4 de abril de 2015

Llegada del Oroya

Toribio Raygada
Llegada del Oroya
(Correspondencia a La Opinión Nacional de Lima) 

"Señores Editores: 
Deseosos de hacer conocer la verdad i para que conste en la historia todo lo acaecido durante la presente guerra, paso a hacer una relación lijera, pero verídica de la última importante comisión desempeñada por el trasporte Oroya, escusando la oscuridad de ciertas informaciones por exijirle así el éxito de nuestras operaciones militares. 

Nuestra salida del Callao tuvo lugar al amanecer del Martes 30 del presente, i si bien hacia días que circulaban rumores respecto a este viaje, siendo varias las versiones acerca de su objeto, éste no llegó a tener un carácter de certidumbre sino en la noche del Lunes que por el movimiento que se notaba en el Arsenal i en la bahía, reuniendo los variados elementos de guerra que debíamos depositar en nuestras bodegas, no dejaba duda alguna de la importante comisión que se encomendaba al Oroya. 

Siendo la 1 A.M. i habiéndose presentado a esa hora S.E. el Jefe Supremo, ordenó se encendieran las hornillas i se apuró el embarque de la carga que ya había comenzado con gran actividad. 

Estando todo listo para zarpar i después de haber dictado sus últimas instrucciones se despidió mui afectuosamente S.E., quien acompañado del Comandante Jeneral de Marina i otras autoridades, pasaron a tierra en la lancha a vapor de la capitanía. 

A las 4 AM. se ponía en movimiento el Oroya franqueándose hábilmente del puerto. 
Una vez en la mar dirijió su proa hacia el punto del horizonte que debía conducirlo a su destino. 

Desde nuestra salida tuvimos brisa fresca i mar gruesa, que con la velocidad de nuestra marcha, hacían esperimentar al buque movimientos bruscos, que proporcionaban mui malos ratos a nuestros patriotas huéspedes. 

Ya por la altura de San Gallan donde son mas fuertes estos movimientos de mar llegaba el agua a bañar nuestra cubierta haciendo mui pronto presa al chinchorro, que fué arrebatado por un golpe de mar del sitio en que se encontraba izado, siendo destrozado al arrancarlo de las amarras que lo sujetaban. 

Sin otro accidente que merezca especial mención i con la precisión que es exijible en la navegación, i la prudencia i precisión del caso, recalamos al lugar que debíamos. 

Aguantado el Oroya sobre su máquina, arrió su primer bote, que a cargo de un oficial i un guardiamarina se mandó a que comunicase con tierra. 

A nuestra presencia en estos lugares se observaba en tierra movimientos de personas que de distintas direcciones venían a la playa i por señales le indicaban al bote el punto mas abordable; pero antes de que esto hubiera tenido lugar, fué volcado i destrozado por las olas, teniendo sus tripulantes que salvar a nado, ausiliados por la jente de tierra, mientras tanto, nosotros despachamos un segundo bote en ausilio del primero, el que ya, con mas precauciones i siendo innecesario los socorros que podían haber prestado a los náufragos, pues ya se encontraban éstos a salvo, se aguantó a la distancia correspondiente en donde recibió a dos dé los naturales del lugar, que llegaban a nado hasta el bote i fueron conducidos a bordo, pues eran prácticos en el conocimiento de aquellas playas. 

Una vez a bordo, manifestaron la imposibilidad del desembarco por ese lugar i nos indicaron otro mas a propósito i no mui distante de éste hacia el que nos dirijimos inmediatamente. 

La presencia del Oroya, i el conocimiento de su objeto por el oficial i tripulación náufraga, se trasmitió con notable rapidez a todos los valles i lugares cercanos, que al llegar el buque al lugar donde debía verificar el desembarque, se habían dado cita todos los vecinos del lugar, contribuyendo con su trabajo personal i medios de movilidad para ayudar a nuestra tripulación, i acción oficial de las autoridades en el desembarque de los importantes elementos que conducíamos. 

El ancla i todas nuestras embarcaciones se arriaron a un tiempo, presentándose éstas a los portalones que les estaba designados para recibir la artillería correspondiente, montaje, dotación etc., etc. A medida que las embarcaciones recibian el completo de su carga se dirijian a la playa, siendo conducidas las primeras por los prácticos, que no bien llegaron, nuestra sorpresa i entusiasmo fueron grandes, pues veíamos, al mismo tiempo subir la artillería a posesionarse de los altos i la tropa formando sus pabellones. 

La mayor parte de nuestras embarcaciones son tingladas, débiles i por consiguiente inapropiadas al objeto que se les dedicaba; a la primera varada que hicieron con toda su carga, sufrieron mucho con los golpes que recibieron al pasar las olas, quedando tres salva-vidas en condiciones tan malas que fué imposible volverlas a lanzar al mar i nuestros medios de desembarque quedaron reducidos a un salva vida i dos embarcaciones menores, ya resentidas; si bien esta era una gran contrariedad, da al mismo tiempo una idea de la actividad i entusiasmo que inspiraba el cumplimiento del deber i el deseo de servir a la Patria. La oficialidad se confundía con la tripulación, disputándose el trabajo material. Las embarcaciones llegaban al costado i encontraban su carga lista, de manera que inmediatamente se desembarcaban para tierra, adonde con igual actividad eran desembarcadas, i para evitar siguieran la suerte de los salva-vidas, se armaron andariveles e improvisaron balsas, evitando por este medio varar las embarcaciones i hacer su descarga con mas rapidez i seguridad. 

