22 de septiembre de 2019

Federico Weber

Federico Weber
Don Federico Weber 
Teniente de Zapadores 

V.
Federico Weber era, en efecto, hijo de un francés de su propio nombre i de extracción alsaciana, como aparece de la estructura de su apellido alemán, i de madre chilena, la señora Ana María Núñez, natural de Constitución.

Dejado huérfano de aquel enlace, encontró el desvalido niño el albergue de centro cariñoso que le sirvió de amparo hasta la edad nubil. Llamóse su protector don Matías Núñez.

VI.
Dióle el último buena educación de primeras letras i tan adelantada en estudios serios que salió del colejio para hacerse diarista.

Weber había nacido en 1857 i ya en 1878 redactaba un periódico político en su pueblo natal que llevó el nombre de El Atalaya.

No comenzó a la verdad el oscuro aprendiz de literato en el Maulé como Thiers, ni como Mignet en el Sena, ni como Dickens a orillas del Támesis su carrera, tronchada al comenzar, en la condición de humilde "reporter", sinó un tanto más arriba porque la empezó de "cronista": —buen punto de partida para muchas vivaces inteligencias, si en Chile hambre i escribir no fueran cosas parecidas, o más bien, una sola cosa.

VII.
Pero el cronista de El Atalaya anduvo de prisa.

Un año después de su estreno redactaba en jefe i alternativamente La Alianza de Constitución i La Crónica de San Javier de Loncomilla.

Federico Weber escribía además artículos de colaboración literaria i descriptiva bajo el seudónimo de Juan Guarín, nombre de guerra que recuerda el de uno de los filibusteros más bravos del Pacífico, compañero de Eduardo Davis i de Bartolomé Sharp en sus correrías del siglo XVII.

Mas no contento con esto, el novel literato de ultra-Maule suspiraba con justicia por encontrar campo más abierto a sus afanes i a sus sueños. I con este motivo había venido a Santiago cuando estalló la guerra.

VIII.
Anduvo el tímido provinciano de imprenta en imprenta, por las calles de la alternativamente polvorosa o embarrada ciudad del Mapocho (que os su lavandera) ofreciendo sus servicios i su tinta; pero todos los huecos estaban ocupados, i de las letras de molde no es empresa llana hacer oro en esta tierra de migajón, porque señalada ventura es trocarla por pan o por pobre lienzo... "Salgo hoi para Valparaíso,—escribía Weber a un amigo desde la capital el 26 de marzo de 1879,—en el tren nocturno (tren de los tristes i de los menesterosos), i allí tomaré mañana el vapor para Constitución. Aquí no he conseguido nada"

Esa expresión era de suyo dolorosa, pero no era exacta, porque estando al decir del gran poeta inglés ¿cuál cosa en la vida no es en realidad nada? I por lo mismo el desengaño ¿no es algo que enseña, fortalece i educa?

IX.
El desengaño, la nada literaria que de Santiago llevó por el mar i en tren nocturno el escritor del Maulé a su embarcadero, fue la impávida resolución de hacerse soldado, i así púsolo inmediatamente por obra enrolándose en la primera partida de treinta robustos huanayes que el caudaloso río envió como continjente de músculo i de sangre a la carne de cañón de la la campaña. "Al fin voi a cumplir,—exclamaba el joven exdiarista en carta del 24 de abril, escrita en Constitución i en la víspera de partir,—al fin voi a cumplir mi deseo de combatir por la patria en peligro. Mañana salgo en unión de los tres amigos José Chamorro, Julio Bergeret i Jerónimo Rojas, en calidad de voluntarios, es decir, de soldados rasos".

X.
Incorporado Weber en la recluta que en aquellas horas de patriótica iniciativa afluía de todas partes a Valparaíso, puerta de la República, tuvo el voluntario de Constitución la fortuna de ser ascendido a subteniente del Rejimiento Lautaro que a la sazón se organizaba en esa ciudad por un grupo de ardientes repatriados. Al salir del puerto, la barra de la vida i la fortuna parecía abrir paso fácil al débil i combatido esquife... El naufrajio estaba más allá de las rompientes, "Este madero,—escribía inspirado a uno de sus amigos,—lleva mi fortuna o mi muerte."

