Por Lisandro Aravena Carrasco
Licenciado en Historia USACH
1. Introducción
Este relato es de uno de los tantos “batallones olvidados” que lucharon en la Guerra del Pacífico (1879-1884), pero en la retaguardia, es decir, como unidades militares para consolidar y asegurar la ocupación de los territorios peruanos. Uno de esos batallones fue el Regimiento Movilizado Maule, que se formó en 1880 en la provincia del mismo nombre, integrada en esa época, por las actuales comunas de Constitución, Empedrado, Chanco, Pelluhue, Cauquenes (VII Región), Cobquecura, Quirihue y Ninhue (VIII Región).
La provincia del Maule, según el censo de 1875 tenía aproximadamente 25.160 hombres entre 15 a 50 años, es decir, las edades consideradas por ley para prestar servicio en las armas. De esos individuos, el 70% eran analfabetos, el 60% solteros y dedicados mayoritariamente a los oficios de gañanes, agricultores, sirvientes, carpinteros, labradores, comerciantes, propietarios y zapateros.
Aquellos fueron los hombres reclutados o enganchados para el Regimiento Maule que llegaron a sumar 1.635 reclutas entre 1880 a 1884, de esos murieron 144, fueron licenciados 261 y desertaron 150 hombres, es decir, unos 1.000 individuos aproximadamente regresaron a casa.
Por lo tanto, lo que viene a continuación es su historia...
2. El reclutamiento (julio a noviembre 1880)
En julio de 1880 se cumplía el primer año de la Guerra del Pacífico con el término de la campaña de Tacna y Arica, que había dejado 2.629 bajas entre heridos y muertos. Por esto, el gobierno dirigido por el Presidente Aníbal Pinto pensó que una nueva campaña militar, esta vez dirigida contra Lima, significaría un costo enorme en vidas y recursos, por lo tanto se debían iniciar las conversaciones de paz. Pero la opinión pública, los parlamentarios y los jefes militares insistían en esta nueva campaña, ya que la guerra no terminaría mientras no se llevara la lucha al corazón del enemigo.
En medio de esos conflictos entre el objetivo militar y político, el periódico “La Esperanza de Cauquenes” insistió en la necesidad de organizar un batallón que representara a la provincia del Maule en la campaña que se avecindaba. El llamado fue recogido por los oficiales del Batallón Cívico de Cauquenes, quienes ofrecieron al gobierno sus servicios en esta guerra. Pero la solicitud fue aceptada recién en septiembre de 1880, en una comunicación al intendente: ”...es necesario que en la provincia bajo su mando se organice un regimiento que llevará el nombre de la provincia en la próxima campaña, por lo tanto, ordeno que movilicen en los departamentos brigadas cívicas, que sirvan como base para el futuro regimiento...”. Esto obligó al Intendente Del Solar a instruir a los gobernadores de los departamentos de Constitución e Itata, que iniciaran el reclutamiento a base a voluntarios o enganches previo pago de dinero.
La respuesta en las ciudades fue positiva (Cauquenes, Constitución y Quirihue), sobrando incluso el número de individuos para cubrir las plazas de oficiales. Pero la situación era distinta en las zonas rurales, donde los hombres al ser informados de la llegada de las comisiones de reclutamiento, se escondían en montes o lugares aislados para no ser enganchados. Esto llevó a los reclutadores a practicar el enganche forzoso e incluso violento, que tuvo repercusiones a nivel judicial y en la prensa local, que acusaban al intendente y sus delegados de atropellar los derechos individuales de todo ser humano.
Pero el intendente continuó el reclutamiento forzoso y más aun cuando las conversaciones de paz con Perú y Bolivia habían sido rotas, necesitándose por lo tanto en un tiempo corto, una mayor cantidad de reclutas para iniciar la campaña de Lima. Por esto el 7 de octubre se dicta el siguiente decreto: “organizase en la provincia de Maule un regimiento cívico movilizado de dos batallones, con cuatro compañías cada uno... fijándose en 1.200 plazas su dotación”. Se nombró como jefe al Teniente Coronel
Wenceslao Castillo, quien al llegar a Cauquenes se hizo cargo de la instrucción de los reclutas de esa ciudad que sumaban 280 hombres y de los de Quirihue que eran 220 hombres. Otro comandante, el Mayor Leonardo Niño dirigió la instrucción de los 400 individuos reclutados en Constitución, llegando a un total de 900 reclutas.
