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23 de junio de 2019

Rafael Sotomayor

Rafael Sotomayor Baeza
Don Rafael Sotomayor
Ministro de la Guerra en Campaña

Nació don Rafael Sotomayor i Baeza, ilustre servidor del país, en mérito de su abnegación glorificada por su muerte i por su patriotismo probado en el crisol del sacrificio, en el departamento de Melipilla, donde, antes que él, había nacido el jeneral don José Santiago Aldunate, prez de nuestras armas, i después de él, el comandante Santa Cruz i el teniente Ignacio Serrano, muertos ambos heroicamente por la patria.

Su padre, don Justo Sotomayor, hijo de un maestre de campo de Concepción, arrendaba, como agricultor esforzado desde la época de la Independencia, la vasta hacienda de Huechún, que había sido propiedad de la familia Toro i Aldunate, cuando el 13 de noviembre de 1822 vino al mundo, el cuarto entre nueve hijos varones, todos de índole levantada, el hombre patriota i desinteresado cuya memoria recordamos.

Todos sus hermanos, más o menos, fueron agricultores como su padre, i entre los últimos nacidos figura el simpático i valiente jeneral don Emilio Sotomayor, quien, venciendo a triple número de enemigos en la cumbre de la Encañada dió a Chile la posesión i el dominio de la rica provincia de Tarapacá. La madre de los nueve Sotomayor de Melipilla (dos más que los Macabeos) fué la señora Clara Baeza, natural de Rancagua, i de familia tan prolífica como hermosa, fundadora de ese pueblo militar.

II.
Don Rafael, por excepción, fué dedicado a la carrera de las letras, es decir, a la abogacía, única literatura de aquel tiempo, i con este objeto pusiéronle sus padres en la entonces famosa escuela que rejentaba el pendolista don Domingo Acevedo, en el ángulo que entonces formaba una vetusta casa entre las calles de Huérfanos i de las Claras, fronteriza al claustro de la Merced i a la capilla del capitán Sagredo.

Allí fué el niño Sotomayor condiscípulo con los hombres de estado que más tarde se han llamado Covarrubias, Reyes, Pinto, Errázuriz, Santa María, etc.

Pasó en seguida con algunos de éstos al colejio del presbítero Remo, situado casi a espaldas de la escuela de Acevedo i frente a la antigua Universidad, que hoi es teatro, i después al Instituto Nacional, donde junto con algunos de aquéllos, terminó su carrera, recibiéndose de abogado el año de 1845.

III.
Provisto de este título, verdadero pase libre en Chile de todos los caminos de la vida i ¿el provecho, no le fué difícil al joven Sotomayor obtener un nombramiento administrativo, i pocos meses después de recibir su diploma pasó a servir la secretaría de la intendencia del Maule, puesto a que acababa de dar cierta tumultuosa nombradía la traviesa pluma del espiritual Jotabeche, recordando sus reyertas lugareñas con el intendente casi inamovible de aquella provincia, el hoi nonajenario jeneral de división don Domingo Urrutia.

IV.
Ocurrió en esta época de la carrera política i administrativa del señor Sotomayor, un singular paréntesis.—Acompañado de su amigo i conprovinciano el apreciable caballero don José Manuel Moya, dirijióse en 1849 a California, i allí no tuvo más fortuna, cual cupo a la mayor parte de los chilenos buscadores de oro, que ver una casa construida por sus propias manos en San Francisco, incendiada por la tea de los Galgos. Casi al mismo tiempo era asesinado, como tantos de nuestros valientes compatriotas, su hermano Manuel Antonio, antiguo cadete, en los momentos en que otro de su estirpe, don Diego, moría de insolación en viaje a aquel fatal país i frente a Guayaquil.

Después de ocho o diez meses de dura prueba i constante infortunio, regresó el joven i esforzado argonauta a su tranquilo empleo de Cauquenes, cuya propiedad había retenido.

V.
De ese puesto fué promovido el joven funcionario a juez de letras de Concepción, i en este destino comenzó a dar pruebas de su carácter enérjico i decidido, sosteniendo casi exclusivamente sobre sus hombros el peso de la lucha i el de la antipatía que la entonces vasta i varonil provincia de Concepción ostentó por tradición i por tendencias políticas contra la capital, con motivo de las candidaturas rivales del jeneral don José María de la Cruz i de don Manuel Montt.

Podría hoi asegurarse que la provincia de Concepción i en jeneral todas las comarcas i ciudades comprendidas entre el Maulé i el Bío-Bio, estaban resueltas a sostener con su sufrajio i en seguida con la espada, la candidatura del popular jeneral penquisto. La candidatura conservadora de la capital era, en consecuencia, sólo una sombra o una amenaza en aquella porción de la república; pero el juez de Concepción, ardientemente afiliado al partido a que sirvió hasta el postrer momento de su carrera pública, emprendió cuanto era dable ejecutar por ganar prosélitos a su causa o por debelar la de sus adversarios. I cuando éstos al fin tomaron las armas el 13 de setiembre de 1851, hizo él por su parte otro tanto, asociándose con otros partidarios esparcidos ultra Maulé. A la cabeza de un grupo de éstos tomó posesión de la ciudad de Cauquenes, que había insurreccionado en pro del jeneral Cruz, su antiguo jefe, el ex-intendente Urrutia.

