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22 de diciembre de 2018

Rafael Varela

Rafael Varela
Don Rafael Varela 
Capitán del Rejimiento Coquimbo

VII.

El capitán del rejimiento Coquimbo don Rafael Varela, nació en Elqui, de padres medianamente acomodados, en 1855.  Había vivido, por consiguiente, apenas 25 años cuando, peleando con inmortal bravura en las lindes de Miraflores, cayó, como había caído Rafael Torreblanca en las de Tacna. Sus padres llamábanse don Isidro Varela i doña Ramona Sierralta.

Venido al mundo como Rafael Torreblanca i como la mayor parte de los hombres del norte, que tienen por nido la boca de una mina o sus vecindades, con espíritu aventurero, creció Rafael Varela, fortificando su endeble estructura, no en el raquítico banco de una escuela, sino en el desierto.  Solía decir que conocía, por haberlo recorrido a pie, todo el valle que riega el Coquimbo de mar a cordillera.

A una sola cosa mostró afición Rafael Varela, o mas bien a tres cosas juntas, que eran una sola aventura: a los viajes, a las minas i a la guerra.

I los que recuerden nuestra reseña de Rafael Torreblanca no habrán olvidado que esas fueron las tres propensiones mas caracterizadas de aquel héroe del desierto antes de serlo de las batallas.

Impulsado por sus gustos irresistibles, Rafael Varela estudió matemáticas en el liceo de la Serena desde 1870 a 1876. i desde este año para adelante hizo el curso de minas en la Universidad de Santiago, en cuyo ejercicio hallólo el grito de las armas. A esas horas Rafael Torreblanca practicaba también la minería, como ensayador de la casa de Edwards en Copiapó.

—"Primero está la patria que el estudio!" dijo en tal ocasión el aventurero mozo coquimbano a sus amigos; i liando su escaso equipaje, marchóse al Perú.

IX.
A semejanza del ínclito soldado copiapino que con frecuencia hemos recordado en este libro, el aspecto exterior de Rafael Varela era sumamente modesto, i cuando sus compañeros del primer batallón Coquimbo le vieron desembarcar en el puerto de Pacocha el 15 de marzo de 1880, con un galón al brazo como oficial del cuerpo, no se imajinaron que oculto bajo aquel semblante dulce i casi tenue reverberaba sus rayos un corazón de fuego. Uno de los oficiales de su compañía, el bravo teniente Covarrubias, minero como él, nos ha referido que en los primeros días de aprendizaje daba el subteniente Varela tan en voz baja sus ordenes de mando, que su mitad apenas las oía.

Pero una vez puesto al frente del enemigo, operábase en él trasformación tan súbita, que le hacia inconocible. Era el león de Lisandro que arrojaba al foso su piel de zorro.

X.

Hácese preciso anticipar aquí que Rafael Varela no era encojido ni tímido sino simplemente modesto. En oposición a la taciturnidad casi conjenial de los hombres del norte, que cantan sólo al ruido que en la solitaria circa despierta el pesado combo, Rafael Varela era un mozo alegre, ocurrente, i, por su trato, altamente atrayente. Son a este propósito muchas las aventuras i diceres que de él se recuerdan entre sus camaradas de la Serena, tales como la de haber contestado en un solo día siete cartas de amor con una gráfica circular i la de ser provocado a un duelo con motivo de haber entrado a un despacho desprovisto i ofrecerse a su dueño gratuitamente de cajero... En otra ocasión hizo en las faenas de Lambert, en el río de Coquimbo, una ruinosa negociación de burros i de aparejos, que fué para su inventiva inagotable trama de jocosa charla. En la confianza del trato íntimo, i diferenciándose en esto del espartano laconismo de su homónimo atacameño, tenia la singular costumbre de no llamar los hombres, las cosas, i aun los apellidos i las ciudades sinó en plural, i así decía de su patria "los Coquimbos" i a Lima apellidábala solo "las Limas".

XI.
Incorporado desde que llegara al campamento, i en razón de su estatura. a la compañía de granaderos del Coquimbo que mandaba uno de los mas hermosos i mas bravos granaderos de Chile, Luis Larraín Alcalde, marcho hombro con hombro con este Adonis de la guerra en la carga de mas de una legua que el Coquimbo dio en los arenales de Tacna hasta romper el centro enemigo, i hai memoria fiel de que cuando su heroico capitán hizo armar bayonetas a su tropa en la cumbre del Campo de la Alianza a cien metros de un batallón boliviano, repitio Varela el grito con timbre tan sonoro que lo escucharon todas las mitades que venían a retaguardia.

Nadie tuvo por esto a extrañeza que, promovido el capitán Larraín a sarjento mayor, casi como en el campo de batalla, habiéndose enfermado el teniente de la compañía, el subteniente Varela entrase de hecho a mandar los granaderos del Coquimbo.

XII.
Menos sorpresa, naturalmente, causó cuando le vieron marchar a Lima mandando en propiedad una compañía: la 1° del primer batallón del famoso rejimiento. 

Era, por desgracia, el capitán Varela de delicada salud, trabajada por el clima, i como Torreblanca, en la víspera de Tacna, cayó en "los Lurines" (así decía él), postrado de recia terciana que le obligó a cuidarse todo el tiempo en una cama. Pero no pudiendo resignarse, según su peculiar elocución, a volver a "los Chiles" sin haber peleado antes en "los Chorrillos", hízose montar, en la tarde de la partida, sobre un mal rocín, i así marchó hasta el pie del Morro Solar, donde dejando en la arena su flaca montura, trasformóse otra vez en soldado brioso i hercúleo desde que sonó el primer disparo de las ametralladoras que por el lado del océano cerraban el paso al Coquimbo i al Melipilla. Rafael Varela se curaba por el método homeopático de Rafael Torreblanca cuando este escribía desde el campamento de las Yaras: "Voi a curarme del susto de los Anjeles con el susto de Tacna".

XIII.

I en efecto, el capitán Varela salvó ileso en el asalto de "los  Chorrillos" (que así en realidad se llama "San Pedro de los Chorrillos")  pero fué sólo para morir al frente de Lima i en medio de sus bravos compañeros.

XIV.

De todos es conocido el magnifico despliegue en orden de batalla que al llegar sobre las diezmadas lineas de la tercera división (Lagos) hizo el Coquimbo, alineándose como en una parada en los momentos en que caían derribados por el granizo del plomo los dos jefes del bizarro rejimiento, Pinto Agüero i Larraín Alcalde, uno i otro dignos de su puesto en tales horas.

I casi al mismo tiempo, vióse al capitán Varela que, gritando á su compañía "Adelante! adelante" cayó del caballo atravesado de parte a parte por un proyectil enemigo. Su muerte fue instantánea, como la del capitán Torreblanca en la loma de Tacna; i si bien no alcanzó ni la fama ni la talla del último, que en cinco meses peleó en cinco batallas, señalándose en cada una sin rival; puede decirse, por lo menos, que Rafael Varela fué el "Rafael Torreblanca" del Coquimbo, i uno i otro las más altas nombradías militares entre los jóvenes capitanes de la ”Lejión del Norte".


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo II, por Benjamín Vicuña Mackenna

Saludos
Jonatan Saona

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