25 de mayo de 2010

Las viudas de la gdp

Pareja peruana
Les dejo este interesante artículo escrito por el historiador Juan José Pacheco Ibarra en su blog: historiadordelperu .blogspot.com 

Mujeres en problemas. Las viudas de la guerra del Pacifico (1884-1893)

Sobre la guerra del Pacifico se ha escrito mucho, pero sobre lo que sucedió después se ha investigado poco. Cerca de 10,000 hombres murieron en la defensa de Lima, en las batallas de San Juan y Miraflores. Muchos eran padres, también jóvenes, escolares y universitarios. La defensa de Lima fue un momento heroico que traería consecuencias para el país luego del fin de la guerra.

Las viudas de la guerra
El costo social de este conflicto se vio reflejado en la situación de las mujeres de Lima. La guerra del Pacifico empobreció a muchas familias, en especial de la ciudad de Lima. Durante los enfrentamientos bélicos muchos hombres murieron y dejaron viudas en el completo desamparo. En una época donde el trabajo femenino era visto como algo denigrante para el estatus social de algunas familias, las mujeres se vieron en la necesidad de trabajar. Existía muchos prejuicios acerca del trabajo femenino, las mujeres que siempre habían trabajado eran las mujeres del pueblo (vendedoras en el mercado, pregoneras, comerciantes, chinganeras, prostitutas, costureras, lavanderas, etc.)

El Estado se hizo cargo del pago de las pensiones de montepío para las viudas de los militares, pero la situación económica después de la guerra del Pacifico era desastrosa. Las pensiones se pagaban con retraso y a veces nunca.

 En un artículo del comercio podemos ver la triste situación de las viudas de Lima:
Ya es una viuda, que más parece un espectro, pálida, demacrada, casi harapienta, cuyo esposo se hizo matar en Tarapacá, ó en Miraflores, pero que, antes de tal calaverada, había adornado su hogar con media docena de retoños; tres de éstos niñas ya maltoncitas, que se queman las pestañas, y hasta el cerquillo, cosiendo para ganar un pan, tan escaso como amargo, y que no salen á la calle, porque hace siete meses que los zapatos se han destruido y las mantas están estudiando en alguna casa, de misericordia, vulgo de préstamo, cuyas niñas de pimpollos que fueron rubias y sonrosadas, hanse convertidas en algo, así como las espigas secas de que nos habla la Biblia; amén de tres muchachos que no van a la escuela, porque hace tres meses que el zapatero declaró solemnemente, que el calzado, después del último remiendo que se le echó, ya no quedaría servible, sino cambiándole suelas, cuero, y hasta el forro. 
Lo que más pena me dá, nos decía la atribulada señora, es que, mis hijas no pueden asistir los sábados a Santo Domingo á rezarle a San Jacinto, que es el único que, Dios mediante, puede sacarnos de miserias: proporcionando á mis niñas un novio apropiado á las circunstancias; un novio que no piense vivir y mantener á su mujer y á los hijos, que es lo primero que lleve después del matrimonio, con amor, y nada más que amor. Porque no quiero novios militares, ni de esos que no saben más que esperar un destino del gobierno, que siempre es una ración de hombre, más inestable que una veleta ó que una pirámide parada por la cúspide, ni tampoco quiero novios que aguardan para ir al altar, que caiga este ó aquel gobierno, ó aquel ministro ó jefe de oficina, para que, dejando cesantes á los empleados actuales, coloque a otros nuevos, entre los que se colará el susodicho aspirante, si Dios quiere; quién durará en el puesto lo que el pan en la boca del can; porque señor prefiero casarlas, aunque sea con un gringo judío. 
Como veinte veces han principiado mis pobres niñas á rezar los rosarios de 15 misterios, que, sin interrupción, y solita cada una le decía á la Virgen del Rosario por 15 sábados consecutivos, para conseguir lo que más falta hace y que en mi casa son esposos para mis aniquiladas hijas. Y no han podido todavía concluir una serie, pues a lo mejor no hay zapatos. Y todos estos contratiempos ¿por qué? Porque no nos dan, siquiera cada tres meses, una cuarta parte del montepío que nos legó mi marido, que Dios goce; y con lo que hará provisión de calzado para seis meses; porque eso sí, mis hijas son guardosas económicas como pocas, y no se ponen zapatos nuevos, sino cuando repican gordo, y saben desarmar un vestido veinte veces, y ponérselo de arriba para abajo y lo del revés al derecho. Y concluye nuestra verbosa interlocutora, con la muletilla de que digamos algo, a ver si consigue que se le pague un montepío siquiera, pues todavía no ha podido reintegrarse ni del papel sellado que compró para seguir el expediente de viudedad. (El Comercio, marzo 31, 1885) 


