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18 de marzo de 2023

Relato de M.F. Horta

La Unión en Arica, cuadro en poder de la familia Villavisencio.

Relato del corresponsal de "El Nacional" Manuel F. Horta

"Corbeta Unión (De nuestro corresponsal) 
IMPORTANTES DETALLES. 

Abordo de la corbeta "Unión", al ancla en el puerto del Callao.—Marzo 20 de 1880.  

Señor Director de "El Nacional" 
Roto el bloqueo de Arica después de algunas horas de sérias inquietudes, en que sentíamos revolotear á nuestro alrededor entre las brumas que ocultaban del puerto, un peligro invisible, nos sentíamos entusiasmados por el brillante éxito de la empresa acometida, apesar de que todas las probabilidades de triunfo nos eran contrarias. 

La bahía enteramente solitaria, no abrigaba en su fondeadero ni un solo mercante, como antes del bloqueo, que apesar de que estábamos en guerra, el movimiento marítimo era bastante animado. 

El "Manco Capac", situado frente al muelle y bajo la protección de las baterías del Morro y algunas lanchas de carga ocupaban el centro de la bahía. 

La población parecía completamente desierta. Con el bloqueo todos los habitantes han emigrado á los valles vecinos y á Tacna, sólo existen las fuerzas que defienden la plaza, y algunas familias que no han querido separarse del centro donde están acostumbradas á vivir, arrastrando todas las emerjencias de la guerra. 

El señor Sánchez Lagomarsino comandante del monitor, tan luego como pasamos un espía, á la boya, vino a bordo á saludarnos y á conferenciar con nuestro comandante.

Desde la cubierta del "Manco Cápac" nos saludaban sus oficiales y tripulación con sus gorras, poniéndonos al habla á causa de la poca distancia que mediaba entre ambos buques.
 
Inmediatamente se avistaron dos humos al sur que venían por el lado del Morro recorriendo el trayecto que en la madrugada habíamos seguido para entrar.
 
Un cuarto de hora después se divisaba en la embocadura del puerto dos buques enemigos, que el comandante Lagomarsino con el auxilio del auxilio del anteojo de larga vista reconoció ser el "Huáscar" y el "Matías Cousiño". El primero tiene pintado de amarillo la línea de agua y la torre; sus mástiles son demasiado largos, desplegando en el tope del de mesana bandera chilena, enorme trapo de lanilla que parece fatigarlo con su peso. Ha perdido mucho en belleza y nos pareció una nave pirata, nido de desalmados aventureros según la expresión de un ex-corresponsal peruano. El segundo es un transporte grande de casco raso y tres palos con la chimenea á la popa. Ambos buques hacía tres días el bloqueo de la plaza. Eran compañeros inseparables, los que en otro tiempo habían sido enemigos. Nuestra mala suerte los reunió para sufrir ahora sus hostilidades.
 
No pude menos en ese momento que hacer de memoria una reminiscencia del pasado. 

El "Matías Cousiño" acompañaba al que en otro tiempo, entre la negra oscuridad de una noche frente á Iquique, por un exceso de humanidad para salvar la vida de sus tripulantes no lo hundió para siempre en las profundidades del Oceano. El corazón magnánimo de Grau conservó á Chile ese trasporte por un rasgo de humanidad. Mas tarde después de la emboscada de Punta Angamos, remolcó al "Huáscar" á Valparaíso y hoy lo sigue como si fuera su sombra, quizás lo atrae ese recuerdo. ¡Qué diferencia de tiempos! ¡qué contrastes tan sorprendentes! 

El "Cochrane", era esperado este día en Arica, porque debía venir á relevar al monitor "Huáscar." 

Desde el Morro cuando entrábamos, se divisó perfectamente al "Huáscar" cruzar por nuestra popa y de él provenía la luz que habíamos apercibido entre la neblina.
 
Largando la espía que mantenía el buque amarrado á la boya, nos enmendamos mas á tierra, fondeando por la popa del monitor.
 