El 6 de noviembre la provincia había completado ya las 1.200 plazas del Regimiento Movilizado Maule e iniciaba la marcha hacía Quillota, lugar destinado por el Ministerio de Guerra para completar la instrucción y el equipamiento necesario antes de marchar al teatro de operaciones.
3. La preparación (noviembre de 1880 a enero 1881)
Al llegar a Quillota, el Regimiento Maule fue incorporado al denominado Ejército del Centro, que tenía la misión de integrar a todas las unidades que se preparaban para participar en el teatro de operaciones. Esta preparación se hacía a base de ejercicios militares diarios: “... desde el viernes ha salido el Maule a hacer ejercicios por las calles de la ciudad y el cerro... en todas las veces que el Maule ha hecho ejercicios en las calles...los pobres soldados han regresado al cuartel cubiertos de una espesa capa de polvo, la instrucción progresa con mucha rapidez. Ya parece un cuerpo de veteranos...” y con una disciplina férrea que llegaba a producir quejas, indicadas en las cartas que enviaban los soldados a casa.
En esas mismas cartas, los soldados comunicaban a sus familiares de las malas condiciones de alimentación y de las enfermedades que sufrían, siendo el sarampión y la viruela la causante de 40 enfermos y 6 muertos durante la estadía en Quillota.
Pero no todo fue problemas, también había momentos de esparcimiento, sobre todo cuando la banda del regimiento tocaba los domingos en la plaza del pueblo, ese era el momento que los oficiales aprovechaban de conversar con las señoritas y los soldados salían a recorrer la ciudad, teniendo según la prensa local un comportamiento excepcional, situación que acompañaría al regimiento durante toda la campaña de la sierra. En medio de esas jornadas de esparcimiento, el Maule recibió el estandarte de manos de una comisión de vecinos de Cauquenes: “...la hermosa estrella de cinco puntas que se destaca de su centro en relieve bordada con el más exquisito esmero... mide 80 centímetros y es adornada con algunas piedras imitación a rubíes... las borlas son de rico canutillo dorado y los cordones de hilo de oro... pero lo que descuella es la inscripción Regimiento Maule 1880... bajo el relieve de las letras se divisa un cordón lacre que descansa en el hermoso campo de puros azul del tricolor chileno...”.
La entrega del estandarte significaba que el regimiento poseía una identificación propia para luchar en la guerra, pero solamente faltaba la orden de partir. Ésta se hizo efectiva en forma parcelada a partir del 6 de diciembre de 1880, el 29 de diciembre de 1880 y el 5 enero de 1881, cuando la última compañía del Maule abandonó Quillota, atrás quedaban los recuerdos de Chile y comenzaban las preocupaciones sobre la lucha que se avecindaba.
4. El Maule como unidad del Ejército de Reserva (diciembre 1880 a abril 1881)
Pero de la lucha que se avecindaba, el Maule había quedado marginado y fue destinado como unidad integrante al Ejército de reserva, el cual había sido destinado para asegurar la ocupación de los territorios de Tacna, Tarapacá y Antofagasta, por mientras se desarrollaba la lucha en el corazón del enemigo.
