1 de agosto de 2021

Narciso de la Colina

Narciso de la Colina
Narciso de la Colina
Coronel del Batallón N. 6 de la Reserva.

En el día que Lima consagró oficialmente á su duelo por las víctimas de Miraflores (15 de Enero de 1884) enlutados todos los órganos de la prensa, estrechas sus columnas para la consagración del merecido martirio de tantos ciudadanos, reflejándose en ellas la intensidad del dolor público, decía "El Comercio” al ocuparse de Narciso de la Colina. “Es una de las mas altas y simpáticas figuras de la guerra del 79. De posición distinguida y de levantados sentimientos, Colina que había sido obrero infatigable del progreso del país, fué en la guerra, patriota abnegado.”

Y en estas breves palabras, está reasumida la vida entera del ejemplar ciudadano, que hizo un culto del trabajo, durante la paz valiente, y cuando resignación llegó la hora del sacrificio, lo aceptó entero y con valiente resignación.

Cuarenta años, tenía mas o menos, el esforzado Coronel del 6 de Reserva, cuando le sorprendió impía muerte, defendiendo á su patria. Natural de Lima, había hecho sus estudios preparatorios y facultativos, en el antiguo colegio que fundó y dirijió D. Clemente Noel, y del cual salió todo lo que tenemos hasta el día de distinguido en nuestra sociedad; y luego en el Convictorio de San Carlos, donde siguió sucesivamente, los cursos de Artes y Derecho, hasta obtener el grado de Bachiller en la Facultad de Jurisprudencia. Con el objeto de dar mayor extensión á sus conocimientos, marchó entonces á Europa, estableciéndose en Bruselas, sin participar jamás de la vida frívola y disipada, que tanto daño ha hecho á una buena parte de nuestra juventud.

Tomó entonces afición á la carrera diplomática, á la cual lo inclinaban las dotes de su espíritu, é ingresó en ella, sirviendo como adjunto de Legación en Bélgica, con el Dr. Barrenechea, cuya profunda estimación no tardó en captarse.

Restituido á Lima, después de algún tiempo, sirvió con el mismo diplomático como secretario de Legación en el Ecuador, haciéndose notable siempre, por su asiduidad en el trabajo, su competencia y la distinción de su conducta. Volvió mas tarde á Europa, continuando siempre en la carrera diplomática, hasta que, establecido definitivamente en su patria, se dedicó á trabajos de agricultura en la provincia de Chancay, ingresando por fin con alto presto, en la Empresa de los ferro-carriles de Tarapacá, á cuyo servicio ha estado una buena parte de su vida. Tuvo á su cargo la construcción del camino de Pisagua á Sal de Obispo, cuya explotación dirijió por cierto tiempo, pasando después á dirigir la línea de Iquique y en seguida fué nombrado Director general de los ferro-carriles de Tarapacá. Allí le sorprendió la declaratoria de guerra, y fue nombrado Coronel de Guardias Nacionales. Sus servicios en la guerra, como militar y como Jefe de la Empresa, tienen el testimonio de nuestras mas altas notabilidades militares que hicieron la campaña en aquella provincia. Perdida toda esperanza de éxito, se trasladó Colina á Lima, donde se le encomendó el mando del Batallón N. 6 de la Reserva. "Fué este uno de los que mas sufrieron en el combate de Miraflores, realizándose en él la monstruosidad militar de sucumbir las dos terceras partes de los combatientes.”

La narración que contiene el ejemplar de "El Comercio", del cual tomamos las líneas con que damos principio á este bosquejo, y las últimas del acápite anterior fué escrita por un testigo presencial, y como ella encierra un ejemplo sublime de valor militar, la trascribimos, á fin de que la posteridad aprecie el mérito de la acción.

"Colina, animando entusiasta á sus soldados, recibió primero un balazo en el kepí, cayendo en tierra, por efecto del choque. Vivó al Perú, el sereno coronel, y púsose, en seguida, en pié. Una segunda bala enemiga, vino entonces á alojarse en su pecho, causándole mortal y horrorosa herida. Dos de sus soldados acudieron en su auxilio, para sacarle del fuego; pero Narciso de la Colina, quiso morir en su puesto, y toda exigencia fué inútil. Los enemigos habían ya flanqueado el reducto. Instantes después eran dueños, de él, y Colina como todos los heridos, ultimado".

