1 de noviembre de 2011

Parte de Escala sobre Pisagua

Erasmo Escala
Parte de Erasmo Escala sobre Pisagua

GENERAL EN JEFE DEL EJÉRCITO DE OPERACIONES DEL NORTE

Campamento del Hospicio, noviembre 10 de 1879.

Señor Ministro:

Desde el día en que fui investido con el alto carácter de General en Jefe del ejército de operaciones del Norte, ayudado con la eficasísima cooperación del señor Ministro de Guerra en comisión, don Rafael Sotomayor, contraje mis esfuerzos con preferente atención a preparar y organizar los elementos de una expedición sobre el territorio enemigo, que, asegurando el triunfo de nuestras armas, apresurara el término honroso de la injusta guerra a que tan alevosamente habíamos sido provocados.
Graves dificultades se presentaban para tan ardua empresa. El estado del ejército de mi mando era altamente satisfactorio; pero los obstáculos materiales que a ella se oponían, eran casi insuperables. Cualquiera que fuera el punto del país enemigo que se eligiera como el objetivo de operaciones, había de presentar toda clase de inconvenientes.

La enorme distancia que nos había de separar de los centros de nuestros recursos, la escasez de elementos de transporte y de movilización de que podíamos disponer para un crecido ejército, la privación de los medios de sustentación, la falta casi absoluta de un elemento tan indispensable como el agua, la influencia del clima y muchas otras dificultades que no se ocultarán a la inteligente penetración de V. S., nos obligaba a tomar todo género de precauciones y prevenciones que nos pusieran a salvo de toda eventualidad o emergencia.

Con todo, cábeme ahora la honrosa satisfacción de dar cuenta a V. S., de que esta expedición ha sido llevada ya a cabo en una importantísima parte con un felíz éxito; y no vacilo un momento en afirmar a V. S. que el resultado final ha de corresponder al éxito que hasta aquí se ha obtenido.

En los últimos días del mes próximo pasado, se dio principio en el puerto de Antofagasta al embarque en los buques de nuestra escuadra y transportes nacionales, de nuestras tropas, elementos y pertrechos de guerra, equipo, embarcaciones, provisión de agua, de víveres, de forrajes y de la caballería, como también de las demás existencias que para poder moverse requería un ejército tan numeroso como el destinado a obrar sobre el suelo mismo del enemigo.

Por fin, el día 28 de ese mes se había conseguido tener a bordo de nuestras naves todo el personal del ejército, que constituía la primera división expedicionaria, y el contingente indispensable para ponerse en marcha; y a las 6.30 P. M. zarpábamos del indicado puerto de Antofagasta con rumbo hacia el N.O., dejando en este puerto una fuerte guarnición de cerca de 3.000 hombres de línea y más de 2.000 de guardias nacionales, todas ellas perfectamente equipadas y disciplinadas.

Componíase el convoy de los buques de guerra blindado Almirante Cochrane, cruceros Amazonas y Loa,vapor Abtao, cañonera Magallanes y goleta Covadonga, bajo las órdenes del capitán de fragata, jede accidental de la escuadra, don Manuel T. Thompson; y de los transportes nacionales Itata y Copiapó que daba remolque a la fragata nacional Elvira Álvarez, Limarí, Lamar, Santa Lucía, Toltén, Huanay, Paquete de Maule y Toro, al mando del capitán de navío, Comandante General de transportes, don Patricio Lynch.

Formaban también parte de este convoy la corbeta O'Higgins y el transporte Matías Cousiño, que con anterioridad se habían dirigido al puerto de Mejillones para tomar las fuerzas que había estacionadas allí, debiendo reunirse al convoy en un punto designado, lo mismo que el transporte Angamos, que por haber llegado en la mañana del día que nos dábamos a la vela, tuvo que retardar su salida. 

Las fuerzas de tierra embarcadas aparecen en el siguiente cuadro:
Regimiento 1º de Línea
Regimiento 2º de Línea
Regimiento 3º de Línea
Regimiento 4º de Línea
Batallón Naval
Batallón Valparaíso
Batallón Bulnes
Batallón Chacabuco
Batallón Atacama
Batallón Coquimbo
Regimiento Artillería
Regimiento Artillería de Marina
Regimiento Cazadores de a caballo
Brigada de Zapadores
Cuerpo de Pontoneros

Nuestra marcha, a distancia de unas 50 millas de la costa, tuvo que ser muy lenta, porque el mal estado de algunos transportes, que iban además sumamente cargados, no permitían un andar superior a tres millas por hora.