En esa labor de ocupación y guarnición, el Batallón Maule estuvo aproximadamente casi 5 meses y fraccionado entre las ciudades de Calama, Arica y Tacna. La vida de guarnición empezaba a las 4 de la mañana con un desayuno de medio litro de café con azúcar y un pan de ciento cincuenta gramos de peso, para luego pasar a labores de apoyo en los servicios de intendencia, cárcel, justicia, policía, retreta y honores a la visitas de los comandantes. En la tarde, después de recibir un almuerzo de abundante hervido de carne de vaca, con papas, grasa, arroz y legumbres, bien condimentadas y un pan de ciento cincuenta gramos, se realizaban los ejercicios militares en los alrededores de la ciudad y al terminar el día recibían una comida de frejoles, con grasa, arroz, y ají, con pan. Durante los fines de semana se destinaba el día sábado para el lavado de la ropa y el aseo personal, siendo el domingo el día de franco para la tropa, donde aprovechaban de recorrer los huertos vecinos de las ciudades para extraer las frutas, caminar por los cementerios peruanos y divertirse, siendo el alcohol el principal acompañante.
Fue durante esta estadía que se produjeron los primeros casos de ebriedad en servicio, como se describe a continuación: “... el Sargento 2º Chamorro que se hallaba en el cuartel de depósito se embriagó y también el cabo... el Capitán Hermosilla tuvo que quitarles una botella de licor que tenían... dos días seguidos se ha repetido la situación...”, que trajeron como consecuencia que 6 clases fueran degradados acusados de alcoholismo, debido a que no podían soportar las condiciones de vida y la disciplina militar.
Mientras los soldados del Maule recibían las noticias de la victoria del Ejército en Chorrillos y Miraflores, las inclemencias de un clima caluroso y húmedo en el día, y frío extremo en la noche provocaban las primeras epidemias de enfermedades por tercianas, tifus, paludismo, etc, provocando un total de 168 enfermos y 36 muertos. A esto debemos agregar el deficiente estado del vestuario y nula entrega de abrigo a la tropa, para soportar las oscilaciones térmicas, situación que no mejoraría con la llegada del Maule a Lima.
Las enfermedades, las muertes y el deficiente equipo fueron mermando la moral del Maule, incluso llegó a su punto máximo cuando el 28 de marzo de 1881 se decretó que el regimiento fuera reducido a batallón de 904 plazas, licenciándose 127 hombres que no estarían en la última campaña pero se encontraban contentos con regresar a casa.
Pero las noticias que provenían de Lima decían que los representantes chilenos no habrían reconocido la legitimidad del General Nicolás Piérola para iniciar las conversaciones de paz y éste huía a la sierra a continuar la lucha, pero parte del Ejército chileno había regresado y se necesitaban tropas frescas para continuar la guerra, por esto se dio el 30 abril de 1881 la orden al Batallón Maule de partir hacia Lima, esta sería la última oportunidad de estar en un teatro de operaciones.
5. En el teatro de operaciones (abril 1881 a julio 1884)
El 20 de mayo de 1881 el Batallón Maule llegaba a Lima y se incorporaba al Ejército de ocupación, recibiendo las órdenes de permanecer en los alrededores de la capital peruana para impedir las acciones de las fuerzas guerrilleras enemigas. El Maule protegió durante su estadía en Lima y sus alrededores, las localidades de Mayorazgo, Supe, Chosica y Quiroz.
El periódico “El Maule de Constitución” el 1 diciembre de 1881 reproduce el bautismo de fuego del Maule, que extractamos a continuación: “Combate de Cienaguillo entre una gruesa montonera enemiga y dos compañías del Batallón Maule. Derrota de los peruanos. De una carta del capitán del Maule, don Flaviano Valenzuela, tomamos los siguientes acápites:
“Mayorazgo, 23 octubre de 1881 ... a toda prisa contesto tu última carta, cuya fecha no recuerdo, para sacarlas de cuidado, pues es indudable que cuando recibas ésta ya sabrán que 234 hombres del Maule se han batido con una montonera bien organizada y que casi no merece este nombre.
El día 20 vino el general a nuestro campamento y dio la orden que a la oración del mismo día salieran 200 hombres y 60 granaderos a caballo a sorprender una montonera que estaba en Cienaguillo, a orillas del río Lurín y en los linderos del norte de Ate. Para llegar a ella teníamos que andar, lo menos, 5 a 7 leguas por la sierra.