Una sociedad llena de prejuicios
La mujer no debía trabajar. En esta época como explica David Parker, “La mujer decente no trabajaba, o si trabajaba era por capricho, no por necesidad”. Luego del conflicto los gobiernos de la época de la reconstrucción nacional (1884-1893) se preocuparon de este problema social. Muchas orgullosas limeñas tuvieron que aceptar su triste condición, pues debían trabajar para alimentar y vestir a sus hijos. Este era un reto, pues las mujeres, sobretodo de las clases más o menos acomodadas nunca habían trabajado. Muchas debieron vender o empeñar sus objetos de valor para poder sobrevivir. Algunas alquilaron las habitaciones de sus hogares y fincas. Las escritoras de fines del siglo XIX, como Clorinda Matto de Turner, Mercedes Cabello de Carbonera y otras habían denunciado de manera implícita a la sociedad limeña como una sociedad llena de apariencias, de matrimonios por conveniencia. De lado masculino, Pedro Paz Soldán y Unanue (Juan de Arona), Joaquín Capelo y Abelardo Gamarra habían hecho sátira de la situación de desigualdad de la mujer en la sociedad, muchas veces burlándose de ella como un ser que debía de utilizar su astucia y conveniencia para poder sobrevivir.

Las costureras
El trabajo más digno y al alcance de las mujeres fue la costura. Según las estadísticas de Augusto Ruiz Zevallos podemos ver un notable incremento en las costureras de Lima. Costureras en Lima 1876 1,461 1878 1,611 1908 7,021 1920 9,538 Lima era una ciudad llena de prejuicios contra las mujeres. Trabajar en la costura o en las lavanderías era una vergüenza que muchas querían ocultar. Por esta razón gran parte de las viudas de Lima trabajaron en casa, en una habitación escondida pasaron horas cosiendo a mano, muchas veces con la ayuda de sus hijas pequeñas. Esta imagen era un secreto que todos conocían pero que nadie se atrevía a divulgar. Cuando llegaron a Lima las primeras maquinas de coser, el trabajo se facilitó un poco más. Algunas tuvieron la suerte de contar con esta útil herramienta, sin embargo la mayoría seguía cosiendo a mano, día y noche bajo la luz de un lamparín de “luz diamante”. 

Durante el segundo gobierno de Andrés Avelino Cáceres las costureras encontraron por primera vez el apoyo del gobierno. La sociedad de Lima acudió en ayuda de las viudas de la guerra. En 1884 se organizaron rifas pro-fondos, conciertos de caridad y se logró acumular S/. 11,106 05 billetes fiscales y S/. 1,279.30 en plata para la compra de 150 máquinas de coser. En 1885 Andrés Avelino Cáceres compró 160 máquinas de coser traídas de Estados Unidos para las viudas de Lima. En 1887, la esposa de Cáceres, Antonia Moreno donó otro lote de maquinas de coser. Para ayudar a las viudas que cosían fuera del hogar se creó el Taller de Costura en 1886. Auspiciado por el gobierno de Cáceres, recibió encargos para confeccionar vestuarios militares. Muchas viudas limeñas se apuntaron para recibir los encargos. Las costureras del taller de costura del gobierno recibían además ropa dos veces al año y atención médica, además existía una cuna para sus hijos pequeños. Posteriormente se instaló una escuela. El aumento de costureras en Lima generó un exceso de oferta de mano de obra y por lo tanto mucha competencia, esto afectó directamente a las costureras, pues ya no se pagaba mucho por su trabajo y algunos particulares comenzaron a explotarlas pagándoles poco. 

Sobre la situación de las costureras Joaquín Capelo escribió: “Las costureras ocupan en Lima el peor sitio, pues apenas logran ganar cuando hay trabajo, una renta miserable 12 ó 13 soles mensuales que á lo más les alcanzaría si fuese constante para pagar su cuarto y una mala comida. Desgraciadamente, aún así mezquina esa renta, todavía es insegura, y cuando se logra: ¡cuantas lágrimas de humillación y de vergüenza cuesta conseguir costura á una pobre mujer, que busca en ese medio honorable, la manera de vivir honradamente!” (CAPELO, Joaquín. Sociología de Lima)

Las lavanderas 
Otro oficio que ejercieron las mujeres fue la lavandería. Lavar ropa era considerado como algo que solo hacia la gente muy pobre. Durante la época de la reconstrucción nacional muchas viudas se dedicaron a este oficio. Nuevamente algunos industriales extranjeros explotaron a estas mujeres pagándoles poco. Algunos obligaron a las mujeres a exigir precios elevados a sus clientes si deseaban seguir trabajando en sus lavanderías.