I.
Si el sacrificio del justo, es agradable á los ojos de Dios y desarma su indignación, transformándola en misericordia, el del ciudadano militar, que supo así ilustrar su nombre y el del cuerpo que mandaba, luchar heroicamente y morir, no puede dejar de producir frutos de bendición para la Patria en cuya defensa rindió la vida. Quizá los cosecharán generaciones mas felices ó mas dignas de recibirlos.

Colina había nacido con una tendencia irresistible á todo lo que era alto, distinguido y noble, en el orden de las acciones humanas. Su vida y su muerte han correspondido á ese delicado sentimiento, que le llevó siempre por los buenos caminos; que le atraía el afecto y la consideración de todos los que cultivaron con él, relaciones, y que le condujo a la muerte resignada y gloriosa con que ha ilustrado la historia desoladora de nuestra guerra. Por eso amó los estudios y fué siempre en ellos de los mas pundonorosos y de los mas aprovechados. Por eso fué vocación suya la diplomacia, y mientras sirvió en ella, sus jefes no tuvieron para él, sino palabras de elogio, por sus aptitudes especiales, su contracción al servicio y su digno y ejemplar comportamiento.

Las inclinaciones de su alma lo empujaban á esa carrera, en donde la privilegiada cultura de sus modales, su tino singular para el trato de los hombres, y hasta sus prendas exteriores, debían asegurarle rápidos sucesos. Pero nuestra diplomacia ha estado siempre subordinada á las mezquinas exigencias de
la política interior, y para prosperar en ella era preciso tomar parte en las veleidades de esta. Colina era incapaz de frecuentar tales sendas, é inspirado siempre por el sentimiento de lo justo y de lo puro, la abandonó, buscando definitivamente su porvenir en el trabajo privado.

Vivió para la virtud y el ángel de la muerte , al presentarle el amargo cáliz del sacrificio, le ciñó corona de gloria inmortal, que hará el orgullo, ya que no la dicha de su Patria y de sus hijos.

II 
Para la exactitud de los hechos, en órden á las circunstancias del ciudadano, á cuyo recuerdo están destinados estos apuntes, conviene rectificar el relato de dos de los diarios que se publicaban el día de las lágrimas de Lima, el 15 de Enero de 1883: "La Reacción" y "La Prensa Libre".  Decía el primero, ocupándose de Colina "Nació en Lima. Consagrado al trabajo, pudo lisongearse de haber acumulado una brillante fortuna, que aseguraba su porvenir. En el momento de la prueba, todo lo ofreció á su Patria". Díce el segundo: "Este buen peruano, hijo del suelo en que nacieron Castilla y La Fuente, poseedor de una regular fortuna, y Gerente de una de las principales compañías de comercio de Iquique, fué uno de los primeros que combatió contra el invasor".

Colina no había acumulado ni una grande, ni una pequeña fortuna, y por consiguiente, nada mas pudo llevar como ofrenda á los altares ensangrentados de la Patria, que el sacrificio de su vida, mas valioso que el de la mas crecida fortuna. Su atribulada familia quedó á su muerte en la mas desnuda у absoluta pobreza habiendo hecho siempre una vida modesta, y siendo la disipación incompatible con el carácter, ideas y costumbres de Colina. Todo lo aguardaba y todo lo habría obtenido del trabajo de su jefe, que lleno de inteligencia, se hallaba también en la plenitud de la fuerza y de la vida; pero la tempestad que se ha desencadenado sobre nosotros tronchó ese árbol robusto y hermoso. Colina había servido leal y honradamente, á una compañía poderosa; había puesto todas sus fuerzas para ayudarla, en una época para ella angustiosa y apurada; la había salvado, con su talento y su perseverancia, de muy graves dificultades; había implantado una administración económica, que produjo el ahorro de capitales considerables; y cuando llegaba el tiempo de una merecida compensación, sobre vino la guerra, y luego su muerte que todo lo ha sepultado en el abismo de lo que pasó.

