La Muerte, terrible enemigo de la humanidad, ha hecho presa de su fiera saña á un hombre, por mil títulos, estimable. El honrado ciudadano, el leal y consecuente amigo, el valiente militar, Lorenzo Iglesias, ha fallecido.
Su desaparición no es solo motivo de justo duelo para su familia, sino, también, para todos los que pudieron apreciar sus méritos y cualidades.
Era Lorenzo Iglesias, una de aquellas personas que no podía dejar de ser apreciada por los que le conocían. Con su trato cariñoso y afable seducía y lograba captarse la estimación de los amigos y de los estraños.
Dotado de un carácter franco é independiente, fué siempre fiel á la bandera bajo la cual se cobijara. Jamás contratiempo alguno le hizo ceder en sus pretensiones. Sus correligionarios políticos tuvieron en muchas ocasiones que admirar su firmeza y su espíritu inquebrantable.
Jamás negó á su patria sus esfuerzos ni su sangre. Antes bien, no desperdició oportunidad para prestarse á servirla.
En esta última época, de dura y dolorosa prueba para la República, es cuando mas se ha dejado conocer. El malogrado Iglesias no era de los que se dejaba seducir por los halagos del poder. Él de que disponía solo lo empleaba para protejer á los que se le acercaban, y en levantar á sus amigos. Lorenzo Iglesias nació en Cajamarca el 2 de Agosto de 1841. Fueron sus padres D. Lorenzo Iglesias y Espinach, natural de España, y doña Rosa Pino, ambos descendientes de respetables y acaudalados vecinos de aquel Departamento.
Desde muy niño manifestó Lorenzo buenas dotes intelectuales y marcada afición por las bellas artes, razón por la que sus padres, después que hubo concluido la instrucción primaria en el Colegio de Cajamarca, lo enviaron á Lima, en 1856, al lado de su hermano político D. Francisco Santolaya, con el fin de que comenzara los estudios superiores.
En efecto don Lorenzo Iglesias ingresó al seminario Conciliar de Santo Toribio, y allí permaneció hasta concluir la instrucción media.
Como manifestase deseos y poseyese aptitudes para seguir la honrosa carrera del foro, Iglesias pasó al Convictorio Carolino. Allí, en esa escuela que ha dado á la República tantos hombres ilustres, comenzó los estudios universitarios. Su buena conducta y notable aprovechamiento eran conocidos por sus condiscípulos y por sus maestros.
Una vez que dió término á los estudios del último año de Jurisprudencia, en 1869, y mientras se preparaba para optar el grado de Bachiller, abandonó esos claustros para dirijirse á Cajamarca, y pasar allí; al lado de los suyos, el tiempo señalado para el descanso ¡No sabia qué otro era el destino que le había preparado la Providencia!
Llegó á Cajamarca en una época difícil y asarosa. Su hermano don Miguel desempeñaba entónces la Prefectura de ese Departamento, que se encontraba amagado por los revolucionarios de aquellos tiempos. La política trastornó, pues, por completo, la carrera del joven Iglesias.
Obligado por la situación, tuvo que tomar las armas para defender la autoridad legal que representaba su hermano.
Deshechos los elementos con que contaba el prefecto de Cajamarca, y derrocado el Gobierno á quien servían, sufrieron los Iglesias persecuciones que impidieron que don Lorenzo continuara sus estudios profesionales.
En tal emerjencia, resolvióse á buscar en el trabajo honrado é independiente su porvenir. La agricultura fué escojida por el, porque era esta la industria que armonizaba más con su carácter. Dedicóse á ella con entusiasmo, después de haber concurrido al memorable combate del 2 de Mayo, como miembro de la compañía de Bomberos «Lima No l.»
En las rudas pero fecundas labores del campo pasó don Lorenzo varios años de su juventud.
El fallecimiento de su señor padre, acaecido en 1874, vino á aumentar los elementos con que contaba el laborioso agricultor.
La pequeña hacienda de «Chala» pudo ser mejor cultivada, y darse mayor impulso á las industrias que, á fuerza de perseverante trabajo, en ella existían.
En Diciembre de 1875 contrajo matrimonio con una interesante hija de Lima: la señorita Paula Iturbe.
Esa infeliz matrona ignora aún que á los dolores naturales del alumbramiento, que quizá á estas horas la harán sufrir, le seguirá otro mayor. Los tres tiernos hijos que deja no podrán, todavía, apreciar lo que significa la pérdida de un padre!
En 1878 D. Lorenzo Iglesias mereció el honor de ser elejido Diputado al Congreso ordinario por la provincia de Chota.
La política del país había de ser siempre la encargada de cruzar su camino. Ella le impidió que llegara á ocupar su puesto de Representante.
La agresión chilena á Bolivia, y encubiertamente dirijida al Perú, hizo que Iglesias cambiara el arado por el sable y los libros de la agricultura por las ordenanzas militares.
La toma de Antofagasta que fué la señal de alerta al gobierno de la República, obligó á éste á ordenar la creación de dos batallones de voluntarios en el departamento de Cajamarca, en previsión de lo que pudiera suceder.
Lorenzo Iglesias fué nombrado Coronel del primero de dichos batallones, y en este puesto lo sorprendió la declaratoria de guerra al Perú, hecha el 5 de Abril de 1879.
