10 de agosto de 2019

Baldomero Dublé Almeida

Baldomero Dublé Almeida
Don Baldomero Dublé Almeida
Teniente Coronel de Injenieros

I
La vida de ciertos hombres queda escrita por ellos mismos, de tal manera que su propia labor no deja campo ni ocasión para la labor ajena. Hijos de sí mismos, todo lo han debido a su propia enerjía, i cuando ésta desaparece, agotada la savia de la vida, o tronchado el ramaje por el peso de los años, o por súbito rayo, ellos mismos se han encargado de dejar delineada la clara i duradera estela de su memoria, de sus hechos i de sus servicios.

II.
De esa clase de hombres fué el distinguido jefe i ciudadano que, escapado de mil azares, perdió por un fatal acaso el país i el ejército en la persona del teniente coronel don Baldómero Dublé Almeida.

Era este brillante oficial, un gran trabajador, un hombre de fierro en la tarea i en el lápiz.

Aun durante la penosa navegación que le traía postrado por el dolor en un mal camarote del Itata, en su viaje de Chorrillos a Valparaíso, el comandante Dublé Almeida escribía todos los días sus impresiones, sus recuerdos i sus propósitos, en su libro de memorias; i cuando no trabajaba en su propia tela, llamaba a su lado a aquellos de los oficiales heridos que venían a bordo i a quienes podía consultar sobre los puntos oscuros de su memoria o de su laboriosa e infatigable investigación. El comandante Dublé Almeida ha llevado, junto con su ¡ntelijente hermano Diego, el más completo i más minucioso diario militar de la campaña.

III.
Debía sin duda el comandante Dublé aquella incesante actividad de su espíritu a los oríjenes de su organismo, porque su abuelo, el gran patriota del norte, don Diego de Almeida, el primer explorador del desierto de Atacama, recorríalo todavía, ájil i brioso, a la edad de 75 años, i en todas direcciones lo trasmontaba como cateador, sin más que una bolsa de harina en su morral i dos chifles de agua en la cabecera de su enjalma. Don Diego, a la venerable edad que hemos recordado, fué el guía que condujo en 1853 al doctor Philippi en su exploración científica desde Taltal a San Pedro de Atacama; i a poco de esa hazaña, murió.

Por su estirpe paterna, el comandante Dublé era de orijen francés o catalán, i esto explica en él, como en su hermano, el bravo comandante del Atacama, esa especie de fogosidad natural de los hábitos de la vida militar que los franceses denominaban élan, ímpetu irresistible del corazón, del músculo i de la sangre, todo a un tiempo.

IV.
En obedecimiento a ese impulso del alma fué que Diego Dublé pidió i obtuvo el mando del más arrojado rejimiento del ejército en la víspera de la batalla de Chorrillos, i por igual camino su hermano, o más propiamente su jemelo, marchó a la muerte, queriendo evitar, con su propia vida, bárbara e inútil matanza de propios i enemigos, en aquella aldea de príncipes, hoi panteón hecho cenizas.

Como hombres de valor impetuoso, los Dublé Almeida han sido señalados desde la escuela, o si es posible decirlo así, desde su cuna.

Hemos dicho ya quien era su abuelo: el más intrépido viajero del desierto, tarea en que se ejercitó solo, o casi solo, durante más de medio siglo.

Ahora bien, un hijo de este noble anciano i tío materno de los Dublé Almeida, llegó a ser en Méjico jeneral de brigada, en razón de su temeraria bravura, desplegada especialmente en la toma de la ciudad de Chihuagua. allá por el año de 1855. Pasó éste después al Perú, donde ¡caso extraño! le mataron a traición en Chorrillos (1859), en el sitio mismo en que aleve bala hirió de muerte a su sobrino. Su nombre era Antonio Almeida, carácter lijero, pero nobilísimo i entusiasta corazón.

V.
He aquí ahora algunos rasgos sencillos de la vida del menor de los Almeidas.

Nacido en Valparaíso en 1843 de un padre cuyos hermanos habían sido soldados, marinos, industriales, agricultores, mineros, negociantes (porque para todos los gremios había en su número i en su esfuerzo), educóse en aquella ciudad en el colejio alemán de Scheel, junto con varios hermanos que formaban parejas entre·sí, como él traíala formada desde la cuna con su hermano Diego que le ha sobrevivido para guardar honrosamente su digna memoria.

Entre esos grupos de la temprana i querida fraternidad del aula, figuraban, todos más o menos iguales en años (de diez a doce en 1853), los hermanos Juan José e Ignacio Latorre, los dos Condell (Carlos i Ernesto) i los dos Castillos (Luis i Alamiro).