La memoria de Colina, casi no necesita una biografía que la entregue como ejemplo á las nuevas generaciones, á las que está encomendada la redención de la patria. Todos saben como murió, y quien así muere, tiene título bastante al respeto de la posteridad. -Su vida fué toda de estudio, de labor y de virtud. Durante ella trabajó para su país, en las conquistas pacíficas de la industria, que hacen la fuerza y el progreso de las sociedades. -Su muerte fué un movimiento sublime de ascensión hacia la gloria, que envuelve su recuerdo, gloria que no buscó para sí; sino para contribuir á que se lavasen las ofensas del Perú, agraviado por inmerecida derrota.

Colina había nacido para las artes de la paz, para el trato del mundo, para el cultivo de esas relaciones de recíproco perfeccionamiento, en las cuales crecen los hombres, se levanta el espíritu, se fortifican los vínculos sociales y se funda la grandeza del pueblo que llega á reunir muchos hombres semejantes. Desgraciadamente, pocos tenemos, como él; y su generoso anhelo por la prosperidad de la patria, que le impulsó en todos los actos de su vida, le llevó también á la muerte, y solo se extinguió con la última gota de su sangre.

Pero Colina tenía, así mismo, el espíritu firme y nutrido en altas ideas, y el corazón templado para las grandes acciones.

Por eso, apenas le sorprendió el grito de guerra, entre las agitaciones fecundas del trabajo, y hallándose precisamente en el territorio codiciado por el agresor, á cuya posesión aspiraba, como objeto supremo y final de la guerra; fue de los primeros en afiliarse para la defensa de ese territorio y de la patria. Combatió en la sangrienta jornada de Miraflores hasta el último momento, y sucumbió allí, dentro del reducto, cuya guarda se le había encargado, en medio de dolorosas decepciones, que debieron ser para él, como una muerte anticipada y paulatina. Pudo salvarse y lo rehusó; despidiendo con estoica resolución á los que le ofrecían su ayuda entre los horrores del asalto.

A pesar de su entera firmeza, grandes han debido ser sus angustias. Siquiera hubiese tenido la idea de que si sacrificio contribuía á la salvación de la Patria! Pero esa idea le había abandonado desde el desastre de San Juan, y había sido sustituida por el convencimiento de que era preciso morir, con muerte cruel y estéril. Ojalá que los tiempos la hagan fecunda, y que el relato de sus caballerescos episodios, inspire á la juventud, el aliento que la desgracia ahogó en esa alma esforzada y superior.

El no creía de antemano como ya se dijo, en la adversidad del desenlace, y aunque veía acumularse las pruebas de una dirección incompetente, mantenía una fé y una esperanza secretas, de que no se daba razón, y que solo perdió después de la primera catástrofe del 13. Él ha sentido, con toda la sensibilidad de su patriótica honradez, la agonía y la muerte del espíritu, antes que la agonía y la muerte del cuerpo, Le vimos y hablamos con él, en la media noche de aquel infausto 13, á la luz del volcánico incendio de Chorrillos, y en sus palabras se descubría, su completa desilusión y el presentimiento de su sacrificio.

Un día mas, y esa existencia preciosa, ese conjunto de facultades cuya combinación no se presenta con frecuencia, ese rico organismo en el que no había sino tendencias hacia el bien, y una invencible repulsión á la iniquidad y á la injusticia, se aniquilaba á los golpes de la bayoneta del enemigo, enloquecido por una victoria que no pudo esperar.

Narciso de la Colina merece mucho mas que este rapidísimo bosquejo de su vida y de su muerte, singularmente gloriosa.

Debe ocupar y ocupará una página en la historia de su patria, quedando solo este trabajo, como guía y punto de partida, para los que mas tarde emprendan la obra de escribir, aquella.

L. GARCÍA.


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"Recuerdo de la S.A. de la Exposición a los defensores de la patria en la guerra de 1879 a 1883: en el LXIV aniversario de la independencia del Perú, 28 Julio de 1885" Lima,1885

Saludos
Jonatan Saona

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