Nombrado, poco después, su hermano don Miguel Comandante General de las fuerzas del norte, y habiendo el gobierno del señor General La-Puerta dispuesto que esas tropas viniesen á la capital, el nuevo militar, ardiendo en entusiasmo se presentó en Lima á la cabeza del batallón que había formado y que llevaba el nombre del departamento de donde procedía.
El Batallón «Cajamarca» fue destinado á la guarnición del Callao, y en esa plaza se encontraba, ocupado esclusivamente de su organización y disciplina, cuando el ejército en masa, haciéndose intérprete del sentimiento nacional, cambió el gobierno, hasta en su forma, como medio mas espedito para hacer eficaz la defensa de la República.
Organizado definitivamente el ejército, obtuvo el mando en jefe de la 3° división del cuerpo que se denominó «Ejército del Norte.»
Poco después fué nombrado Comandante General de la 5° división del Centro. En ese carácter asistió á las batallas de San Juan y Miraflores.
Después de esas hecatombes que trastornaron, por completo, el edificio social, el Coronel Iglesias abandonó Lima para dirijirse á su país natal.
Nombrado don Miguel Jefe Superior del Norte, confió á los desvelos del antiguo Coronel del «Cajamarca» el mando de una pequeña división organizada en esa zona, Con ella, oportunamente auxiliado por otra de Cajamarca, se dió la batalla de San Pablo en la que el capricho de la victoria tuvo que ceder ante el denuedo de los peruanos.
Contrariados los jefes chilenos con tan inesperada pérdida, enviaron una nueva división al norte para que vengara la derrota de la anterior.
La fortuna del coronel Iglesias sufrió, entónces, rudo golpe. Su hacienda Chumbil fué incendiada y arrazada en represalia.
Lanzado el manifiesto de Montán, el 30 de Agosto de 1882, el coronel Iglesias fué uno de los más ardientes y decididos colaboradores de la obra de la paz.
Convocada la Asamblea del Norte, la provincia de Huari, del departamento de Ancachs, le eligió para que la representase.
Acordadas las bases de la paz y nombrado el nuevo Presidente Provisorio, el coronel Iglesias fué designado para desempeñar el importante cargo de Ministro General de Estado, puesto que desempeñó hasta la formación del Gabinete Barinaga en Trujillo.
Al trasladarse el Gobierno al puerto de Ancón, don Lorenzo Iglesias quedó en el norte como Delegado Supremo. Al frente de esa circunscripción territorial estuvo hasta la formación de la Asamblea Constituyente á la que debía concurrir como Representante electo por la provincia de su nacimiento. Sin embargo, el incremento que había tomado la montonera que acaudillaba el finado doctor Puga, obligó al Gobierno enviar nuevamente al Norte al coronel Iglesias, con el título de Jefe Superior Político y Militar y al mando dela fuerza necesaria para restablecer el órden.
La defensa de Cajamarca en Noviembre de 1883 y el combate de Llocllon en Enero de 1884, fueron los mas notables hechos de armas de aquella campaña. Las fatigas y privaciones de la vida militar atacaron la salud del Jefe Superior. Después del segundo de los combates mencionados se sintió atacado por la cruel enfermedad que lo ha llevado al sepulcro. Esta imprevista circunstancia lo obligó á regresar á Lima.
Cuando ya se encontraba convaleciente, el coronel Iglesias fué nombrado Comandante en Jefe del Ejército.
La falta de una autoridad superior dió nueva vida á los revolucionarios del Norte, los cuales se habían posesionado del importante Departamento de la Libertad. El Gobierno creyó conveniente destruirlos, y aun cuando la alta dirección de la campaña fué encomendado al Ministro de la Guerra, el coronel Iglesias asistió el 10 de Octubre de 1884, en su carácter de Comandante en Jefe del Ejército, al asalto y toma de la ciudad de Trujillo.
Después de aquella función de armas continuó hasta Cajamarca, persiguiendo y destruyendo á los montoneros.
De regreso de su expedición, y cuando se preparaba para concurrir á la segunda Legislatura de la Asamblea Constituyente, fué nombrado Prefecto y Comandante General del Departamento de Lima.
Se encontraba desempeñando este puesto cuando fué ascendido por la Asamblea á la clase de General de Brigada de los Ejércitos de la República, el 2 de Mayo de 1885.
D. Lorenzo Iglesias, jóven aun, elevado á tan alta categoría militar, quería dar término á la guerra civil, que tan graves males viene ocasionando al país.
Al frente del primer cuerpo del Ejército sale de la capital con la esperanza de volver trayendo la apetecida enseña de la paz interna; pero la muerte lo detiene en el camino, sin dejarle siquiera pasar los últimos momentos de su vida rodeado de los suyos.
Se niega á que lo separen de sus tropas creyendo, todavía, posible seguir comandándolas, y exhala el postrer aliento en el vivac, escuchando los acordes marciales y en medio de sus compañeros de armas.
La fé cristiana no nos permite decir que hay injusticia en privar a un hombre de la vida en los momentos en que se prepara para encontrar la gloria.
Nos inclinamos, pues, ante los inexcrutables designios de la Providencia, que priva á nuestra patria del contingente de uno de sus mas decididos y abnegados servidores.
Paz en la tumba del señor General D. Lorenzo Iglesias.
(Tomado de "El Bien Público")
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Figuera, Mariano. "Corona Fúnebre del que fue General de Brigada del Ejército Nacional D. Lorenzo Iglesias". Lima, 1885.
Saludos
Jonatan Saona
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