Después de tres días de viaje, nos encontramos por fin, reunidos ya todos los buques del convoy, el día 1º de noviembre en la mañana, inmediatos a la altura de Pisagua, punto designado para emprender el desembarco; pero tuvimos que mantenernos sobre la máquina durante el día para esperar la primera hora del siguiente, que era el momento más oportuno para intentarlo en mejores condiciones. Ese día se celebró a bordo del buque jefe un consejo de todos los comandantes de cuerpos y buques que en combinación debían obrar durante bla acción; y en él se tomaron las determinaciones que requería el mejor arreglo de la operación de desembarco y ataque.

Debimos amanecer en la madrugada del día 2 en la misma bahía de Pisagua; más el corto andar de varios transportes, según lo he manifestado ya, volvió a atrasarnos, y sólo pudimos presentarnos en el puerto a las 6 A.M.

Un vez que estuvieron en frente de él todos los buques del convoy, los de guerra, blindado Almirante Cochrane, corbeta O'Higgins, cañonera Magallanes y goleta Covadonga, pasaron a tomar dentro de la bahía las posiciones acordadas, manteniéndose el resto a una distancia conveniente. El primero de ellos rompió sus fuegos a las 7 A.M., dirigiendo sus punterías a un fuerte establecido en la parte sur de la plaza, y fueron seguidos por los de la corbeta O'Higgins, cañonera Magallanes y la goleta Covadonga. Después de una hora de un vivo fuego, las certeras punterías de nuestros buques apagaron completamente los fuegos de la batería enemiga, que ningún daño nos hicieron, quedando casi destruida esa batería.

Aunque sobre el morro de Pisagua se divisaba otra fortificación, sin embargo, el enemigo no hizo disparo alguno, a pesar de que fue atacado por los que se le dirigieron desde a bordo.

Entre tanto, una comisión compuesta del coronel don Luis Arteaga, tenientes coroneles don Diego Dublé Almeyda y don Justiniano Zubiria, y del capitán don Juan Santana, fue a practicar, de orden del que suscribe, en una lancha a vapor, un reconocimiento de la playa para informar sobre los lugares apropiados para el desembarco, y pudo hacerlo a pesar de los fuegos que se le dirigieron de tierra al acercarse a la playa, y que la lancha contestó.

Apagados por completo los fuegos de tierra, se hizo avanzar a las 8¾ A.M. los transportes Copiapó y Limarí que conducían los cuerpos de la segunda división en que había sido seccionado el ejército expedicionario para este acto. Esta segunda división, compuesta del regimiento Buín 1º de línea, batallón Atacama y dos baterías de artillería de montaña, fue designada para hacer primero el desembarco en el puerto de Pisagua.

También se ordenó adelantarse al transporte Lamar, que llevaba a bordo la brigada de Zapadores, que por la instrucción especial que el comandante de este cuerpo, teniente coronel don Ricardo Santa Cruz, había dado a su tropa para ataques de esta especie, componía una sección separada.

El desembarco debía hacerse en los botes y canoas de los buques de la escuadra y transportes, y algunas lanchas construidas especialmente con este objeto, las cuales constituían una flotilla de embarcaciones menores que se puso a las órdenes del capitán de navío, ayudante de campo don Enríque M. Simpson, a quien se le confió esta comisión.

La dirección del desembarco de la tropa fue encomendada al coronel don Emilio Sotomayor, jefe de Estado Mayor, quien al efecto se embarcó en una lancha a vapor con el comandante general de infantería, coronel don Luis Arteaga, atendiendo ellos personalmente tan delicada y dificil operación.

