2 de abril de 2022

José M. Puga

José Mercedes Puga
Dr. José M. Puga.

Damos hoy el retrato del doctor Puga, finado padre de nuestra estimable amiga, la inspirada escritora peruana señorita Amalia Puga.

De un libro publicado en Lima, 1886, extractamos los siguientes apuntes biográficos de dicho señor:

“José Mercedes Puga, nació en la ciudad de Cajamarca el 24 de Setiembre de 1836, rodeado de las comodidades ampliamente desahogadas, de que disfrutaban sus padres: el honrado ciudadano señor D. Nicolás Puga y González de La-Puerta y la virtuosa matrona doña Manuela Valera. Entre sus ascendientes, que constituían una noble y opulenta familia española, se cuentan altas dignidades de la época colonial, como su bisabuelo don Cristóbal Manso González de Castro, Alguacil Mayor por S. M. de siete provincias, y su abuelo el rico gaditano don Juan García Puga, casado con la hija mayor de aquél. 

Tierno niño aún fué conducido á la hacienda de Huagal, de propiedad paterna, en donde pasó su infancia, recibiendo la educación pura y sencilla del hogar y los rudimentos primarios, que le eran trasmitidos por maestros llevados allí á propósito, al mismo tiempo que adquiriendo las lecciones de la naturaleza y del trabajo de que, bien pronto la prematura muerte de su padre lo obligarla á hacer uso para atender y dar impulso á los intereses y á la fortuna de su familia.

Alli permaneció hasta la edad de 16 años, en 1852, en cuya época regresó á la ciudad de Cajamarca para dedicarse á los estudios concernientes á la instrucción media en el colegio nacional de San Ramón, que estaba por entonces, bajo la acertada dirección del inteligente y progresista doctor don Toribio Casanova.

Aunque algo tarde emprendía el joven Puga, esta nueva faz de sus estudios, no llegaba al colegio con la imaginación vacía de conocimiento, pues los mismos extremosos mimos y cuidados de sus padres, que hasta entonces lo habían demorado en el hogar campestre, habían sabido proporcionarle allí el alimento apropiado para su edad y para una inteligencia naturalmente despejada, que se asimilaba con facilidad y rapidez cuanto caía bajo su dominio. Al natural despejo de su imaginación unía el joven Puga una contracción persistente y laboriosa que lo hizo distinguirse entre sus compañeros por lo rápido de los progresos que alcanzaba y por el éxito brillante y satisfactorio que coronaba sus esfuerzos.

Los acontecimientos políticos de 1864, en que el doctor Casanova hubo de tomar una participación tan activa, redundaron en un positivo beneficio para el joven estudiante, pues habiendo sido una de sus consecuencias la clausura del colegio de Cajamarca, se vió Puga obligado á separarse de su suelo natal en busca del horizonte más vasto, más importante y más luminoso de la capital, para continuar aquí con mejor provecho, en el colegio de Guadalupe, sus principiados estudios. Los esplendores de la ilustración y el saber que el nuevo teatro de sus labores ofrecía á su inteligencia ávida de conocimientos, fueron un estímulo poderoso para el estudiante cajamarquino, en quien el anhelo más vehemente y entusiasta era ver llegado, cuanto antes, el momento de ingresar al Convictorio de San Carlos.

Pero no siempre el alma ve satisfechas sus aspiraciones, por nobles que sean.
Desgraciadamente para él, cuando apenas había aprovechado el primer año escolar, recibió una noticia que le era doblemente funesta porque afectaba á un tiemjio mismo su inteligencia y su corazón. Su anciana madre, á quien idolatraba, víctima de la última enfermedad, se aproximaba al término de su existencia. Este acontecimiento colocó á Puga en el caso de tener que abandonar las aulas y los claustros del colegio para dirijirse á la cabecera del lecho mortuorio, donde lo llamaba el cumplimiento de los deberes de buen hijo.

Al llegar á Trujillo recibió su corazón el golpe fatal; allí encontró la nueva del fallecimiento de su madre; allí sufrió su alma el más intenso de los dolores; allí vertió, por segunda vez, las amargas lágrimas que arranca la muerte de los autores de nuestra existencia terrenal; allí se desvanecieron las ilusiones del joven para ceder el campo, acaso antes de tiempo, á la reflexiva madurez del hombre. Puga quedaba completamente huérfano, antes detener una carrera que le reclamaba el porvenir; y acatando el atinado consejo de su antiguo maestro, el doctor Casanova, a la sazón en Trujillo, resolvió detener su marcha á Cajamarca, que carecía ya de objeto; encomendó la administración de sus intereses á sus hermanos mayores y tomó cuerdamente el partido de permanecer en Trujillo para emprender en la Universidad qne entonces funcionaba en esa ciudad, los estudios profesionales que, más que nunca, le era imprescindibles. Tanto estimulaba la necesidad su anhelo de antes; fué tanta su fuerza de voluntad y tan completa su contracción, que en menos de cuatro años rindió examen de los ramos que aún le faltaba de instrucción media y de todos los correspondientes á la Facultad de jurisprudencia, cuyos estudios le habían merecido la preferencia. De tal manera se distinguió en las actuaciones finales; tan provechoso y brillante había sido el resultado de sus esfuerzos que habiendo obtenido la contenta de bachiller, en un sólo día se le confireron los tres grados universitarios. Había terminado su carrera, y con ella el período preparatorio de la vida del ciudadano; entraba en el sendero de la práctica y las perspectivas del porvenir debían principiar a convertirse en las sucesivas manifestaciones de un próspero presente.

