Pocos nombres serán tan populares en Bolivia y especialmente en La Paz, como los de los dos hermanos Reyes Ortíz.—El de don Félix, como literato y periodista y el de don Serápio como político y abogado, son tan conocidos, que han logrado trasmontar nuestras cordilleras y sonar en el extranjero.—Ambos como educacionistas, puede decirse que han sido los maestros de varias jeneraciones de nuestro país.
Hoi nos toca ocuparnos del segundo, por haber tenido una activa y elevada acción en la presente guerra.
El doctor Serápio Reyes Ortíz es un hombre que frisa en los 60 años. Su aspecto fresco todavía, no demuestra la edad que tiene y hace ver que es de fuerte constitución.
De pequeña estatura, lo primero que en él se descubre es una ancha y levantada frente, abierta a su conclusión por una respetable calva.
Sus anchas y negras cejas, iguales a su bigote, so destacan siempre fruncidas sobre unos grandes ojos pensativos, que parecen hallarse constantemente abstraídos en una preocupación interna.
Los ángulos pronunciados de su rostro color mate, el aire de meditación que lo caracteriza, sus modales llenos de una esquisita urbanidad, las palabras amables pero siempre estudiadas de su trato social y el negro traje de paño que es peculiar a los do su profesión en nuestro país,—limpio y arreglado en el doctor Reyes como el vestido de un joven, hacen de su figura el verdadero tipo del abogado boliviano.
Felizmente él no desmiente al título que lleva y al aire que lo distingue: es sin disputa uno de los mejores abogados de nuestro foro. De ello dan cuenta los muchos y notables litijios en que ha tomado parte como tal y la fortuna sino grande bien adquirida, que ha labrado para sí, merced solo a su profesión de abogado; lo que es una rareza en Bolivia, donde es tan mal apreciado y retribuido ese noble majisterio.
Con lo dicho, se comprenderá, que el señor Reyes ántes que todo—es abogado y repetimos, mui buen abogado.
Sin embargo, él, según la costumbre boliviana, ha dejado multitud de veces el bufete particular, para trasladarse a los bancos del parlamento o subir a los sillones del gobierno.
En los congresos se ha distinguido no por su elocuencia, que es fría y taimada, sino por su modo de razonar y discutir, lleno de las argucias, sutilezas e incapies del leguleyo. Es así que cuando habla, convence ántes que seduce.
Esto no quiere decir que su estilo conciso no sea correcto y hasta elegante. La prueba es que cuando sé le lee, agrada su razonamiento elevado y retórico, que en cambio de las riquísimas flores del de su hermano Félix, revela mayor madurez de ideas y una lógica armónica e incontrastable.
Cómo todo hombre que ha jugado en la palestra de nuestras luchas políticas, ha sido exaltado unas veces hasta la gloria y otras, deprimido hasta la ignominia, por esas pasiones terribles e inconstantes de la popularidad o del desprestijió.
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Nació el 14 de noviembre de 1822 en la Villa de Coroico, o sea de Lanza, de la provincia de Yungas de La Paz. —Su educación y estudios los hizo en esta ciudad;—en los últimos años, bajo la dirección del notable argentino Facundo Zubiría, emigrado a la sazón, quien entrevió en el joven Reyes una esperanza de talento, por las aptitudes y contracción con qué se distinguía de sus compañeros de estudio.
Cuando cursaba la facultad de jurisprudencia, ganó con la prueba de uno de sus exámenes el primer premio, Consistente en una medalla de oro, de los que aquel había establecido para estimular el entusiasmo por el aprendizaje de la juventud que entonces dirijía.
Poco después, el alumno Reyes Ortíz, cambiaba su carácter de tal con el de profesor del mismo colejio en el que había estudiado y mas tarde, en 1815, era destinado por el gobierno con cargo igual al Colejio Nacional de Oruro.
Las dotes que demostró en dicho puesto para la enseñanza, le valieron el que fuera llamado de Rector al Colejio Nacional de La Paz y para ser ascendido después de algún tiempo, al rango de Cancelario del mismo distrito universitario; lo que ha sido varias veces durante su vida.
Dedicado en seguida a las labores de su profesión, ocupando puestos judiciales de mas o menos consideración, jugando en la política un rol cuya importancia avanzaba a medida de su edad y fundando y escribiendo periódicos en compañía de su hermano Félix,—llegó a 1861, en que fué elejido Diputado y asistió a la Asamblea Constituyente de aquel año.
