Eliodoro Camacho |
(PLAN DE SAMA)
Habiendo ocupado el enemigo el valle de Moquegua y avanzado sus descubiertas hasta el de Locumba, no puede caber duda de que su designio es ocupar Tacna, chocando con el ejército que la guarnece.
Es bajo este antecedente que conviene calcular las operaciones y combinaciones necesarias á contrastar el plan enemigo.
No creo por un momento que, ocupando nosotros Sama, el chileno tenga la idea de ocupar Tacna, eludiendo un choque con el ejército aliado.
Sí así fuese, incurriría en un grave error que tendría que pagarlo bien caro. Nuestro ejército, contramarchando desde Sama, — donde á mi juicio debe situarse,— le daría una lección terrible a su temeraria empresa. Empresa no solo temeraria, sino torpe y descabellada, como contraría á todo buen principio, porque dejaba á nuestro ejército interpuesto en su línea de operaciones entre Pacocha y Tacna.
La ocupación del valle de Sama, es de todo punto indispensable como línea perpendicular sobre la de operaciones que el enemigo tiene que seguir para arribar á Tacna.
Es el punto preciso donde vienen á caer todos los caminos que partiendo desde Pacocha y Morro de Sama, avanzan hacia Tacna. Aparte de esta condición estratégica tiene ventajas tácticas que es menester apreciarlas.
La orilla norte de dicho valle no se encuentra bordada de alturas ni asperesas de difícil acceso para los que las defienden, ni de ventajosa dominación para los que lo atacan. Es una inmensa llanura que se extiende de Sud á Norte donde á simple vista se puede percibir cualquier movimiento de tropas á mas de seis leguas de distancia.
Bajo estas favorables condiciones y hallándose bien aprovisionado dicho valle, ofrece las siguientes ventajas caso de ser ocupado por nuestro ejército.
1a. Descubrir con pocos vigías el movimiento enemigo que pudiese verificarse desde el Serro Moreno hasta Candarabe, para poder en su consecuencia moverse nuestro ejército á derecha ó á izquierda y elegir el terreno que mas convenga.
2a. Hallarse en poseciou del agua y demás ventajas naturales ó acumuladas que ofrece aquel valle y poder en su consecuencia esperar al enemigo sin inquietarse ni padecer las privaciones que sufriría el enemigo que avanzase, quien, para llegar de Locumba á Sama tendría que soportar la fatiga consiguiente al tránsito de 9 á 10 leguas de un arenal desierto sin agua y sin sombra.
No desconozco que el enemigo nos es superior en número y composición. Aconseja el arte de la guerra que en semejantes casos se debe contrarrestar esa superioridad por medio dé las posiciones convenientemente elegidas, ó bien por las evoluciones discretamente operadas. Ahora bien: la elección de posiciones simplemente defensivas en un terreno casi igual ó á lo menos, muy ligeramente accidentado, es absurda. Nos queda, pues, el único recurso que es el segundo: esto es. las maniobras.
Podemos mediante ellas llevar al enemigo á ocupar el terreno que mas convenga. Y si pudiésemos colocarlo sobre un suelo previamente minado, con lo cual obtendríamos una inmensa ventaja, de seguro que seria inevitable su destrucción; cargaríamos con ímpetu aprovechando de la natural desorganización que produce un incidente sorpresivo de este género. Todo dependería de la habilidad de la maniobra de los nuestros, del engaño en que pudiese caer el enemigo y de la buena suerte que guiase nuestros pasos.
Si esto no fuese posible, no nos queda mas remedio que el valor de los soldados de la Alianza. Para ello es absolutamente indispensable un terreno llano é igual donde sin fatigarse y sin dificultad pueda lanzarse á paso de carga hasta arrojar al enemigo del terreno en que formara su línea. Esta es la condición mas sobresaliente del borde norte del valle de Sama. Allá, y solo allá, podrán nuestros soldados exhibir toda su pujanza y ardimiento, y allá, y solo allá, podrán repetirla escena de Tarapacá, donde se vio que el paso de carga audaz e impetuoso del ejército Aliado fué lo único que dio el triunfo á sus armas.
No debemos pensar en tomar posiciones puramente defensivas por nuestra parte. No le conviene tomarlas á un ejército que como el nuestro es inferior al enemigo en artillería. ¿Qué sucedería si ocupásemos una eminencia, una colina ó una escarpa de difícil acceso? ¿Qué, si mediante sacos de arena etc., atrincherásemos con fortificación pasagera un campo cualquiera? Un desastre seguro.
El enemigo haría converger sobre ese punto los fuegos de toda su artillería, desde una distancia en que ningún daño recibiese de nuestros pobres rifles, podría arrojarnos, impunemente, tanta bomba que acabaría por anonadar al ejército ó cuerpos colocados en posiciones. ¿Para qué pensar, por tanto, en buscar posiciones?
Nuestra única y razonable posición está en un terreno cuidadosamente escogido para la ofensiva, un campo donde después dé atraer al enemigo podamos con ventaja arreméterle con todo el denuedo de que afortunadamente se hallan poseidas nuestras tropas.
Hay todavía otra consideración mas siria que es preciso tener presente. Perdida nuestra marina y sin elementos de guerra en el Pacífico, debemos comprender que es absurdo el propósito de sostener la fortificación de Arica, contra la cual tiene que chocar la fuerte marina chilena, y que muy luego será atacada por su ejército de tierra.
Nuestra defensa tiene pues que estar en tierra y cuanto mas lo apartemos al enemigo de su base de operaciones, que está en el mar, tanto mas lo debilitaremos y mas en disposición nos hallaremos de tomar la ofensiva sobre él.
Ahora bien, ¿qué sucedería si abandonásemos la línea de Sama á merced del enemigo? Éste la tomaría al momento y subiendo por ella hasta Pachía y Palca, vendría á batirnos de revés para obligarnos á refugiarnos en Arica y tomarnos allá entre los fuegos de su escuadra y de su ejército de tierra, ó mejor todavía, para hacemos perecer de hambre cerrándonos las únicas vías con Bolivia que nos quedan actualmente para proveer á la subsistencia de Tacna y el ejército Aliado. Tendríamos, pues, que acabar por una de esas capitulaciones tristísimas, pero también muy necesarias y que traen tremenda é incontestable responsabilidad contra el General que no alcanzó á preverla.
Resulta de lo dicho, que la línea estratégica del Ejército Aliado está en el Valle de Sama: 1° porque así evitamos que el enemigo nos flanquee por el ala derecha y nos arroje hacia el mar contra sus baterías de abordo. 2° porque tenemos asegurada la linea de retirada á Bolivia, para volver después con mejores elementos. 3° porque desde que traigamos la guerra al pié de la cordillera, hemos inutilizado por completo la gruesa artillería de la escuadra chilena.
No nos empeñemos con pueril tenacidad en defender y sostener Arica. No se defienden fortificaciones marítimas cuando se carece de una marina competente y cuando cómo ahora se tiene al ejército enemigo de tierra, evolucionando sobre uno de sus flancos para luego tomarle la retaguardia. Hay que inutilizar la escuadra enemiga en vez de proporcionarle mas campo donde jugar á sus anchas. No querramos incurrir en la falta en que cayeron los primeros Directores de la guerra, que por pretender la defensa del Departamento de Tarapacá, sacrificaron allá un ejército y perdieron también Tarapacá. Si Arica no se puede defender, piérdase Arica, pero sálvese el ejército que mañana regresará á reconquistarlo con ventaja.
Tacna, Abril 18 de 1880.
(Firmado) Eliodoro Camacho.
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Saludos
Jonatan Saona
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