Acto continuo y sin pérdida de tiempo, se empezó á desembarcar el cargamento que traíamos á bordo, ordenando el comandante que trajesen de tierra carbón para embarcarle inmediatamente y salir en seguida del puerto. 

A las siete y media de la mañana una banda de música, seguida por una multitud de personas que vivaban al Perú, se presentó en el muelle á saludarnos, tocando primero una entusiasta diana y la canción nacional cuando izamos el pabellón de honor. Nunca las notas del hermoso himno de Alcedo, han sido mas gratas á nuestro corazón. Parecía que la patria estuviese de gala celebrando el aniversario de una fecha gloriosa. Ojalá que pronto ese himno que es hoy un canto de guerra, se transforme en un hosana de triunfo. 

El Morro, muelle y playa estaban atestados de un numeroso gentío, que contemplaba nuestra corbeta como si fuera un milagro su presencia en esas aguas. 

El embarque de carbón en el muelle, se practicaba con entusiasmo y rapidez extraordinarios. Todo el mundo sin distinción de posiciones se disputaba la faena de trasladar á las lanchas los sacos de carbón y á descargar los bultos que desde á bordo se llevaban para tierra, para dejar expeditas á las embarcaciones. 

La prontitud era nuestra salvación. El orgullo nacional quería que nuestra empresa saliese airosa hasta el fin. Para evadirse de los ataques del enemigo, era preciso obrar con rapidez. 

Los dos buques enemigos aguantados á la entrada del puerto, se habían acercado para ponerse en comunicación. Era probable que tomaban medidas con el objeto de impedir nuestra salida. 

El despecho debía picar como si fuera una víbora venenosa, el corazón del comandante del «Huáscar". Su orgullo, su vanidad no podían resistir á semejante derrota y era preciso idear algo de terrible para obtener la revancha. 
Condell, el héroe de triste celebridad del desastre de Punta Gruesa, coronado en medio de las bacanales celebradas en su honor, por la vil hazaña de asesinar á mansalva á náufragos, acababa de perder el  prestigio con que la casualidad lo había revestido á los ojos de un pueblo embrutecido, que celebra como triunfos las carnicerías de las edades bárbaras, que figuran en la historia como un doloroso recuerdo del espíritu cruel de épocas remotas en que la civilización no era sino un astro, cuyos rayos no se habían aún reflejado sobre el hombre para despertarlo de la vida del instinto á la del pensamiento. 

El "Matías Cousiño", arrojando una inmensa columna de humo por su chimenea, puso la proa al norte y se perdió poco después en el horizonte, navegando á toda la fuerza de su máquina. Iba a dar aviso de nuestra llegada á los demás buques de la escuadra que estaban en Pacocha. Quizás tendríamos que hacer frente á una emboscada semejante á la en que perdimos al "Huáscar". Desde que el sistema de acorralar á los buques fué propuesto por Arteaga Alemparte, las naves chilenas han perdido su valor individual. Uno para uno, no es para ellos la probabilidad de victoria. Su heroísmo es de número, solo tiene el valor colectivo de la superioridad numérica. Pero antes de que nos preparasen una celada, habríamos salido del puerto, abriéndonos el paso á cañonazos, en caso de necesidad. El "Huáscar" siguió cruzando la embocadura del puerto de un extremo á otro.
 
Los comandantes de la fragata alemana "Hanza" y del aviso francés "Hussard", enviaron á bordo dos botes con sus respectivos oficiales á saludar al comandante Villavicencio cumpliendo con el ceremonial de marina, que prescribe mandar saludar á los jefes de buques de guerra que arriben á un puerto. Este acto de cortesía, que no fué imitado por el comandante de la "Shannon" hace acreedores á dichos jefes á nuestros respetos y consideraciones por su exquisita cortesía. Después de una corta visita se retiraron.