Dióse principio a ella a las 9½ A. M. y al dirigirse a la playa las primeras embarcaciones, recibieron un nutridísimo fuego de fusilería de las fuerzas enemigas que se encontraban atrincheradas tras de las enormes y escarpadas rocas que forman esa playa, y de los parapetos que les ofrecían los accidentes naturales del terrno u obras especiales construidas al efecto. Ocultábanse asimismo en los edificios de la población, en los carros del ferrocarril de Pisagua, en las zanjas que quedan al costado de la línea férrea, que está un poco elevada, y tras de grandes rumas de sacos de salitre y pilas de carbón, que había en la estación, y en diversos puntos de la ciudad.

Intentóse a la vez el desembarco en diversas partes, y en todas ellas se les hizo igual resistencia. Dióse entonces orden a la escuadra de que protegiese esta operación con el fuego de sus cañones, dirigiendo sus tiros hacia todos aquellos lugares desde los cuales se hacía fuego a la tropa nuestra. Las balas y granadas de nuestros buques caían en distintas direcciones en todos aquellos puntos en que el enemigo estaba oculto y se produjo entonces el incendio, tanto en los edificios de la población, como en los depósitos de sacos de salitre y de carbón existentes en varias partes.

Sin embargo, no cesaba una verdadera granizada de balas dirigida sobre todos los botes que conducían tropas, y en medio de ellas, merced al valeroso empuje de nuestros soldados y a la serenidad y ejemplar bizarría de sus jefes y oficiales, principiaron los botes a echar a tierra sus tripulantes, teniendo a más que luchar con la pésima condición de los desembarcaderos, en los cuales la ola azotaba contra las rocas con toda violencia.

En medio de tantas contrariedades, logran nuestros botes, aunque con considerables pérdidas, acercarse a la playa, protegidos también por una ametralladora de montaña de la artillería, que se embarcó en un bote, a las órdenes del subteniente del regimiento, don José Antonio Errázuriz, y que prestó una eficaz ayuda.

Las primeras tropas que ponen el pie en tierra son las de la brigada de Zapadores, que dirigidas con acierto por su comandante, merecieron tomar al enemigo por la retaguardia, facilitando así el desembarco del resto de la división, que en esos momentos bajaba a tierra por dos puntos distintos, sufriendo un fuerte ataque de las fuerzas contrarias estacionadas en algunas posiciones elevadas. Venciendo todas estas dificultades, llegaron a tierra el batallón Atacama, regimiento Buín, a las órdenes de sus respectivos comandantes y 108 del regimiento 2º de línea.

Ya una vez en tierra estas fuerzas, principiaron a ganar terreno poco a poco y a dominar algunas alturas, desde las cuales arrojan al enemigo de las ventajosas posiciones en que estaba parapetado, y principia entonces una nueva operación no menos atrevida y dificultosa.

Trátase entonces de arrojar al enemigo de su propio campamento, situado en la cima de un elevado cerro (a 1.300 pies) cortado a pico, y de un terreno movedizo y polvoroso. El enemigo tiene cerrados todos los senderos, y ha ocupado magníficas posiciones, aprovechando los recodos de la vía férrea y del camino, y todas las ventajas que le proporciona el lugar.

Con todo, el batallón Atacama, el regimiento Buín, y 100 hombres del regimiento 2º de línea y 100 de la brigada de Zapadores, a las órdenes del teniente coronel don Luis J. Ortíz, emprenden tan atrevida ascensión, siendo auxiliados en ella por los fuegos de nuestra escuadra, que con toda certeza se dirigen hacia aquellos puntos en que estaban agazapados los enemigos.

Después de cuatro horas y media de un rudo combate sostenido por nuestras tropas en tan desventajosas condiciones con un enemigo que no le era inferior en número, parte de los nuestros llega a dominar la altiplanicie del cerros en que existía el campamento del ejército enemigo, compuesto de los batallones Victoria e Independencia, de más de 1.200 plazas, según informes que he recogido, al mando del coronel boliviano don Juan Granier.

Apenas divisa el enemigo que nuestras fuerzas han dominado la altiplanicie, abandona el campamento y huye vergonzosamente, quedando nuestro el campo a las 2.30 P.M., y al apercibir los buques de la escuadra que el pabellón chileno flameaba en el mismo punto en que se ostentaba momentos antes el del enemigo, suspenden por completos sus fuegos.

