21 de febrero de 2008

José A. de Lavalle

José Antonio de Lavalle
José Antonio de Lavalle

Descendía don José Antonio de Lavalle de una Familia que se ilustró en la Carrera de las Armas tanto en España como en el Perú...

Prosapia, talento y riqueza fueron los propicios atributos que acompañaron a Lavalle a su ingreso en el Mundo.

Hace sólidos Estudios en el Colegio Nacional de Nuestra Señora de la Guadalupe.

Inicia después su Carrera como Adjunto a la Legación en Washington, a cargo de José Joaquín de Osma y Agüero. Viaja por Europa durante largos años, ya como particular, ya en ejercicio de sus funciones.

Funda un hogar feliz por su matrimonio con su gentilísima prima doña Mariana Pardo y Lavalle.

Como Ministro Plenipotenciario, representa al Perú en San Petersburgo y formula ante el árbitrio imperial un elegante y bien concertado alegato en el incidente ocurrido con el Japón con motivo del atropello cometido con la barca "María Luz".

Entremezcla sus obligaciones Oficiales con sus dilectos esparcimientos literarios y escribe sobre Rusia, sus personajes y sus típicas costumbres, cartas amenas y agudas observaciones, que más tarde publicara "La Opinión Nacional" y serán traducidas al Polaco.

Más el destino le somete a duras pruebas. La dulce compañera de su vida fallece en la Capital Rusa; en Paris, desgraciadas especulaciones bursátiles merman su cuantiosa fortuna.

Regresa al Perú con sus tiernos hijos, se incorpora al Parlamento, interviene con brillantez e independencia en el debate de los asuntos públicos y preside la Comisión Diplomática en varias Legislaturas. Anúblase nuestro horizonte internacional, surge el conflicto Chileno-Boliviano que amenaza envolvernos, hace nuestro Gobierno supremos esfuerzos para evitarlo e invocando el reconocido patriotismo de Lavalle y su experiencia y sagacidad comprobadas, le confía en febrero de 1879 la infortunada misión de evitar el conflicto entre naciones hermanas...

Durante la Guerra, al frente de nuestra Legación en Rio de Janeiro, continúa trabajando con desesperado empeño en favor de la causa Peruana.

Su hijo Hernando, que abraza la carrera de sus abuelos, inteligente, valeroso y artista, se inmola por la Patria en la batalla de San Juan.

Don José Antonio, que ha vuelto a sus natales lares, es sometido a prisión por el invasor y enviado a Chillán. Allí le alcanza la carta del General Iglesias, en la cual le llama para encargarle de negociar la paz con el Vencedor.

Con desolada clarividencia abarca Lavalle la magnitud del sacrificio que se le impone. Pueden presentarse como ejemplo de estoicismo y cívica entereza las siguientes líneas de su respuesta a Iglesias:
"Desde que abrigo, no de ahora, sino desde que llegué de Europa en 1881, la profunda convicción de que la Paz posible es el único medio de salvar lo que aún nos queda de Patria, así como la de el que la firme, firmará quizás su sentencia de muerte material y, de seguro, la de su muerte política, no puedo vacilar. Me pone Ud. a elegir entre la salvación probable del Perú y mi propio sacrificio; acepto, y doy a Ud. las gracias porque me ha creído a la altura de la situación que me impone. Los que como Ud. y yo hemos dado a la patria la vida y sangre de nuestros hijos, nada podemos rehusarle ya".

El Tratado de Ancón es el resultado de esa convicción y de ese personal renunciamiento. Ocupa Lavalle en el Gabinete Barinaga, el Ministerio de Relaciones Exteriores; pero al establecerse el Gobierno Nacional, renuncia irrevocablemente el cargo, porque los más altos dictados morales y patrióticos, aconsejaban que los hombres que habían asumido la responsabilidad de suscribir el Tratado de Paz, deberían resignar el poder inmediatamente después de haber obtenido la aprobación de la Asamblea Constituyente…

En los 10 últimos años de su vida desarrolla una intensa labor intelectual.
En Revistas y Periódicos, especialmente en el Ateneo de Lima aparecen insertos numerosos e interesantes trabajos Históricos, agradables ensayos de Novela, Tradiciones a la usanza de Palma y Estudios críticos que firma con su nombre o con Seudónimo de Perpetuo Antañón.

Campea en sus producciones un espíritu investigador y erudito, amenizado por toques sutiles de ironía y humorismo.
El estilo es cortesano y académico, arcaico en el giro y en el léxico, castigado y pulcro...

Hasta que la enfermedad agarrotó sus miembros, don José Antonio de Lavalle y Arias de Saavedra, Diplomático insigne, Historiador y Literato de justificada nombradía, Gran señor por la Alcurnia y por el Propio Valer, Limeño limeñizante, Padre ejemplar y Abnegado Patriota, acudió todas las tardes a la silente Alameda para recoger en su Espíritu como en un pomo de cristal finísimo la esencia de una Lima que se fue.


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Texto tomado de la Revista: "Mercurio Peruano". Director: Víctor Andrés Belaunde. Lima, 1941.

Saludos
Jonatan Saona

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