A las ocho de la mañana se avistaron los humos de dos buques por el sur que navegaban en demanda del puerto. El "Huáscar" salió á reconocerlos. El peligro crecía por momentos, la situación tomaba proporciones alarmantes, pues los humos avistados debían de ser enemigos. El horizonte de nuestra suerte se cubrió de sombrías nubes, presagio de próxima tempestad asoladora, la avalancha que debía aplastárnos tomaba proporciones jigantescas. Para salir del puerto teníamos que vernos acosados como los toros del circo por una jauría de perros. 

El capitán del puerto señor Raygada acompañado de su ayudante, vino á bordo a ponerse órden del comandante para proporcionarle todos los elementos que le hiciesen falta.
 
Los señores coroneles La-Torre, jefe del Estado Mayor Panizo comandante jeneral de la artillería en campaña, el mayor Ugarteche, tercer jefe de las baterías del Norte y varios otros jefes y oficiales, estuvieron á saludar al comandante y oficiales de la corbeta. 


Por el telégrafo se comunicó nuestra llegada á Tacna, donde se encontraba hace dos días el contra-almirante Montero á reparar su salud un poco afectada. En esta ciudad se recibieron varios partes telegráficos, saludando á nuestro comandante y oficialidad, por su arrojo en la expedición que los había conducido á Arica. Entre esos partes trascribimos el siguiente por ser el mas terminante y significativo.
 
Tacna. Marzo 17. 
Al señor comandante Villavicencio.
 El batallón "Victoria" saluda á los valientes é intrépidos tripulantes de la corbeta "Unión", por su arrogante entrada á Arica, rompiendo el bloqueo que hacen los blindados chilenos. 
Falconí. 

A las nueve de la mañana el "Huáscar" regresó al puerto colocándose en la dirección en que estábamos fondeados, empezando en seguida á hacernos fuego con sus cañones de á trecientos.
 
Las bombas y balas se cruzaban por entre el aparejo de este buque, produciendo un silbido espantoso, cayendo en seguida en el agua á poca distancia. Como estaba enfilado no le podíamos contestar. Entonces el comandante mandó pasar un espía por la popa al muelle, empezando en seguida nuestros cañones á contestar á sus disparos siempre que en sus movimientos presentaba su costado de blanco.
 
Una de las bombas que arrojaba pasó tan cerca de una lancha de la "Shannon", que venía del muelle,  que estuvo á punto de virarla haciéndola pedazos cayendo la bomba á poca distancia levantado una inmensa columna de agua.

La distancia que nos separaba, no podía ser vencida por nuestra artillería de menos alcance que la del buque enemigo. Las punterías de este eran buenas y las bombas pasaban con cortos intervalos sobre nuestra cubierta amenazando causarnos sérias averías. Nuestros tiros eran cortos apesar de emplear toda la elevación de que son susceptibles los cañones. 
 
Atravesados como estábamos, única posición que podíamos mantener, para hacer uso de la artillería, ofrecíamos al enemigo un enorme blanco, en el que un proyectil que tocase produciría estragos espantosos. 

A las diez los humos que habíamos avistados, y que eran de un blindado seguido de un trasporte se pusieron al costado del "Huáscar" en comunicación. 

El trasporte creíamos que fuese el "Loa" si bien había quien asegurara que era el "Itata".

El blindado debía ser el "Cochrane" que se esperaba en Arica en ese día a pesar de que la insignia de almirante que llevaba en el tope de la mesana, nos hacía sospechar que era el "Blanco".
 
Se separaron los tres tomando el "Huáscar" el sur del puerto, el trasporte el centro y el blindado el norte. 

El "Huáscar" siguió haciendo fuego con cortos intervalos hasta las doce del día. Felizmente á pesar de la buena dirección de sus punterías, ningún proyectil había alcanzado á tocarnos y casi todos pasaban raspando por entre la bordas los cordajes del aparejo, cayendo muy cerca del costado de babor.
 
A bordo de este se continuaban aclarando las lanchas de carbón que en número de ocho estaban atracadas al portalón de babor, sin descuidar por eso la oportunidad de hacer fuego al buque enemigo siempre que una ocasión favorable se presentaba. 

