Comandante de Granaderos a Caballo
I.
Cupo al teniente coronel de caballería don Tomás Yávar la envidiada suerte i el honor insigne de caer en el campo de batalla cargando al frente de su rejimiento al ejército peruano que defendía a Lima, decidiendo así con los cascos de sus caballos i el filo de sus sables la victoria campal de Chorrillos en la extrema izquierda del ala enemiga.
Muerte tan hermosa es digna de especial recuerdo en estas hojas que son otros tantos episodios de gloriosos muertos; i si bien carecemos casi por completo de noticias particulares sobre la vida i carrera del jefe cuyo nombre se lee al frente de esta pájina, su gloria encontrará sobrada comprobación en su jeneroso sacrificio.
II.
El comandante don Tomás Yávar había nacido, puede decirse así, bajo las banderas del Rejimiento de Granaderos a caballo, cuerpo histórico que San Martín condujo en persona a Chile en 1817 i que marchando de etapa en etapa desde el Plata al Biobío i desde el Rímac al Guayas, coronó su nombradía en Riobamba i dió trece jenerales a los ejércitos de la América libre.
Su hermano mayor i de su propio nombre, el coronel don José Tomás Yávar, mandaba ese cuerpo en la guarnición de Santiago cuando aquel entraba a la Academia Militar como cadete efectivo en febrero de 1847. Cuatro años más tarde, era puesto este a las órdenes de su hermano cuando, después de apropiado aprendizaje, pasó a tomar parte en el ejército activo con motivo de las turbulencias de 1851.
Estando al tenor de su hoja de servicios su primer estreno tuvo lugar en la "acción de Illapel", hecho de armas sin nombre i casi sin sangre en que, por una aventura singular, mandaba en jefe la hueste contraria el que esto escribe, niño entonces como Yávar.
III.
Hizo en seguida el último la campaña del sur de Chile contra las tropas rebeladas del jeneral Cruz, i por su participación en la batalla de Loncomilla fue ascendido a teniente. En seguida, pasando lentamente por sus diversos grados, era capitán en 1859.
Caído en cierta desgracia política su rejimiento, a virtud de la reacción que surjió en 1861 contra el réjimen de los gobiernos restrictivos a que el cuerpo de Granaderos había servido durante veinte años de escolta, oscureciéronse hasta cierto punto sus jefes i oficiales en la raya fronteriza durante larga década. Agregóse a esto una serie de disturbios de que fue al fin víctima el segundo jefe del cuerpo, el bizarro comandante don Manuel Bulnes. Tenía esto lugar en 1874, i el mayor Yávar, que en un mes había alcanzado el grado i la efectividad de su grado en julio de ese año, entró a reemplazarle. Por el retiro subsiguiente del coronel Silva Claro, tomó al fin el mando en jefe del rejimiento el 3 de abril de 1878.
IV.
Prolongándose, sin embargo, más allá de la paz i de la monótona guarnición de los fuertes de frontera, la adversa estrella de los Granaderos a caballo, fué este cuerpo uno de los últimos del ejército de línea que recibiera orden de marchar al teatro de la guerra, donde sus émulos en servicios i en renombre, los ájiles Cazadores a caballo, habían llegado, como de ordinario, en la alborada.
Mas apenas hubieron puesto pie en sus estribos i cojido la brida de sus caballos de batalla, erguidos los Granaderos en su fama i en sus monturas, mostráronse dignos de sus nobles tradiciones, deshaciendo en la cumbre medanosa del Campo de la Alianza, el sólido cuadro que delante de sus sables afilados a molejón como en Mendoza, formaron los valientes Colorados de Bolivia. Distinguióse allí extraordinariamente el segundo jefe del rejimiento, don David Marsán, que hoi lo comanda, a las órdenes del coronel Bulnes.
V.
No siendo, según entonces se dijo, favoritos del jeneral en jefe, criado por los asistentes de su padre sobre el lomo de los caballos del Tejimiento de Cazadores, cuerpo que por lo mismo fué su favorito durante toda la campaña, los Granaderos marcharon por tierra desde Pisco a Lurín en la última fatigosa jornada que precedió a las batallas de Lima; i es fama que en esa prueba, yendo siempre a vanguardia i con suma cautela, el comandante Yávar llenó cumplidamente los deseos i las instrucciones del coronel Lynch, su jefe inmediato.
VI.
Mucho mayor fué, empero, su distinción en el campo de batalla, porque una vez que la brigada Gana abrió en San Juan el sendero i la puerta de la victoria el día de Chorrillos (13 de enero de 1881), desembarazando a la caballería chilena (Granaderos i Carabineros) de una red de traidoras minas, desplegaron, uno i otro cuerpo sus mitades en batalla por escuadrones en la llanura pedregosa de Tebes, a la extrema derecha de nuestra línea de avance que cubría la valerosa división Lagos. I cuando éste, cumpliendo órdenes superiores, ordenó cargar a aquellos cuerpos, el ejército entero detúvose largo rato, como delante de un brillante torbellino; i, al dar la vuelta los ensangrentados i polvosos jinetes, oyóse un inmenso rumor en todas las columnas de infantería, que arma al brazo aguardaban el éxito de aquella terrible arremetida.— "Los Granaderos i Carabineros, dice un testigo de vista i de criterio imparcial entre los combatientes (el teniente de la marina francesa M. F. León) se arrojaron sable en mano sobre la llanura de Tebes, lanzando su grito de guerra, el tremendo chivateo de los araucanos, i sólo regresaron a las filas cuando sus brazos estaban cansados de acuchillar a los deshechos i fujitivos peruanos."
VII
Los Carabineros de Yungai volvían del entrevero i la matanza con su valiente jefe a la cabeza, no habiendo perdido sino al capitán Terán que cayó al lado del último, como bravo.
Pero no cupo igual suerte a sus compañeros de gloria i sacrificio,
Cargando a la altura del tercer escuadrón, es decir, más adelante del puesto del deber i la ordenanza, una bala peruana había llegado de frente sobre el pecho del comandante Yávar, i atravesándole la mano izquierda que sostenía la brida, fue a detenerse en sus entrañas, causándole mortal congoja i daño de muerte.
Conducido sobre su propio caballo, sostenido por dos granaderos, como el mariscal francés que venció en Alma, tendiósele sobre su capote de campaña en un aposento de las casas de la hacienda de San Juan; i allí espiró en brazos de los suyos i de su hermano político el valiente capitán don Temístocles Urrutia, en la media noche de aquel día, con la tranquila resignación de quien ha creído cumplir con su deber, i en realidad dejábalo cumplido.
El comandante Yávar había muerto digno de los antiguos Granaderos de San Martín i digno del ejército en que su cuerpo ha sido siempre prez, honra i victoria.
**********************
Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo I, por Benjamín Vicuña Mackenna.
Saludos
Jonatan Saona
Valiente entre valientes, dichosa muerte de un héroe- viva CHILE y su historia de cómo se forjó nuestra Nación., que hoy traidores se empeñan en destruir y borrar sus Glorias - aldo mosella morales - Iquique norte glorioso
ResponderBorrar¡¡¡¡ Viva Chile!!!! y su recordado y valiente Comandante Yabar.
Borrar