Remigio Morales Bermúdez |
COMANDANCIA DEL BATALLÓN LIMA NÚM. 8.
Aguada de Ramírez, Noviembre 20 de 1879.
Señor teniente coronel:
Tengo el honor de poner en conocimiento de Ud. los hechos realizados en el combate que tuvo lugar ayer contra las fuerzas chilenas que guarnecían el cerro denominado San Francisco, y en el cual le tocó combatir al cuerpo que está a mis órdenes.
A las 2:15 P. M. recibí orden verbal del señor comandante general de la división para marchar en disposición de combate y colocarme al costado derecho de la oficina Saca si Puedes, orden que cumplí inmediatamente formando en columna cerrada a retaguardia del batallón Puno núm. 6; media hora después avanzamos en columna conducidos por el mismo señor comandante general en el orden siguiente: la 1ª y 2ª compañías al mando del teniente coronel don Mariano Perea, la 3ª y 4ª al del teniente graduado don Juan C. Vizcarra, la 5ª y 6ª con el sargento mayor don Feliciano Salguero, y la 7ª compañía, formada por las altas recibidas del batallón Puquina, al mando del ayudante mayor, capitán don Manuel Asanza; marchando en esta disposición hasta que, colocados a menos de tiro de fusil del citado cerro, se mandó desplegar en batalla y se me dio la orden de atacar, continuando de frente hasta coronar la cima, tomando el costado izquierdo de la loma que conduce al morro.
El enemigo rompió sus fuegos de artillería y el batallón, conforme a las instrucciones recibidas, continuó su marcha en batalla hasta que, pasando la falda del cerro principió su ascensión, desfilando las compañías por el flanco y recibiendo el fuego enemigo sin contestarlo, con el arma a discreción, hasta más de dos tercios de distancia que nos separaba de la fortaleza enemiga; a esa altura se rompió el fuego, ganando siempre terreno con rapidez hasta colocarnos al nivel de la columna ligera de vanguardia, compuesta de una compañía del batallón Zepita y otra del Illimani; con esta fuerza y en unión del batallón Puno se logró en pocos momentos desalojarlos de sus parapetos y que abandonasen los dos cañones que nos ofendían por ese costado, y que no obstante de haberse intentado por algunos soldados hacerlos virar para nuestra defensa, fue imposible ejecutarlo por hallarse firmemente asegurados en tierra.
En este momento se acercó a mí el señor coronel Jefe de Estado Mayor General y le hice presente lo urgente que era reemplazar con tropas de refresco a las que combatían en ese instante; entonces me ordenó fuese en persona a comunicar la orden de que avanzase la segunda división; pero habiéndole contestado que no era posible desampara mi batallón en esas circunstancias, resolvió ir en persona a impartir sus órdenes.
Mientras esto sucedía, fuerzas superiores del enemigo lograban rechazar a las nuestras y recobrar nuevamente sus posiciones; pero repelidos inmediatamente, se vieron precisados a desocuparlas.
Tres veces consecutivas trató el enemigo de disputarnos el terreno, y otras tantas fue rechazado, hasta que, agotadas las municiones, cansada la tropa por lo rudo del combate que sostenía, diezmada por el nutrido fuego, en esperanza de recibir refuerzo alguno del resto del ejército que permanecía de mero espectador del combate, y, finalmente, sufriendo el fuego incesante que nos hacia el ejército boliviano, causándonos mayor número de bajas que las que hacía el ejército enemigo, infundió, como era lógico esperarse, el desaliento y desorden en nuestras filas, que se veían asesinadas a mansalva por los fuegos de amigos y enemigos, Esto era una torpe dirección o un error, pero un error fatal y que debía traer por consecuencia natural un descalabro.
Fraccionado el batallón en distintas direcciones recibí orden de reconcentrarlo al lugar que antes ocupaba en el campamento. Pocos instantes después, cuando el enemigo creyéndonos en desorden, se animó a descender de sus parapetos, recibí la de replegarme, con la fuerza al flanco derecho de la línea, lo que en el acto verifiqué, permaneciendo en ese lugar hasta las 10 P. M., hora en que el señor coronel Comandante General me ordenó siguiera la retirada que emprendía en ese momento el ejército peruano.
Adjunto una relación de los muertos, heridos y dispersos que ha tenido el batallón durante la acción. Réstame solo manifestar a Ud. el buen comportamiento observado durante el combate por los señores jefes, oficiales e individuos de tropa que se hallan a mis órdenes, sin hacer distinción alguna individual, porque todos a porfía han rivalizado en el cumplimiento de sus deberes, con una abnegación que solo la naturaleza de los hechos que dejo expuestos podía hacer estéril. Y es más sensible aun el dolor que experimento, desde que siendo formado el batallón por los alumnos de la escuela de clases, jóvenes de 12 a 18 años de edad casi en su mayor parte, se han exhibido ante dos ejércitos, dando nuestras de valor y audacia a toda prueba, sacrificando su vida con toda la fe que el patriotismo inspira para recibir, en lugar de una victoria, la más amarga decepción.
Sírvase Ud. poner el presente parte en conocimiento del señor coronel Comandante General de la división para que se sirva darle el giro que estime conveniente.
Dios guarde a Ud.
REMIGIO MORALES BERMÚDEZ
Al señor teniente coronel Jefe de Estado Mayor de la división Vanguardia.
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Saludos
Jonatan Saona
Sería bueno que se escriba la actualización de los integrantes de la Escuela de Clases en la Guerra del Pacífico.
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