Se tomaban también las medidas necesarias para que una vez embarcado el carbón, pudiésemos abandonar el puerto pasando por la línea que formaba los buques bloqueadores.
 
Preveíamos un ataque de un momento á otro. Era probable que tratasen de echar á pique la corbeta para concluir con la última nave de guerra que le queda al Perú, impidiendo así cualesquiera tentativa de salida.
 
No podíamos estar mas espuestos los fuegos del «Huáscar», que cada momento se hacían mas repetidos. Una bala rompiendo el costado, podía echar á pique la corbeta. 

Notamos en los fuegos del "Huáscar" una particularidad. El intervalo que había de cañonazo á cañonazo tenía una duración tal, que hacía creer que el fuego solo era de uno de sus cañones no de los dos. Esta circunstancia puede provenir ó no por hallarse uno de ellos averiado, ó entónces porque no tendría sino uno, lo que es muy posible, por haberse malogrado en el combate de Angamos uno que reventó. 

A las 12 m. los buques enemigos evolucionaron por ambos lados del puerto obedeciendo á un plan combinado de antemano. El "Huáscar" por el Sur haciendo siempre fuego sobre nosotros y el blindado por el Norte avanzando resueltamente como si intentase abordaje. 

No era posible abrigar duda alguna, sobre sus intenciones, venía á atacarnos con el propósito de echarnos á pique.

Semejante combate era estremadamente desigual, porque además de que nuestro buque es de madera, la artillería de menos alcance que la contraria, no podía ofenderlo. Además, para poder hacer fuego teníamos que presentar el costado, inmenso blanco para sus tiros.
 
El ataque era esclusivamente á la corbeta, pues los movimientos del enemigo tendían á aproximársele lo mas cerca posible. 

A las 12 30 el blindado distaba tres mil quinientos metros de nuestro costado según las apreciaciones del micrómetro. 

La batería de estribor la teníamos cubierta por las dotaciones completas de cada cañón, lista para romper los fuegos. 
A esta hora se hizo el primer disparo sobre el enemigo. 

Un grito unísono vivando al Perú resonó en cubierta del buque, repercutiéndose en todos los ángulos. Ese grito es el gran motor de los hechos heroicos, que como una corriente eléctrica comunica á todos los combatientes una sola aspiración, un único pensamiento, la defensa del honor nacional hasta la muerte. El alma se fija en un solo deseo, como los punteros del reloj en una hora: batir al enemigo hasta el fin. 

Qué páginas tan sublimes encierra la historia de las naciones, siempre que ese grito ha resonado entre el fuego del combate, en la lucha de dos pueblos que se disputan la palma de la victoria. Cada etapa de la humanidad es señalada en la ruta de siglos por uno de estos hechos  escritos con letras de oro en los mármoles de los monumentos levantados para perpetuarlos. 

Sagunto y Numancia se sepultaron en sus escombros al grito de viva la patria. Churruca y Gravina sucumbieron gloriosamente en Trafalgar en desigual combate, impulsados por ese sentimiento. Cambrone prefirió en Waterloo morir ántes que rendirse. Ricaurte subió á la inmortalidad entre chispas de fuego y nubes de humo del parque que su fuerte voluntad hizo volar antes que caer en poder del enemigo.

Todos estos prodigios de valor que hacen anonadar la imaginación bajo el peso de su grandeza, son el resultado de esa voz suprema que vivando á la patria en el momento del combate, parece comunicar un entusiasmo enérjico á todos los paladines de una misma causa.

Mientras por el costado de estribor se empeñaba el combate, por el de babor se seguía aclarando las lanchas cargadas de carbón atracadas al portalón. Por un lado se trataba de la defensa, por el otro se organizaba el modo de burlar al enemigo. 

El blindado hizo su primer cañonazo á las 12 h. 35 m., pasando el proyectil silvando sobre nuestras cabezas. 

