8 de junio de 2014

Explosión en el Ciudadela

Pantalón de R. T. Arriagada
Explosión en el Ciudadela (Arica)

Texto tomado del libro de Nicanor Molinare "Asalto y Toma de Arica"

"En el alto mástil del rendido Ciudadela, flotaba todavía la enemiga enseña; y el subteniente don José Miguel Poblete, hijo del pueblo y soldado valiente, como pocos, se lanzaba cual ágil y diestro marinero, mástil arriba para arrancar los colores peruanos, cuando sin que nadie sospechara el aleve atentado, porque el reducto estaba rendido, una explosión espantosa atronó el aire, y un volcán de fuego, de llamas, humo, restos humanos, tierra, pedazos de cañón y de cuanto la humana dantesca imaginación pueda inventar, pobló el espacio.

La Santa Bárbara del fuerte había estallado; y en horrible montón, revueltos chilenos y peruanos, vencedores, vencidos y prisioneros quedaron en el interior de aquel maldito recinto.

Un soldado peruano, un artillero, Alfredo Cadenas(*), había prendido el polvorín y hecho saltar el poderoso reducto, con gran parte de sus defensores; y para fortuna, con pocos de los nuestros, porque en ese momento los jefes del regimiento, que ahí estaban, ya habían despachado a su tropa en demanda del Morro, del pueblo y de sus demás compañeros del 4.º.

El primero en volar, en morir, fue el subteniente don José Miguel Poblete, cuya cabeza se llevó la explosión matándolo instantáneamente; su cuerpo decapitado y horriblemente mutilado, cayó pesadamente sobre el parapeto y su espíritu y su nombre se gravó para siempre en la historia patria.

¡Honor y gloria a Poblete, que nacido en humilde e ignorada cuna, selló con su sangre la legitimidad de su nombre y de su fama!

Ahí murió también el sargento segundo de la 1.ª del 1.º, don José del Carmen Henríquez, hermano menor del Mayor del Buin, don Juan, a quien tan de lleno debió tomar la explosión que de él no se encontró rastro ni huella alguna; afuera de aquel recinto se hallaron después, los cadáveres de nueve terceros más, quemados, ennegrecidos, destrozados por aquel volcán de pólvora, dinamita y llamas.

El subteniente, don Pedro Nolasco Wolleter, voló también, pero no murió; eso sí quedó sordo durante mucho tiempo y como alelado.

El teniente don Ramón Toribio Arriagada, saltó también al aire con la tremenda explosión; y al caer perfectamente sano y vivo, despejada la atmósfera del espeso humo y tierra que cubría el reducto, todo el mundo pudo ver, al veterano Arriagada, reliquia del año 1838, vencedor de Yungay, que de puro entusiasta había vuelto al servicio, sano y salvo, pero con los pantalones y calzoncillos enteramente hechos jirones, deshilachados. Sólo quedaban en su cuerpo intacta, la pretina, de esas prendas.

Arriagada, atontado, completamente sordo, pasó larguísimo tiempo sin darse cuenta de la situación en que lo había dejado el estallido de la Santa Bárbara enemiga.

El teniente Arriagada era hijo legítimo del coronel don Pedro Ramón Arriagada, compañero y amigo personal de don Bernardo O'Higgins, y primer comandante en 1818 del 4.º de línea, que mandó en Maipú.
Don Ramón Toribio, su hijo, había nacido en 1819, en Concepción; de modo que, el 7 de junio de 1880, cuando voló por los aires en El Ciudadela, tenía nuestro teniente, 61 años, y todavía andaba en busca de gloriosas aventuras".


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(*) El nombre correcto es Alfredo Maldonado.

Imagen, pantalón de Ramón Toribio Arriagada luego de la explosión del Ciudadela

Saludos
Jonatan Saona

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