7 de octubre de 2011

Relato Corresponsal El Comercio

José Rodolfo Del Campo
Relato del Corresponsal de El Comercio, sobre combate de Angamos

A bordo de la Unión, octubre 12 de 1879.
Señores Editores de El Comercio, Lima:

Señores editores:

Impresionado aun por la serie de acontecimientos desarrollados el día 8 del que rige, dirijo a ustedes esta correspondencia.

No quisiera narrar a los lectores de El Comercio sino el heróico y sin igual combate naval que hemos presenciado el miércoles último; pero mi carácter de corresponsal me impone el deber de dar a conocer a ustedes todos los hechos ocurridos en esta última expedición. Paso a hacerlo.

A las cuatro de la mañana del 1º del actual zarpamos del puerto de Iquique en convoy con el Huáscar y el Rímac.

Francos ya del puerto, el Rímac hizo rumbo al norte y nosotros siguiendo las aguas del monitor nos dirigimos hacia el sur.

Entraba en los planes acordados navegar separados de la costa y guardando las precauciones debidas; así se hizo.

Sin ninguna novedad navegamos los primeros días, hasta el viernes 3, que a las ocho y media de la mañana distinguimos un vapor que navegaba pegado a la costa.

El Huáscar nos ordenó por señales reconocerlo. En consecuencia se aumentó el andar de la corbeta y estando ya a una distancia conveniente se afianzó el pabellón peruano con un cañonazo en blanco.

El vapor avistado se aproximó a nosotros, ostentaba ya en el pico de mesana la bandera inglesa y al tope de sus palos de trinquete y mayor el distintivo de la compañía inglesa de vapores.

A pesar de ello, se mandó a su bordo la visita de guerra; de regreso ésta dijo ser el vapor detenido el Chala, en viaje de Valparaíso para Antofagasta.

Su capitán se negó rotundamente a contestar a todas las preguntas que se le hicieron. El Huáscar, que había llegado al costado del Chala, mandó también su bote de visita. Tampoco pudo conseguir nada.

Tuvimos pues que dejar continuar su viaje al Chala y el convoy siguió su derrota siempre al sur.

Poco antes de las 11 de la mañana llegamos al puerto de Sarco, donde se encontraban fondeados dos buques de vela.

A la vez el Huáscar y la Unión destacaron sus embarcaciones para reconocer a dichos buques, que resultaron ser el bergantín goleta con bandera inglesa Coquimbo, cargado de harinas y otros artículos, y el otro la goletita Emilia con bandera norteamericana, en lastre.

Como los papeles no estuvieran en regla y usara sin derecho la bandera inglesa, se le remitió al Callao para que fuera juzgado por el tribunal de presas.

El teniente 1º don Arnaldo Larrea y el aspirante don Arturo de la Haza, fueron los comisionados para llevar a su destino la mencionada presa, que ya había sido sacada de su fondeadero, remolcada por el Huáscar.

No teniendo más que hacer en aquel puerto, nos dirigimos al de Coquimbo.

El Huáscar navegaba más pegado a la tierra por si algún transporte al avistarnos quería huir.

A las 12 h. 30 m. de la noche distinguimos el faro del puerto y montamos los islotes "Pájaros Niños".

Pronto estuvimos dentro del puerto y tan cerca de tierra que distinguíamos claramente los buques que se encontraban fondeados dentro de la bahía.

El Huáscar por un lado y nosotros por el otro reconocimos aquellos buques; ninguno era enemigo.

La Pensacola y un buque de S.M. británica se hallaban fondeados en la bahía.

No dejaba de notarse la agitación de los habitantes de Coquimbo, que corrían en distintas direcciones con luces en las manos.

Ustedes saben que Coquimbo está bien fortificado y creímos, como era natural suponer, que se nos hiciera fuego, siquiera estimulados por la presencia de los buques de guerra extranjeros; pero tampoco esta vez se han dejado sentir los cañones del enemigo.

Practicado el reconocimiento de la bahía, que duró tres horas, no restaba ya qué hacer y salimos de ella siguiendo al Huáscar.

A las 11 de la mañana del día siguiente entramos al puerto de Tongoy para reconocer un vapor que había allí fondeado. Este resultó ser el Cotopaxi, vapor del estrecho, en viaje de Caldera a Valparaíso.