Las baterías del Morro para protegernos, empezaron en seguida á disparar sobre el enemigo, imitándolos poco después las del Norte, cuyas buenas punterías, apercibiéndose dos balas que cayeron sobre la cubierta del blindado.
 
El "Manco-Capac", aprovechando un momento el "Huáscar" se internaba un poco mas en el puerto, se puso en movimiento sobre él, haciéndole seis tiros con sus cañones de á quinientos, que á pesar de la buena puntería quedaron demasiado cortos. Después regresó adentro, por que el "Huáscar", se hacía afuera cada vez que el monitor avanzaba sobre él.
 
Cuando el blindado cruzaba de Norte á Sur, haciendo fuego sobre nuestro buque, las baterías del Morro y de San José y las nuestras arrojaron sobre él una nube de proyectiles tan bien dirijidos que lo obligaron á hacerse á fuera para evitarlos. 

Fué repasada que no le agradó porque alargó mas las distancias.
 
El "Huáscar" continuaba haciendo fuego por el Oeste y el trasporte estaba situado en la medianía de ambos buques. 

Un entusiasmo reinaba abordo. Los proyectiles que caían sobre cubierta y en las inmediaciones del costado eran recibidos con atronadores hurras al Perú. No parecía un combate sino un juego. 

El comandante Villavicencio que al principio del combate daba las órdenes desde el puente, recorría después todos los puestos animando á los combatientes, seguido de su ayudante de órdenes, el tan inteligente como instruido y modesto jóven guardia-marina, señor Adolfo Gamero. 

El comandante Aljobin inspeccionaba las baterías, atendiendo á todas partes donde su presencia era necesaria con esa tranquilidad severa que le es particular. 

Nuestro jóven comandante el señor Emilio Benavides, hacía el servicio de su división, animando toda la gente dirijía el paso de los proyectibles de los pañoles á la cubierta, llevando á todas partes los recursos de su inteligencia para remediar los inconvenientes que se presentaban. 

El teniente primero señor Larrea mandaba la primera división, el teniente segundo Dufóo la segunda, el de igual clase señor Carrión la tercera y el alférez de fragata señor Rodríguez la de la toldilla. Sus órdenes eran dadas con la mayor serenidad, acompañadas de voces de aliento y estímulo á sus subordinados. 

Los jóvenes guardias marinas, en sus respectivos puestos de combate vivaban al Perú, desempeñando con entusiasmo y prolijidad sus faenas. 

En todos los semblantes estaba pintado un mismo sentimiento, la extrema defensa y el supremo arrojo. El desaliento, á pesar de nuestra crítica situación, no se había atrevido á acercarse á nuestra proximidad. El ardor entusiasta era el único espíritu que animaba á los combatientes; cada bala que rebotaba sobre la cubierta parecía retemplar el patriotismo y dar mas brío á nuestros soldados. 


Las bombas Pallisier del blindado, pasaban por entre la arboladura, produciendo un ronco y siniestro silvido, rodando como si fueran palanquetas, movimiento que se distinguía perfectamente á la simple vista.

Parecía una tempestad de fuego, con granizo de cascos de fierro. Todos los tiros eran dirijidos á la corbeta: ninguno al monitor, ni á las baterías de tierra. Los proyectiles llovían alrededor del buque, levantando inmensas columnas de agua, que en su caída empapaban la cubierta y á los que estaban en ella. Era un espectáculo sublimemente terrible, más feroz en sus efectos que la cólera de los elementos desencadenados. 

A la 1 h. 30 m. p.m., una bomba del blindado pasó por el primer cuerpo de la chimenea atravezándola de un lado á otro, partiendo en su explosión el tubo de desahogo del vapor, rompiendo todos los ventiladores é hiriendo á cuatro marineros de la dotación de cañones. 

Otra bomba rompió una jarcia pasando por encima de la cabeza del comandante Villavicencio, del comandante Benavides y alférez de fragata señor Rodríguez que se hallaban sobre la toldilla, junto á la escala, yendo á destrozar el guig del comandante colgado en los pescantes de babor.
 