La Iglesia como protectora de la mujer 
En Lima, gran parte de la protección de la mujer estuvo a cargo de la Iglesia Católica. Muchas viudas recibieron ayuda de las órdenes religiosas para poder alimentar a sus hijos. Asimismo, se crearon con relativo éxito, las escuelas dominicales donde las mujeres podían aprender algunos oficios como la costura, el bordado y la elaboración de manualidades como flores de papel. Luego de la guerra del Pacifico se estableció en Lima una relación entre el clero peruano y las viudas de la guerra que a la larga produciría un resurgimiento del clericalismo a fines del siglo XIX. 
Las viudas apoyaron a la Iglesia frente a los ataques de los liberales, masones y modernistas que pedían libertad de cultos, educación laica y menos influencia católica en los hogares. Este resurgimiento del clericalismo se vio en todo su esplendor en 1895 cuando Nicolás de Piérola es elegido presidente. En este periodo se creó la Unión Católica del Perú, institución clerical que buscó fortalecer el clero a partir de la participación laica. La Unión Católica estaba dividida en secciones de hombres, mujeres y jóvenes. La más numerosa y la más activa fue la de mujeres. Manuel Gonzales Prada, alguna vez las llamó las “esclavas de la iglesia” y escribió varios artículos en contra de la mujer militante, la beata, la religiosa y la educación femenina en los conventos.“Amazonas del fanatismo, si no cogen una lanza ni montan un caballo, las mujeres rebuscan dinero, ejercen influencias, calumnian al hereje y viven listas para cargar los tizones de la hoguera.” (Gonzalez Prada, Manuel. Horas de Lucha) 


Educación para el trabajo
Para las niñas que ayudaban a sus madres, se creó la escuela taller Santa Rosa de Lima. La escuela recibió ayuda de la sociedad limeña. Se organizaron rifas y bailes de caridad para reunir fondos, con este dinero se implementaron nuevos talleres en la escuela y se pudo comprar mobiliarios para la enseñanza de la costura. Sin embargo, la pobreza hizo que esta institución no tenga mucho éxito, Muchas alumnas dejaron de asistir, dejaban la escuela para poder ayudar a sus madres. Algunas órdenes religiosas como los Sagrados Corazones apoyaron la educación femenina. En las escuelas ya se enseñaba como cursos laborales, la costura, modistería, elaboración de manualidades, flores artificiales y bordado.
A pesar de las adversidades muchas viudas salieron adelante, otras quedaron en el camino victima del desamparo, las enfermedades como la tuberculosis y las estafas. Algunas afortunadas llegaron a sacar adelante a sus hijos. En un cuadro de costumbres de Abelardo Gamarra podemos ver: -¿Quien es Usted señora? - Yo soy viuda de un valiente: soy Z. -¿Usted es la viuda de mi amigo Z.? - Soy la misma. - Pues su niño de Usted debe ser un portento de habilidad. - Exactamente, ha terminado sus estudios en Guadalupe y sabe Dios como está siguiendo en San Fernando. -Pero Usted está muy acabada. -Qué quiere Usted á donde han de ir tantos trabajos: desde que murió Z, estamos en la última, lo hemos vendido todo y no nos queda más recurso que los Descalzos. (GAMARRA, Abelardo. Rasgos de pluma. 1889) 
Nuevas ocupaciones como la enseñanza se iban abriendo para las mujeres. Algunas huérfanas de la guerra tuvieron la suerte de estudiar para ser preceptoras o profesoras gracias a la ayuda de sus madres. Ante una situación de crisis social podemos ver, finalmente que la guerra del Pacifico inició un proceso de mayor apertura al trabajo femenino. Si bien, esto no significó una mejora en los derechos de las mujeres, sin duda, fue un gran paso hacia la igualdad entre los sexos que se consolidaría en el siglo XX.

BIBLIOGRAFIA 
ÁGUILA PERALTA, Alicia del. Los velos y las pieles: cuerpo, género y reordenamiento social en el Perú republicano. Lima: IEP. 2003 
CAPELO, Joaquín. Sociología de Lima. Lima: Imp. “La Industria”. 1895-1902
DENEGRI, Francesca. El abanico y la cigarrera: la primera generación de escritoras ilustradas en el Perú, 1860-1895. Lima: Instituto de Estudios Peruanos – Flora Tristán. 1996 
MILLER, Laura. “La mujer obrera en Lima, 1900-1930”. En: MILLER, Laura y otros. Lima Obrera: 1900-1930. Lima: Ediciones “El Virrey”. 1987 
PACHECO, Juan José. "Las costureras de Lima (1883-1900)". En: Ponencias del Simposio internacional de estudiantes de Historia. SIEH 2006. Arequipa-Perú 20-22 setiembre. Tomo 2 
PARKER, David. “Los pobres de la clase media: estilo de vida, consumo e identidad en una ciudad tradicional”. En: PANFICHI, Aldo y Felipe PORTOCARRERO (eds.) Mundos interiores: Lima 1850-1950. Lima: Universidad del Pacífico. Centro de investigación. pp. 161-185. 1995 
RUIZ ZEVALLOS, Augusto. La multitud, las subsistencias y el trabajo: Lima de 1890 a 1920. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú. Fondo Editorial. 2001
VILLAVICENCIO, Maritza. Del silencio a la palabra: mujeres peruanas en los siglos XIX y XX. Lima: Flora Tristán. 1992 
ZEGARRA, Margarita (editora). Mujeres y género en la historia del Perú. Lima: CENDOC-Mujer. 1999

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Texto tomado del blog historiadordelperu escrito por el historiador Juan José Pacheco Ibarra

Saludos
Jonatan Saona

1 comentario:

  1. buen tema,te felicito,quisiera que siga este trabajo,yo por mi parte te hare llegar mis aportes

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