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1 de septiembre de 2019

Juan P. Ayllón

Juan Pablo Ayllón
Teniente Coronel Juan P. Ayllón.
(Colaboración.)

El Teniente Coronel, D. Juan Pa­blo Ayllón, nació en Lima y fué educado en el Convictorio de San Carlos, de allí pasó al Colegio Mili­tar en la condición de cadete profe­sor, regentó varias clases y se de­dicó con empeño al arma de Arti­llería, donde prestó importantes servicios hasta conquistarse entre los de su arma, un nombre respe­tado. Su carrera la hizo grado por grado, hasta ser Jefe del Regimiento de Artillería. Su foja de servi­cios está certificada por Jefes que como el inmortal  Bolognesi, lo tenían siempre á su lado, siendo Jefe de las Baterías del Norte en Arica, hasta el memorable 7 de Junio de 1880, donde fué hecho prisionero y conducido á Chile, después de ha­ber defendido hasta el último mo­mento el honor  nacional, y haber contribuido con su voto, en la reu­nión de Jefes que hizo Bolognesi, á que la plaza resistiera hasta quemar el último cartucho, como se hizo con asombro del mundo entero.

Una vez en su prisión, y ya en­fermo, le ofrecieron su libertad, si firmaba una acta, comprometiéndose á no tomar las armas contra Chile, y en una carta dirijida á su esposa, días antes de morir, se ex­presa así: me exigen una firma des­honrosa por mi  libertad, me en­cuentro muy mal de salud, quizá esta será la última que te escriba; pero no puedo acceder á semejante humillación, yo no  tengo mas pa­trimonio que el honor, única heren­cia que les dejo á mis hijos, moriré aquí separado de lo que mas quiero, cuales son tú y mis hijos; pero  no puedo mansillar mi honor, no pue­do deshonrar la dignidad de mi Pa­tria. Haz tú intención de no verme mas, me encuentro sumamente desfallecido y pronto descansaré de tantos sufrimientos. Adiós querida esposa, tal vez ya no recibirás mas cartas mías.”

En efecto al poco tiempo tuvo lu­gar su fallecimiento; y el señor Eleazar Hezaeta, Jefe chileno encargado de los prisioneros, lo re­comendó como buen peruano y de buenos antecedentes, en el parte que pasa comunicando el triste fin del pundonoroso Jefe Ayllón. Nombres como el que dejamos escrito deben ser siempre recordados con admira­ción y respeto, porque después de haber luchado heroicamente en Ari­ca, pasó á otra lucha mas fuerte, la moral, lucha entre el honor y la desesperación de morir  léjos del ho­gar querido, abandonado, en la tristísima condición de prisionero de guerra, prefiriendo esto último hasta descender á la tumba, pero dejando su honor y el de su Patria, sin mancha alguna. La nación hon­ra hoy, sus restos, traídos para depositarlos en el  patrio  suelo.


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Texto tomado de "El Perú Ilustrado" núm 167, Lima, 19 de julio de 1890.

Saludos
Jonatan Saona

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