Nuestro comandante mandaba la expedición y lo acompañaban un mayor y 2 capitanes de Carabineros. Yo mandaba la primera compañía, compuesta de 129 hombres, un teniente y dos subtenientes; la segunda, el capitán Ismael Pinochet con igual número de oficiales. Penosa y cansada fue la caminata. La noche era oscura y el piso de arena y cascajo, pero nadie se quejaba e íbamos contentos. La primera jornada fue de tres horas y descansamos 40 o 50 minutos; la segunda desde las nueve y media hasta las doce más o menos. Hacíamos la tercera jornada, cuando a las dos de la mañana, pasando por unos desfiladeros, nos sintió una avanzada enemiga y principió a jugarnos bala de lo lindo, disparando a la ventura hacia el sitio donde sentían el ruido; porque en la oscuridad de la noche no era fácil que nos viesen y no nos hizo, por consiguiente, baja ninguna y continuamos avanzando.
Convencidos ya de que no podíamos sorprender a los enemigos, ordenó el comandante hacer alto, una vez pasado el desfiladero y que entramos a un camino como de una cuadra de ancho, pero siempre en medio de elevadísimos cerros de arena y piedra, para aguardar el día y atacarlos de frente. Como estábamos distantes todavía, nos pusimos en marcha a las cuatro de la mañana llevando delante una descubierta de caballería. Claro ya, pero no del todo, volvió un granadero de la descubierta a avisar que en el lindero del bosque, del cual estábamos a tres cuadras de distancia, se divisaban militares ocultos tras el barranco y que al otro lado del bosque se divisaba el cuartel y mucha gente en el patio.
Ordenó el comandante que avanzara yo con la mitad de mi compañía y que una cuadra antes de llegar al barranco me desplegara en guerrilla y continuara avanzando.
Así lo hice y cuando me faltaban como tres cuartos de cuadra para llegar a la orilla del barranco, me soplan una descarga que felizmente no hirió a nadie, sino que nos pasaron las balas silbando.
Ordené inmediatamente ¡fuego! Y ocultarse. Me dio gusto ver la prontitud con que los rotos se dejaron ir al suelo y principiaron a contestar el enemigo. Pero no viendo a nadie, pues los mentecatos se ocultaban detrás de piedras, al borde del barranco los unos, en el espeso del bosque los otros, ordené apuntar con calma al monte en el lugar de donde salía el humo que produce el disparo y en los parapetos al fogonazo.
Es música muy agradable la que produce el sonido de las balas; a veces son trinos, otras repiquetes de jilgueros y miles de sonidos caprichosos a cual más armonioso.
Cansado de disparar inútilmente en esa posición, flanqueé a mi enemigo por mi costado izquierdo para desalojarlo.
Me olvidaba decir que tan pronto como rompimos los fuegos con el enemigo, el resto de tropa mía y la compañía del capitán Pinochet se desplegó a mi derecha y vino en mi auxilio.
Entonces sentí un momento de verdadero entusiasmo al ver en toda línea hacerse general el fuego y la derecha nuestra amagaron con tesón la izquierda enemiga, mientras yo los hacia por la mía tomas la fuyenda, como buenos peruanos que son.
Dueños ya del barranco y del lindero del bosque me pedían por Dios los soldados que los permitiese penetrar, diciéndome “ahora es tiempo, mi capitán, que concluyamos con estos cholos”.
No pude consentirlos, porque no tenía orden y por considerarlo imprudente.
Tocóse reunión, y vi con satisfacción que no teníamos mas que cuatro heridos levemente de los nuestros, dos carabineros sin haber tomando parte ninguna y dos caballos muertos.
En lo poco que se recorrió el monte se hallaron siete cholos que habían pasado a mejor vida y si más se hubiera buscado, quien sabe cuantos más se habrían hallado sin contar los heridos.
Cincuenta granaderos con otros tantos infantes a la grupa atravesaron el bosque por un angosto sendero para ir a tomar posesión de la casa que estaba ya vacía.