Regresaban los botes que fueron a hacer la visita de guerra al Cotopaxi, cuando el vigía dio la voz de "humo por la proa".

En convoy con el Huáscar fuimos a reconocer el humo que se avistaba, gobernándose de modo de cortarlo por la proa.

Se afianzó el pabellón con un tiro en blanco y el vapor, en cuya solicitud íbamos, paró su máquina.
Se mandó practicar la visita de guerra, era el vapor Ilo de la Compañía Inglesa, en viaje al Callao.

Tampoco en este vapor se nos quiso suministrar ninguna noticia ni dársenos periódicos de Chile.

Habíamos llegado al fin de nuestra expedición, y no sé si porque le faltara carbón al Huáscar o porque se juzgaran más útiles los servicios de los dos buques en nuestra costa, resolvió el contralmirante Grau, de acuerdo con el comandante general García y García, regresar al norte, tocando previamente en determinados puertos.

En esta virtud, hicimos rumbo al norte, siguiendo las aguas del Huáscar, a quien ya le habíamos dado algunas toneladas de carbón.

Pronto comprendimos por el rumbo que llevábamos, que aquella noche debíamos entrar en Antofagasta.

No nos habíamos engañado: el Huáscar debía entrar al puerto para reconocer los buques que allí se encontraban, y la Unión cruzar la embocadura del puerto y Punta de Tetas.

A pesar de ser noche de luna, el tiempo estaba brumoso. El Huáscar, que a las doce y media de la noche había entrado a la rada de Antofagasta, salió de ella poco después de las tres de la mañana a todo andar. A la vez distinguimos cuatro buques más, que no podían dejar de ser enemigos.

Seguimos en convoy con el Huáscar y los cuatro buques avistados cambiaron señales y venían en nuestra persecución.

Al amanecer distinguimos claramente que los buques que nos perseguían eran un blindado, una corbeta y dos buques más, probablemente de los armados últimamente en guerra. Uno de éstos hizo rumbo para Antofagasta, sin duda a dar aviso.

Era tanta la tenacidad de los buques que nos perseguían y su buen andar, que fue necesario que la Unión abriera un poco el rumbo para dar tiempo a que el Huáscar, de menor andar, pudiera ganar al N. Se consiguió el objeto, pues ya habían quedado muy atrás los buques enemigos, aunque venían a todo andar y la corbeta que se iba separando del blindado cazó su aparejo.

Nos creíamos ya fuera de la alcance de la escuadra chilena, cuando se distingue que del N.O. venían otros tres buques cortándonos por la proa. Era el otro blindado, la corbeta O'Higgins y uno de los vapores armados de guerra. Este fue a juntarse con la primera división y el blindado y la corbeta seguían gobernando a cortarle por la proa el rumbo al Huáscar.

Poco a poco iban estrechándose las distancias y el blindado chileno le entraba ventajosamente a nuestro monitor, que comprendiendo que por estar estrechado sobre la costa no podía eludir un combate tan desigual, puso proa a tierra. Creímos por el momento que alguna descomposición en la máquina obligaba al Huáscar a pegarse a la playa para vararse. No había llegado ese caso felizmente; había sido una hábil maniobra del contralmirante Grau, que viendo que tenía que comprometer el combate se pegó a la tierra para proyectarse sobre ella y presentar menos blanco al enemigo.

Gallarda y majestuosa le presentó el Huáscar su torre al formidable blindado chileno y le descargó sus dos cañones: eran las 9.30 de la mañana.

El blindado, que no sé si sería el Cochrane o el Blanco, porque no es fácil distinguir a lo lejos, contestó los disparos hechos por nuestro monitor.

Se habían estrechado tanto las distancias y se hacían por ambos combatientes un fuego tan nutrido, que por momentos esperábamos que nuestro débil monitor fuera a sucumbir.

De repente vemos que el Huáscar pone proa al blindado y se larga sobre él a partirlo con el espolón; simultáneamente le descarga casi a boca de jarro los dos cañones de su torre; inútil valentía; el blindado con su doble hélice escapa del golpe y también le dispara sus cañones.

Había ya transcurrido el tiempo suficiente para que el otro blindado se uniera al primero. Desde este momento se trabó ya el combate entre el Huáscar, el Cochrane y el Blanco.