Una bomba pasando por entre la arboladura fué á destrozar la braza del palo trinquete, sobre la cabeza del guardia marina Sáenz que estaba en la cofa al mando de una ametralladora.

La bomba que destrozó la caja de humo la chimenea, rompió tres rumbos de 1a cubierta en una lonjitud de tres yardas penetrando un casco á poca distancia de la caldera, achatando un tubo de vapor y causando un incendio en el fair room. 

Sé dió la voz de incendio y la parte de tripulación que no tenía puesto en los cañones, acudió á apagarlo, consiguiéndolo gracias á su actividad y á las eficaces medidas dictadas por el comandante Aljobin, así no tomó incremento. 

Una bomba chocando contra el cascabel del cañón número 10 lo hizo volar con una fuerza espantosa, introduciéndose por uno de los corredores que conduce á la cámara del comandante.
 
Un casco de bomba rebotando con fuerza sobre el pecho del sarjento 2°. de la guarnición, Luis Hidalgo, lo tendió por el suelo bañado en sangre. El teniente Sánchez Carrión se aproximó á él para socorrerlo, preguntándole dónde estaba herido; el valiente soldado comprimiendo con una mano la herida exclamó:¡viva el Perú! mi teniente, viva el Perú! En sus agonías solo se acordaba de patria. 


Otro casco de bomba llevó una mano, á un trabajador que había venido de tierra á visitar á uno de los tripulantes de la corbeta, tomando parte en el combate al romper los fuegos. 

Al marinero Lorenzo Palacios, un casco de bomba le destrozó por completo el giútis 

La guerra con todos sus horrores se manifiesta en este sombrío cuadro en el que figurábamos como actores y espectadores. 

Los proyectiles de las baterías de tierra y de los buques enemigos, se cruzaban por nuestra cabeza en direcciones opuestas, llenando el aire con silbidos siniestros. 

El humo oscureció la atmósfera como si las nubes se hubiesen desprendido de la atmósfera para revolotear en el mar, envolviéndonos. Los proyectiles que caían á bordo levantaban una extensa polvareda en el carbón que estaba sobre cubierta, no habiendo cesado durante el combate de trasladarlo de las lanchas. 

La sangre manchaba los sitios en que caían los heridos, dejando un largo rastro que se perdía en la escala que, conduce á la cámara de oficiales, donde se había organizado el hospital de sangre á cargo de los doctores Rodamonte y Canseco que con suma actividad ejerció su humanitaria misión. 

Era un combate de vida ó muerte, el ruido atronador de los cañones que resonaban en el horizonte con estruendoso eco; parecía el concierto discordante del juicio final. 

La destrucción y únicamente la destrucción, presidía esta lucha tan desproporcionada como horrorosa. 

Cada vez que una bomba reventaba sobre cubierta, hiriendo á nuestra gente y á los costados del buque, la tripulación lanzaba entusiastas vivas a la patria.

Nuestra situación no podía durar por más tiempo. La grande distancia á que estaban los buques enemigos hacía impotente nuestra artillería, á pesar de que alcanzamos á ver dos bombas de los Armstrongs, que estaban al mando del teniente Larrea, reventar sobre la cubierta del "Huáscar".

Los buques enemigos no se batían con esta corbeta, sino con intención de destrozarla. 

El combate no podía ser mas desigual, dos blindados contra un buque de madera. Ocho cañones de á trescientos de gran alcance contra siete de á setenta que no podían ofenderlos. 

A las 2 y 55 m. p.m. el Huáscar se coloco detrás del islote del "Alacrán", fuera del alcance de las baterías del Morro, siguiendo cañoneando impunemente. Ese rasgo es digno del comandante de la "Covadonga" se parece á su conducta en Punta Gruesa cuando hizo fuego sobre los náufragos de la fragata "Independencia". 

El combate se prolongó hasta las 3 h. 45 m., hora en que los buques se retiraron no habiendo contestado nuestros últimos tiros. Se encaminaron á la embocadura del puerto, para reunirse quizás en consulta. 