Mientras se verificaba este importante hecho de armasen el puerto de Pisagua, la primera división del ejército, compuesta del regimiento 3º de línea, batallón Naval de Valparaíso, dos baterías de montaña y el batallón Valparaíso, embarcada en el crucero Amazonas y en el transporte Itata, se dirige, convoyada por la Magallanes, sobre la caleta de Junín, un poco al sur de Pisagua, donde debía desembarcarse para tomar el camino que debía conducirla al mismo campamento del enemigo, en el cerro de Pisagua, y sorprenderlo allí por la retaguardia.

Esta caleta presentaba también muchas dificultades y peligros parael desembarco, pues las olas reventaban con una gran fuerza sobre las rocas de las playas, que pueden parapetar una fuerza insignificante para rechazar a un ejército, por numeroso que fuera, que tratase de desembarcar allí. Felizmente la pequeña guarnición que había, compuesta de unos 30 hombres, huyó a los tres primeros tiros que se le dirigió de a bordo, y pudo efectuarse con toda tranquilidad el desembarco.

Esta división, a las órdenes del coronel don Martiniano Urriola, continuó su marcha como a las cinco de la tarde hacia el campamento, y vino en amanecer a él en la madrugada del día siguiente, encontrándolo ocupado ya por nuestras fuerzas.

Pasada la hora en que fue tomada la plaza fuerte de Pisagua, se continuó en el desembarco de la tropa hasta entrada la noche, para seguirlo en los dos días subsiguientes, hasta que todas ellas estaban reunidas en el campamento mismo del enemigo, llamado el Hospicio.

Hemos tenido que lamentar algunas bajas, principalmente durante el desembarco, alcanzando ellas también a los botes de la escuadra que se ocuparon en este acto.

En el ejercito hemos tenido las siguientes bajas:

Regimiento Buín.- Muertos: el subteniente don Desiderio Iglesias y doce individuos de tropa.

Heridos: los subtenientes, don Belisario Cordovez y don Domingo Arteaga Novoa, y 27 de la tropa.

Regimiento 2º de línea.- Muertos: tres individuos de tropa, y ocho heridos.

Brigada de Zapadores.- Muertos: 20 soldados.

Heridos: el sargento mayor don Manuel Villarroel, el teniente don Enrique Canto y el subteniente don Froilán Guerrero, y 46 de la tropa.

Batallón Atacama.- Muertos: 19 individuos de tropa.

Heridos: el capitán don Agustín Fraga y los subtenientes don Benigno Barrientos y don Andrés Hurtado, y 51 heridos.

Regimiento de Artillería.- Heridos: dos individuos de la tropa que aompañaban al subteniente Errázuriz en el servicio de la ametralladora.

El regimiento 4º de línea, embarcado en el transporte Toltén, no tomó parte en el desembarco; pero habiéndose acercado este vapor demasiado a la playa, se dirigieron desde tierra algunos fuegos de fusilería sobre la cubierta del buque, en la cual estaba la tropa, causándole la pérdida de 3 soldados muertos y 13 heridos.

No me es posible determinar, ni aún aproximadamente siquiera, el número de muertos que haya tenido el enemigo; el campo quedó sembrado de cadáveres,los cuales se hizo sepultar el día siguiente.

En la marina hemos sufrido las siguientes pérdidas:

Almirante Cochrane.- Un marinero muerto.
Heridos: el guardiamarina don Luis V. Contreras, y tres individuos de la tropa.

Corbeta O'Higgins.- Muertos: el aspirante don Miguel A. Isaza, un guardián 2º y cuatro marineros.
Heridos: teniente 2º don José M. Santa Cruz, dos capitanes de altos, tres marineros y dos grumetes.

Goleta Covadonga.- Un marinero herido.

Corbeta Magallanes.- Un marinero muerto.
Heridos: el guardiamarina don José María Villarreal, un guardián 1º y un marinero.

Transporte Loa.- Heridos: el aspirante don Eduardo Donoso, un patrón de bote y un marinero.

Transporte Limarí.- Fue herido el marinero José Díaz, que no pertenece a la dotación de guerra.

Hemos tomado al enemigo cerca de treinta prisioneros; entre ellos dos tenientes coroneles, un capitán, dos tenientes y un subteniente.