El fuego de cañón y de ametralladoras se hacía cada vez más nutrido y el Huáscar, hábilmente dirigido, maniobraba con la mayor rapidez, haciendo fuego a sus dos enemigos, sin presentarle la popa, que siempre se la buscaban, por ser la parte más vulnerable del monitor.

No es para escrito, señores editores, el gran espectáculo que teníamos a la vista.

Dos formidables naves de guerra con doce cañones de a 300 y un blindaje de 9 pulgadas, batiéndose con un débil monitor de 2 cañones y 4½ pulgadas de blindaje al centro, por 3 y 2½ en las extremidades.

Varias veces se veía al Huáscar írsele encima a uno de los blindados, y a éste que rehuía el golpe.

¡Qué combate tan asombroso! como que es el primero en su género.

¡Gloria a los héroes del Huáscar! es la palabra con que debemos exclamar todos los peruanos.

El valor, energía y patriotismo del bravo contralmirante Grau y su digna oficialidad y tripulación, es sin igual; no tiene ejemplo.

Como dato curioso, doy a continuación el número y la hora de los tiros disparados por nuestro monitor Huáscar y los blindados Cochrane y Blanco Encalada en el glorioso combate del 8 de octubre, de las 9 h. 30 m. de la mañana en que principió el combate, hasta las 10 h. 38 m. en que ya perdimos de vista a los combatientes.

Hélo aquí:

Huáscar rompió los fuegos.
Horas.- 9.30; 9.32; 9.36; 9.37; 9.41; 9.42; 9.46; 9.46; 9.50; 9.50; 9.55; 9.55; 10.5; 10.5; 10.10; 10.10; 10.13; 10.13; 10.21; 10.23; 10.29; 10.30; 10.32; 10.32; 10.38.- Total, 25 disparos en una hora ocho minutos.

Blindados chilenos:
El primero con quien se trabó el combate y que creo sea el Cochrane:
Horas.- 9.36; 9.38; 9.41; 9.42; 9.46; 9.47; 9.50; 9.50; 9.52; 9.54; 9.57; 9.58; 9.58; 10.3; 10.3; 10.7; 10.9, 10.12; 10.15; 10.15; 10.16; 10.18; 10.19; 10.21; 10.23; 10.29; 10.29; 10.35; 10.36; 10.36.- Total, 30.

Segundo blindado Blanco Encalada:
Horas.- 10.22; 10.22; 10.24; 10.24; 10.38; 10.38.- Total, 6.

A las 10.38 minutos apenas se distinguía el humo de los buques y se veían los fogonazos, sin percibirse de cuál salían.

Con la desesperación consiguiente nos alejábamos de nuestro monitor; pero no podía ser de otro modo.

Desde que se avistó al segunda división chilena y se estrecharon las distancias, los dos blindados se dirigieron al Huáscar y en persecución nuestra la O'Higgins y otros dos buques que presumo fueran otra corbeta y el Loa.

No era prudente, pues, que la Unión comprometiera un combate serio con las dos corbetas y el Loa, porque a éstas se hubieran reunido desde que dejáramos nuestro rumbo todos los demás buques ligeros que venían por el sur entablándose así voluntariamente una de las luchas más desiguales, que por mucho que hubiéramos hecho y por grandes que fueran los sacrificios que nos impusiéramos, era punto menos que imposible poder contrarrestar, si no con ventaja, a lo menos con igualdad al enemigo y se habría perdido la corbeta, aunque subumbiéramos heróicamente.

Sin embargo de estas poderosas razones, la Unión maniobraba para ver si podía conseguir que algunos de los buques chilenos se separaba de los otros para acometerle.

El Loa, que era el que mejor navegaba y que había avanzado un poco, nos disparó con sus colisas de proa de 150 cuatro cañones con intervalos de 8 a 10 minutos, pero a tanta distancia que no llegaban ni a la mitad del espacio intermedio, que no era menos de 7.000 metros.

Vista la difícil situación que atravesamos, juzgó el comandante general llegado el caso de reunir una junta de guerra para acordar la resolución que debía adoptarse en circunstancias excepcionales.

