12 de marzo de 2019

Jorge Velarde

Jorge Velarde
Jorge Velarde
(Texto tomado de "El Perú Ilustrado" Lima, 17 de mayo de 1888)

Jorge Velarde, nació en esta ciudad de Lima, en el seno de muy honorable familia. — Fueron sus padres el conocido y antiguo Coronel D. Melchor Velarde y la señora Francisca Castañeda. 

—Su instrucción profesional la recibió en la Escuela Naval, plantel que fundara D. Manuel Pardo y del cual salieron tantos y tan notables jóvenes oficiales que en la guerra supieron exederse en el cumplimiento del deber.

En Febrero de 1875, terminados sus estudios, fué embarcado con la clase de Guardia-Marina, en un buque mercante á cuyo bordo hizo un viaje á Europa por la vía del Estrecho, regresando al Perú al año para ser ascendido á Alférez de Fragata, —después de rendir lucidísimo examen de práctica.

Cuando en Abril de 1877 el Almirante Francés Du Petit-Thouar, pidió á nuestro Gobierno algunos jóvenes oficiales para que hicieran un viaje á bordo de la capitana, fragata «Magicienne,» el Gobierno designó como uno de ellos á Jorge Velarde, quien después de un año de ausencia y de haber visitado California, Taití y Valparaíso, regresó al Callao, mereciendo; especial recomendación del almirante, la cual le valió el ascenso á Teniente 2.°

En Mayo de 1878, fué uno de los comisionados para observar en Paita el paso de Mercurio por el disco del Sol.

Declarada la guerra por Chile, Grau pidió al Gobierno que destinase al joven Teniente segundo en la dotación del Huáscar.

Principió el Huáscar sus audaces correrías —El 21 de Mayo comprometió el combate con la "Esmeralda", y Velarde que desempeñaba el riesgosísimo puesto de oficial de señales, se manejó con gran bizarría, recibiendo muy al principio del combate varias heridas, á pesar de las cuales, quizo, en el momento en que el Huáscar daba el primer espolonazo á la «Esmeralda,» arrancar el pabellón enemigo...

Entonces recibió la última herida, que cerrando al heroico joven las puertas de la vida, le abrió las de la gloria ....

El sacrificio de ese joven, en los albores de la existencia, cuando la patria tenia derecho para esperar de él buenos y largos servicios, fué, como decimos en otro lugar, el vaticinio de nuestra inmerecida, pero lógica ruina.

Su sangre, fué la primera que se vertió en la Guerra del Pacífico y muy luego, le siguieron mil que como él, principiaban á vivir, esperanzas cortadas en flor, cuya falta retardará mucho nuestro convalecimiento.

Inclinemos la frente ante los designios de ese Poder que dirije el concierto universal; pero, si tenemos cualidades para luchar con la fatalidad, levantémosla mas alta que jamás y que cada nueva desgracia, sea nuevo estímulo para consagrarnos al trabajo, base de todo progreso y que lava toda mancha cuando hay voluntad para ello


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Texto e imagen tomados de "El Perú Ilustrado" núm 54, Lima, 17 de mayo de 1888.

Saludos
Jonatan Saona

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