VI.
Fueron mérito estos servicios políticos para que don Rafael Sotomayor ocupase después de la pacificación del país, ocurrida en Purapel, la intendencia del Maulé, i después, durante cinco o seis años, la mucho más difícil i descompajinada de Concepción.

VII.

Dió en este puesto el señor Sotomayor pruebas claras de poseer notables dotes de administrador civil, porque organizó la provincia bajo nuevas bases i deslindes, visitóla en toda su extensión, fomentó su progreso material i dió cuenta de todo lo que había realizado o quedaba por cumplir en una memoria que se conserva en los escasos anales de buen gobierno del país, junto con la análoga de la provincia de Coquimbo, trabajada por el intendente contemporáneo don Francisco Solano Astaburuaga, como modelos de labor administrativa.

Tomó asimismo parte activa el intendente Sotomayor en las operaciones encaminadas a pacificar i reducir la Araucanía, en la mejora de los caminos fronterizos, en el desarrollo de las nacientes industrias carboníferas del litoral, i por último, en las navegaciones fluviales del sur. El primer vapor que recorrió las aguas del Bío-Bío llevó por esto su nombre:—EI vapor Rafael Sotomayor, que todavía existe.

VIII.
Salvo uno que otro accidente de brusquedad jenial o de arrebato, como el ocurrido a un oficial de la guardia de cárcel de Concepción que no le saludó con el respeto debido, conquistóse el intendente Sotomayor en su mayor número las simpatías de la población hostil de su provincia, i revestido de este prestijio fué llamado por el presidente Montt a desempeñar la cartera de justicia durante las ajitadas crisis de 1858 i 1859.

IX.
No abríamos decir si la aureola de popularidad que el ex-intendente de Concepción trajo consigo, acrecentóse en brillo en su nueva i delicada posición política. Sábese sólo que estuvo siempre por las medidas represivas que formaban la índole i el programa del jefe del estado de aquella época, i que al fin provocaron la segunda gran revolución nacional que puso virtualmente término a su administración i a su partido.

En el último día de aquella, es decir, en la noche del 17 de setiembre de 1861, el presidente Montt otorgó al más fiel de sus ministros el empleo vitalicio de Superintendente de la Casa de Moneda, porque el señor Sotomayor se había mantenido durante sus largos servicios políticos en honorable pobreza.

X.
Decaído de improviso el bando político a que pertenecía, bajo la administración Pérez, siguió el señor Sotomayor, como leal, la suerte de sus amigos, dedicándose casi por completo alejado de la política militante, a los negocios que el estado próspero del país hacía reproductivos en la labranza i en el crédito. Pero de justicia es decir, que hallándose en esta posición holgada i casi feliz, apenas sobrevino una hora de peligro para la patria, olvidado de resentimientos i ventajas, el señor Sotomayor, cuya virtud más preclara i más conocida fué el patriotismo, embarcóse entre los primeros para procurar a Chile los recursos que un asalto naval inesperado i el bloqueo de todos sus puertos le atrajera. Don Domingo Santa María, su compañero en esa jenerosa caravana, recordó sobre la tumba del amigo i en sentidas palabras, las circunstancias excepcionales que realzaban aquel noble acto del ilustre muerto.

En esa ocasión internóse el señor Sotomayor en Bolivia, con el tituló de Encargado de Negocios, i fué parte a la temprana alianza que ese país nos prestara en el conflicto.

XI.
Terminado éste de hecho en 1866. regresó el señor Sotomayor a su ejercicio de Superintendente i de hombre de negocios en la capital, i durante muchos años fué consejero en algunos de nuestros Bancos principales, hasta que en 1877 llamóle a desempeñar la cartera de hacienda su antiguo condiscípulo don Aníbal Pinto.

No abriremos aquí juicio sobre la administración del entonces postrado i exhausto erario de la nación, tanto más cuanto que en tan difícil puesto no halló el gobierno de esa época otra solución que la trivial de reducir los gastos del progreso publico a su más mínima expresión, llegando hasta dejar el ejército i la marina constituidos en meros esqueletos de compañías dispersas, de bandas de música licenciadas i de calderos rotos, pero sin que ningún alto funcionario viera disminuida en un adarme, siquiera como ejemplo, su porción comparativamente pingüe de renta personal. I todo esto en medio de intensa crisis i en vísperas de una guerra nacional.

