Teniente del Rejimiento 2° de línea.
I.
Quién era Jorje Cotton Williams? ¿Quién ha oído hablar siquiera de él? ¿En qué memoria ha quedado retenido su nombre? en cuál corazón su recuerdo? en qué boletín sus hechos?
¿Fué soldado?
¿Salió a campaña por su patria? ¿Ofrecióle ántes la vida? ¿Cumplió su voto en medio de carnicero encuentro?
¿De dónde había venido a Chile i qué significaba en las listas que se pasaban cada día al pié del asta de bandera en el campamento su nombre tres veces extranjero?
Hé aquí lo que se habrá ocurrido a muchos al leer el nombre de Jorje Cotton Williams, al frente de este póstumo rasgo biográfico, humilde tributo de la gratitud de la posteridad a su humilde i ya casi olvidada memoria.
II.
Jorje Cotton Williams, lejos de ser un aventurero, era un soldado de fe, un combatiente casi relijioso, el tipo del cruzado. Sus propias revelaciones, verdaderos ecos de ultratumba, ponen de manifiesto la profundidad de sus creencias relijiosas junto con su puro, ardiente, entusiasta amor a la patria, amor de criollo, amor arrebatado de mestizo, como el de Federico Stuven.
Jorje Cotton, el verdadero iniciador i fundador de la lejión atacameña, que fué cinco veces la gloriosa vanguardia de nuestro ejército, había nacido, como Cruz Daniel Ramírez, primer ayudante de aquélla, en la ciudad i puerto de Talca-huano, el 18 de febrero de 1855, i habíale tenido sobre la pila bautismal en robustos brazos su tío el contra-almirante don Juan Williams Rebolledo. Era hijo del ciudadano norte-americano don Jorje C. Cotton, que en 1851 se batió en Loncomilla por la causa de las libertades públicas, i de la señora Matilde Williams Rebolledo, hermana del captor de la Covadonga.
III.
Mui joven, casi niño, pasó Jorje Cotton Williams a establecerse en el puerto de Caldera, i allí, a la edad de dieziseis años, era nombrado patrón de bote (enero de 1871); en seguida, para aprovechar su hermosa letra, escribiente de la gobernación (febrero 21 de 1872), i por último oficial cuarto del mismo despacho en febrero de 1873, desempeñando su cometido civil con notoria intelijencia.
“La laudable laboriosidad,—decía de él su jefe don M. G. Carmona en oficio de 14 de enero de 1878,— que ha acreditado el oficial estadístico de esa aduana con la pronta formación de los datos estadísticos sobre el movimiento mercantil de ese puerto mayor, correspondiente al año que acaba de espirar, lo hacen justamente acreedor a una felicitación de esta dirección, que usted se servirá poner en su conocimiento."
IV.
No era el escritorio, empero, la verdadera vocación de aquella alma apasionada, creyente, casi ilusa, que debía sentir pesados sus latidos al correr la mano sobre los infolios de la rutina en el ejercicio cuotidiano de los negocios administrativos. Pero en marzo de 1877 Jorje Cotton vistió la casaca del soldado, siendo nombrado subteniente de la brigada cívica de Caldera.
Desde ese momento el cruzado antiguo destácase lentamente en el oscuro, pero juvenil i enérjico patrón de bote de la bahía mercantil, i comienza a fructificar en su ancho pecho la semilla del heroísmo sembrada en sus fibras por la mano de la fe. Tenemos a la vista una tarjeta fotográfica suya, lujo común en los mozos del primer día de parada; i su elevada talla de mancebo, sin más sombra en su rostro imberbe que la de la visera de su kepi, apóyase jentilmente sobre su espada. Una ráfaga de orgullo ha pasado evidentemente por la frente del bisoño capitán, i ese orgullo será en la hora de la prueba el sostén de sus azares, junto con su infinita creencia en la Divinidad i en sus misericordias.
V.
El joven subteniente habíase casado a los 19 años con la señorita atacameña doña Úrsula
Valenzuela i Goyenechea, i, cuando sobrevino la guerra, tenía ya tres tiernos hijos.