Nos fuimos todos en seguida, y principio el granjeo y exterminio.
Había una gran cantidad de preciosos zapallos, camotes, carne, rifles, muchas cápsulas y todo esto unido a los malos muebles, se encerró en una pieza para prenderle fuego a nuestra retirada.
Los soldados corrían desolados por los potreros detrás de los burros, mulas, caballos y machos para volver jineteando. Yo pesqué uno no muy maldito y que para volver me sirvió a las mil maravillas.
A las 9 AM mas o menos, emprendimos el regreso y llegamos a Mayorazgo a las 7 PM cualquiera, al vernos con las caras como máscaras con el sudor y tierra, con el vestuario roto, las caras largas y tristes del sueño y el cansancio, habría creído que era tropa derrotada.
Ya pueden ver que nuestro bautizo ha sido feliz. Hemos deshecho una montonera que se llamaba los inmortales de la izquierda, sin haber tenido ningún muerto y lo principal de todo es el haber conocido nuestra gente que es brava, obediente y amante a su jefe.
Hubo un cabo que me decía a cada momento: “no se exponga mi capitán; agáchese mi capitán y póngase retrasito de mí”.
Es muy probable que el parte del comandante se publique en alguno de los diarios de Santiago.
Manuel no tomó parte porque todavía está en Lima...(sic)”.
Más adelante, la comandancia del Ejército chileno de ocupación recibió a fines de 1881 la orden de preparar una expedición a la Sierra para destruir al Ejército de General Cáceres, pero el jefe de ocupación Contralmirante Patricio Lynch hizo ver al gobierno en Santiago que las inclemencias del tiempo podían dificultar las operaciones, pero el gobierno insistió y se organizó una división donde se incorporó el Batallón Maule.
Esta marcha fue penosa para la división, debido principalmente a las tormentas de nieve que dejaron sepultado para siempre en la cordillera peruana a numerosos soldados chilenos, entre ellos dos del Maule. Esto obligó al Contralmirante Lynch que tropas frescas al mando del Coronel Estanislao del Canto continuaran el camino a la sierra y el resto de los batallones regresaran a Lima, entre ellos el Maule.
Estando en Lima, se ordenó al Batallón Maule trasladarse al pueblo de Huacho para servir las labores de ocupación, objetivo que cumplió entre febrero de 1882 a junio de 1883. Durante ese tiempo se dedicó a organizar los servicios públicos, explotar los recursos de las zonas e imponer cupos de guerra para mantener a los soldados, disminuyéndose completamente las acciones bélicas con los guerrilleros peruanos.
Pero lo que no disminuyó fueron las enfermedades y las muertes, siendo causas principales el clima, las condiciones higiénicas y la falta de equipo adecuado, causando un promedio de 100 enfermos mensuales y 29 muertos de una fuerza efectiva que no superaba las 800 plazas.
La victoria en Huamachuco, sobre las fuerzas de Cáceres, determinó al comando chileno organizar expediciones para destruir definitivamente la resistencia, una de esas divisiones fue la del Coronel Urriola, donde fue incorporado el Batallón Maule. Esta división se desplegó por toda la sierra entre julio a noviembre de 1883, con la esperanza de destruir al General Cáceres, pero falló en el objetivo y tuvo que regresar a Lima.
Finalmente, en abril de 1884, el General Cáceres reconoció el tratado de paz firmado en octubre de 1883, permitiendo que las unidades chilenas abandonaran el territorio peruano, siendo el 25 de julio de 1884 la fecha en que el Maule zarpó hacia Chile en el vapor Copiapó.
6. Del regreso al licenciamiento (agosto a diciembre 1884)
El 3 de agosto de 1884, el Batallón Maule llegaba a Valparaíso y era trasladado en ferrocarril a Santiago, donde se le hizo una recepción en la Estación Central, protagonizaba por un comité de estudiantes del Maule, los cuales entregaron al comandante una hermosa corona de laureles y luego se invitó al Maule a desfilar por la Alameda hacía el centro, escoltado por compañías del Batallón Chillán 8º de Línea y por una multitud que salió a recibir al batallón que regresaba a Chile.
