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9 de abril de 2017

Mariacha

Obra del artista Hugo Alegre
Poema sobre una rabona

En el semanario ilustrado "El Perú Ilustrado" publicado en Lima el 17 de noviembre de 1888, encontramos una composición escrita por Elías Alzamora, sobre la historia de una rabona conocida como "Mariacha".

Este poema está dedicado a don Abelardo Gamarra "El Tunante". Trata sobre la historia de María, una joven muchacha que vive en la sierra peruana junto a su abuelo, que se enamora de un campesino del lugar y que al estallar la guerra decide convertirse en una rabona.

Acompañamos el texto con una imagen de una rabona y un soldado peruano, obra del artista Hugo Alegre.


"Mariacha
(A Abelardo M. Gamarra.) 

Hay en la sierra de la patria mía 
Una sencilla, espiritual muchacha, 
A quién unos conocen por María, 
Y á quién otros conocen por Mariacha 
No le dio sus encantos la hermosura, 
Pero tiene su acento 
Un no sequé de vago sentimiento, 
De infinita ternura, 
Que, cuando habla, parece que resuena 
La dulce voz de melodiosa quena. 
Como nació tan lejos del bullicio 
De las grandes ciudades, 
No sabe que hay beldades 
Que deben su hermosura al artificio. 
Por eso no se esmera 
En oprimir su talle, 
Que en nada se parece á la palmera, 
Y, si vá por la calle, 
Lleva suelto el cabello. 
Como único adorno de su cuello. 
Ha cumplido quince años, 
Y en esa triste soledad perdida, 
Ignora los placeres de la vida, 
Pero ignora, también, sus desengaños. 
Nada su tierno corazón aflije, 
Ni conoce la duda;
Por que tiene en su choza 
Un anciano que goza 
Mirándola feliz, y la dirije 
Con su palabra, de elocuencia ruda... 
Tal es Mariacha, tal en los albores 
De su vida de cándida inocencia. 
Cuando aún los amores 
No han turbado la paz de su conciencia.
__________

Amor, que es tan aleve 
Que hiere en las tinieblas, y se atreve,
Por sostener su eterno poderío, 
A llevar sus ardores á la nieve: 
Ha llegado al humilde caserío 
Donde habita María, 
Y, al encontrarla con el alma quieta. 
Sonriendo de alegría. 
Le ha herido el corazón con su saeta. 
Ah! por eso es que ahora 
Hay nubes en el cielo de su frente; 
Por eso canta entristecida, y siente, 
Y, como siente, llora ! 
_________

En las yermas y tristes soledades 
De las sombrías cumbres de la puna, 
El cielo tiene, á veces, tempestades, 
Pero tiene, también, noches de luna; 
Y en una de esas noches, á la lumbre 
Del astro encantador, sube María 
A la empinada cumbre 
De un cerro que hay vecino, 
Mientras que llega, por opuesto lado, 
Un joven campesino, 
De rostro alegre y de mirar airado. 
Allí los dos, en inocente cita, 
Conversan de su amor, quedo, muy quedo: 
Parece que los dos tuvieran miedo 
De que el aire, imprudente, lo repita. 
Eterna condición de los amantes! 

Se buscan anhelantes 
Para poder decirse 
Todas las ansias de su amor ardiente, 
Más, siempre al despedirse 
Se llevan en la mente 
Algún amante ruego 
Que quisieran decirse luego, luego. 
Así, los amorosos campesinos 
Se vén con tal frecuencia, 
Que ya han notado todos los vecinos 
Las prolongadas horas de su ausencia. 
Y como nada en este mundo dura 
Oculto en el misterio, 
No es extraño que el Cura, 
Cumpliendo con su noble ministerio, 
Les aconseje, con piadosa calma, 
Que busquen en la paz del matrimonio 
Goces más delicados para su alma. 
Ante el anciano padre de María 
Se presentan un día 
Los dos enamorados campesinos, 
Y, con el alma llena de temores, 
Le refieren la historia 
De sus puros y cándidos amores. 
Con expresión tranquila, 
Oye sus cuitas el sensible anciano, 
Y aunque indiscreta asoma 
Una gota de llanto á su pupila, 
Tiende sobre ellos la rugosa mano 
Y, con acento entrecortado, dice: 
— El Señor os proteja, y los bendice. 
_________

Al confín apartado de la sierra 
Han llegado los ecos espantosos 
De asoladora guerra, 
Y el grito de la patria ha conmovido 
El encantado nido 
Que formara el amor á los esposos. 
Oh! tierno campesino enamorado! 
Dá tregua á tu ventura, 
Y cambia tu sencilla vestidura 
Por la blusa gloriosa del soldado. 
Y si el dolor tu corazón oprime, 
Porque ves que María está llorosa, 
Piensa que es nada el llanto de la esposa 
Cuando la patria jime! 

En las filas de innúmeras lejiones 
Que envían á la guerra 
Las agrestes rejiones 
De la apartada sierra, 
Marcha á la lid el campesino amante 
Con paso firme y con marcial talante. 
Y vá tan satisfecho 
Porque lleva feliz en su partida 
A la mujer cuyo cariño ha hecho 
El indecible encanto de su vida. 
¡María, de su amor la dulce prenda, 
Le acompaña y le sigue á la contienda! 
Parte, incauta María, 
A los sangrientos campos de batalla! 
Tu pecho está sereno 
Porque ignoras que tiene la metralla 
El mismo acento de la voz del trueno...
Por seguir á su esposo 
Camina desalada, 
Y, cuando llega, al fin de una jornada, 
La hora del reposo, 
Alegre y placentera, 
Le sirve de amorosa cantinera. 
Y siguen caminando 
Por ignotos lugares; 
Y salvan cerros, y atraviesan mares, 
El. sereno, buscando 
Para su sien guirnaldas, 
Y ella, siempre amorosa, soportando 
El peso del equipo en las espaldas.... 
_______

Yá, tras de larga travesía, inmensa, 
Tras de duros tormentos y fatigas, 
Se preparan las fuerzas enemigas 
A hacer de sus pendones la defensa. 
Yá el ronco ruido del cañón se escucha! 
Yá comenzó la lucha! 
_________

Oh! siglo de progreso sin segundo! 
Si quieres conquistar para tu historia 
Un lauro más de gloria, 
Haz que cesen las guerras en el mundo, 
Haz que la lucha de los hombres sea 
En el campo fecundo de la idea! 
_______

En el fragor horrible del combate, 
En su atroz y confusa algarabía, 
La amorosa María 
Tiembla asustada, pero no se abate. 
Y llega, con esfuerzo denodado, 
Allí donde el combate es más cruento, 
Y es ella quién dá aliento 
A la heroica pujanza del soldado. . . . 

De pronto, amenazada 
Por mortal proyectil, que al fin la hiere, 
Detiene el paso y cae derribada, 
Lanza un suspiro, se estremece, y muere! 
............................................................

De María adorable 
Yo llegaré á la tumba solitaria, 
Y, alzando mi más íntima plegaria, 
Dejaré una corona 
Y este breve epitafio: fué RABONA! 

Elías Alzamora. 
Lima, Octubre 30 de 1888."


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Imagen: Dibujo de una rabona y un soldado peruano, obra del artista Hugo Alegre.
Texto e imagen tomados de "El Perú Ilustrado" núm 80, Lima, 17 de noviembre de 1888.

Saludos
Jonatan Saona

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