Baldomero Dublé era menor en edad que su pareja, porque había nacido en 1844. Por consiguiente, desapareció del servicio de las armas en la flor de los años, cuando aun faltábale buen camino de ellos para llegar a la mitad de la carrera activa del soldado.

VI.
Incorporado a la Academia Militar cuando tenía apenas 14 años (25 de abril de 1857), era nombrado alférez de artillería el 13 de enero de 1862, después de haberse señalado sobremanera en los estudios matemáticos i especialmente en el áljebra, la topografía i la fortificación, en cuyos exámenes obtuvo votos unánimes de distinción.

A la edad de 21 años el comandante Dublé Almeida era teniente de su arma (octubre de 1865): i capitán de injenieros, con residencia en Chiloé, en 1865.

I fué en esa época cuando, hallándose bajo las inmediatas órdenes del coronel Sotomayor, intendente de esa provincia amagada por los españoles, fortificóla en sus principales puntos vulnerables.

VII
Baldomero Dublé fué durante la primera época dé su existencia, un niño frájil i enfermizo, ¡así creció en la doble lucha del alma i la fatiga física que de ordinario domina a aquella en la precaria infancia de los seres. Era, no obstante, un espíritu resuelto, una intelijencia despierta, un corazón de fuego disimulado por un rostro apacible, indiferente i a las veces glacial.

Sin embargo de estas apariencias, la pasión fogosa i altiva vivía en el pecho del comandante Dublé Almeida, subordinada en lo absoluto a las condiciones del deber i a la dura disciplina de la vida, en el desvalimiento i la enseñanza.

Por esto hemos dicho antes que fué un hombre hecho hombre por sí mismo.

VIII.
Desde que, según dijimos, entró, en efecto, de mui corta edad, a la Academia Militar, fué nombrado "brigadier", es decir, superior de sus condiscípulos en cuanto al réjimen interno del establecimiento. I por la misma causa, siendo todavía alumno, fué elejido profesor i ayudante militar de la Academia.

Obtuvo en esta la mayor parte de los premios, sobresaliendo siempre en los ramos de matemáticas i de dibujo. El comandante Dublé era uno de nuestros más elegantes paisajistas i el mejor delineador de fortalezas que existía talvez en el ejército.

Era un injeniero militar de primera nota.

El trazó las fortificaciones de Chiloé, durante la guerra marítima con España, i a su lápiz i a su injenio débense no pocos de los trazados que hoi son la puerta i la barrera de la Araucanía, el Traiguén, Adencul, Lumaco, Purén, etc. Tanto le distinguía por sus servicios el jeneral don Basilio Urrutia, jefe de las fronteras, que le hizo su hijo en 1875, desposándose en ese año el mayor Dublé con una de sus intelijentes i apreciables hijas.

IX.
Tenía el comandante Dublé el arte de hacerse comprender i estimar de sus jefes, i debió a estas circunstancias la de que su antiguo director en la Academia Militar, el hoi jeneral de división don Emilio Sotomayor, le pidiera para llevárselo consigo a Europa, en calidad más de consultor que de ayudante, en el desempeño de la importante comisión que en 1872 le confiara la administración Errázuriz, para armar el país conforme a los sistemas modernos. El jeneral Sotomayor guardó i conserva todavía el más vivo i profundo aprecio por su brillante subalterno.

El comandante Dublé Almeida era un trabajador infatigable i un organizador de mérito conocido. Por esto, cuando se organizó la Intendencia Jeneral del Ejército, le llamaron para que desempeñara un puesto de confianza en esa oficina, i después pasó en el mismo carácter al ejército del norte.

Nombrado jefe de Estado Mayor de la cuarta división, que mandó en Tacna con facultades discrecionales el intrépido coronel Barbosa, el comandante Dublé Almeida selló la victoria en la extrema derecha de la línea enemiga, cañoneando sus fuertes en esa división con la batería Fontecilla, i marchando en seguida al asalto con los Zapadores, el Lautaro i los Cazadores del Desierto, que mandaban respectivamente Santa Cruz, Robles i Jorje Wood.

X.
En la nueva planta del ejército, el jeneral Sotomayor volvió a reclamarle, como su más
poderoso auxiliar, i en la batalla de Chorrillos el teniente coronel Dublé Almeida se batió en el alto puesto de jefe de Estado Mayor de una división que era mayor por sí sola que el ejército con que habíamos arrebatado a la Alianza sus posiciones de Tacna.

