"En la mañana del día 2 de noviembre, nosotros en la oficina salitrera Agua Santa, fuimos sorprendidos al sentir continuas detonaciones que parecían ser de algún trabajo de explotación en las oficinas cercanas, pero pronto el Telégrafo de la estación de ferrocarril nos informaba que lo que estábamos oyendo era el eco de los disparos de cañones de grueso calibre en el puerto de Pisagua. Por medio de ese Telégrafo pudimos seguir el curso de los acontecimientos, hasta que los telegrafistas, a lo largo del ferrocarril abandonaron sus puestos.
El puerto de Pisagua está construido sobre una playa rocosa, relativamente angosta, detrás de lo cual se levantan los cerros hasta una meseta (Alto de Hospicio), a unos 350 metros de altura. Las empinadas laderas de tierra suelta estaban cruzadas por numerosos caminos troperos y por las vías del ferrocarril, que subía en Zig Zag hasta la cumbre. Esa posición estratégica estaba defendida por unos 600 infantes bolivianos bajo las órdenes de los coroneles Granier y Vásquez. La defensa del puerto estaba encargada a unos 200 milicianos peruanos.
El ejercito expedicionario venía desde Antofagasta en numerosos transportes escoltados por buques de guerra. Al arribar al puerto estos entraron en acción atacando a los dos cañones que defendían la rada hasta silenciar los. En seguida se lanzó la primera ola de desembarco protegida por una cortina de granadas y balas. Los defensores de la playa opusieron obstinada resistencia, pero fueron obligados a retirarse hacia el cerro seguidos por las tropas chilenas de asalto que cargaron en olas sucesivas, trepando el cerro con equipo completo.
Los infantes bolivianos no fueron capaces de contener la marea y se replegaron a la meseta donde se desbandaron y huyeron hacia las quebradas que conducen a su propio país. Así, a las dos de la tarde, las tropas chilenas eran dueñas de Alto de Hospicio, apoderándose del ferrocarril y de una valiosa existencia de agua en los estanques de almacenamientos. Esa misma noche, en Agua Santa, tuve la oportunidad de conversar con algunos de los oficiales que habían presenciado el combate, se quejaron amargamente que habían pedido, desde temprano, que se les enviaran tropas de refuerzo y municiones, de las cuales estaban muy escasos, no les llegó nada. También contribuyó al desaliento un rumor, que círculo entre la tropa, de haberse desembarcado un escuadrón de caballería en la caleta de Junín, a diez kilómetros al sur de Pisagua, para tomarlos por el flanco. La verdad era que el general Buendía salió temprano en tren con tropas y municiones, pero no llegó más allá de San Roberto, a escasos kilómetros de Hospicio. En cuanto a la caballería chilena, se supo después que no llegó a Hospicio hasta la mañana siguiente. Buendía regresó esa misma noche con sus tropas y con algunos de los sobrevivientes del combate.
Nunca supimos porque el general no se había atrincherado en Dolores para cortar el abastecimiento de agua a los invasores. Contrariamente a lo escrito por algunos historiadores, Pisagua no contaba con resacadores de agua y se abastecía por medio de lanchas cisternas remolcadas desde Arica, si se le hubiera impedido el avance a Dolores, el ejército chileno se habría visto en serio apuro y habría tenido que hacer un esfuerzo supremo para apoderarse de los pozos antes de emprender la travesía del desierto."
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Texto tomado del libro de Santiago Humberstone, "La Huida de Agua Santa"
Saludos
Jonatan Saona
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