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3 de abril de 2019

Luis Wargny

Luis Wargny
Don Luis Wargny
Abanderado del Rejimiento Valparaíso

II.

Fue el más joven i no por esto el menos interesante de aquellas familias, o, como es más propio decir, de aquellos almácigos de varoniles existencias, que constituirían una especie de resurrección de la vieja edad homérica de la república, un niño de orijen flamenco cuyo punto de partida en la existencia se toca casi con el de su fin prematuro i glorioso.

En consecuencia, como una preferencia debida a los albores del denuedo, vamos sencillamente a contarla.

Después del niño sublime que se llamó Juan Jullián, hubo otro niño heroico en cuyo pecho la llama de la vida extinguióse junto con nacer, al pie del altar del patriotismo.
Hijo de padres distinguidos, de esposos felices, acariciado en su regazo, en su intelijencia i en su alma por una madre llena de capacidad i de ternura, cuidadosamente educado, retenido como en una red de flores en los sotos de un valle ameno que era su habitual morada, Luis Wargny todo lo abandona en cierto día i se dirije de por sí, como Alfredo Baignol, como Enrique Ewer, como el zapador Federico Weber i como tantos otros, a pelear i a morir, no por paga, sino por el más desinteresado de todos los amores, el de la patria, que nunca otorga nada como reciprocidad i lo pide todo, inclusa la vida, por magnánimo deber.

III.
Luis Wargny era de estirpe flamenca i (sin contar a Jorje Boonen) fué el único belga que en Chile tomó las armas en su pro i por su causa. Su padre, don Luis de Wargny, apreciabilísimo caballero que ha sido en el país durante treinta años jerente de varias importantes casas de comercio i hoi prosigue su carrera de trabajo en la rejión minera de Taltal, había nacido de acomodada familia en Amberes en 1826, i de allí pasó al Brasil i a Valparaíso a los treinta años (1856). Quiso la voluble fortuna del que viaja ofrecerle en esta última ciudad un don de felicidad que no es común en el reparto de la vida en extraña i apartada tierra: el de una esposa chilena que reunía todas las cualidades que embellecen a la mujer i se reflejan más tarde, cual si fuera sobre la nítida luna de un espejo, en venturoso hogar.

Aludimos a la señora Josefa Núñez, hija de Santiago, establecida en Valparaíso desde la más tierna edad núbil i aclimatada después en Limache, pueblo de auras, de flores i de mieses, donde, según ella misma dice, "a causa de la bondad del clima i de la amenidad del campo ha permanecido hasta el día."

IV.
De aquel matrimonio de un flamenco i de una chilena, conjunción de dos razas que en épocas remotas probaron juntas su amor a la libertad contra una usurpación común, nació Luis Wargny en Valparaíso el 29 de octubre de 1860, i se educó con notorias muestras de provecho intelectual en el colejio de los padres franceses i en el seminario de aquella ciudad que tiene playas i quebradas pero no tiene cimarras...

Era Luis Wargny en esa edad un niño despierto, dilijente, a la vez que entusiasta, i con frecuencia arrebataba los diplomas de sus clases a sus camaradas de pura estirpe chilena, fenómeno notable que asimismo se observa en las distribuciones de premios i coronas de todos los colejios de la república en los cuales los apellidos mixtos son casi siempre síntomas de precoces intelijencias.

V.
A la edad de 16 años Luis Wargny había concluido su carrera comercial teórica i entraba a ejercitarla en una casa inglesa de su ciudad natal, en banco más duro que el del aula, sin dejar por esto de residir al lado de su afectuosa madre en su cortijo de Limache, regado por cristalino río.

Todo esto, no obstante, aquel niño no había nacido con el prosaico espíritu de los números agrupados a manera de tablas pitagóricas en su activo cerebro. Adicto, por el contrario, a la lectura de los libros de la antigüedad, prefería por la distancia de mil leguas la milicia a la aritmética; al cálculo, la gloria.

VI.
Bajo estos tempranos i casi arrogantes impulsos del alma que precede a la vida i la precede desde la infancia, enrólose en la brigada cívica de Limache i en seguida, cuando se declaró la guerra i su jefe de parada, que lo era en aquella época el brillante oficial don Ramón Carvallo Orrego, organizó allí dos compañías del Tejimiento Lautaro, costó a su cariñosa madre esfuerzos supremos, esfuerzos de madre, para retenerlo a su lado.

VII.
A la postre de inútil i silencioso batallar fué quien tenía el poder contra el deseo quien cedió, porque sintió, al ruido de las armas que pasaban, que al fin era madre i era chilena.

“Así,—cuéntanos ella misma en carta cuya gracia i corrección de estilo podría citarse como modelo,—allí empezó con febril impaciencia para mi hijo la oportunidad de combates que le permitieran ganar, por medio de su valor, los grados que una fortuna adversa iba a negarle, haciéndole morir bien lejos de la casa de sus padres.

“Con placer me extendería narrando los rasgos de entusiasmo que trastornaban el cerebro de Luis, cuando leyendo la historia de los grandes hechos de lejendarias guerras, escojía a ciertos héroes como ejemplo, estudiando sus caracteres i tratando de imitarlos más tarde, dentro de su modesta esfera de acción, pero en armonía con sus levantados sentimientos con relación a su patria.

“Conociendo que era inútil contrarrestar sus ideas e impedirle su partida, puse en juego mis relaciones i obtuve para él un puesto de abanderado en el rejimiento Valparaíso.

“Mui contento se manifestó Luis por esta distinción, que la estimaba, sin embargo, no por su jerarquía en el ejército, sinó por considerarlo como el puesto de más peligro en el campo del honor.

“Partió al norte, desembarcó en Iquique i poco después pisó las llanuras de Lurín, empezando desde entonces ese camino de batallas i de victorias, cuyas dificultades jamás serán apreciadas en su verdadero valor por otras personas que aquellas que formaron parte en la campaña que ha dado tanta gloria a la república."

VIII.
Así pensaba, así decía, así ponía por obra el sacrificio aquella madre que para “gloria de la república", mayor que la de sus batallas, tuvo tantas nobilísimas imitadoras que hoi no tienen esposos, ni hijos, ni padres, sinó lágrimas i pan...

Todo lo demás está ya contado en los recuerdos precedentes, en la memoria de Baignol, de Jullián, de Silva Domínguez, porque todos aquellos niños del rejimiento Valparaíso parecían haber tenido una sola vida, una madre común en su bandera.

Conduciendo, como Carlos López, del Naval, el pabellón querido de su pueblo, Luis Wargny recibió en el campo de Miraflores mortal herida que pocas horas más tarde se cerró sobre su existencia, dejando ejemplo imperecedero a la juventud de su patria de lo que es capaz el hombre antes de ser hombre, cuando se lleva en la frente i en el estandarte el nombre de “chileno" sacado de las entrañas de la tierra o de las entrañas de una madre.


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo II, por Benjamín Vicuña Mackenna

Saludos
Jonatan Saona

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