11 de enero de 2016

Carta de Condell

Carlos Condell
"El Segundo de la Covadonga  

No podíamos acercarnos a los oficiales de la Esmeralda sin hacer igual súplica al hermano afortunado de la inmortal desgracia, al compañero inseparable de la gloria de Prat, al comandante del buque predestinado a oír siempre su nombre unido al de la noble corbeta.

El comandante Condell ha puesto su firma de héroe al pié del artículo que va a leerse, y que revela que el valor sin valía no es la sola virtud de su noble alma: al atribuir la gloria de su hazaña a su segundo, el teniente Orella, el comandante Condell deja ver que siempre van unidas al valor la jenerosidad y la abnegación.

"Valparaíso, Mayo 20 de 1885.

Señores
Carlos Lyon, Benjamín Edwards, Juan Walker M. y Mariano Egaña,

Presente.
Señores de todo mi aprecio:

Anoche he tenido el honor de recibir una carta de usted espidiéndome algunas líneas e impresiones sobre el combate del 21 de Mayo de 1879 en las aguas de Iquique, pues el directorio del diario La Unión desea conmemorarlo en su aniversario de mañana con una edición especial de dicho diario.

Lamento que la premura del tiempo me impida casi en absoluto cumplir, como deseara, el pedido de ustedes y coadyuvar a su patriótico propósito, apuntando a la lijera mis recuerdos e impresiones de aquel día.

¿Qué podré decirles de esa jornada de mi vida que tuvo por escenario el océano y por testigo a Dios?

La suerte quiso que al mando de un puñado de bravos emprendiera lucha desigual contra formidable enemigo, y el patriótico heroísmo de esos corazones esforzados y resueltos coronó mi sien de comandante de la Covadonga con el laurel de la victoria.

Es a ellos, señores, a quienes ustedes debieron dirijirse en demanda de recuerdos e impresiones: yo fui la cabeza de esa acción, ellos el corazón.

Como jefe y militar chileno, yo debía respetar las tradiciones de nuestra bandera, que en esos sublimes momentos veía flamear sobre mi cabeza en el palo mayor de la nave de mi mando, luciendo su inmaculada estrella, como brilló el sol al medio día, después de vencido y enclavado el enemigo sobre las propias rocas de su costa.

Como antes decía, lamento el corto tiempo de que he podido disponer la petición de ustedes y dejar, una vez mas, constancia de mi admiración y recuerdo hacia aquellos valientes que tuve a mis órdenes en esa jornada gloriosa.

Si ustedes quisieran reproducir mi parte oficial de ese combate, en algo, supliría la deficiencia de esta relación. (1)

Al querer dar forma a las impresiones de aquel día, acude a mi memoria el recuerdo del teniente Orella, ese titán de la jornada, que aún me parece ver sobre la cubierta de mi nave, arrogante y atrevido, desafiando la muerte y como conquistando la inmortalidad.

¡Si me fuera dado depositar sobre su tumba el tributo del corazón, las lágrimas!

En esa jornada que principió a las 8 A. M. y terminó a las 12 y media P. M., mi segundo Orella, a cargo del cañón de proa, fue el aniquilador de aquella fortaleza flotante.

Y en esos angustiosos momentos, cuando se luchaba cuerpo a cuerpo, cuando se practicaba de un modo tan en absoluto el lema del chileno: vencer o  morir, el teniente Orella dejaba, por un instante, su puesto destructor, y castigaba severamente a un marinero que entusiasmado por un buen disparo de Orella, se dirijía a mí y me decía: «Comandante: no hai cuidado, pelearemos hasta morir.»

Esto lo apreció como un acto de insubordinación, porque en ese trance toda la tripulación debía estar convertida en máquina de guerra.

¡Qué emociones señores!

No hagáis que recuerde aquel sublime abrazo, aquella escena de lágrimas, de orgullo, de placer y patriotismo, con que la tripulación en masa sofocó mi corazón...

Acto continuo de encallarse la Independencia el teniente Orella la saludaba sobre la roca con el último proyectil de su cañón, y un grito unánime, unísono, llenó el espacio: Ya se varó! y todos corren cual impetuoso torrente desbordado, y se abalanzan sobre mí exclamando: se varó, se varó, viva el comandante!...................... 

Digan, señores y amigos, escenas como esta, en tal teatro, ¿se podrán describir? imposible.

No satisfecho aun el teniente Orella, sube al puente y con la mayor sangre fría me dice: «permítame arriar un bote para ir a la Independencia, se lo suplico.»—"No hai tiempo, el Huáscar nos destrozará", le contesté.

-«Señor, me replicó, no me tardo nada, voi solo a poner los piés en la cubierta.» Esta ocurrencia se la celebré.

Jamás, señores, debemos olvidar a servidores y valientes como el teniente Orella; en el aniversario de aquella fecha yo bendigo su memoria.

¡Y qué de recuerdos no traerá a mi memoria la última despedida, el saludo eterno que, desde el puente de nuestras naves, nos hicimos con el capitán Prat! como repercuten en mi corazón aquellas palabras, que fueron órden y adiós: «Cada uno, cumplir con su deber!»

Como chileno y como marino me siento orgulloso de haber servido bajo las órdenes del capitán Prat, y de haber tenido bajo la mía al teniente Orella.

Son dos figuras de luz que me hacen recordar la frase de un grande escritor:

«El jénio, lo mismo que la montaña, vistos de cerca asustan; están hechos para ser contemplados por las águilas.»

Disculpen. pues, ustedes no haya satisfecho en debida forma su pedido. El tiempo y el tema, como ustedes lo apreciarán, son para mi insuperables obstáculos.

De ustedes atento señor y amigo,
Carlos A. Condell."

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(1) Aunque nuestros mas vivos deseos eran realizar esta oportuna insinuación del comandante Condell la escasez de espacio nos lo ha hecho materialmente imposible
Los R.R."


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Texto publicado en el diario "La Unión" de Valparaíso, año 1, número 99, jueves 21 de mayo de 1885.

Saludos
Jonatan Saona

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