En un agradable viaje por las aguas procelosas y turbulentas del Atlántico, entre sorbo y sorbo de whisky trabó conversación el caballero peruano Sr. Pablo Morey con un gentleman americano.
En el curso amable de la charla que daba margen a nuestro compatriota para desatar la graciosa vena de su ingenio y al yanqui para jugar con sus regocijados humorismos, huyó la eterna pregunta de la nacionalidad.
—Yo soy, dijo el compatriota de Wilson, de Norte América.
—Y yo, agregó nuestro paisano, soy del Perú.
Al oír nombrar a nuestra patria se alegraron las pupilas del yanqui y se conmovieron sus facciones en una larga sonrisa de simpatía.
—Del Perú, agregó, de aquella tierra que quiso tanto mi padre y que los míos recuerdan siempre con cariño.
De la misma, sí señor, de la misma. ¿Le sorprende, acaso, mi nacionalidad?
—¡Oh no! Al contrario, me conmueve y alegra. Mi padre fue ministro de los Estados Unidos en su país en las postrimerías de la amarga y dolorosa guerra del Pacífico. En esa desoladora ocasión hizo cuanto humanamente pudo por amenguar la dureza de la derrota y recibió por sus acciones el premio del más cariñoso agradecimiento de las damas peruanas.
—¿Fue su padre, por ventura el general Hurlbut?
—El mismo.
—Entonces, hermosa ocasión ésta para que yo agradezca en el hijo la infinita magnificencia del padre.
Un apretón de manos prolongado y efusivo habla en ese instante con más gallardía y entereza que todas las palabras.
Luego el hijo del ínclito amigo del Perú muestra a su circunstancial amigo el preciado recuerdo que las más virtuosas mujeres peruanas obsequiaron a su padre.
Es una hermosísima tarjeta de oro en cuyo centro entre una estrella de valiosos brillantes se entrelaza, también de piedras preciosas, el monograma del ilustre diplomático americano. En los ángulos superiores y tallados magistralmente se muestra el escudo nacional y en el anverso ostenta la siguiente inscripción: "Las señoras de Lima a S. E. el general S. A. Hurlbut, ministro plenipotenciario de los EE. UU. del Norte de América como testimonio de gratitud. 1882".
Para hacer entrega de la tarjeta proyectaron y llevaron a efecto suscribir una acta, cuyos términos fueron estos:
"Las señoras que suscriben a nombre de la sociedad de Lima, deseosas de manifestar a S. E. el General S. A. Hurlbut, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de los Estados Unidos de América, su gratitud por los esfuerzos que ha hecho para salvar al Perú y con esto mantener el equilibrio americano, no pueden permitir que regrese a su patria sin llevar un testimonio de ese sentimiento, que será imperecedero, y del pesar con que le verán partir sin lograr que el país esté en condiciones de hacerle el agasajo que le es debido por los altos servicios que le ha prestado en sus momentos más desgraciados. Por eso han resuelto ofrecerle una tarjeta que le recuerde siempre el agradecimiento del Perú".
Llevaba el acta fecha 6 de abril de 1882 pues esa era la señalada para la partida del diplomático amigo. Desgraciadamente cuando al documento aún circulaba entre la sociedad para reunir firmas sobrevino la muerte del general Hurlbut, que conmovió de dolor al país y que privó a nuestra causa, de uno de sus más generosos defensores.
La tarjeta y el acta fueron entregadas a los herederos del general. El último documento fue firmado por todas las más ilustres damas de Lima.
Tuvo así la Patria en el más solemne de los océanos una evocación hermosa y exaltada.
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La preciosa tarjeta obsequiada por las damas de Lima al ministro Hurlbut. |
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Revista "Mundial". Año II num. 67. Lima, 26 de agosto de 1921.
Saludos
Jonatan Saona
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