Después de algunos días de permanecer en Santiago, el Maule se trasladó al sur, llegando a Parral el 9 de agosto, pero las inclemencias del tiempo y las crecidas de los ríos impidieron que se trasladara de inmediato a Cauquenes, haciéndolo sólo el 11 de agosto.
La recepción del Maule fue apoteósica, tal como se describe a continuación: “En las primeras horas de la mañana una inmensa muchedumbre, llena por completo toda la calle del colegio, desde la Plaza Independencia hasta el mismo Campo de Marte, se calcula que pasarían de 4.500 almas... a las 2 PM un atronador ¡Viva Chile!, repiques de campanas en la matriz, las descargas con que el Cauquenes, saludaba a sus hermanos y los acordes del himno patrio nos vino anunciar... el desfile que hizo el batallón por los arcos de honor... realmente que nos orgullece...”.
El Batallón Maule permaneció en actividad hasta el 13 de octubre, fecha que se decretó la disolución de la unidad cívica y el pago del licenciamiento de la tropa, que correspondía a tres meses de sueldo. Pero lo que quedó pendiente fue el pago de los sueldos atrasados, esto llevó a que continuamente los veteranos regresaran a Cauquenes, a preguntar por el plazo del ajuste de los sueldos adeudados.
Finalmente la paciencia terminó y los veteranos provocaron un conato de motín en la plaza de Cauquenes, pero esto no hubiera tenido consecuencia si la policía no hubiera actuado usando las armas, el resultado fue 6 veteranos heridos y el resto fue perseguido por toda la ciudad y condenados a penas de cárcel.
Finalmente, el 13 de diciembre los soldados del Maule comenzaron a recibir en perfecta tranquilidad el pago de sus dineros y empezaron a regresar definitivamente a sus hogares, en ellos los esperaba su familia y el recuerdo por siempre de la guerra
Bibliografía
1. Ahumada, Pascual; Guerra del Pacífico, recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencia y demás publicaciones. Ed. Andrés Bello, 1984, T. VI.
2. Boletín de Leyes de 1881.
3. Diario El Mercurio de Valparaíso, 1880-1881. ...
5. Gobernación de Constitución, volumen 66 y 68. Archivo Nacional. ...
7. Ministerio de Guerra, Ejército del Centro, decretos 1880-1881, volumen 921. Archivo Nacional.
8. Ministerio de Guerra, Correspondencia del Batallón Maule, 1880-1884, volumen 601. Archivo Histórico del Ejército. ...
10. Ministerio de Guerra, Revista de Comisario del Ejército de Chile, tomos 20 y 33. Archivo Histórico del Ejército. ...
14. Ministerio de Guerra, Notas del Ejército de Reserva, 1879-1881, volumen 897. Archivo Nacional.
15. Ministerio de Guerra, Estado de Fuerzas 1881-1887, Ejército de Reserva, volumen 899. Archivo Nacional.
16. Ministerio de Guerra, Memoria del Ministerio de 1882. Archivo Nacional.
17. Ministerio de Guerra, Correspondencia con Huacho, volumen 646. Archivo Histórico del Ejército. ...
19. Ministerio de Guerra, Correspondencia del Estado Mayor General del Ejército del Norte a la Inspección General de la Guardia Nacional, 1883, vol. 818. Archivo Histórico del Ejército.
20. Ministerio de Guerra, Correspondencia, 1881, vol. 362. Archivo Histórico del Ejército. ...
22. Periódico La Esperanza de Cauquenes.
23. Periódico La Voz de Itata, Quirihue.
24. Periódico El Maule de Constitución.
25. Periódico El Correo de Quillota, 1880-1881.
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Departamento de Historia Militar. "Revista de Historia Militar", n° 5, diciembre 2006.
Saludos
Jonatan Saona
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