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22 de agosto de 2019

Ernesto Riquelme

Ernesto Riquelme
Don Ernesto Riquelme
Guardia-Marina de la “Esmeralda"

I.
La memoria del jeneroso mancebo que llevando sobre el hombro, frájil todavía, los entorchados del guardia-marina de nuestra escuadra, se hundió con su nave entonando himnos de victoria para su patria, en día de imperecedero recuerdo, no puede separarse de la de sus dos sublimes compañeros que le precedieron en el sublime holocausto.

Por esto su recuerdo se asimila en uno solo en esta pájina de póstuma glorificación, i por esto, puede decirse que en la muerte inusitada i grande del joven guardia-marina Ernesto Riquelme, perdióla República una alma pura i una de esas existencias que para todos son queridas porque son el símbolo de todo bien.

II.
Hijo de una mujer cumplida, que ha ennoblecido durante treinta años el trabajo de la intelijencia por la enseñanza, la señora Bruna Venegas de Riquelme, el joven mártir heredó de su padre, don José Riquelme, el primer taquígrafo que hubo en Chile, una naturaleza rica en entusiasmo i en amor al arte.

III.
Nacido el 14 de abril de 1852, era uno de los más jóvenes oficiales de la Esmeralda, i se cuenta de él, no como maravilla sinó como una simple predestinación en su hogar, que a la edad escasa de diez años, deteniéndose de visita con su madre en casa de una amiga en Valparaíso, delante de un modelo de la Esmeralda, manifestó tan entusiasta afición al buquecillo, que hubieron de regalárselo i traerlo a Santiago para adorno de su modesto aposento, donde todavía se custodia "con la bandera al tope."

IV.
I aquí viénese de suyo a la memoria un rasgo olvidado de la vida de Arturo Prat. Cuando la Esmeralda iba a perecer en el gran temporal del 24 de mayo de 1876, el joven marino, a la sazón su segundo comandante, hallábase en tierra, i al saber el peligro de la querida nave, ganó su bordo echándose dos veces a nado en las furiosas olas. I una vez a bordo se hizo amarrar a la mura para dar las voces de salvamento que el caso requería. La Esmeralda dirijida así por él i por el capitán Lynch, su primer jefe, que supo también llenar noblemente su deber, se salvó en la playa. Prat pasó tres días postrado μυΓ la fiebre; pero la quilla gloriosa flotaba sobre el agua. Riquelme estaba allí?

V.
Un hecho singular todavía. E! guardia-marina Ernesto Riquelme, fué conquista de Prat en el claustro de la Universidad, cuando ambos cursaban leyes, i se hallaba aquél al estallar la presenta guerra a bordo del Cochrane; pero en el norte pidió ser trasladado a la Esmeralda, i su noble cuanto desventurada madre nos ha enviado a decir que la última carta del heroico niño era la expresión del más vivo regocijo, porque había vuelto a juntarse sobre la vieja i venerada quilla con su antiguo i querido capitán i amigo.

¿Hai por ventura en el corazón del hombre, en la relijión de la amistad, en la fidelidad a la bandera un vaticinio misterioso que nos arrastra al desenlace de la vida en una gloriosa alianza? Prat, Serrano i Riquelme, los tres han ele-jido el sitio, los tres se han dado la cita sublime, los tres han muerto entrelazadas las espadas i los brazos. Añádese todavía que el noble cirujano de la Covadonga Pedro Regalado Videla, era otra agregación del claustro universitario a la lejión heroica. Él había conocido allí a Prat. Era pariente cercano de Riquelme; i así todos los mártires han ido convidándose a su destino i reconociéndose los unos a los otros en el bordo de la inmortalidad.

VI
Una pájina más todavía de este sublime misterio.

Cuando el bravo teniente Luis Uribe hizo, hace ocho o diez años, la hermosa calaverada de casarse en Londres con una linda inglesa, sin esperar los trámites engorrosos de la ordenanza i se le juzgó en consejo de guerra, Arturo Prat fué su defensor, e hizo que en el pecho de los viejos marinos prevaleciera la leí del amor a la lei de la disciplina. Uribe fué absuelto, i fué el mismo valeroso oficial que ha sabido cumplir sobre el puente de la Esmeralda las últimas órdenes de su glorioso defensor. Luego ¿había a bordo del buque inmortal una tripulación sinó una cohorte, una familia, una sola alma fundida en un rico crisol de todas las almas, de capitán a paje, que allí pelearon i alli sucumbieron?

VII.
Ernesto Riquelme. entretanto, después de una niñez dividida entre el estudio i el arte, la pobreza i el esfuerzo, entró a la marina en 1874, cuando tenía ya 22 años. Su decisión un poco tardía por esa carrera tomó arranque de la certidumbre de que el país iba a contar con blindados capaces de hacerle conservar su supremacía en el Pacífico, i en consecuencia hizo a bordo del Cochrane el viaje de instrucción i de reparación que esta nave verificó a Inglaterra en 1877. 1 residiendo habitualmente en Londres, allí cultivó la música i el arte de los torpedos, el dibujo i los idiomas: en todo lo cual hizo tan notorios progresos que del último ramo nació en su alma, dulce pasión correspondida que el cielo no consintió en bendecir. El jóven guardia-marina, menos impetuoso que su camarada, había venido a preparar en Chile el hogar de sus amores, i se alistaba para atravesar otra vez el océano en su demanda, cuando ingrato plomo rompió su pecho. Lleven las brisas del mar a la tierna desconocida el pésame de todos los que aman i son amados!

VIII.
El joven Riquelme tenía todas las virtudes de las almas entusiastas i por esto era bien querido de cuantos le conocían. Bombero de Santiago, aprendió la abnegación en esa escuela de nobles voluntades, i por esto pasa hoi a tomar su puesto, el primero en la lista de llamada de su viuda compañía: ayer la 2.° hoi, La Esmeralda.

IX.
Una última observación al pasar en revista la memoria de las tres más ilustres víctimas de la Esmeralda. Prat, Serrano i Riquelme eran hijos de la provincia de Santiago, suelo mediterráneos que no parecía llamado a ofrecer sus hijos tas tributo a las leyendas i a las trajedias del Océano.

Pero lo que consuela i alienta en su sublime sacrificio es que si ellos hubieran visto la luz en el más oscuro rincón de Chile, habrían ejecutado con la misma indomable bravura la inmortal hazaña de Iquique para ejemplo de sus conciudadanos i eterna glorificación de la patria historia.


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo I, por Benjamín Vicuña Mackenna.

Saludos
Jonatan Saona

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