACÍFICO.
VARGAS Hurtado, Gerardo. La Batalla de Arica. Comisión Nacional del Centenario de la Guerra del Pacífico. Lima, 1980.


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"Revista de Marina". Enero, Febrero y Marzo, 2000.

Saludos
Jonatan Saona

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