3 de mayo de 2019

Ismael Concha

Ismael Concha Osorio
Don Ismael Concha Osorio
Teniente

Bajo la implacable segur de muerte póstuma i horrible, al lado de su jefe, el comandante de Zapadores don José Umitel Urrutia, precedido por ocho o diez de sus compañeros i de centenares de soldados, rindió la vida, adquiriendo el jermen de incurable mal en el valle de Lambayeque el brillante zapador a cuya memoria pertenece por separado esta breve pájina.

El subteniente Concha había nacido en la Serena el 22 de agosto de 1862, por manera que al fallecer en 1884 en el campamento de Chorrillos había cumplido apenas 21 años, siendo en edad tan tierna, por sus prendas morales bien probadas, una esperanza para el ejército.

Incorporado al principio de la guerra en el batallón Coquimbo, a cuyo cuerpo fué destinado después de servir algunos meses de cadete, recibió honrosa herida en la batalla de Chorrillos, ponderando su jefe, el coronel don Arístides Martínez, su noble actitud en un informe que tenemos a la vista, i en el cual dice de él que su conducta en las batallas de Lima "fué distinguida en todos conceptos, tanto por su serenidad i valor cuanto por su subordinación i disciplina,". Destinado después de la captura de aquella ciudad a guarnecer con su cuerpo los pestilentes valles del departamento de la Libertad, pagó el obligado tributo del chileno al emponzoñado clima de aquellos lugares, en condiciones que son dignas de especial memoria, según una carta-diario de resucitado que él escribiera a su buen padre don José María Concha, después de la resurrección, i que por los accidentes especiales que recuerda, es digna de ser extractada en interés de otros en la forma siguiente:

"Abril 22 de 1882.—Pasé este día bien, pero a las doce de la noche desperté con horribles dolores en todo el cuerpo. Mi asistente me dió una frotación de ron i me mejoré.

"Abril 23.—Pasé el día sin novedad, pero sin ganas de comer.

"Abril 24.—A las diez de la mañana, estando sentado i tranquilo, me sobrevino un vómito negro de sabor nauseabundo i de olor putrefacto.

"A la noche fué llamado de Lambayeque el doctor Moreno, natural del Ecuador. En el acto me deshaució, porque el vómito había precedido a la fiebre i en este caso nadie escapa ni en Guayaquil. Se desalojó mi pieza de todo lo que contenía, operación que me anunció mi fin, porque yo había presenciado igual medida respecto de mis ocho compañeros ya enterrados.

"A las 11 de la noche tenía 136 pulsaciones i me administraron para purgante enérjicas medicinas indíjenas llamadas jalorotidí i chologoyo.

"Abril 25.—Sigo empeorándome. La fiebre me devora.

"A las 7 de la noche comienza el delirio, a las 9 la agonía.

"Abril 26.—Contra lo que todos esperaban, a las dos de la mañana desperté. Vino el doctor i me hizo dar caldo i un huevo batido en agua.

"En el intertanto habían mandado buscar mi ataúd a Lambayeque i lo tenían del lado de afuera de mi pieza".

¡Detalle íntimo pero horrible! el joven zapador, que era sumamente pobre, porque había dejado los dos tercios de su sueldo a su buena madre, cuenta a su padre en la carta de que hacemos este extracto que el cajón de muerto le había costado 50 pesos; pero una vez temporalmente recobrado pudo venderlo por 40 pesos a un compañero que a su turno lo necesitó de veras.

El negocio por lo visto no había sido malo. El teniente Concha había pagado sólo diez pesos de prima por su resurrección!....

Ahora continuemos.

"Abril 27.— Se desarrollan hemorrajias inferiores de un carácter pútrido i así pasé una semana hasta el día 3 de mayo, en que me dieron por la primera vez doce cucharadas de caldo de pollo.

"El día 7 de mayo me levanté por la primera vez i me dieron jugo de carne. Todos me llaman "el resucitado", i las jentes a quienes he cobrado contribuciones lo sentían.... Algunos habían celebrado mi muerte.

“El doctor Merino murió.—De 600 zapadores que éramos, sólo quedamos 480, i ocho oficiales menos".

Tales eran los espantosos episodios de la fatal, innecesaria i desmoralizadora ocupación del territorio tropical del Perú.

Entretanto, el desgraciado joven Concha, que había sido ascendido a teniente de Zapadores el 16 de enero de 1882, veía acercarse ya el feliz regreso a la patria en el campo de Chorrillos, en que todo se alistaba para la vuelta; mas, como llevase sordamente escondido en sus entrañas el virus fatal de las fiebres tropicales, sucumbió a un nuevo acceso de ésta el 23 de enero de 1884, legando eterno luto e irremediable desamparo a sus padres, de que era báculo, a sus hermanos, de quienes fué ejemplo i era maestro.

La muerte de oficial tan joven i que vivía lleno de promesas para el porvenir, fué asimismo ocasión para una doble ofrenda del ejército, según aparece de las siguientes notas cambiadas entre el campamento i el hogar:

" Chorrillos, abril 26 de 1884.
“Señor Don José María Concha,
Santiago.

“Mi apreciado señor i amigo:

“Tengo el gusto de adjuntarle, para que se sirva poner en manos de su esposa, señora madre del finado teniente don Ismael Concha, una letra por valor de ($ 1,592.50) mil quinientos noventa i dos pesos cincuenta centavos, con que se han suscrito los señores jefes i oficiales de este cantón militar, para ponerlos a su disposición, esperando que esta débil ofrenda del cariño i simpatías que supo conquistarse entre sus compañeros le sirva de recuerdo en su justo pesar.

“Con este motivo, me suscribo de Ud. atento i aftrno. S. S.
Alejandro Gorostiaga".
________

“Santiago, mayo 20 de 1884.
“Señor Don Alejandro Gorostiaga,
Chorrillos.

“Apreciado señor:
“Agradezco a Ud. i a los señores jefes i oficiales de ese cantón militar el sentido pésame que se han servido darme, por su atenta comunicación de 26 de abril último, con motivo del fallecimiento de mi inolvidable hijo Ismael, teniente de Zapadores, arrebatado a mi cariño, a la edad de 21 años. Agradezco igualmente el jeneroso obsequio de 1,592 pesos 50 centavos, con que se han suscrito tan ilustres compañeros de armas, i que debo estimar como ofrenda a la memoria de mi hijo.

“Con sentimientos de la más alta consideración, me suscribo su atenta i S. S.
María Osorio de Concha".

El Congreso de la nación hizo también justicia a aquella noble i jentil memoria, i a virtud de una moción presentada por trece diputados concedió íntegra a la doliente madre la pensión que en vida le otorgara el hijo bravo, amante i jeneroso.


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo II, por Benjamín Vicuña Mackenna

Saludos
Jonatan Saona

2 comentarios:

  1. Amigo Saona, basta de apología a lo chileno, últimamente veo un sesgo de muy mal gusto, o acaso no hay historias de paisanos tuyos que merecen ser conocidos???

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  2. Admirable el temple de nuestros soldados chilenos
    Viva Chile!!

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