XI.
Sintió el afortunado recluta placer indecible al ceñirse la espada de oficial i al mandar hombres que antes de ser soldados ya habían sabido vencer i no sabían perdonar. nEste batallón,—decía él mismo proféticamente refiriendo su entrada en el Lautaro,—es compuesto de los repatriados del Perú i está destinado a desempeñar un papel mui importante en la campaña del norte. Toda su jente es habituada a aquellos climas i conoce a palmos el terreno del teatro de la guerra. Por otra parte, les guía al combate un firme propósito de venganza, justificado por el bárbaro despojo i con el tratamiento de que han sido víctimas. »

XII.

De ahí a poco, elevado el cuerpo a rejimiento. pasó éste a disciplinarse a Quillota, la tierra (así decía de ella el subteniente Weber, en el mes de setiembre del 79, mes de juventud i de flores), la tierra de las ñiñas i de las chirimoyas. "I allí pasó una vida de no hai más que pedir, saboreando el placer con la misma vehemente satisfacción del que bebe en abundancia para precaverse de próxima sed."

No era empero la sed de los desiertos aquella de que el neófito hablaba. En Quillota, que fue vega i hoi es jardín, no hai sed de agua. Aquella sed era talvez la de felices amores que se apagaría bien pronto en un cuajo de sangre...

XIII.

El Lautaro se dirijió en octubre a la Serena, i de allí en viaje directo a Tocopilla, en cuyo punto relevó en los últimos días de aquel mes al batallón Artillería de Marina i al Rejimiento Santiago que partieron vía de Pisagua, San Francisco i Tarapacá. "Hemos vistos marchar estas tropas,—exclamaba a este propósito el subteniente Weber, en un desahogo íntimo i por tanto sin simulación de falso entusiasmo,—con profunda pena, casi teniendo envidia por la parte de gloria que van a participar en el campo del honor. Sin embargo, tenemos la grata esperanza de que en dos o tres días más vendrán también por nosotros. Nuestra impaciencia es grande; ya nos parece que se rinden los peruanos i nos privan de tomar una pequeña parte siquiera en su castigo."

XIV.
I aquellos fervientes votos del patriotismo fueron escuchados, porque con motivo de la alarma profunda que en todos nuestros campamentos produjo el contraste de Tarapacá, el Lautaro fué llamado dos días más tarde precipitadamente a tomar parte activa en la campaña.

Hé aquí la esquela de adiós que con este motivo escribía el subteniente Weber a un amigo:

"Tocopilla, noviembre 29 de 1879.

"Señor Toribio de la Vega,
San Javier.

"Querido amigo:
"Ya nos vamos. El Angamos viene a llevarnos a toda prisa. Ocho mil aliados sorprendieron a dos mil de los nuestros: el 2° de línea i la Artillería de Marina; el que no murió cayó prisionero. Nosotros vamos a ocupar el puesto de esas infortunadas tropas, quien sabe si con el mismo éxito. Tengo mucho que hacer. Me despido de todos por medio de tí. Adiós, i que seas mui feliz; yo... seré lo que la suerte quiera; pero te juro, amigo mío, que si estuvieras a mi lado, me verlas como digno hijo de mi patria.

"¡Adios!
Federico."

XV.
En consecuencia de todo esto, cupo al Lautaro el peligroso honor de inaugurar la segunda campaña de la guerra en el famoso paseo de año nuevo a Moquegua, ejecutado el 1° de enero de 1880, calaverada de Pascua de Navidad, acometida por alegres i valientes mozos. Federico Weber iba entre ellos, i cuando tres meses más tarde regresó con todo el ejército a esos sitios, confesaba él mismo que se había admirado del temerario atrevimiento de la primera improvisada exploración.

XVI.
El subteniente Weber seguía siendo visitado por la hada de la fortuna. Dotado de una fácil i elegante facultad de redacción, así como de bellísima letra i poseyendo un carácter serio i concentrado, laborioso i paciente (herencia alemana), el coronel Muñoz, jefe i organizador del Lautaro, le cobró particular afecto, según el mismo nos lo ha referido; i cuando aquel veterano jefe pasó a mandar, después de la muerte del inolvidable Ramírez, el 2° de línea, llevólo consigo a este Rejimiento, agregándolo a la compañía guerrillera del segundo batallón (febrero 5 de 1880)

XVII.
Nombrado poco más tarde el coronel Muñoz jefe de la segunda división, lo designó para ayudante de campo de su Estado Mayor.

En esta capacidad, distinguida para quien un año hacía había sentado plaza de soldado, hizo el subteniente Weber la campaña de Tacna, latiéndose en los Anjeles i en el Alto de la Alianza.