La presencia del jefe i previsoras disposiciones se hacían sentir por todas partes. 

Entrada la noche, nos hicimos a la mar, dejando en tierra los salvavidas i maestranza de calafates i carpinteros, para que trabajando en la noche pudieran servirnos al día siguiente, en cuyas primeras horas nos presentamos i después de haber fondeado continuamos la descarga, con igual o mayor entusiasmo que el dia anterior. 

Los esfuerzos de la maestranza por arreglarlos salva vidas fueron infructuosos necesitaban una carena formal i tuvimos que verlos entre dos aguas,convertidos en canasto. Estas contrariedades reanimaban el espíritu i equilibraban la falta de elementos. 

Sorprendía ver la rapidez con que se aclaraban las bodegas. 

Las horas de reparto se habían olvidado i el entusiasmo crecía a medida que veía acercarse el momento de coronar el último esfuerzo.Esto no se hizo esperar mucho; daban las 5 P.M. i la última carga era conducida a tierra, donde el movimiento se hacia mas notable.

Un cordón interminable era el formado por un constante número de acémilas que bajaban i subían, conduciendo la carga, lo mismo que el de jinetes i jente de a pié que presurosas llegaban de todas direcciones a ofrecer su trabajo personal, para mas tarde reabrir la arena con que debe defenderse la Patria.

Sin comentarios, nuestros enemigos los judíos de América,los discípulos aprovechados de Rebolledo nos vijilaban a distancia de dos horas. 

Después de la puesta del sol el Oroya se hacía a la mar como el día anterior i dirije su proa conveniente i estratéjicamente al puerto de Tocopilla.

En las primeras horas del Domingo 4 del corriente, recalamos al Norte de ese puerto i barajando mui de cerca la costa, nos dirijimos a él.

Nuestra primera aparición fué en la caleta de Duendes situada al Norte de ese puerto, de tal modo que solo cuando teníamos el pabellón izado, un bote en el agua se apoderaba éste de una embarcación a vapor, pudimos ser reconocidos, lo que se hizo notar por la prontitud con que los lancheros varaban sus lanchas i el movimiento i desorden de la población. 

Estando pasándole remolque al Duende (nombre que lleva la lancha apresada) observamos en la caleta de Tocopilla una humareda en el muelle poco después, una embarcación que se separaba haciendo rumbo al Sur a toda fuerza de máquina, i mui pegada a los arrecifes de esa parte de la costa. 

Se izó en el acto la embarcación que nos había servido para apresar al Duende i sin demora alguna gobernamos a dar caza al varporcito que huía, pero comprendiendo éste la imposibilidad de escapar a nuestro andar, optó por el único recurso que le quedaba, i fué el de virar inmediatamente i resguardarse entre las rocas que proyectando sobre la población hacían casi imposible hacerle fuego sin dañar a aquella. Habiéndonos acercado nosotros todo lo que nos permitía nuestro calado i colocándonos hacia el Sur, que era la posesión mas ventajosa para hacerle algunos disparos sin temor, le tiramos un tiro en blanco, que nos contestó con algunos, logrando la lancha pasar entre las rocas pues para ella había paso, i atracarse al muelle donde se rodeó de lanchas. 

Emprendimos nuevamente sobre el puerto, donde permanecimos por espacio de una hora, i siendo ya innecesaria nuestra presencia en ese lugar, una vez que la lancha que perseguimos, además de las precauciones que había tomado, se había varado de popa, la abandonamos seguida de la lancha capturada.

Sin mas incidentes notables, llegamos ayer a Pisco, de donde se telegrafió a Lima i hoi a las 9 A.M. fondeamos en este puerto, donde muchas embarcaciones de los buques de guerra nacionales i otros fleteros,conducían multitud de personas que vinieron a felicitar al señor comandante del buque i sus oficiales, por el feliz éxito de la espedicion del Oroya. 

¡Ojalá que ella corone nuestras esperanzas! 

Antes de concluir, debo hacer una especial mención del digno comportamiento del señor comandante del Oroya i de su oficialidad por su comportamiento i pericia desplegada durante esta comisión de tan provechosos resultados para la nación. 

Sin mas por ahora se despide de Uds., SS .EE. ,hasta la próxima ocasión, su A .i S.S. 

El Corresponsal. 
Al ancla, Callao, Abril 8 de 1880."


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Imagen, foto de Toribio Raygada, comandante del Oroya.

Saludos
Jonatan Saona

1 comentario:

  1. En medio de tan sangrienta guerra, el trato que mutuamente se dispensaron los marinos de Perú y Chile es destacable. Tanto los prisioneros de la Esmeralda como los del Huáscar dan cuenta, en sus partes y correspondencia familiar, de ese trato entre caballeros que recibieron por parte de sus adversarios.
    El comandante Raygada siempre será recordado por la forma caballerosa en que atendió, a bordo del transporte bajo su mando y dentro de las limitaciones de la guerra, a los oficiales de la Esmeralda, trasladados desde Iquique a un puerto del norte del Perú (y de ahí a Tarma, posteriormente) durante su cautiverio.

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