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15 de febrero de 2019

Aníbal Guerrero

Aníbal Guerrero
Aníbal Guerrero
Teniente del batallón "Esmeralda"

IV.
Hijo de un antiguo funcionario i actual honorable senador de la república i de una dulce i discreta madre (la distinguida señora Rafaela Vergara) que le amaba entrañablemente, rompió voluntariamente Aníbal Guerrero todos aquellos lazos de ventura i entregóse a los azares de la guerra con levantado corazón. De niño alegre i casi mimado bajo su techo, trocóse en hombre guerrero; i en compañía de su hermano Enrique que elijió la caballería i de su hermano Adolfo que ocupó con acierto puestos civiles, siguieron los tres en grupo a las campañas a su tío materno el coronel i más tarde ministro de la guerra don J. F. Vergara.

Distinguiéronse todos en sus puestos como voluntarios i como patriotas; pero era preciso que alguno contribuyese con su sangre al común sacrificio. I para que esta sentencia quedase fielmente cumplida, el dedo del destino designó al acaso al que llevaba en su nombre dos apellidos de guerra, i he aquí en efecto como uno de sus camaradas, el bizarro capitán don Rafael Ovalle, otro voluntario santiaguino del Esmeralda, cuenta su noble fin en la batalla:

"Avanzaba Aníbal a la cabeza de su tropa, —dice el último,—i encontrándose a cuarenta metros de distancia de las trincheras enemigas, recibió un balazo en el brazo izquierdo, que parece no le tocó el hueso, pues siguió adelante animando i entusiasmando a su tropa. Habría caminado unos veinte metros cuando recibió un balazo en la cabeza, que le rompió el cráneo sin penetrar la bala i cayó de espaldas desatentado. Inmediatamente se paró, i estuvo vendándose la herida ayudado por el teniente Echeverría, quien quería, lo mismo que otros oficiales, que Aníbal se separase del campo; pero él insistió en seguir, porque decía que se encontraba en estado de continuar batiéndose. Apenas había avanzado unos diez metros más, cuando dos balazos que lo hirieron, uno en el estómago i el otro en el pecho, al costado derecho, le quitaron la vida casi instantáneamente."

V.
Así cumplió su destino aquel joven patricio rendido a su patria como la juventud de Roma en las llanuras de Cannas contra Aníbal. I aquí hácese forzoso reconocer que hubo en su holocausto algo de extraordinario i meritorio en grado heroico, porque él marchó a las lomas de la Alianza profundamente persuadido de que iba a morir, i no obstante ésto no retrocedió un ápice de su puesto en la línea de batalla.

Todo lo contrario.

En la noche precedente, cuando el ejército se hallaba acampado frente al campo enemigo en honda quebrada, de alegre i retozón que de ordinario era, tornóse su habitual bullicio en tenaz melancolía, i buscando a uno de sus amigos (el subteniente don Gonzalo Fabres) hízole confidencial entrega de su reloj como el último legado que hacía a sus padres, asegurándole que en el inminente encuentro de las armas iba a morir, como murió. Rasgos de esta índole han pertenecido siempre en la historia de la presente guerra i de todas las guerras a los verdaderos héroes o a los que han nacido para serlo.

VI.
“Era,—dice de él, uno de sus amigos de colejio, recordando la nobleza de su alma i su fugaz carrera (el joven escritor don Francisco Pardo Duval), al tenerse en Santiago la primera noticía de su muerte,—era todo un hombre con una alma de niño ¡ de héroe. Impresionable ante el desvalido i ante la miseria, formóse caritativo i bueno.

“Esta es la flor que el vendabal de la guerra con su soplo cruel ha arrancado al jardín de la juventud de Chile.

“Más de una lágrima hemos visto correr por amigos párpados al recibir la infausta nueva. ¡Que ellas sean las perlas que formen la corona que orne su frente!
“¡Que se mitigue un tanto el acerbo dolor que ha venido a herir el alma de su respetable familia! ¡Que el recuerdo de ser tan apreciable sirva de ejemplo a los que en vida admiraron sus virtudes!

“I en fin, que la manera honrosa con que rindió su existencia en jermen aún, sea un lenitivo para su familia cubierta de luto; que la patria i la historia no le echen en olvido."

I como noble amistad lo solicitaba, así ha quedado cumplido.


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo II, por Benjamín Vicuña Mackenna

Saludos
Jonatan Saona

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