20 de abril de 2019

Enrique Ewer

Enrique Ewer Moya
Don Enrique Ewer

I.
Sin hacer mención de los capitanes Stewart, Castelton i Hart, ya nombrados; de un repórter del HERALD de Nueva York, que se constituyó en guía i oficial chileno en la última campaña; ni del injeniero danés Olger Birkedale, que arriesgando su vida habíase hecho espía en Lima; ni del teniente Auckland de la Triumph, que llenó noblemente su imparcial papel de historiógrafo militar, junto con el teniente De León, por parte de los franceses, militó también en las filas del ejército de Chile acampado delante de los baluartes exteriores de Lima, un joven de orijen anglo-sajón, hijo de americano del norte que aún existe, i el cual, aunque niño todavía de ternísima edad, supo comprender una misión sublime i cumplirla.

II.
I a la verdad, así como en el alma de Juan Jullián hízolo todo su infantil, rico, sublime entusiasmo de niño, así en la conciencia de otro adolescente venido al mundo junto con él (1864), produjo el sentimiento i la acción del heroísmo una virtud no menos alta: la virtud rara del deber. Nacido de padres pobres en Coronel, el adolescente Isidoro Enrique Ewer el 22 de abril de 1864, a la edad de diez años vino a Valparaíso en busca de la vida propia i de la modesta subsistencia de los suyos, i allí labráronle caminos dos protectores.

Fué el primero de aquéllos el virtuoso "padre Marciano" escudo i guía de la juventud cristiana de Valparaíso, que le dió libros i consejos.

III.
Pasó en seguida al taller de un industrial que se había formado ardua carrera por sí mismo. Fué éste su segundo i eficaz protector don Juan Crisóstomo Vera.

Tenía aquel aprendiz de todo trabajo apenas diez años cuando comenzó su ruda prueba, pero condújose con tanto esfuerzo en el réjimen de aseo de la ciudad a su labor encomendado, que aquél le nombró su primer empleado, casi su jerente, cuando apenas tenía catorce años.

En esta condición, que a su edad equivalía a un principado, i disfrutando un sueldo que le permitía auxiliar a sus padres (llamábanse éstos Jorje Ewer e Isidora Moya) sobrevino la guerra; i convencido profundamente de que la juventud chilena se debía en masa a la patria, una mañana del mes de abril de 1879 abandonó su puesto, su renta, el acariciado hogar de padres agradecidos, i enrolóse de simple voluntario en el 2° de línea. Marchóse en seguida bajo su bandera a tomar parte en todas las batallas que cubrieron de gloria i de cenizas aquel terrible, glorioso i aniquilado rejimiento, hasta que en la última de aquéllas (Miraflores) lo mataron.

IV.
El subteniente Ewer había ido así ganando, en las filas como en el taller, en cada combate como en cada campaña, un humilde ascenso, desde soldado a oficial, hasta alcanzar la más alta aspiración de la carrera del valiente: la de morir por su patria a los diezisiete años de edad, después de haber hecho por ella dos gloriosas campañas i asistido a siete sangrientas batallas que, con una sola excepción, fueron otras tantas i honrosas victorias.


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo II, por Benjamín Vicuña Mackenna

Saludos
Jonatan Saona

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