Pero llamado al servicio activo en su calidad de ayudante de la brigada de Caldera, cúpole el honor de conducir en el mes de junio de 1879 los primeros cien atacameños reclutados para la guerra. En esa lejión que fué inmediatamente incorporada en el 2° de línea, iban los dos hermanos José Dolores i Sabino González, los dos hijos de “la madre de Antofagasta," que llorándolos todavía ha hecho derramar tantas lágrimas.
Por esto hemos dicho que Jorje Cotton Williams fué el verdadero fundador del 1° de Atacama, porque llevó su primera sangre al desierto. Si hubiera retardado su partida unos cuantos días habría sido uno de los capitanes del batallón lejendario. Ausente él, por razón de primacía, tomó su puesto Daniel Cruz Ramírez, digno de ser su sucesor como valiente i como hijo de Talcahuano, cuna de ambos.
VI.
El primer ejercicio de las armas fué, sin embargo, para el ardoroso cruzado, un desengaño. Él había ido en busca de batallas, i la fría lona de los campamentos envolvíale el corazón como dentro de una mortaja. “Dos meses ha que me vine,—escribía a su joven esposa desde Antofagasta el 16 de agosto,— i esos dos meses me han parecido dos siglos. Yo creí que el cumplimiento de mi deseo sería inmediatamente de mi venida; creía llegar i combatir, pero hasta ahora... ¡nada! Este hastío mata."
Volviendo en seguida intensa i cariñosa mirada al altar, que es Dios, i al lecho de los hijos, que es el altar más puro de los humano corazones, el joven voluntario agrupaba en esa misma carta las siguientes apasionadas i tiernas reflexiones: "A veces, querida Úrsula, estas consideraciones convierten mi corazón en un furioso volcán, mi cabeza en un torbellino de ideas. Quisiera estar al lado tuyo i de esos pedazos de mi alma, velar cerca por ellos, buscar a medida de mis fuerzas su sostén. Veces hai en que casi echo a un lado mi espada, mi uniforme, esperanzas de un dudoso porvenir, mis deseos de gloria; pero cuando esto pienso, veo primero la imajen de la patria en peligro cubrir con una mano a sus hijos, entre ellos ustedes, i con la otra defenderse de cobardes i coaligados enemigos.
"¿Cómo, pues, dejar sola i sin ayuda a nuestra tan cariñosa madre común, sin derramar por ella hasta la última gota de sangre, sabiendo que defenderla i defenderse a sí mismo i a los que nos rodean es una cosa igual?"
VII.
Los días i los meses pasan, entretanto, en el tedio, esta enfermedad del alma en todos los campamentos, para la cual no hai hospitales ni ambulancias. Pero la fe del teniente Cotton no decae. Al contrario, embarcado en uno de los trasportes i a la vista de las alturas de Pisagua, que se columbran entre la niebla de la mañana como la puerta de los campos de batalla que es preciso abrir a cañonazos, escribía el 1° de noviembre a su esposa esta pájina empapada en relijioso sentimentalismo: "Los momentos son solemnes, i aunque yo lo hago siempre, pienso mucho en Dios, en mis hijos i en tí. Cuando salgo sobre cubierta i veo hacinadas a mi alrededor un número de vidas dispuestas al sacrificio, esto es, en la nave en que voi yo; cuando extiendo mas allá la vista i veo ese número de cargamontos humanos destinados al sacrificio, todo destacándose en un inmenso mar azul, teniendo el ciclo por techumbre i a los elementos por testigos mudos de los preparativos para la próxima i terrible hecatombe; cuando pienso en el número de familias que lloran hoi la ausencia, mañana la muerte de sus deudos, que traerá para ellos la miseria i la orfandad, entonces, esposa mía, las lágrimas me saltan a los ojos i considero que yo tengo también bastante que dejar tras de mí. En fin, todo depende del terrible mañana..."
VIII.
I luego, como avisado por voz secreta,—"si por estar así decretado i quererlo Dios así, una bala diera cuenta de mi vida." —el pobre soldado dictaba a su compañera de breves pero felices días, su humilde testamento i jeneroso adiós de cristiano i de arrepentido. "Del 2° de línea reclamarás,—le decía tristemente,—mi mochila, mi caramayola, mi escritorio i mi saquito de tocuyo con ropa i algunas otras cosas. Todo eso me pertenece, porque no se me dió a condición de devolverlo, i puedes dejarlo para recuerdo o venderlo para que su producido le sirva de algo..."