XII.
Mas, apenas estalló aquélla en abril de 1879, el primero otra vez en correr al puesto del sacrificio i del peligro, como en setiembre de 1865, fué el ex-ministro don Rafael Sotomayor, aceptando en circunstancias difíciles para él, el secundario título de secretario del jefe de la escuadra, contraalmirante don Juan Williams Rebolledo.

Embarcóse secretamente con este objeto en uno de los vapores de la carrera en los últimos días de marzo en calidad de representante o comisario civil del gobierno a bordo de la escuadra, e inmediatamente se dirijió a bloquear a Iquique con el grueso de ella, acompañando al almirante; i después de esa prolongada operación, que postró nuestra marina, a la mucho más desgraciada, fantástica i estéril campaña del Callao.

No abriremos juicio sobre las ventajas o deméritos de la participación personal del señor Sotomayor, como secretario impuesto al jefe de la escuadra, en aquella árdua coyuntura, siéndonos suficiente dejar constancia de que tal posición era en extremo delicada i difícil porque era anómala. Fué el primer ensayo de la creación de un sistema híbrido i mixto, copiado del que la Francia revolucionaria había ensayado, con éxito dudoso, en sus ejércitos i en la marina, durante los días del terror, i que por su mal acuerdo ha merecido en Chile un nombre vulgar pero expresivo.

No existe, sin embargo, razón digna de crédito para culpar al delegado civil del gobierno de los embarazos que le creaba una política timorata i pusilánime con relación a las operaciones de la guerra; í al contrario, puede decirse, que en caso tan crítico gastó todas las fuerzas que la paciencia, la resignación, i, en ciertos casos la magnanimidad, le exijieron.

XIII.
Reforzado poco más tarde el ministerio con una nueva combinación, i por la renuncia del jeneral don Basilio Urrutia que motivó una interpelación sostenida en el Senado a causa de la desgraciada captura del trasporte Rímac, el señor Sotomayor fué nombrado ministro de la guerra en campaña, i en esta condición hallóse presente en el desembarco de Pisagua i después en el de Ilo, para emprender la segunda campaña de la guerra.

XIV.
El ministro en campaña había elejido para su residencia habitual la espaciosa cámara de caoba del trasporte Abtao, lo que de ninguna manera parecía adaptarse a las exijencias i a las mil múltiples atenciones de una guerra activa. Tenía a la verdad, aquel alto funcionario a su cargo la misión de servir más que de impulso, de compensación en la complicada maquinaria de la guerra. —No era una palanca, sinó una de esas ruedas de engranaje o émbolos reguladores destinados no a hacer marchar la locomotora ni a conducirla, sinó a evitar que estalle; i en este sentido sus servicios fueron meritorios i afines a su carácter que se había hecho pasivo i aun moroso.

XV.
Su elevado patriotismo manteníale, sin embargo a flote, en trances tan difíciles, que fueron para otros de naufrajio; i aun puede asegurarse que esa virtud sublime jamás se eclipsó dentro de su alma; de suerte que cuando estuvo organizada con una lentitud desesperante la campaña sobre Tacna, púsose él mismo en camino en la víspera de la batalla de este nombre desde la coleta de Ilo al valle de las Yaras.

Fatigóle en extremo aquella jornada de veinte leguas hechas a lomo de mula, después de un año de inacción física a bordo, i existen fundados temores de que aquel esfuerzo violento precipitó a un desenlace fatal la lenta enfermedad de familia que trabajaba sus entrañas. Algunos de sus hermanos habían sucumbido de tempranas dolencias al corazón.

Incorporado al ejército, feliz de hallarse en medio de tantos valientes que ambicionaban morir por la gloria de su patria, acostóse el ministro el 19 de mayo a dormir su siesta habitual en la campana, i poco más tarde i en medio de los aprestos que los soldados voluntariamente por todas partes hacían alegres para conmemorar el primer aniversario del 21 de mayo, cayó muerto dentro de un gabinete, como si bala invisible hubiera atravesado súbitamente su pecho.

XVI.
Expiró así en la víspera de un día de gloria i de un aniversario inmortal i a la edad temprana de 58 años, el hombre que había tenido parte principal, como representante civil del gobierno, en sucesos memorables de la tierra i del mar.

Fué por esto la encarnación, talvez lenta i un tanto morosa de la concepción superior de la guerra, pero su alma se halló siempre poseída de un jeneroso, infatigable i ardiente amor cívico, que revestirá hoi i más tarde su memoria del perdurable reflejo de la gratitud de los chilenos.

Fué don Rafael Sotomayor como ministro en campaña el Favio Cunctator de la guerra contra el Perú i contra Bolivia; pero el ejército que él había contribuido poderosamente a formar, al vestir luto durante ocho días i al formar la parada de honor a su tosco ataúd de campaña, coronado de rudos lauros, no hizo sinó anticipar el homenaje de las jeneraciones a la buena i honrada memoria de uno de sus más ilustres i abnegados servidores.


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo I, por Benjamín Vicuña Mackenna.

Saludos
Jonatan Saona

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