20 de diciembre de 2015

Revolución en Lima

Grabado de "Le Monde Illustreé"
La revolución en Lima

(PATRIA de Lima, Diciembre 21 de 1879) 
"LOS SUCESOS DE ANOCHE. 

A las 2 P.M. de ayer, un ayudante del jeneral La-Cotera se presentó en el batallón Ica que manda el coronel don Pablo Arguedas, acuartelado en la plaza de la Inquisición, i comunicó al jefe que el Ministro de la Guerra habia dispuesto que enviase 2 compañías del cuerpo de su mando al palacio de Gobierno. 

El coronel Arguedas contestó que no era posible acceder al pedido de S.S. por carecer el batallón de fornituras, que era ridículo presentar a los soldados a las miradas del público en el estado en que se encontraban los de su cuerpo i que así lo habia manifestado el dia anterior al mismo jeneral La-Cotera, que en persona habia visitado su cuartel. 

Al oir esta respuesta parece que se encolerizó el jeneral. 
—Inmediatamente envió un ayudante a que llamase al coronel Arguedas.

Este contestó que no le era posible ir por hallarse enfermo. 
El jeneral La-Cotera insistió en pedir las 2 compañías i el coronel Arguedas en negarlas. 

Su última contestación fué terminante. 

Inmediatamente el Ministro ordenó que los batallones 2 ,3 i 24, Guardia de Honor, Ancachs núm. 10 i algunos otros cuerpos del ejército, apoyados por las columnas de celadores, se constituyesen en la plaza de la Inquisición con el objeto de intimar rendición a los voluntarios de Ica. 

A las 4.30 P.M. desfilaron estos cuerpos i ocuparon las calles adyacentes a la plazuela. 

Entretanto, los voluntarios se habían puesto en actitud de rechazar cualquier ataque. Ocuparon el techo del cuartel i allí se parapetaron esperando ser ofendidos. 

En efecto, poco después rompieron sus fuegos las tropas enviadas por el jeneral La-Cotera, siendo contestados con tezon por los de Ica, a cuya cabeza se hallaba el coronel Arguedas. 

La lucha se trabó terrible por ambas partes. 
Se notaba, sin embargo, que el fuego de los atacados era mas vivo que el de las otras tropas. 

Viendo la tenaz resistencia del batallón del coronel Arguedas i comprendiendo la imposibilidad de hacerlo rendir, el jeneral La-Cotera ordenó que funcionase la artillería, i al efecto se colocó un cañón de poco calibre i una ametralladora en una de las boca-calles de la plazuela.

En este momento llegó el jeneral La-Cotera, que habia permanecido en Palacio dictando sus órdenes.

Desde la esquina de la calle de Juan de la Coba i protejido de los fuegos por la pared de la casa situada allí, dirijió el ataque a Calceletas, que era el punto donde se hallaba el batallón Ica. 

La ametralladora principió a funcionar, pero sin causar estragos en las filas de la tropa del coronel Arguedas. 

La posición que éstas ocupaban era magnífica, no pudiendo ser ofendidas por ninguno de sus flancos i dominando completamente, desde los techos, al enemigo. 

Solo así puede esplicarse que los 100 hombres, únicos del batallón, que entraron en combate, permaneciendo el resto de reserva, hayan hecho retroceder a una fuerza veinte veces superior, causándole considerables bajas i poniendo en fuga a batallones íntegros. 

En cuanto a bajas, el batallón de Ica las ha tenido, pero en mui pequeño número. Siete muertos i otros tantos heridos, es, poco mas o menos, lo que ha perdido ese cuerpo que, después de 2 horas de un terrible combate en el que él solo quemó cerca de 2,000 cartuchos, pudo emprender su marcha en completo orden.

A pesar de hallarse presente el Ministro de la Guerra, sus batallones no dieron pruebas de resistencia, pues no eran adictos a la causa que sostenían. Los soldados que fugaban se unían a las fuerzas que apoyaban al coronel Arguedas.

Pocos momentos después de haber principiado el combate, comenzaron algunos soldados a fugar, dando el ejemplo la columna de Amazonas, llamada Guardia de Honor i mandada por don Ricardo Espiell.
Esta columna sufrió algunas bajas i se dispersó. Con el batallón Ancachs núm. 10 sucedió algo semejante, i así con los demás batallones.

A las 7 P.M. ,próximamente, el fuego continuaba. 

