4 de mayo de 2019

Matías Silva

Matías Silva Arriagada
Matías Silva Arriagada

Los jefes más brillantes del rejimiento Santiago, después del coronel Lagos, que lo formó a su usanza, fueron los coroneles Barceló i Fuenzalida, i ambos volvieron a sus hogares cubiertos de heridas i de gloria.

Pero no tuvo tan lucida vida en la milicia, el sarjento mayor don Matías Silva Arriagada, natural de los Ánjeles i tercer jefe del Santiago, porque tardó 24 años en recorrer la senda de los ascensos, siempre estrecha i mal alumbrada, como los callejones de extramuros, para los que no tienen favor "en el centro". En 1846 era cabo, como Lagos en esa sección de la Academia Militar; i en 1879, al comenzar la guerra, era simple capitán instructor de milicias en San Bernardo, después de haberlo sido en Curacaví i en Casablanca.

Aunque miembro de una familia exclusivamente guerrera i guerreadora, que tuvo una verdadera tribu en el ejército (20 oficiales), i aunque se batiera en Los Loros, en Cerro Grande i en todas las funciones de lanza del Malleco, del Renaico i del Traiguén, ríos poblados de gualas i de gansos, no había logrado llamar sobre él la atención ni los favores.... I antes al contrario, al verlo desde su humilde ventana de San Bernardo mover pacientemente durante largas horas la máquina de coser para vestir un verdadero coro de anjelicales niñas, que su heroísmo dejó huérfanas, habríanle muchos tomado por el modelo del buen padre, más nó por tipo de guerrero.

I, sin embargo, bajo aquel aspecto casero hasta el abatimiento i en esas labores menudas del hogar, dura lei del soldado en la pobreza, el capitán Silva Arriagada era digno de su acreditada estirpe, i escondía bajo el telar, como el bordador Esponda, un alma de valiente, una resolución de héroe.

En el recuerdo que en pájina anterior hemos consagrado a la memoria del comandante guerrillero del Santiago don Domingo Castillo, contamos cómo se había batido el capitán Silva Arriagada, ascendido a mayor sólo para la batalla de Tacna el 25 de febrero de 1880. A caballo, delante de las filas, peleó constantemente, nó en el puesto de los jefes, que es la retaguardia, sinó en las guerrillas, como simple voluntario; i así su muerte fué tres veces heroica, por el sitio en que cayera, por el número de proyectiles que recibió en su cuerpo i porque siendo jefe se batió como soldado.

“En esto se hacía notar —dice hablando de la valiente i tenaz acometida de las guerrillas de la segunda división, un capitán que le vio caer i espirar,— en esto se hacía notar el héroe mayor Silva Arriagada; recorría sus soldados, dándoles valor i haciéndolos entrar en orden de batalla para que pelearan con más acierto; pero como el bravo mayor andaba a caballo i recorría con tanta frecuencia las alas del rejimiento, i esto la última vez lo hizo por vanguardia de nuestra línea para que con su heroico ejemplo lo siguiesen. En esto le pegaron dos balazos, siendo uno mortal, el del pecho. Por esta causa ya no se pudo sostener a caballo i comenzó a tambalear, i en seguida se ladeó al costado izquierdo, quedando enredado del pie derecho en la estribera.

“Cuando esto sucedía, el capitán Castillo marchaba a unos veinte metros de él i en el acto hizo volver al cabo Fuenzalida, uno de sus ordenanzas, i a su corneta, para que lo desenredasen i si estaba vivo lo pusieran fuera de combate; i como lo llamara que volviese, por hacerle señas con la mano, quizás para dejar algún encargo o darle el último adiós, lo hizo a la brevedad posible; pero al tiempo que lo bajaban le dieron otro balazo en un brazo i en el momento de llegar le alcanzó a dar la mano i un apretón, i mirando al cielo, daba vuelta la vista.

"Creyéndolo cadáver, lo hice soltar, -dice Castillo- dejándole uno de los cabos para que le prodigara algún recurso en caso de que hubiera sido una fatiga por la sangre que perdía; así sucedió porque un rato más volvió en sí, i el teniente de la compañía, don Santiago Inojosa, que venía más atrás, lo hizo conducir a una ambulancia, donde murió al otro día".

II.
Pagaron al inmolado capitán noble tributo sus compañeros de armas, porque no contentos con erogar una suma de 3,500 pesos, que fué el pan del campamento, entregados a la infeliz viuda, el digno jefe del cuerpo envióle la siguiente misiva de duelo que enalteció el mérito del que había caído en sangrienta lucha i de quienes tan noblemente le recordaban:

"Tacna, junio 7 de 1880. 
"Señora Rosalía Alvarez, v. de Silva Arriagada,
Santiago.

"Señora de mi respeto i consideración:

"Tengo el sentimiento i cumplo con el penoso deber de participar a usted el fallecimiento de su digno esposo, el sarjento mayor don Matías Silva Arriagada, acaecido el 26 de mayo último, en la batalla que nuestro ejército empeñó ese día, en las alturas de esta ciudad, con el perú-boliviano.

"Comprendo, señora, toda la intensidad de vuestro dolor, i creedme que de corazón me asocio a él; pues si usted ha perdido a un esposo querido, yo i toda la oficialidad del rejimiento que tengo el honor de mandar, hemos visto desaparecer de nuestro lado al compañero i al oficial pundonoroso i delicado.

"¡Ah, señora! irreparable es la pérdida que acabáis de experimentar, pero, por si os puede servir de lenitivo, sabed que vuestro esposo ha caído después de cumplir con su deber hasta el heroísmo i, por consiguiente, la patria agradecida, no lo dudo, esculpirá su nombre en la pájina más brillante de su historia.

"Con sentimientos de alta consideración, tengo el honor de saludaros a nombre de toda la oficialidad de mi rejimiento, i ofrecerme como vuestro atento S. S.

(Firmado)
Francisco Barceló."


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo II, por Benjamín Vicuña Mackenna

Saludos
Jonatan Saona

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