El combate no había cesado; era una tregua que daban, esperando nuevos refuerzos para atacar. 

Existían motivos para creerlo así, porque á la 1h y 30 m. p.m. cuando la lucha estaba en toda su fuerza, se avistó un humo por el sur. Era un nuevo enemigo a quien teníamos que temer, el "Huáscar", salió á reconocerlo. Después de ponerse en comunicación con dicho buque, tomó éste, el rumbo norte perdiéndose poco después en el horizonte. 

Iba quizás a buscar al "Angamos", cuyo famoso y ponderado cañón de siete mil metros de alcance, es una arma aleve, verdadera arma chilena que hiere a fuerza a traición y fuera del alcance de las baterías de tierra.

Acto continuo vino á bordo un ayudante del comandante general de la plaza con instrucciones para nuestro jefe.
 
El coronel La Torre con varios jefes del ejército, vinieron á bordo á ver nuestras averías, que creían los que estaban en tierra debían ser muy considerables. Pensaban que nuestra corbeta estaría hecha flecos. 

La tripulación continuó aclarando las lanchas de carbón, trasladándolo todo para la cubierta. 

El enemigo, nos creía imposibilitados para movernos de donde estábamos, porque apreciando el efecto de sus proyectiles, no le pasó desapercibido las averías ocasionadas en la caja de vapor, por el ruido que causaba éste al salir del tubo de desahogo, lo mismo que el incendio provocado por una de sus bombas y aguardaban quizás la noche ó el día siguiente para darnos el golpe de gracia con el auxilio del refuerzo que esperaban. 

Los buques de guerra neutrales, fondeados en el puerto, habían sido testigos del valor desplegado por nuestros bravos marinos durante el combate.
 
Podían fallar entre el heroísmo de aquellos que se baten de frente y de los que solo tienen el valor de las victorias fáciles, ofendiendo únicamente á una distancia tal que no puedan ser ofendidos.

Los heridos de mucha gravedad, fueron enviados á tierra, al cuidado de los miembros de la filantrópica institución de la "Cruz Roja", para ser atendidos en las ambulancias en una lancha que llevaba la bandera humanitaria de esta corporación. Los contusos quedaron á bordo, para ser cuidados por nuestros médicos: 

Durante el combate; los consulados de Estados Unidos, Francia é Inglaterra, lo mismo que el de la "Cruz Roja" mantuvieron izados sus pabellones. 

Las baterías del norte, estuvieron al mando durante el combate del señor coronel don Arnaldo Panizo, comandante general de artillería en campaña. Los proyectiles de los cañones que las forman fueron tan bien dirijidos, que el blindado trataba siempre de esquivarlos. 

El monitor "Manco-Capac", hizo seis tiros durante el combate. 

La corbeta "Unión" 87, únicamente con las baterías de estribor funcionando todos los cañones de este costado, hasta el malcriado cañón de á 12 sistema Whitte, que tiene el mismo alcance del "Angamos". 

El "Huáscar", hizo más de 90 tiros y el blindado hizo cerca de 60. 

El trasporte hizo también de 8 a 12, al principio del combate. 

De las baterías del "Morro" y del Norte, no pudimos apreciar el número de tiros hechos, porque como se cruzaban con los del enemigo, las detonaciones eran casi simultáneas. 

El enemigo nos creía inutilizado. Pero no contaba con la prueba contraria que le íbamos á dar. Tan gloriosa jornada tenía que cerrarse con llave de oro, para aumentar los laureles cosechados en este combate. La salida por la entrada era nuestro pensamiento. Romper el paso para ganar la retirada era la última hazaña que faltaba emprender para coronar la obra. 

Los buques enemigos situados en la parte Norte del puerto, conferenciaban, por lo que se podía juzgar de la poca distancia que los separaba. 

El comandante Villavicencio después de despedirse de los jefes del ejército que vinieron á bordo, y que se dirijían á tierra exclamó: "á jugar el todo por el todo, muchachos, que nos echen á pique; pero que sea en buena lid". 