¡Pobre soldado! Deja en herencia su caramayola, la mísera copa del desierto, i recomienda la venta de su estaño para cambiarlo por un pan para sus hijos... ¿Dónde hubo jamás igual desdicha?
Pero nó. Ni ese mismo afán tendríais ¡oh combatientes del 2.°! acabado dos veces por el plomo como la era por la hoz, en la primera mitad de las campañas, una vez en Tarapacá (18 oficiales) i otra vez en Tacna (15 oficiales, total: 33!) El 2.a de linea no dejaría por esto otra herencia a los hijos de los que bajo sus banderas pelearon, que su mutilación horrenda, su gloria no pagada i sus cenizas.
XI.
"Todo lo demás que te encargo,—proseguía el testador, levantando su alma a una magnanimidad rara en los que van a morir i han sido dichosos,—todo lo demás que te encargo, es que sigas queriendo a mis hijitos tal como si viviera, aún cuando, obedeciendo a la lei natural, quizás contraigas de nuevo alguna unión. Si yo muriera creyendo que iban a sufrir por esa causa, moriría intranquilo, i con la idea contraria i la conciencia de haber cumplido bien mis deberes, encontraré dulces mis últimos instantes.
"Como hai capellán a bordo, pienso confesarme e ir así preparado al combate, confiado en Dios, que conoce la justicia de nuestra causa, que es la mía."
¡Hé ahí el cruzado de las campañas santas! I a la verdad no faltó al jefe de la banda atacameña, fundida en el 2° de línea, al precipitarse a la quebrada de Tarapacá, sinó el grito de Jerusalén:—"¡Dios lo quiere!" "¡Dios lo quiere!"
"Dios,—volvía a exclamar,—Dios que atiende a las necesidades del insecto más insignificante, no ha de dejar sumida en la miseria a una madre i dos o tres inocentes criaturas. Confianza pues, i Él te dará, no lo dudes, lo que te falta para tí i mis hijitos. Pídele sin cansarte, que yo a mi modo lo hago aquí."
X.
En otra ocasión, el brioso cruzado, soñando con su propia gloria, sol de luz cuyos rayos invisibles calientan sólo a las almas jenerosas, había escrito desde el campamento estas palabras, que tienen algo del frenesí del antiguo entusiasmo relijioso: "¡Por fin! ¡Iré a la lucha! ¡Iré al campo de la destrucción i de la matanza! Heriré, mataré, pero con justicia i por necesidad. Me herirán, me podrán matar. Dios dispondrá de eso i no seré yo quien diga que está mal hecho.
"¡Ah! ¿i si no muero? ¿si llego a esa con tres o cuatro galones, con gloria, considerado i apreciado por mis hechos? ¿I si hago con ello el bienestar i la ventura para mis chicuelos i su madre? Ya veo los aprestos para la marcha; ¡marcharé, veré los aprestos que anuncien que es llegada la hora de exterminio i de horror, veré correr la sangre a torrentes, veré seres llenos de vida caer heridos o muertos, i pisando sus cadáveres, sus cuerpos moribundos, sus miembros mutilados, marcharé a la muerte o a la victoria Todos los oficiales i mucha parte de la tropa tienen este lema: "¡O Iquique o la muerte!" Yo tengo ésta: "¡O cuatro galones a mi vuelta, o nada!"
XI.
Entretanto, desde el codicilo de la muerte prevista i aceptada que el joven teniente del 2° de línea había escrito a la vista de los pardos farellones de la tierra de la conquista i del rescate, piérdese la huella del peregrino, i sólo vuelve a aparecer en su cadáver, insepulto en la quebrada del exterminio...
Pero sus votos estaban cumplidos.
El teniente Cotton, del 2° de línea, muerto por la patria a los 23 años de edad, había derramado "hasta la última gota de sangre por esa cariñosa madre común que se llama la patria"
I quedaba asimismo consagrado el ensueño i la misión del cruzado en la campaña.
Tarapacá, tierra de ultrajes para la bandera i la sangre de Chile, sería, mediante el heroísmo de sus hijos, el rescate de Chile.
**************
Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo I, por Benjamín Vicuña Mackenna.
Saludos
Jonatan Saona
mi tatarabuelo...
ResponderBorrarmi tatarabuelo...
ResponderBorrar