REPÚBLICA PERUANA
General en Jefe del Primer Ejército del Sur.
Tarata, mayo 29 de 1880.
Señor secretario de la guerra:
S. S.:
En cumplimiento de un austero e imprescindible deber, paso a comunicar a V. S. el resultado del combate librado el 26 de mayo con el ejército de Chile, a pesar de no haber recibido hasta este momento parte alguno de los comandantes generales de las distintas divisiones de nuestro primer ejército del sur.
Por disposición del Excmo. Señor director de la guerra me cupo mandar el ala derecha del ejército aliado; la izquierda correspondió al señor coronel don Eleodoro Camacho.
Después de un combate de artillería iniciado a las 7 y 30 de la mañana, principió el de infantería a las 11. Los fuegos del enemigo se desarrollaron por el ala izquierda, por cuya razón el director de la guerra me pidió refuerzos que inmediatamente envié, haciendo avanzar los batallones Alianza y Aroma del ejército boliviano que tenía a mis órdenes. Poco tiempo después de enviado este refuerzo se comprometió el combate en toda la línea de batalla. El director pidió nuevos refuerzos para el ala izquierda y sin vacilar mandé que marchara inmediatamente el batallón Nº 2 Provisional de Lima. El señor director de la guerra calificará, como la justicia se merece, el comportamiento de este distinguido cuerpo.
Los refuerzos enviados a la izquierda me privaron por completo de refuerzos de reserva. Sin más tropas que las que formaban en primera línea hemos resistido el doble ataque de las fuerzas enemigas por el flanco y por la retaguardia, hasta que la inmensidad del número obligó a nuestros bravos soldados a emprender la retirada sobre Tacna con el propósito de renovar allí el combate. Persuadido al fin de la inutilidad de mis propósitos, abandoné la ciudad después de las 5 de la tarde, avanzando siempre con la lentitud que era indispensable para infundir nuevo aliento a nuestras tropas y encontrarme en actitud de combatir nuevamente, si las fuerzas enemigas intentaban una persecución.
Como el ejército aliado tenía tropas de las dos repúblicas, las que pertenecían a Bolivia se encaminaron por la vía de San Francisco, mientras las nuestras siguieron la del punto donde ahora me encuentro ocupado de la reorganización.
El desgraciado resultado del combate del 26 no se debe a la mala calidad de nuestras tropas sino al excesivo número de los enemigos. Tan cierto es que el ejército peruano ha luchado con bizarría que de los doce batallones que tenía bajo mis órdenes han muerto 6 primeros jefes y un comandante general cuyos nombres guardará con orgullo la historia. El coronel don Jacinto Mendoza que comandaba la 4.ª división, los coroneles Barriga, Fajardo, Luna; los tenientes coroneles Mac Lean, Llosa y el comandante don Samuel Alcázar, que mandaban respectivamente los batallones Huáscar, Cazadores del Rímac, Cazadores del Misti, Arica, Zepita y la columna de Para, han luchado con un heroísmo superior a todo encomio.
Aparte de tan sensibles pérdidas hemos tenido también las de muchos segundos y terceros jefes, sin contar con el gran número de heridos y cuya relación la tendré V. S. así como la de los numerosos oficiales que han desaparecido en la cruenta lucha, tan pronto como los comandantes generales pasen sus partes al señor coronel Velarde, jefe de estado mayor general.
La necesidad de atender a la defensa de Arica sólo permitió presentar ocho mil combatientes de nuestra parte; los enemigos eran veinte mil y ante tan inmensa superioridad numérica todo el denuedo de nuestras tropas se hizo tan poco eficaz para el triunfo como el viril entusiasmo desarrollado en tan supremos instantes por todos los ciudadanos de la heroica Tacna.
Si el resultado del combate no ha correspondido a nuestras esperanzas ha venido a probar una vez más que nuestro ejército no carece de competencia tratándose de entusiasmo y de valor. Por mi parte, dominado por la dolorosa impresión del inesperado desastre siento que mis fuerzas se reaniman al considerar lo comunes que son entre nosotros los rasgos de heroísmo y de grandeza.
