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18 de enero de 2021

¡Tampoco entraban!

Federico Blume
¡Tampoco entraban!

Firmada por escritor que todos consagraron con su elogio y que, á su vez, á todos regocijó con la espontaneidad y la hondura de su ingenio, el artículo que va en seguida acusará para los lectores de HOGAR tanto interés literario como, desde ahora, honra ya al personal de esta casa.

Blume, en cuya gracia se tradujo siempre una bonhomía inagotable tuvo, en todo tiempo su mejor amigo limeño en otro escritor satírico, como él escapado hoy á las letras: don Federico Elguera. Surgió de esta cordialidad de los grandes burdones la célebre forma F + F.
Y eso cuenta Blume en la crónica que enseguida encontrarán lectores: la forma como él y Elguera llegaron á conocerse.

Ayer me encontré con Federico Elguera en el Club Nacional

-¿Vamos? -me dijo.

A Federico le gusta que le acompañen á su mesa. Y cuando sus íntimos dejan de almorzar ó comer con él, siquiera una vez por semana, ya le tienen ustedes mohíno y echándola de resentido.

-No hay nadie, agregó, por vía de aliciente...

-Puede usted avisarle á la señora por teléfono, agregó Federico, obviando posibles objeciones de mi parte.

-No es necesario, le contesté. La señora está bien educada: cuando no llego a la hora reglamentaria, come y me guarda (la comida, se entiende; y la filípica después, se sobreentiende).
Acepté, y abandonamos el club.

Si no fuera por los oráculos, yo sería el comensal más asiduo del tocayo, porque ambos estamos llegando á esa edad de la vida en que el artritismo obliga á condimentos sanos.

No falta en la mesa cotidiana de Federico el agua de Vichy, y se ve uno libre de mayonesas y especerías que, á nuestra edad, afligen.

Así, solitos, la comida "se desliza en un ambiente de franca cordialidad", para emplear la frase hecha de que tanto abusan nuestros cronistas sociales. 

-¿Recuerda usted la noche aquella en que le conocí por primera vez?, exclamó Federico, iniciando una de sus amenas charlas de sobremesa.

-¡Hombre! La verdad es que me he olvidado. ¡Se olvida uno de tantas cosas!

-¿No recuerda usted? 
-Lo único que sé á ciencia cierta es que hace más de cuarenta años que somos buenos amigos; pero la fecha y las circunstancias en que esa amistad se iniciara francamente, francamente no las recuerdo. 
 -Pues yo sí.
-A ver, hombre, refrésqueme usted 

-Fué la víspera ó antevíspera de la batalla de San Juan. Era yo, por aquel entonces, subteniente del batallón de reserva número 20, que comandaba don Aurelio Alarco y que formaba parte del ala izquierda del ejército.

-¿Por el lado de "Vásquez"?
-Exacto.
-Sí; esa ubicación sí la recuerdo.

Y recuerdo también que estando allí, una de esas noches la caballería chilena hizo un reconocimiento que parecía indicar una posible sorpresa por ese lado. Pero continúe usted.

-Una noche, estando de guardia, me vinieron á avisar, á eso de la una ó dos de la madrugada, que había un oficial de reserva que quería hablarme reservadamente. ¡Era usted! Todavía me acuerdo: flacuchento, espigado...

-Y qué era lo que yo quería decirle tan reservadamente?

-¡Una bicoca! Había usted descubierto que las balas distribuidas á su tropa no entraban en los fusiles, y venía usted á ver si las de mi batallón entraban.

-¿Y entraban?

-¡Tampoco entraban! Pero, hombre, ¿no se acuerda usted?

- Absolutamente.

-Es el uso del tabaco. Usted fuma demasiado, y eso ataca la memoria.
 (Esto me lo decía Federico después de haberme invitado el riquísimo habano que á la sazón fumaba).

 -¿Y no cree usted que es mejor olvidar? Así por lo menos no tendré que exclamar como Julio Hernández en su famoso editorial: “¡Y no poder  arrancarnos la memoria!".

Desgraciadamente, aún recuerdo demasiado... Quisiera olvidar muchos, muchísimos incidentes de la vida nacional y de la mía propia; pero, por lo visto, no he fumado lo suficiente todavía.

Páseme usted otro puro.

J.C. Federico Blume


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Ilustración semanal peruana "Hogar". Lima, 15 de octubre de 1920.

Saludos
Jonatan Saona

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