XI.
Condújose en el combate el comandante Dublé Almeida con su bizarría acostumbrada, i hé aquí cómo su propio hermano contó al autor de estos recuerdos, en carta sincera i dolorida, las peripecias de su valiente participación en el final de la gran batalla, que a él en la hora postrera de la última costóle la vida en jeneroso empeño.

ΧIΙ.
“Me tocó,—decía el coronel del Atacama en su relación de aquel doloroso trance,—me tocó subir al morro Solar por su extremidad sur. Recorrida su extensa ceja hasta llegar al Salto del Fraile, encontré allí como doscientos jefes, oficiales e individuos de tropa peruanos, ya prisioneros de nuestros soldados. Aquellos me rodearon, i el teniente coronel don Juan Fajardo me pidió, a nombre de sus compañeros, ser trasladado a bordo de nuestros buques. El número de soldados chilenos en aquel lugar aumentaba a cada instante con los que subían por la falda oriental de ese inmenso cerro. Entre estos llegó mi hermano acompañado de su ayudante i deudo don Ramón Rojas Almeida. Con ellos me dirijí hasta el fuerte que domina el mar. Al llegar allí vimos con horror que ardían las plataformas i entre el fuego se retorcían con las convulsiones de la muerte varios soldados enemigos. Mi hermano ordenó entonces apagar el fuego a nuestros soldados, que miraban indiferentes esa escena. Los que de mala gana se movieron observaron que no había agua en esa altura. Comprendiendo mi hermano que no ejecutarían de buena voluntad la orden, les dijo que era necesario evitar que el fuego se apoderase de las cureñas de los cañones, i que estos los necesitábamos para bombardear a Chorrillos que aún no se rendía. El deseo de los soldados de hacer fuego a la población con los propios cañones del enemigo i la circunstancia de que en ese momento desde Chorrillos—que está sólo a 300 metros , de distancia del Salto del Fraile—nos hacían un fuego más sostenido de fusil, hizo que los soldados se apresurasen a apagar el incendio desparramando la arena de los sacos que formaban la barbeta del fuerte.

“Dejados los prisioneros con las custodias correspondientes, bajamos a la población con el fin de hacer salir de ella a nuestros soldados.

“Mi hermano entró por la calle que está frente al cementerio. A poco andar, encontró al jeneral don Emilio Sotomayor, comandante de la división de la cual aquel era jefe de Estado Mayor, que se hallaba allí a caballo acompañado de varios jefes i oficiales.

“Luego se presentaron a este grupo varios soldados trayendo prisionero del interior de la población a un oficial peruano. Uno de ellos dijo que ese oficial pertenecía a una fuerza enemiga que se resistía en una casa de altos. El oficial se apresuró a observar que esa fuerza se rendiría si alguien iba a intimarles la rendición.

“Mi hermano se ofreció para el caso, i tomando la venia del jeneral Sotomayor se dirijió al interior de la población acompañado del ayudante Rojas i su asistente, los tres a caballo, i el oficial peruano a pie.

“El fuego dentro de la ciudad era mui sostenido, tanto de parte de los defensores que estaban en el interior de las casas como de nuestros soldados.

“Al llegar a una esquina junto a la cual había un numeroso grupo de los nuestros, estos previnieron a mi hermano que no continuase porque desde una casa de altos que le mostraron mataban a todo el que pasaba. Siguió su marcha, i al llegar a inmediaciones del lugar que le habían indicado como peligroso, el enemigo desde el interior de los altos hizo una descarga, cayendo muerto el oficial peruano que los guiaba, i mi hermano herido, atravesado por una bala la pierna derecha en su nacimiento.

«Nuestros soldados que estaban próximos al sitio, al ver esto se avalanzaron a la casa, incendiándola después de haber dado muerte a todos los que la ocupaban.

«Mi hermano fué conducido por el ayudante Rojas i su asistente a una pieza de la estación del ferrocarril. Pocos minutos hacía que se encontraban allí cuando sintieron que hacían fuego sobre la estación. El ayudante Rojas sale a la puerta i ve que son nuestros soldados que disparan sus armas sobre el edificio. Estos, guiados por la cantinera Irene Morales, que completamente ebria de coraje i de licor les había asegurado que allí se habían asilado oficiales peruanos, hacían un nutrido fuego.

«El ayudante Rojas, corriendo a cada instante el peligro de ser muerto, pudo con gran dificultad convencer a los soldados que allí sólo estaba el comandante Dublé, herido" (1).