I de la brillante conducta del joven ayudante decía lo que sigue uno de sus biógrafos:

"El glorioso jeneral en jefe' recomienda (en los Anjeles) a toda la tropa que tomó parte en esa acción i en particular a un puñado de leones que se imponen aun el coraje i la bravura. Dice de Weber:—"Me hago un grato deber de manifestar a V. S. que el ayudante de Estado Mayor, subteniente don Federico Weber, ha estado siempre a la altura de su puesto i sostenido con brillo el buen nombre del ejército chileno" (1).

XVIII.
Pero habiéndose alejado de las operaciones activas el coronel Muñoz, cesó con esto de alumbrar astro de bonanza el camino del voluntario.

Después de un año, marchó a nuevas batallas, ascendido ahora a teniente de línea e incorporado en el brillante rejimiento de Zapadores, segunda compañía de la cuarta brigada. Tuvo lugar este último ascenso en la víspera de las grandes jornadas, esto es, el 17 de diciembre de 1880.

Sábese cómo pelearon en Chorrillos los valerosos Zapadores, adiestrados por Santa Cruz en la batalla i en la victoria desde Pisagua i desde Tacna. Aunque destinados, como el Valparaíso i el 3° de línea, al puesto de honor de las batallas modernas, es decir, a la reserva, los Zapadores entraron temprano al fuego al mando de su inmediato jefe el bizarro coronel Arístides Martínez; i allí, como en Tacna i en Pisagua, jornada de glorioso extreno para ellos, dejaron afianzado su renombre con los claros de sus filas. Entre ocho oficiales caídos, el teniente Weber fue, empero, el único inmolado, en aras de siempre adverso destino, al fin de la batalla i cuando ésta terminaba junto a las sangrientas i calcinadas paredes de Chorrillos.

XIX.
Era el voluntario Weber al dejar las umbrosas orillas de su nativo río, un mozo rubicundo, plácido, de aspecto casi infantil, en cuyo rostro la tez blanca i los cabellos rubios i abundantes traicionaban a primera vista su estirpe jermánica. Destácase así su simpático i apacible busto en una tarjeta fotográfica sacada en San Javier en el mes de enero de 1879, cuando la guerra no pasaba de sospecha i cuando su profesión era el diarismo.

Pero un año había pasado, i al llegar a Moquegua en marzo de 1880, el subteniente del 2° de línea volvió a entregar los perfiles de su figura de guerrero al opaco reflejo de la máquina. ¡Cuán intenso contraste! ¡I qué hondas mudanzas opera la guerra en el rostro, en los contornos, en la apostura, en la fiera i alterosa fisonomía de sus tostados secuaces!

El albo neófito alemán ha desaparecido sin dejar una sola huella. El cabello cortado al ras de la enjuta frente, los blandos rasgos fisonómicos de la pubertad trocados en pómulos salientes i angulosos, la apostura seca i muscular, impávida i resuelta, apoyada la mano derecha en la empuñadura de la espada, i hasta el apacible mirar desfigurado por el arqueo involuntario de las cejas i la profundidad de los ojos dentro de su cuenca, todo le había hecho un completo desconocido. Al teutón del norte había sucedido el beduino del mediodía; al mestizo chileno el cobrizo araucano. El hálito del desierto i la batalla había pasado como una ráfaga de fuego por la tez i el jesto de aquel oscuro aprendiz de la gloria.

XX.
Sería talvez en virtud de esta singular transformación, metamorfosis del cuerpo precursora de la del alma, que el brillante mancebo cuya memoria hoi presentamos al cariñoso respeto de sus contemporáneos, no logró encontrar, al caer en el fragor de la batalla, quien recojiera el último aliento del noble escritor que había vivido huérfano i del soldado que había muerto héroe.

Al contrario, todo lo que se supo de él fué que había caído a la cabeza de su brigada en el final ataque que la reserva diera contra los muros del pueblo incendiado de Chorrillos, abriéndose los Zapadores paso, conforme a su nombre, por entre candentes ruinas para ir a desalojar de la cumbre del Morro Solar la última i porfiada hueste enemiga.

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(1) Artículo biográfico sobre el teniente Weber publicado en El Ferrocarril del 31 de enero de 1881 por don Washington Allendes S. 


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo I, por Benjamín Vicuña Mackenna.

Saludos
Jonatan Saona

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