PARA MUNDIAL.
Querido lector ¿Véis aquel que va presuroso con las herramientas bajo el brazo en pos del sustento de la vida?... – Es un expulsado, uno de aquellos que soñó en la patria desde su infancia, uno que recogió palabra por palabra la tradición de un pueblo noble y leal. Ese hombre, que no sé cómo llamarlo, es hijo de Tacna; nació después de la guerra y sus primeros gritos fueron ahogados por el ruido de los sables chilenos; que en son de amenaza, han arrastrado por las calles. ¡Oh terrible embriaguez de la conquista!
Abrió sus ojos el pequeño y sonrió a la luz meciéndose dulcemente en los amorosos brazos de su adorable madre, y cuando sus ojitos miraron por primera vez en la autora de sus días, se estremeció y dejó oír un quejido triste y resignado. La madre acababa de transmitirle un noble sentimiento, algo más todavía, acababa de ofrendar para la patria, con todo el amor, que cabe suponer en el corazón fiel y por desgracia cautivo.
Creció el pequeño y empezó como todos a sentir el deseo de ser grande. La vida en su mente infantil se le presentaba llena de risa; pero de una risa angelical, como el sueño de las hadas, como el encanto de las Diosas.
La escuela fué su primer centro de reunión, el punto de partida de su educación y de aquella era el compromiso y promesas que en el curso de la vida toma el nombre de Amistad. Pero en esa escuela, a más de la educación intelectual, el profesor chileno tenía la alta misión, acaso la más difícil, de inculcar a los educandos algo que ellos no entendían.
Mañana y tarde el profesor repetía que Chile era un gran país heroico y honrado y sobre todo, inmensamente rico; que los peruanos eran débiles, pobres y cobardes; que el chileno era la gloria más grande de la vida. Estas y otras cosas oían los niños diariamente y además tenían que vivar a Chile para salir a recreo so pena de ser castigado.
Nuestro pequeño se sentía intrigado. La letanía de Chile a cada rato, banderas chilenas por todas partes, fiestas y paseos con música y estandartes lo impresionaban de una manera inexplicable, hasta que un día preguntó a su mamacita el porqué de estas cosas. Ella con dulzura inimitable por el cariño maternal le contestó: "Ves este vestido negro que llevo? es el recuerdo de tu papacito. Esos que te hablan de Chile en el colegio son los que asesinaron a tu padre, son los que me tienen cautiva, tú también eres cautivo porque eres peruano como papacito, como tu mamacita que te quiere. ¿Quieres al Perú?
—Sí mamacita pero no llores. Dime mamá ¿porqué soy cautivo?
—Porque no puedes llevar la bandera peruana en tu pecho, porque tu existencia está ligada a un convenio que ha impuesto Chile, porque no puedes cantar la nación de nuestra patria y por último porque quieren que me odies y que yo te maldiga.
Con este niño, toda la generación tacneña nacida después de la guerra, ha crecido bajo un metódico plan de chilenización.
Pero así como los chilenos trabajan activamente dentro de las escuelas para catequizar a los pequeños, también éstos reciben fuera de los recintos escolares lecciones más sanas, más puras que hacen palpitar de regocijo sus bellos corazoncitos. Estas lecciones las dá el pueblo con sus patrióticas costumbres. Los pequeños oyen la leyenda patriótica de los suyos y se dan cuenta que Tacna es cuna de patriotas y que ellos como sus mayores deben luchar por el bicolor. Así, pues, los niños que en las escuelas chilenas ni siquiera reciben nociones de lo que es el Perú, conocen su historia con todos sus esplendores y desgracias. Esta instrucción la reciben en las calles, en las plazas y en las esquinas sin más libros que la repetición constante de las hermosas tradiciones que los veteranos cuentan.
Cabe aquí recordar algo que enternece al alma, algo que como una onda misteriosa penetra en el corazón produciendo una sensación indecible, que hace soñar en aquellas cumbres nevadas del Tacora, en esa hermosa campiña del Caplina, y en esa hermosas auroras del terruño abundando en horas bien tristes por mandato del usurpador.
Este recuerdo tan grato y tan difícil de escribir es un reflejo de los tiempos transcurridos velozmente, es la historia que habla y anda, son los viejitos del verjel tacneño que también hacen patria soportando valientemente la tiranía de aquellos que se precian de omnipotentes en el mundo.
Vaya hacia ellos el más dulce recuerdo, la más expresiva expresión de cariño como mensaje de veneración. Oh! nobles ancianos, cuántas veces el cronista os vió con la cabeza descubierta oyendo con mística actitud las noticias de la patria!
Cuántas veces por nuestros rostros surcados por el tiempo las lágrimas desprendidas como gotas de rocío han aliviado vuestros temores y angustias por la suerte de la adorada patria!...
Vaya a ellos una corona de laureles y a los que yacen en sus tumbas mudos para siempre un puñado de rosas frescas y lozanas como la esperanza que en el pecho guardaron hasta el postrer instante de su vida!
Oh Tacna, Tacna, hija predilecta de la patria, sueño dorado de tus vates, guardas en tu seno algo más valioso que el platino y los diamantes, el patriotismo incorruptible de tus hijos.
A esos ancianos venerables, símbolos de patriotismo y de constancia, una vez se les vió radiantes y felices, a pesar de sus achaques, a pesar del frío y de la lluvia y a pesar de ser día memorable en la República de Chile.
En Tacna habían los chilenos confeccionado para festejar el aniversario nacional un gran programa en el que descollaba como número principal un paseo escolar al vecino puerto de Arica.
Las familias imposibilitadas para eludir tan antipático compromiso tuvieron que consentir en que sus pequeños fueran al paseo.
Los niños fueron embarcados al son de alegres marchas y ante la presencia del famoso Lira, y demás comitiva oficial.
En Arica había algunos buques de la escuadra chilena, empavezados todos y preparados para recibir al jefe de la Provincia y a los alumnos de las Escuelas. El paseo fue soberbio, las cubiertas de los barcos fueron bañados con champagne y los brindis menudearon.
El sol al perderse en el ocaso, todavía alumbraba la silueta de los oradores que se vanagloriaban de haber conseguido la chilenización.
Los niños no fueron menos felices, para ellos hubieron naranjas, confites, pasteles y refrescos y además hicieron juegos de acrobacia preparados por los marineros de un barco de guerra.
Jamás el intendente Lira, se encontró tan satisfecho como aquella ocasión. Su obra estaba consumada, prueba elocuente de su triunfo era esa generación tacneña que rendía homenaje a la estrella solitaria delante las tripulaciones de los buques de guerra. Pero al regreso, y cuando los niños se vieron en su terruño, pasó algo inesperado por Lira y los suyos, y que dejó estupefactos a los habitantes de Tacna. Los muchachos volvían a sus casas cantando el himno de Tacna, y vivando al Perú, y a don José Pardo que era presidente de la nación por ese tiempo.
Este rasgo patriótico de esos simpáticos muchachitos impresionó mucho al pueblo y especialmente a nuestros viejecitos que miraban mal esta clase de fiestas que organizaba Lira a cada rato.
Tal es Tacna la nueva generación loca incontenible y patriota y aquella que está al borde de la tumba tenaz y abnegada como los patriarcas de la Sagrada Biblia.
Juan Sin Tierra.
*********
Revista Mundial. Año II, nº 73. Lima, 7 de octubre de 1921.
Saludos
Jonatan Saona
No hay comentarios.:
Publicar un comentario