El gobierno provisorio del general Achá se levantaba tras del Golpe de Estado que dió en tierra con el del doctor Linares;—época incandecente de odios y partidos, en la que se arrancaba para la lucha civil todo el fuego de pasiones ocultas entre las cenizas de discordias pasadas.
Réyes Ortíz fue uno de los pocos conservadores de ese gobierno, que si bien había nacido tras de una negra traición, reivindicaba en cambio lo bastardo de su orijen, poniendo en práctica el mas estricto réjimen constitucional que rayaba en tolerancia; la que concurrió como principal elemento para socavar sus bases y erijir sobre sus ruinas una salvaje dictadura militar.
El general Achá vió una garantía para la conservación del orden en La Paz en la persona del señor Réyes, que a la sazón dirijía con bastante acierto la “Sociedad de Abogados” de grato recuerdo, y le encomendó la Prefectura de este Departamento y a poco lo llamó a desempeñar uno de los ministerios de Estado.
La revolución a favor de Melgarejo, tomó por supuesto al señor Réyes como a colaborador de la víspera del gobierno derrocado y le abrió, como era natural, el camino de la proscripción; la que tuvo que sufrir durante el largo período de la dominación de aquél.
Cuando las puertas de la Patria se abrieron para todos los emigrados, Réyes Ortíz en vez de volver a su ciudad natal, centro de sus relaciones, se dirijió al Litoral boliviano, a ejercer allí su profesión de abogado.
Mas, tuvo que abandonar sus trabajos particulares, llamado por el gobierno a ocupar una majistratura en la Córte Superior del Distrito de La Paz, do la que salió para concurrir a la Asamblea Nacional de 1874, como Diputado por esta misma ciudad.
Un alto rol le cupo desempeñar en dicha lejislatura, por lo que fué elejido Presidente de ella y a la clausura de sus sesiones, miembro y también Presidente del Consejo de Estado;—alta corporación consultiva del gobierno, que reconocía la constitución entonces vijente.
Como Presidente del Consejo de Estado, era el llamado a suceder al de la República, en caso de enfermedad, muerte o ausencia de éste.
Mas tarde, el orden constitucional fué alterado y suprimida por consiguiente aquella corporación por las vías de la fuerza.—El Presidente de ella, en el primer momento de la revuelta, fué mortificado con prisiones por don Manuel O. Jofré, autor del cambio político en el sud de la República y enemigo personal de Réyes Ortíz de resultas de un picarezco epigrama que le fué dirijido, según creencia suya, por el hermano de éste.
En 1878, el ex-Presidente del Consejo de Estado fué nombrado Ministro de Justicia, Culto e Instrucción pública del gobierno del General Daza,—cargo que desempeño basta el principio de la guerra.
Es necesario esplicar los antecedentes que la aceleraron, para mejor fijar el rol que ha jugado en ella el señor Serápio Reyes Ortíz...
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La lejislatura boliviana de 1877, a fin de resarcir al Estado de inmensas riquezas de nuestro Litoral concedidas gratuitamente a industriales particulares, y aprobando Ja transacción celebrada por el gobierno con una Compañía anónima que figuraba como inglesa,—dictó en febrero 14 de 1878 la lei siguiente que dice a la letra:
“Art. único.—Se aprueba la transacción celebrada por el ejecutivo en 27 de noviembre de 1873 con el apoderado de la Compañía anónima de salitres y ferrocarril de Antofagasta, a condición de hacer efectivo, como mínimum, un impuesto de 10 centavos en quintal de salitres exportados,”
Era un acto de lejítima soberanía el que ejercitaba Bolivia, al dar dicha lei,—Cualquiera emerjencia que acarreara en lo sucesivo, debía dirimirse por la sola acción de los. tribunales ordinarios como cuestión judicial entre dos. partes contratantes, de las que una era el Estado y otra, la Compañía anónima de salitres.
El gobierno boliviano la puso en ejecución, cumpliendo estrictamente el deber del mandato.
Es entonces que don Jorge Hicks, gerente de la compañía, dió márjen al raro acto de protestar contra la citada lei, emanada de la voluntad del país bajo cuyo amparo vivía, al mismo tiempo que don Alejandro Fierro, Ministro de Relaciones Exteriores de Chile instruía a su Encargado de negocios en Bolivia señor Videla, para que reclamara la ejecución de la lei de 14 de febrero, so pena de declarar “la abrogación de todo él tratado” vijente.