El batallón Paucarpata núm. 14, desde los techos del local de la compañía de bomberos Roma i la calle de la Universidad atacaba Calceletas sin obtener ninguna ventaja. 

A esa hora comunicaron al jeneral La-Cotera, que el coronel don Nicolás de Piérola, con el batallón Guardia Peruana núm. 8, avanzaba por la Concepción en camino para el palacio de Gobierno. 

Atemorizado el Ministro de la Guerra con esta noticia i viendo que era imposible hacer rendir a los soldados del valiente coronel Arguedas, abandonó el campo apresuradamente i se marchó a concentrar sus fuerzas en la plaza principal. 

La Guardia Peruana, qué acudía a poner término a tanto desorden, avistó por una boca-calle a un batallón, el Izcuchaca núm. 23, según se nos asegura, e hizo fuego sobre él, causándole bajas i poniéndolo en fuga. Los soldados se dispersaron i fueron a engrosar las filas de los cuerpos contrarios al jeneral LaCotera.
Después de esto, continuó su marcha el batallón del señor Piérola. 

A la cabeza de la Guardia Peruana, formada en ala, penetró a la plazuela de la Inquisición i atacó con ímpetu a las fuerzas que habia abandonado el jeneral La-Cotera. 
Estas resistieron poco tiempo, emprendiendo después la fuga con dirección a palacio. 

El coronel Piérola no perdió tiempo. Inmediatamente marchó sobre la plaza principal. Penetró en ella, haciendo retroceder al batallón Callao, fuerte de mas de 800 plazas, i ocupó los dos portales. Desde allí principió a hacer fuego sobre el batallón Callao, que retrocedía incesantemente. 

Atacado de frente i por uno de sus flancos, ese batallón tuvo que refujiarse en palacio i cerrar las puertas. 

Dueño del campo el señor Piérola, emprendió su marcha hacia la plazuela de SanJuan de Dios, después de haber restablecido el orden. 
En su tránsito se le opuso una columna de celadores. 

La Guardia Peruana avanzó. El jefe de esos celadores dio la orden de hacer fuego. Entonces el señor Piérola, solo, se lanzó sobre esas fuerzas, le increpó su conducta antipatriótica i le ordenó marchar a retaguardia de su batallón. 

Los celadores no hicieron fuego, obedecieron la orden del señor Piérola i siguieron la marcha de la Guardia Peruana. 

Debemos hacer constar dos cosas: primero,que la desercion de los soldados que sostenían al jeneral La-Cotera i ha sido orijinada única i esclusivamente porque les era antipática la causa que se le quería hacer sostener. 

Esta declaración la creemos indispensable en honor del nunca desmentido valor de nuestras tropas, i para evitar que los chilenos interpreten como cobardía lo que no ha sido, por el contrario, sino patriotismo; i segundo, que los jenerales i coroneles que han dirijido el ataque al batallón del señor Arguedas, han manifestado su ignorancia aun de los principios mas rudimentarios de la táctica. Mientras el coronel Arguedas situaba sus fuerzas en lugares a propósito i establecía jente de reserva, no contando sino con 600 hombres i viéndose atacado por 2 a 3,000, las tropas contrarias se batían a descubierto, sin ninguna disciplina i sin plan alguno. 

I si esto no basta para probar lo que hemos dicho respecto a los conocimientos militares de dichos jefes, citaremos otro hecho. 

Tanto en el ataque a los voluntarios de Ica, como en el combate de la plaza principal, i aun en el tránsito por las calles de la capital, los batallones del jeneral La-Cotera han marchado en columna cerrada, presentando blanco seguro i sufriendo los tiros de los contrarios, sin poder maniobrar en ningún sentido. 

De aquí que tengamos que lamentar tantas desgracias. 

En cambio, la Guardia Peruana no ha perdido sino tres o cuatro hombres en toda la refriega. Los jefes revelaron intelijencia i conocimientos militares. 

Respecto a las pérdidas sufridas por nuestro ejército i a las desgracias de parte del pueblo, que también ha habido algunas, nuestros lectores nos permitirán que guardemos una reserva necesaria."

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Imagen: grabado publicado en la revista francesa "Le Monde Illustreé"

Saludos
Jonatan Saona

1 comentario:

  1. Prácticamente una guerra civil con el ejército de Chile en plan de invasión. La eterna desunión que ya es endémica en el pueblo peruano. Bueno, querían a Piérola, y las consecuencias se vieron en 1881.

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