La guerra, continuando como lo espero, no podrá dejar de ofrecemos el triunfo definitivo si aprovechamos como debemos tanto el mérito de nuestras tropas como las lecciones de una amarga experiencia. Repúblicas como la del Perú no se anonadan ni sucumben por una derrota parcial, que puede y debe servir de origen a la última victoria que se obtenga sobre el enemigo.
Dígnese V. S. poner en conocimiento de S. E. el jefe supremo, el contenido de este ligero parte, haciéndole presente lo sensible que ha sido para el ejército peruano la heroica muerte del general don Juan José Pérez, jefe del estado mayor general del ejército aliado y la mortal herida del ilustre coronel don Eleodoro Camacho, comandante en jefe del ejército boliviano.
Dios guarde a V. S.
(Firmado)
L. Montero.”.
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REPÚBLICA PERUANA
General en Jefe del Primer Ejército del Sur
Tarata, Mayo 29 de 1880.
Excmo. señor:
Cumplo con el deber de dar cuenta a V. E. del resultado del combate del 26 del corriente en el ala derecha, que V. E. tuvo a bien de encomendar a mi dirección.
Sabe V. S. que la derecha la componían las divisiones del coronel, Comandante General Justo P. Dávila, y la del señor coronel don César Canevaro, el Regimiento Murillo, la División Tacna, los batallones Alianza, Aroma y una batería de artillería. De estas fuerzas, la División Tacna, cuyo Comandante General era el prefecto del departamento, y los batallones Alianza y Aroma, fueron destinados a la línea de reserva.
Desarrollado el combate por la izquierda, V. E. dispuso que se enviara refuerzo.
En cumplimiento de esa orden, fueron los batallones Alianza y Aroma primero, y después el Provisional de Lima número 3, que formaba en primera línea de combate.
Esta circunstancia dio márgen a que yo quedara sin otra reserva que la División Tacna, cuya bizarría se hizo harto notable en esos instantes supremos.
El comportamiento de las tropas durante la lucha, ha sido presenciado por V. E., por cuya razón veo innecesario detenerme en detalles, que en otro caso serían indispensables.
Las fuerzas de mi mando, V. E. lo sabe perfectamente, han luchado con valor y con denuedo; y si al fin cedieron la victoria al enemigo después de un nutrido fuego de más de tres horas, fue sólo por el excesivo número de las tropas enemigas. Destrozados los batallones, era imposible continuar por más tiempo el sangriento combate.
Los únicos primeros jefes que fallecieron durante el combate en el ala derecha fueron: coronel Fajardo y comandante Alcázar, jefes respectivamente de los batallones Cazadores del Rímac y Columna Pará.
El número de heridos ha sido crecido, lo mismo que el de los muertos, tanto de jefes subalternos como de oficiales e individuos de tropa. La relación nominal de tan deplorables pérdidas la tendrá V. E. tan luego como yo la reciba de los comandantes generales.
Aprovecharé de esta oportunidad para recomendar a la consideración de V. E. el digno y valeroso comportamiento del señor Miguel Aguirre, que con Zapadores peleó en el ala derecha, que me cupo la honra de mandar.
Un deber de justicia no me permite terminar sin hacer una recomendación especial a V. E. del digno comportamiento de los jefes, oficiales y tropa que han peleado bajo mis órdenes. Si la victoria ha correspondido al enemigo por la superioridad de sus fuerzas, la gloria sólo corresponde al ejército aliado.
Dios guarde a V. E.
LIZARDO MONTERO
Al Excelentísmo señor General Director de la guerra.
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Saludos
Jonatan Saona
No es un buen reporte de la batalla. Es un resumen muy limitado.
ResponderBorrarEl cojo echando la culpa al empedrado. Perdieron por estar mal entrenados y mal dirigidos. La noche anterior intentaron un ataque y se perdieron durante la marcha nocturna. No hubo tal abrumadora superioridad numérica. Tenían la ventaja de haber elegido el terreno y preparar su defensa. A llorar a otra parte....
ResponderBorrarLa victoria corresponde al enemigo, pero la gloria sólo corresponde al ejército aliado....¡¡ ¡como se le ocurre decir tamaña estupidez.!!!
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