En seguida sube al puente y manda picar la cadena, operación que se hizo á las 4 h. 51 m. p.m. Después valiéndose del telégrafo que pone en comunicación el puente con la máquina, mandó poner á ésta en movimiento á toda fuerza.
 
La corbeta se estremeció desde la quilla hasta el tope, y engolfándose en el mar abrió pasó por entre las olas, con la velocidad de la gaviota que se inclina oblicuamente desde un punto del horizonte para emprender su vuelo á otro. 

Un entusiasta hurra resonó á bordo; toda la tripulación subió á las jarcias, castillo de proa y toldilla, sacando sus gorras para contestar á los saludos que la tripulación y oficialidad del "Manco-Capac", y la gente que coronaba el Morro é invadía la playa nos hacían agitando pañuelos y sombreros.

Es imposible describir el entusiasmo de ese momento. Los vivas resonaban en toda la bahía y la brisa los traía en sus alas. 

A bordo los vivas al Perú y al comandante Villavicencio, se sucedían con ardor. 

Los buques enemigos parecían indecisos. Derrepente se pusieron en movimiento tratando de impedirnos la salida. 

Pegados á la costa las 5 h 15 m. habíamos roto el paso, cortando su proa, lo que era verdaderamente una burla. 

Era preferible perecer en alta mar disputando nuestra retirada al enemigo, que sucumbir impunemente en el puerto víctima de sus tiros. 

La escuadra enemiga nos seguía por la aleta de babor. 

En estos momentos se declaró un incendio en el forro de las calderas que fué contenido  inmediatamente por los esfuerzos de la tripulación: que á pesar de haber pasado la noche anterior en vela y el día combatiendo, no estaba cansada, ni su presencia de ánimo decaído. 

Al notar nuestros perseguidores que teníamos incendio á bordo, trataron de activar su andar para alcanzarnos, colocándose en nuestra persecución por la popa. 

La luna que acababa de salir favorecía sus propósitos. 

El "Huáscar" se abrió al Noroeste para cortarnos la retirada á fuera. El trasporte acortaba las distancias y el blindado venía atrás. Las chimeneas vomitaban inmensas columnas de humo que oscurecían el horizonte. 

A las 2 h. p.m. los habíamos perdido de vista. Navegábamos tomando el rumbo conveniente para ponernos fuera de su alcance, dirijiéndonos al Callao. 

En la historia de la campaña naval, esta brillante jornada será una de sus mas hermosas páginas, porque prueba que una nación que ha perdido casi todas las naves de su escuadra, no se deja avasallar en el mar con la única que le queda. 

Junto al sol del 8 de Octubre brillará siempre fulgoroso sobre el cielo de la bahía el del 17 de Marzo. El primero alumbró el heróico desastre de Punta Angamos, el segundo la victoria de Arica. 

La oficialidad de la corbeta "Unión", que ha sufrido todos los rigores de campaña, ha unido á sus ya brillantes fojas de servicios, un título glorioso de la consideración del país. 

El comandante Villavicencio, célebre desde que principió la guerra, por las comisiones desempeñadas en el "Chalaco", tiene hoy derecho á los honores que la patria conceda á sus heróicos defensores. 

M. F. Horta. "


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Imagen: Cuadro del bloqueo de Arica, propiedad de la familia Villavisencio, publicado en la "Revista Académica del Centro de Altos Estudios de Justicia Militar"
Texto: "El Eco del Misti". Arequipa, jueves 8 de abril de 1880. Números: 294-297.

Saludos
Jonatan Saona

1 comentario:

  1. Interesante óleo el que ilustra este recuerdo del 17 de marzo. Colores excepcionalmente logrados. La isla, o islote del Alacrán aparece allí casi como una simple roca que apenas asoma de las aguas, comparable en tamaño con las naves en la rada. Como ahora se encuentra desarrollada con construcciones y una marina que alberga embarcaciones de recreo, me pregunto si en 1880 tal sería su tamaño real.

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