Teniente Coronel, segundo jefe de los Cazadores del Desierto.
XIII.
Fué el comandante Bouquet, el extranjero de más alta graduación en nuestro ejército de tierra, pero que no por ésto fué su más alta figura. Soldado, simpático, lijero, de bellísimo talante físico, frájil en el moral, tipo de esos aventureros que llevan erguida la cabeza a fin de pasearla más ufanamente por los vientos que a llenan, sabíase de él únicamente que era hijo de un oficial jeneral del ejército francés i que uno de sus hermanos tuvo un asiento de diputado hasta hace poco en la asamblea de Francia. Mozo aturdido i calavera, pero brillante, había venido a las tierras magallánicas en pos de las fantásticas promesas de Pertuiset, el supuesto explorador de la Tierra del Fuego, i después de atravesar aventuras más procelosas que aquellos mares, quedóse en Santiago, esperando los días de calma que en la alborada i aun en la madurez de la vida sobrevienen después de las tormentas.
XIV.
En esta situación ocurriósele, talvez por espíritu de heredad i por analojía de talla, que había sido en Francia comandante de un rejimiento de dragones movilizados en la guerra franco-prusiana; i con esta iniciativa, después de varias vicisitudes, el gobierno le confió el mando en segundo del batallón Cazadores del Desierto, que llegó jadeante a Tacna a terciar bizarramente en la batalla al mando de su primer jefe, el bizarro Jorje Wood, todavía un mestizo de inglés i de chilena,—del coronel don Carlos Wood, más inglés que Liverpool, i de la señora Arellano, hija de San Fernando.
Apresurémonos a decir que en aquella batalla el comandante Bouquet revalidó sus títulos militares, batiéndose como un verdadero francés i quedando atravesado por una bala en el campo de batalla.
XV.
Recobrado de prisa en Santiago, marchó el comandante Bouquet a las campañas de Lima en el estado mayor i constantemente hizo el servicio de descubierta, para lo cual su viveza, su ductilidad i su valor le hacían apto. Después de Miraflores dirijióse a la sierra en la expedición Letelier, i a su regreso, desacreditado, enfermo, procesado i lleno de desdichas vino a morir en un hospital en Valparaíso. Trasladado como de limosna a Santiago, gracias a los esfuerzos misericordiosos de su amigo i protector don Adolfo Ibáñez, tributáronsele los honores de ordenanza al borde de su fosa, i allí su memoria aguarda todavía el lento fallo de un proceso que, por desgracia, se ha hecho más que una causa militar, una polémica de autoridades.
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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo II, por Benjamín Vicuña Mackenna
Saludos
Jonatan Saona
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