21 de septiembre de 2024

Guilermo Correa

Guillermo Correa
Dr. Guillermo Correa y Veyán

Acaban de hallar digna sepultura en nuestra ciudad los restos del que fue ilustre magistrado y jurisperito nacional y también virtuoso y probo ciudadano señor doctor don Guillermo Correa y Veyán. El día de la inhumación de sus despojos mortales cerró el Palacio de Justicia sus puertas y acudieron sus representantes en pleno a acompañar el cortejo fúnebre.

Ya se ha dicho en oportuna ocasión que el doctor Correa y Veyán falleció en París el 27 de enero del  corriente año desde donde fue conducido a la capital su cadáver que llegó a ella el día 2 del corriente.

La muerte sorprendió a hombre de tan esclarecidos méritos cuando en un paréntesis a su infatigable labor como Vocal de la Corte Suprema pasaba una temporada de merecido descanso recorriendo los países donde la civilización alza sus hitos y asciende a sus más elevados vértices.
Y al ocurrir su muerte sufrió con el país entero una honda impresión de desesperación aquella entidad que irradia bienes y evita males que los hombres denominan Justicia y que es una prolongación de la bondad de Dios sobre la tierra. Lloro La Justicia su muerte porque el doctor Guillermo Correa y Veyán era en nuestro foro personificación suya, instrumento ardoroso de su aplicación y apóstol vehemente de su pura doctrina.

Para valorizar en cuanto merece su vinculación con la obra reparadora de la Justicia es preciso recorrer alguno de los acápites de su vida profesional i su actuación como magistrado. No es bastante la afirmación de los hechos, también urge probarlos. Su primer paso hacia la idealidad de la Justicia humana ocurrió el año 1886 en que la Corte Superior de Lima lo designó con plausible beneplácito suyo, defensor de pobres. Así comenzó la obra de bien que el tiempo conduciría después a la meta de lejanas e inmensas perspectivas. De la defensa de pobres, grandiosa labor de caridad profesional, pasó a otros cargos y fue sucesivamente: adjunto al agente fiscal de Lima en 1891; relator de la Corte Suprema en 1893; agente fiscal interino de Lima en 1903; Juez de Primera Instancia de Lima en 1906; Vocal Interino de la Corte Superior de Lima en 1908; Fiscal interino de la misma en 1909; Vocal en propiedad de la misma Corte en el mismo año; Vocal interino die la Corte Suprema en 1920; y, en propiedad en 1923 a merito de una brillante y abrumadora votación de los miembros del Congreso.

En el curso de tan larga labor, que abarca un ciclo de cuarenta años, no fue otra su aspiración que hacer el bien por el bien mismo. que batallar por la Justicia, que enseñar los horizontes de la moralidad y la honradez con el ejemplo vivo y personal, que hacer de la ley instrumento sabio de bienestar y que hacer de la magistratura un elevado sitial hasta el que no pudieran llegar ni la sórdida influencia del poderoso ni la presión encubierta de la amenaza o la dádiva. La dignidad de su persona, la tradición gloriosa de su concepto puritano, del deber, el antecedente de su espíritu estudioso e inflexible no rindió pleitesía a nadie ni nada que no fuese la Justicia y el Bien, y no escapó de esta ética severa la misma fuerza del interés político causante de tanto mal y de tan extraviadas actitudes. Hay un rasgo que delínea en toda su luminosidad su espíritu altivo y su dignidad sajona y es aquel que tuvo cuando hubo de devolver la cinta que usó de Vocal interino de la Corte Suprema y en cuya ocasión dijo, con la serenidad del hombre honrado y del juez que jamás vendió su justicia: "al devolver la insignia bicolor de la Corte Suprema dejo constancia de que la entrego inmaculada como la recibí". 

Descendía el doctor Guillermo Correa y Veyán de una distinguida familia y fueron sus padres don Cipriano Correa y Moreno y doña Rosa Veyán de Correa. Sus primero estudios los hizo en los planteles que entonces regentaban los pedagogos Manuel M. Chávarry y Agustín de la Rosa Toro; y, su instrucción media en el Instituto Lima, bajo la dirección de expertos profesores alemanes. En 1877 ingresó a la Universidad de San Marcos graduándose de abogado en 1885. Su práctica profesional la siguió en el estudio del notable forense pres de la jurisprudencia nacional, doctor don Emilio del Solar. Durante el curso de todos sus estudios desde la aula escolar hasta el claustro sanmarquino, brilló su inteligencia y se reveló su notable aptitud para la carrera jurídica. 

En 1881, cuando cursaba el tercer año de acudió con patriotismo a enrolarse al ejército de reserva, el país organizó para enfrentarlo a fuerzas de Chile. El doctor Correa y Veyán asistió en cumplimiento de su deber, a una acción importante librada Ancón y que consistió en librar una lancha torpedera que allí se cobijaba y que fuerzas enemigas intentaban capturar. En esa oportunidad recibió su bautismo de sangre y confirmó con la prueba tangible de una herida su ascendrado amor a la Patria. 

Actuó también el doctor Correa y Veyán en la esfera diplomática, pues desempeñó en 1883, recién establecido el gobierno, la primera secretaría de la legación en Londres y cesó en ese cargo porque tuvo que acudir repentinamente a Lima a causa del fallecimiento de padre ocurrido en París y urgió su presencia en esta capital para concluir determinados asuntos de familia. 

Se desprende de este sucinto relato de la actuación pública del doctor don Guillermo Correa y Veyán la significación que su existencia noble y fecunda tuvo para el país. Su vida pudiera tomarse de paradigma de hombría de bien y su obra de formidable lección de inteligencia y de moral. 

Su nombre quedará indeleblemente escrito en las páginas de nuestra historia judicial y si no quedó idéntica forma grabada en los menos serenos libros de nuestra historia política fué porque la augusta paz de su espíritu no se avino a las luchas políticas y supo rechazar siempre con invencible determinación, toda propuesta para desempeñar un ministerio o una labor elevada cualquiera en la administración pública. 


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Revista Mundial. Año VI,  n° 304. Lima, 9 de abril de 1926.

Saludos
Jonatan Saona

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