En efecto; se reunió ésta bajo la presidencia del comandante general capitán de navío don Aurelio García y García, del comandante del buque capitán de navió don Nicolás F. Portal, del 2º comandante capitán de corbeta don Juan Salaverry, tercer comandante capitán de corbeta graduado don Emilio M. Benavides, mayor de órdenes de la 2ª división naval capitán de fragata don Gregorio Pérez y el teniente coronel 2º jefe de la columna Constitución del Callao, doctor don Leopoldo Flores Guerra.

Después de deliberar detenidamente lo que debiera hacerse, acordó la junta de guerra en primer lugar que nada podía influir en la suerte del Huáscar el combate que empeñara la Unión con los buques de madera; y resolvió que la Unión combatiese con cualquiera que fuese el número de buques de madera si llegaba a ponerse al alcance de nuestros cañones; y que en caso de que así no sucediera debía seguir el mismo rumbo que ya había sacado a la corbeta del centro de la escuadra enemiga, sin que esta hubiera podido impedirlo.

El Loa, que ya había avanzado algo, temiendo que volviéramos sobre él, acortó su andar para juntarse nuevamente con sus consortes las corbetas.

Estos buques continuaron con alternativas de más o menos distancias durante todo el día por nuestra popa, en cuya dirección se les veía con bastante claridad al oscurecer y pasadas algunas horas de la noche.

A la madrugada del 9 llegamos al puerto de Arica, donde no permanecimos sino el tiempo suficiente para hacer carbón y embarcar a los prisioneros chilenos del regimiento Yungay que debíamos conducir a Mollendo.

Llegamos a aquel puerto a más de las 11 de la mañana del día siguiente, y después de desembarcar a los prisioneros chilenos y de esperar instrucciones por telégrafo del director de la guerra, nos hicimos nuevamente a la mar con rumbo hacia el norte, navegando con las precauciones debidas; y hemos fondeado en este puerto a las 5.15 P.M.

No se borra todavía de mi imaginación el estruendo de los cañones de los blindados; ni se aparta de mi vista lo grandioso del sublime y desventajoso combate sostenido por el Huáscar contra el Lord Cochrane y el Blanco Encalada.

¡Ojalá nuestro heróico monitor no haya desaparecido, para que la patria agradecida recompense como se merece el valor, pericia y sacrificio de sus gloriosos hijos los tripulantes del Huáscar!

Si ha sucumbido, que la patria los llore, aunque nunca será bien sentida la pérdida que llenará de dolor a la república entera.

¡Loor a los héroes del Huáscar!
Gloria para los mártires del 8 de octubre!

El corresponsal.- J. R. C.


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Saludos
Jonatan Saona

5 comentarios:

  1. El Huascar luchaba y luchaba y la Union corria y corria...

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  2. Como puede ser creible este comentario, si la Union escapó antes de iniciado el combate.

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  3. Solo es poesia, La Union solo se aferro al firme proposito de escapar y para ello conto con su principal arma, la velocidad, asi permanecio sin ser capturada hasta la toma de Lima y el Callao, donde junto al resto de la escuadra peruana en vez de dar una ultima batalla, vararon y quemaron sus buques.
    Creo que muy poco gloriosa a primera vista la decision que se tomo, similar a la del manco capac en Arica.

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    1. Te voy a desasnar amigo para que entiendas la historia, si la unión, el único barco de guerra que le quedó al Perú luego de Angamos no dio batalla en las luchas por la toma de Lima, fue xq le le quitaron sus cañones para la defensa de Lima en tierra y toda su tripulación fue a defender Lima tam en tierra, crees acaso que el único barco de guerra como la unión, saldría a luchar sin cañones y sin tripulación??? Terca y hasta estúpida es la aseveración antojadiza de que se hundieron los barcos, barcos como si hubiesen habido muchos cuando la Unión era la única, pero o desconocen o sinceramente saben de eso pero igual aseveran que se hundió la Unión sin luchar, cuando está ys no tenía ningún medio para dar lucha. Espero te hayas enterado ahora está explicación a tu notoria ignorancia con respecto al fin de la Unión.

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  4. Tampoco es cierto que la tripulacion hubiese opuesto resistencia e incluso rechazado el abordaje ya que segun expresa el ultimo Cdte. del monitor, no opusieron resistencia porque habian inutilizado todas las armas y decidido hundir el buque.

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