Nació en Chillán en 1840. De origen humilde, vino “al mundo en la rústica cabaña de un labrador del bosque” y a los 14 años sentó plaza de soldado en el batallón que guarnecía su ciudad natal (1° de octubre de 1854).
“Juan José San Martín fue soldado raso del 4° de línea y, para inscribirse en su rol, bajó de la montaña a la llanura, de la cabaña al cuartel, cuando tenue bozo sombreaba en él el labio de la pubertad”.
Fue ascendido a Cabo en abril de 1855; a Sargento, en mayo de 1857 “y cuando ya había llevado durante tres largos años el fusil al hombro y la jineta en la manga, pusiéronle sus jefes una charretera en el hombro izquierdo, el 6 de agosto de 1855”. Era Subteniente. Un año después era Teniente; diez años más tarde, Capitán (abril de 1867). Ese mismo año y en circunstancias que se encontraba de guarnición en Santa Bárbara, supo que había fallecido su padre y “llorólo entero, desde la diana a la retreta, el hijo de la montaña. Desde ese día, el Capitán San Martín quedó solo en el mundo, sin
padre, sin hogar, sin montaña, sin amores, como la rama seca que el viento ha troncado entre los árboles”.
En lo físico, era de “figura enérgica, bien compartida, recta y templada como el acero, con su kepí echado hacia atrás, sobre crespa y turbulenta cabellera, ceñida la espada... que soltó vencedor en lo alto del Morro...”.
Inició su vida de guerrero en la pacificación de la Araucanía. Estuvo acantonado en el Bureo, desde diciembre de 1861 a agosto de 1862, a las órdenes de ese notable militar que fue Domingo Salvo. Por entonces, el Coronel Cornelio Saavedra procedió a crear el fuerte de Mulchén, la próspera ciudad de hoy y allí estuvo presente el joven San Martín. Meses después, cuando se dirigía a los llanos de Traiguén, al frente de su compañía -como vanguardia de la División Lagos— fue rodeado por más de 7000 indios. Abrióse paso por entre sus apretadas filas, seguido de su gente y recibió tres heridas: en la cabeza, en el hombro izquierdo y en la pierna del mismo lado.
El Batallón 4° de línea fue trasladado a la capital en 1873, al cuartel de Recoleta, en reemplazo del 7o de línea que a su vez se fue a la Frontera .Por D.S. de 17 de marzo de ese mismo año, San Martín fue nombrado Sargento Mayor del citado 7° de línea. Pero él solicitó la gracia “se le devolviera con inferior grado a un cuerpo del cual era el alma”. La Superioridad accedió a su petición.
Al estallar la Guerra del Pacífico, el 4 o de línea fue una de las primeras unidades del Ejército en acudir al teatro norte. Poco antes, el Capitán había contraído matrimonio en Santiago y se encontraba en Antofagasta, en marzo de 1879, cuando conoció la grata nueva de que era padre de una hermosa y robusta criatura, nacida a orillas del Mapocho, “Acabo de recibir el placer más grande de mi vida” - escribió el 24 de marzo a un amigo. “La señorita Rafaela (su hijita) es la vida de mi vida y por consiguiente estoy loco de gusto, sintiendo no poder estrecharla en mis brazos”.
Dio comienzo a la campaña con su participación en el Combate de Calama y su bizarro comportamiento en la acción le valió el ascenso al grado de Sargento Mayor (28 de marzo de 1879). “El único que no anduvo con suerte (en Calama) —cuenta él mismo a un amigo- fue el Capitán San Martín, quien en lo más reñido del combate recibió una herida en la oreja izquierda”.
Diez meses más tarde, el 10 de febrero de 1880 recibió los despachos de Teniente Coronel y fue nombrado Comandante del 4° de línea —su regimiento — el 22 de abril del mismo año. En la jornada de Tacna, la unidad formó parte de la reserva; pero recibió la honrosa misión de decidir la victoria mediante un ataque a la extrema derecha del enemigo. Tres días después marchó al puerto de Arica.
En el día del asalto a la fortaleza inexpugnable del Morro, San Martín fraccionó su regimiento en dos mitades, vale decir dos batallones. Luego de recomendar a sus oficiales, reunidos en círculo, el comportamiento que en tales ocasiones acostumbraban los soldados de Chile, se colocó a la cabeza del batallón más adelantado. El corresponsal de “ El Mercurio” relata así los últimos momentos de la existencia del héroe:
“Demostrando una agilidad que no se hubiera sospechado en su cuerpo pequeño y regordete, no se deja vencer en el asalto por ninguno de sus altos y fornidos granaderos, y espada en m ano... llegaba a la cumbre de la falda de la hondonada y al divisar el Morro, sus trincheras, sus cuarteles y sus tropas, gritaba entusiasta como quien ha visto un objeto de su predilección:
— ¡A la carga, muchachos! ¡Aquí está el enemigo!
“ Y sereno, resuelto, sonriente, sin mirar atrás, se adelantó solo, seguido de cerca por el Mayor Zaldívar y emprendió la carrera hacia la fortaleza del Morro,
“ Se hubiera dicho que se sentía con ánimo para tomárselo solo.
“En efecto, San Martín era un valiente de sangre, de raza, de esa clase de valientes que lo son sin esfuerzo y sin fantasía, como nuestros heroicos soldados. Amaba el peligro y le sonreía como se le sonríe a un buen amigo, pero esta vez el peligro lo desconoció.
“ La muerte de Moore y de Bolognesi bien valían la de un San Martín.
“ Apenas había adelantado 20 pasos, entre una nube de balas, que lo rodeaba como nimbo de gloria, caía herido por un proyectil que le atravesaba de parte a parte el vientre. Pero aferrando su espada, procuraba levantarse, arrastrándose algunos metros en busca todavía del enemigo y del peligro, porque eran el peligro y el enemigo de su Patria.
“ A las 11 del mismo día exhalaba el último suspiro en ese mismo cuartel del Morro en cuyos umbrales había recibido su mortal herida y moría sereno, sonriente, alegre de verse alojado en la formidable trinchera enemiga como si se hallara alojado en la gloria”.
Sonreía de felicidad, agregaremos nosotros, porque su 4° de línea había obtenido una nueva victoria y porque el tricolor nacional tremolaba, orgulloso y ufano, en el más erguido de los mástiles del Morro de Arica.
“El Comandante San Martín había nacido sin duda para morir en el campo de batalla; pero había nacido al mismo tiempo para mostrar a sus valerosos cazadores (1° compañía de las unidades de infantería) el sendero de la victoria, señalándolo antes con el surco rojo de su sangre”.
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Estado Mayor General del Ejército. "Galería de hombres de armas de Chile" Tomo II. Santiago.
Saludos
Jonatan Saona
Marchando siempre al ataque.
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