Él tono altivo de ía nota del señor Fierro y ía impaciencia del señor Videla, en las conferencias que tuvieron lugar al respecto, fueron contestadas por nuestra Cancillería por la orden de dar cumplimiento sin dilatoria alguna, a la lei en cuestión.
Ante tal conminatoria, el Encargado de negocios de Chile manifestó a nuestro gobierno que—“cumplía con el solemne y doloroso deber de declarar a nombre de su gobierno, que la ejecución de la lei que grava con un impuesto a la Compañía de salitres y ferrocarril de Antofagasta, importaba la ruptura del tratado de limites de 6 de agosto de 1874, vijente entre Chile y Bolivia, y que las consecuencias de esta declaración serían de la esclusiva responsabilidad del gobierno de Bolivia.’’
Queriendo salvar las consecuencias de tan estraño procedimiento por parte de Chile,—“el gobierno en consejo dé gabinete, resolvió en 1.° de febrero, rescindida y sin efecto la convención de 27. de noviembre de 18?3, acordada entre el gobierno y la Compañía; en su mérito, suspendiéndose los efectos de la lei de 14 de febrero de 1878.”
De tal acuerdo, disintió él Ministro de Relaciones Exteriores señor Martin Lanza, lo que dió lugar a Su separación del gabinete; siendo llamado á ocupar dicha cartera el señor Serápio Réyes Ortíz, Ministro de Instrucción pública, a la vez que fué nombrado Delegado del gobierno para que marchase personalmente a Antofagasta a arreglar el conflicto de la manera mas conveniente, con la Compañía que iba a ocasionarlo.
Mas, la guerra parecía inminente, las esplicaciones del Ministro chileno sobre la presencia del Blanco Encalada en Antofagasta, no satisfacían la ansiedad pública. Así es que el Ministro Reyes Ortíz, en previsión de lo que podía suceder, fué munido de suficientes poderes de Enviado extraordinario, para pasar en caso necesario a Lima, a solicitar que se declaráse el casus foederis del tratado secreto de alianza.
Si no nos engañan nuestras recuerdos, el señor Réyes Ortíz salió de La Paz,—vía Mollendo, el 9 de febrero, a cumplir una de sus dos comisiones.
Chile no se dejó esperar: aceleró sus procedimientos, y al mismo tiempo que su Ministro pedía a nuestro gobierno su carta de retiro, consumaba el escándalo del 14 de febrero de 1879.
Aprovechó la hora para poner en práctica su meditado plan de muchos años.
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La noticia del atentado de conquista recibió el señor Réyes Ortíz en Mollendo y por tanto se dirijió a la capital del Perú, a cumplir su importante cometido.
Decimos importante porque desde el primer momento del conflicto todas las esperanzas, todos los consuelos nacionales y patrióticos, se cifraban en que el Perú entrara con nosotros en la guerra que se vislumbraba en perspectiva.
Cómo desempeñó tal misión?—Lo vamos a espresar con toda franqueza..
El gobierno del Perú, especialmente el General Prado, Presidente de aquella República, es probado que hacían todo lo posible en esos momentos por rehuir al compromiso de la alianza.
El doctor Réjes comprendió tal propósito y se afanó por ganarse la prensa y la opinión ardiente de la juventud de Lima, a fin de obligar con esos elementos a aquel gobierno, a que se firmara la declaración ansiada; que si bien no la consiguió inmediatamente, obtuvo por dichos medios que Chile se la arrancara, con la exabrupta declaración de guerra al Perú.
Una vez puesta en pié la alianza, el Ministro Réyes Ortíz, procedió a acordar las condiciones bajo las que se llevaría mancomunadamente la guerra entre el Perú y Bolivia, como gastos, aprovisionamientos, dirección de ella, etc.
Hoi, con la fría calma de los desastres y de las esperanzas de triunfo defraudadas, se considera la onerosísima concesión hecha por el Ministro Reyes Ortíz al Perú, accediendo a que los gastos de la guerra correrían de cuenta esclusiva de Bolivia; lo que pudo modificar poco después, para que lo fueran por mitad.
Réyes Ortíz, al firmar el tratado soñó como todos los bolivianos con el buen éxito de la guerra, no meditó en los contratiempos y contrastes, y por tanto no se paró en conceder que cargara Bolivia con todos los gastos y pérdidas, creyendo de buena fe que el enemigo los pagaría.