XIII.
Embarcado el comandante Dublé al día siguiente en el vapor Itata, que por el número de las víctimas que a su bordo trajo o hizo, fué denominado en aquellos días de constante acarreo de la muerte "un sepulcro flotante", agravóse considerablemente su herida, i al fin, postrado por incurable anemia, falleció en Santiago a mediados de febrero de 1881.

Su daño pareció al principio leve. Pero él, por algún motivo, no parecía entenderlo de esa manera, porque cuando fué trasportado a Santiago i la muchedumbre lo aclamaba en la estación, dando entusiastas voces de ¡Viva Dublé Almeida!, él sacudió tristemente la cabeza en su camilla i exclamó con melancólica sonrisa al oído de los que con afectuoso cuidado le escoltaban:—¡Dublé Almeida no vivirá!...

Su triste vaticinio cumplióse cual él lo pensaba, rompiéndose así en el primer tercio de su carrera una vida preciosa para la República.

Hubiéramos querido nosotros ofrecer a sus manes el justo homenaje debido a su señalada mérito, i esto con tanta mayor eficacia cuando todo tributo de nuestra parte habría sido solo pago de deuda al jeneroso cuidado que en un día de asalto i cobardía contrajimos para con él en un pueblo de las fronteras.

Pero si no nos ha sido posible bosquejar aquí tan noble carrera, el libro de la historia queda abierto i sus pájinas recojerán las manifestaciones que la justicia póstuma debe a los que han servido i se han sacrificado por su patria, como él supo servirla i sacrificarse.

(1) Carta al autor, Santiago, junio 7 de 1882. Esta carta iba dirijida al propósito de demostrar que el comandante Dublé Almeida no había sido herido por nuestros propios soldados en el desorden que siguió en Chorrillos a la victoria, según muchos lo creían, sino por un grupo de peruanos que no quería rendirse, i que él fué en persona a someter, con mucho mayor arrojo que prudencia. A esa carta el autor del presente libro i de la Historia de la Guerra contestó en los términos siguientes:

"Señor coronel don Diego Dublé Almeida.
Santiago, junio 7 de 1882.

Querido coronel i amigo:
Me leído con el mayor interés la.carta que usted tuvo la bondad de traerme ayer en persona, la acepto con mucho gusto i la envío inmediatamente a la prensa, pero no a título de rectificación sino de exclarecimiento.

Yo de ningún modo digo que su lamentado i digno hermano el comandante Dublé fuera muerto por nuestros propios soldados en Chorrillos.

El pasaje a que usted alude (vol. IV, páj. 1,020) dice textualmente así:

«Pereció en aquel vértigo fatal de la victoria i del valor, el intelijente i pundonoroso comandante Baldomero Dublé Almeida, hermano del del Atacama, i el teniente de Zapadores don Federico Weber, hijo de alemán i vecino de Constitución, soldado-diarista sacrificado en el albor de la vida por cumplir un deber de humanidad después del deber del patriotismos.

En ese párrafo no aparece, bajo concepto alguno, que Baldomero Dublé Almeida ni Federico Weber murieran por las balas de los nuestros, sino en la horrible batahola, combate, carnicería e incendio que tuvo lugar en Chorrillos al penetrar en ese pueblo nuestras tropas victoriosas.

Al contrario, me parece decir que murieron en medio de la victoria, cumpliendo deberes de humanidad con los vencidos; i esto mismo es lo que usted cuenta con los interesantes detalles que ya me había referido i que constan además de su diario de campaña que tuvo usted la bondad de obsequiarme.

Si no di cabida al incidente, con todos sus pormenores, fué únicamente porque en una obra compendiosa como la Historia de la Guerra no era posible entrar en individualidades, mucho más cuando el volumen destinado a narrarlas contaba ya más de mil doscientas pájinas.

En otro sentido yo he pedido a usted en varias ocasiones, que recurriendo a la fibra natural de su espíritu, rompa el sello a los papeles de su amado hermano, i me comunique lo que a su memoria i a su fama pueda convenir. I esto mismo se lo reitero hoi, porque usted sabe que yo no sé olvidar la amistad i menos sé olvidar la gratitud. Baldomero, como usted sabe, me dio en Angol prueba de tener alma más levantada que los sicarios que me causaron la herida que él mismo durante una noche de vela curó por sus manos.

La vida de Baldomero Dublé no es pues para mí sólo un recuerdo, es una deuda.

I siempre estaría dispuesto a pagarla a usted, a su viuda i a sus hijos su afectísimo amigo
B. Vicuña Mackenna."


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo I, por Benjamín Vicuña Mackenna.

Saludos
Jonatan Saona

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