Militar chileno |
Declaración del cabo 2.° Ramón González
Fiscal. Diga Ud. si el día 20 de Junio del año ppdo. marchó
a Cuevas formando parte de la compañía del capitán Araneda; si se encontró en Sangra el día del combate con unas montoneras enemigas, y relacione todo lo ocurrido hasta el momento que se retiraron a Casapalca.
Declarante: El día 20 a que se refiere la pregunta, nos
dirigimos a Cuevas al mando de mi capitán don José Luis
Araneda, comandante de la compañía a la cual yo pertenecía, compuesta de 3 oficiales y
79 individuos de tropa; llegados que fuimos a este punto, nos trasladamos a Sangra,
que dista 6 ó 7 cuadras del anterior, quedando de guarnición en el primero mi sargento Blanco al mando de 14 individuos.
En Sangra permanecimos sin ninguna novedad durante
los 10 primeros días, hasta que al undécimo fuimos atacados
por tropas enemigas, como a la una pasado meridiano.
En este día salió por la mañana, mandado por mi Capitán,
el sargento Bysivinger con 7 soldados a buscar legumbres de
que carecían, como a 1 1/2 legua de distancia, y
el cabo Oyarce con 4 soldados en dirección opuesta con igual objeto. Como
a las 12 del día el centinela que estaba apostado en la altura,
avisó que se habían sentido unos tiros a alguna distancia lo que nos hizo presumir a nosotros que al sargento Bysivinger lo habían atacado los enemigos, y como algún tiempo
después llegase sola la mula del arriero que los acompañaba, nos afirmamos más en la creencia de que hubieran sido
sorprendidos; más tarde aún, el centinela dio cuenta que se
avistaba el enemigo; entonces mi Capitán, a fin de cerciorarse personalmente, subió a
informarse, pero sólo llegaría a
la mitad del cerro, pues como le hicieron fuego ya de arriba,
tuvo que bajar.
En el acto ya de encontrarse en las casas, hizo alistarse la
tropa para resistir al enemigo y
ordenó que mi subteniente
Guzmán se fuese a situar a una iglesia que había cercana,
con 12 soldados. El enemigo continuaba avanzando hacia
nosotros y rodeándonos por todas partes. Visto lo cual, me
mandó fuese a prevenir al destacamento que se encontraba
en Cuevas, que avanzase hacia él; lo que fué ejecutado con
prontitud, pues yo, aun cuando no hablé con el sargento personalmente, por las señas que le hice desde un punto dominante donde me paré por no poder continuar bajando por el
cansancio, se comprendió lo que quería decir y subieron.
Llegados donde yo me encontraba, le comuniqué a mi sargento lo que sucedía y avanzamos hacia el enemigo y nos
atrincheramos como a una cuadra y media del lugar donde
estaba la iglesia, en cuyo alrededor había muchos enemigos.
La iglesia se estaba incendiando en esos momentos y
de adentro de ella se hacían disparos, y como comprendiéramos
la situación aflictiva de mi subteniente Guzmán, principiamos a hacerle fuego al enemigo a fin de procurar abrirle paso; efectivamente, pronto fueron despejando el frente y
entonces salió la tropa que había dentro, que serían 10 hombres
y también el subteniente Guzmán, quedando muerto en esa
salida uno de ellos; replegados a nosotros que estábamos parapetados detrás de una buena trinchera, resolvimos retirarnos, pues consideramos imposible batir a tan considerable
cantidad de enemigos, los cuales, según mis cálculos, no bajarían de 400, y sobre todo considerando que desde el momento en que nos encontrábamos a inmediaciones de las casas de la iglesia, no divisamos un solo soldado nuestro, lo que nos hacía presumir que habían muerto todos o se habrían encerrado dentro.
Tomada la determinación de retirarnos, emprendimos la marcha en dirección a Casapalca, llegando a este punto en número de 25 hombres sin ninguna novedad.
Respecto a la tropa del sargento Bysivinger, hemos sabido al mucho tiempo después que los habían muerto a todos; sobre el cabo Oyarce, llegó al siguiente día por la mañana a incorporarse a mi Capitán sin haberle ocurrido accidente alguno. . . .
No teniendo más que exponer
José Ramón González.»
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Documento inserto en el Sumario para averiguar el grado de distinción de Sangra. Publicado en "Revista chilena de historia y geografía", Impr. Universitaria, 1931, Volumen 68.
Saludos
Jonatan Saona
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