Se ha tratado de atender con solícito interés a los heridos, en cuanto lo permiten los recursos de que puede disponerse aquí, pues por falta de transportes no nos fue permitido traer con el ejército algunas de las ambulancias, cuyos servicios habrían sido muy importantes.

En el campo enemigo existía la ambulancia Arequipa, que atendió a algunos de sus heridos, pero ella se ha retirado ya, llevándose su material.

Con la toma de Pisagua hemos ocupado una parte muy importante del territorio enemigo, no sólo por las condiciones estratégicas especiales que tiene, sino también porque hemos quitado al enemigo una de las partes más interesantes, tanto para su comunicación entre el norte y el sur, como por sus riquezas.

En los primeros días subsiguientes a la toma de la plaza, no pudo movilizarse el ejército por haber sido sumamente escasa el agua y no poderse proveer al soldado de la necesaria para que marchara. Mas, hoy es distinta la condición del ejército; avanzadas nuestras ocupan el territorio hacia el interior en una extensión de más de 60 millas, y en ella tenemos ya el agua necesaria para surtir la tropa, y esta ha sido ya distribuida convenientemente en todo el cantón.

A la presencia de nuestras fuerzas en los puntos del interior, han huido las fuerzas enemigas que allí había. Sólo en Agua Santa una avanzada nuestra de caballería, encontró resistencia en una fuerza de 100 hombres de caballería enemiga, que fue completamente batida por la nuestra, dejando en el campo 70 muertos del enemigo y tomando 6 prisioneros, entre ellos un teniente coronel y un teniente, sin que nosotros hayamos sufrido más que la pérdida de 3 cazadores y 6 heridos.

El comportamiento de los señores jefes, oficiales y tropa, ha sido digno de todo elogio. Los cuerpos que no alcanzaron a hacer el desembarco durante el ataque, anhelaban vivamente compartir la gloria de ir a sostener con las armas en la mano el honor de nuestra querida patria. Los cuerpos cívicos movilizados en la presente campaña, han rivalizado con nuestros veteranos de línea en bravura y disciplina, correspondiendo por completo a las buenas esperanzas que en ellos se fundaban.

Este magnífico espíritu de la tropa no ha desmayado un momento, y hoy espera con ánsia el día en que pueda dar mayores glorias a su país.

Los señores jefes y oficiales, a su vez, están animados del más acendrado patriotismo, y celosos y estrictos en el cumplimiento de su deber, se les ve en los momentos de peligro ser los primeros en acudir. De ello ha dado un espléndido testimonio el memorable hechos de armas de que ahora he dado cuenta a V. S.; así es que me permito recomendar al Supremo Gobierno los importantes servicios que ellos han prestado, comprendiendo esta recomendación a todos y a cada uno de ellos.

Termino, señor Ministro, felicitando al Gobierno y a la nación, por un hecho de armas que viene a agregarse a los muy gloriosos y difíciles que en diversas ocasiones han llevado a cabo los ejércitos chilenos, y que han revelado de cuánto es capaz el soldado chileno cuando se trata del honor de su patria.

Dios guarde a V. S.
ERASMO ESCALA

Al señor Ministro de Estado en el departamento de Guerra



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Agradecimiento por la imagen a Rodrigo Bugueño

Saludos
Jonatan Saona

1 comentario:

  1. No les fue fácil desembarcar. Las tropas defensoras de Pisagua, tanto Bolivianas como Peruanas hicieron todo lo posible para demorar el desembarco. Escala dice en su parte que las tropas Bolivianas eran 1400 soldados. Esto ya es controversial. Recabarren y Buendía en sus partes cuentan a 800 soldados aproximadamente entre Bolivianos y Peruanos presentes en la batalla. La gran mayoría Guardias Nacionales, o básicamente, Reservistas. La unidad de Guardias prácticamente quedó en cuadro en Pisagua. Durante el resto de la guerra no se volvió a organizar una unidad con la misma designación. Para una defensa efectuada con pocos recursos, 7 horas con tres rechazos al desembarco, el esfuerzo de las tropas del Perú y Bolivia merece ser reconocido.

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