En 1860, volvía graduado de doctor á su ciudad natal......
La popular revolución iniciada en 1865 contra el general Pezet, que fué secundada en Cajamarca con todo el entusiasmo del vigoroso espíritu del doctor Casanova, contó al doctor Puga en el número de sus más decididos partidarios.

Era la primera, vez que tomaba parte en la política, y lo hizo con la enérgica decisión del hombre de sólidos y sanos principios y de arraigadas y propias convicciones.

En compañía del doctor don Valentín Quezada y del coronel don Juan Antonio Egúsquiza, tuvo, en aquella circunstancias, que venir á Trujillo en el desempeño de una comisión de gran imxiortancia para los progresos de la revolución, y entonces, con motivo de algunos incidentes delicados que en ella concurrieron, se presentó oportunidad al doctor Puga de hacer palpable esa fuerza de voluntad, que lo caracterizaba, ese temple de alma que ya había dejado conocer con ocasión de sus estudios, esa firmeza de carácter de que más tarde Im-bría de dar tan múltiples y perentorias pruebas.

En el Congreso de 1870, en que se debatieron asuntos de tanta trascendencia para la república, en que el patriotismo y la honradez de los ciudadanos se vieron sometidos á prueba tan acrisolada, el doctor Puga demostró ser hombre de convicciones firmes, de carácter independiente, de una moral intachable y un cumplidor estricto de los deberes del buen ciudadano.

Fué uno de los 33 representantes que se opusieron al contrato Dreyfus, combatiéndolo con elocuencia y tenacidad, en la tribuna; é impugnó, igualmente, con energía, fundada en caudal de poderosos razonamientos, que hoy han venido á verse justificados, el contrato para constitucción del Muelle y Dársena. Los sanos principios y la causa de los bien entendidos intereses nacionales, lo tuvieron siempre de su lado.

Había sonado la hora siniestra para el Perú, cuyos ecos, en su prolongada vibración, debían, al fin, repercutir funestos también para el nrotagonista de este relato.

Un dia amaneció enturbiado el horizonte de la patria por densos nubarrones color de plomo y pólvora; el Sol de los Incas se levantó teñido con resplandores de sangre; el rebato de alarma y la generala de combate tocados en Abril de 1879, se dejaron oir en todos los ámbitos de la República, y sus repercuciones llegaron á Cajamarca anunciando que Chile había declarado guerra al Perú.

¿Quién no voló entonces á alistarse en las filas de la defensa nacional ?

El doctor Puga fué uno de los primeros, de los más decididos y de los más entusiastas.

Conocidos sus sentimientos y los antecedentes que le eran característicos, su actitud no pudo ser otra que la del patriotismo sobrexitado, resuelto á todo por salvar incólume la honra nacional. Esa fué la que adoptó desde el primer momento.

Autorizado por su prestigiosa posición, tomó la iniciativa en los procedimientos de su sección territorial, y les dió principio convocando un gran meeting popular. En esta reunión se resolvió organizar un batallón que llevarla el glorioso nombre de “Galvez,” y levantar una suscripción para sostenerlo y equiparlo á costa de los ciudadanos y sin gravamen para el erario público, que debia conservarse siempre repleto para atender á las eventualidades que la nueva situación debería traer consigo. Aquella suscripción, encabezada por Puga, llegó, en sólo el primer momento, á cuatro mil soles. El batallón quedó igualmente organizado el mismo día, con más de 500 plazas. El Prefecto del departamento, que lo era entonces accidentalmente el Sub-prefecto del Cercado, don Gumercindo Herrada, asistió al meeting, agradeció á los ciudadanos, en nombre de la República, los importantes y oportunos servicios que le ofrecían, y manifestó á los futuros guerreros que podían adiestrarse en los indispensables ejercicios, en tanto que el Supremo Gobierno, á quien se remitieron la respectiva acta de la reunión y la plana mayor del batallón recién organizado, aceptaba directamente los procedimientos, y les daba su aprobación.

Después de tomar parte en todos los acontecimientos políticos que por entonces se desarrollaron en el Norte de la República, y que la estrechez del espacio de que disponemos nos hace omitir, murió el doctor Puga, en Huamachuco el 17 de marzo de 1885, después de haber derrotado á las fuerzas del Sub-prefecto iglesista don Manuel G. Vera, de un tiro de revólver disparado de una casa, por sus enemigos.


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Texto e imagen tomados de "El Perú Ilustrado" núm 254, Lima, 19 de marzo de 1892.

Saludos
Jonatan Saona

1 comentario:

  1. Muy interesante y bien redactado el perfil de Puga, félicitations

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