Para juzgar tal proceder, es necesario no examinarlo hoi día, sino volviendo la mirada atrás, a la fecha en que tuvo lugar.—Para juzgarlo, preciso es recordar el delirio patriótico con que entonces se pedía a gritos la consecución de la Alianza a cualquiera costa, la locura de emprender la guerra cuanto antes, las esperanzas populares en las armas, en los hombres y en la marina del Perú y la infinidad de circunstancias excepcionales—del momento, que obligaron al Ministro boliviano a obrar sin prever y a conceder a la República aliada lo que quiso pedir, con la desazón del náufrago que promete su vida, su libertad y en fin su todo, en cambio de su salvación.
Regularmente, se acostumbra juzgar a los hombres, sin hacerse cargo de la época en que figuraron, lo que es una anomalía, puesto que sus actos y hasta sus personas son siempre el inevitable reflejo del tiempo.
Asi es que si Réyes Ortíz obró mal, fue queriendo obrar patrióticamente, arrastrado por la corriente de esperanzas en la alianza, —fruto de una general ceguera.
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Puesto el Ejército boliviano en campaña, el señor Serapio Reyes Ortíz fue nombrado Secretario General.
Salió del Callao con la Escuadra peruana y el General Prado, viniendo a incorporarse en Tacna al ejército.
Durante el largo estacionarismo en esa ciudad, su acción se redujo a unificar en lo posible el sentimiento nacional fuera de la Patria y trabajar por el bien de ella, en la esfera de sus atribuciones.
Pudo contener exesos de jenialidades del General Daza y avances de autoridad, que pretendía tomarse éste en territorio estraño. Así es como evitó un conflicto en el ejército, reduciendo al General Daza, para que se rectificara aquella célebre Orden General contra la Lejión Boliviana, dictada con motivo del incidente ocurrido con el General Pérez, del que nos ocupamos mas adelante.
Su conducta, en las proposiciones de Chile hechas a Daza, por medio de Sotomayor, Salinas Vega, Moreno y Santa María, se ve, por el folleto últimamente publicado por don Luis Salinas Vega y las importantes revelaciones que contiene, que fue contraria a ellas y a toda tentativa de deslealtad al pacto de alianza, cuya conservación le interesaba como a autor de él.
Acompañó al General Daza en su expedición al sud, intervino en los arreglos de nuestras fuerzas allí existentes y trasmitió varias órdenes a la 5.° División, de las que hablaremos en su lugar respectivo.
A la muerte del eminente patricio doctor Pedro J. de Guerra, Presidente del Consejo de Ministros, tuvo que abandonar la campaña, para volver a su puesto de Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores y presidir como tal aquel cuerpo, encargado entonces del Poder Ejecutivo.
El doctor Réyes Ortíz al hacerse cargo del Ministerio, encontró la autoridad de que iba a formar parte, ya vacilante por los preparativos de próximas luchas civiles. Procuró fortalecerla con la misma debilidad de apoyo que la caracterizaba, dando amplia libertad al país en todo y para todo.
Mas, las desgracias nacionales que en pueblos normales levantan tempestades, en el nuestro parecía que debían producir un cataclismo social.—Vinieron Angamos, Pisagua, San Francisco, Camarones, con todo su cortejo de miserias, lástimas y amarguras.
El Consejo de ministros era el débil barquichuelo de la deshecha borrasca.
Réyes Ortíz, abandonado de sus colegas D. Medina y Jofré, que habían huido a la presencia del peligro, se afanaba en compañía del doctor Julio Méndez, porque el gobierno se cambiara y reconstituyera, mediante la alternabilidad ministerial.
Tal combinación, buena para épocas de calma, no podía surjir en aquellos momentos de exitación.—El Consejo de Ministros fué depuesto el 28 de diciembre de 1879.
Felizmente el pueblo boliviano demostró mui buen sentido en este cambio político, evitando las sangrientas represalias de otros tiempos.
El señor Serápio Réyes Ortíz se retiró a la vida privada, sin que nadie lo mortificase.
La Convención Nacional de 1880 le ha pedido cuenta de sus actos.—Parece que la dió en sesión reservada.
Entre tanto, la conciencia pública espera conocer muchos que aun están envueltos en el misterio, para formar su juicio respecto a la parte que ha tomado en la presente guerra el personaje, objeto de estas líneas.
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Texto tomado de Ochoa, José Vicente "Semblanzas de la Guerra del Pacífico" La Paz, 1881.
Saludos
Jonatan Saona
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